Introducción

El peronismo es, sin dudas, uno de los temas más apasionantes de la historia argentina. Y en este caso, el adjetivo se aplica de manera literal, porque sigue despertando pasiones, en un país cada vez menos apasionado por la política. Trabajar el tema históricamente, desde la perspectiva y con la metodología con que lo vengo haciendo en esta colección, implica ser políticamente incorrecto, porque lo que me mueve, como en los tres tomos anteriores, es ayudar a pensar y a pensarnos históricamente, sin la pretensión de ser complaciente con nadie, ni con unos ni con otros. Pero, además, el peronismo en sí es incorrecto por definición. Llegó para poner un antes y un después en la historia argentina. Recorrer su historia es un viaje vertiginoso en el que vale la pena embarcarse —y sé que esto es muy difícil— con la menor cantidad de prejuicios posibles. En esto los lectores más jóvenes correrán con cierta ventaja.

Juan Domingo Perón fue y sigue siendo el único argentino que llegó tres veces a la presidencia. Surgido a la política en un momento clave de la historia nacional y mundial, construyó su plataforma de lanzamiento ubicando en un rol protagónico a un actor social postergado históricamente a papeles más que secundarios: el movimiento obrero argentino. Planteó una alianza de clases, imaginando que la burguesía argentina estaría dispuesta a renunciar a parte de sus privilegios para garantizar la paz social y el progreso nacional. Intentó seducirla pero fue inútil. La gran burguesía argentina, todavía mucho más terrateniente y financiera que industrial, profundamente conservadora y elitista, desconfió de las intenciones de Perón y dejó manca la alianza planteada.

Perón debió reemplazar a la burguesía por el Estado, con todas las consecuencias positivas y negativas del caso. El Estado peronista, impulsado por Perón y Evita, significó el momento de la historia argentina de mayor transferencia de ingresos hacia los sectores populares, que accedieron a niveles inéditos de participación en la política, la salud, la educación, el consumo y la inclusión social. Este crecimiento geométrico del rol de un Estado que se transformó en benefactor y empresario, ampliando y dinamizando los servicios públicos —como los transportes, el gas, la electricidad y el agua corriente—, tuvo también su aspecto negativo en la imposición de la censura, la persecución a los opositores y el culto a la personalidad de la pareja gobernante. Son cuestiones que analizaremos detenidamente a lo largo de este trabajo, sin dejar de llamar la atención sobre la autoridad moral de ciertos críticos de los rasgos autoritarios del modelo peronista que, cuando lo desplazaron del poder, ejercieron en nombre de la «libertad» un despotismo casi sin precedentes en la historia argentina, encarcelando y torturando a miles y fusilando a decenas de argentinos. Quiero terminar agradeciendo a mis lectores, oyentes y televidentes —categorías no excluyentes sino afortunadamente complementarias— por el afecto permanente que me brindan en cada charla, en cada firma de ejemplares, cuando me los cruzo por alguna calle de nuestra amada Argentina que tengo la suerte de recorrer por ustedes y para ustedes, y me acercan desde un dibujito hasta una carta o un libro. Conversamos sobre el pasado y el presente, sobre sus logros, problemas y posibles soluciones, y me brindan un «no aflojes», un «aguante», un «muchas gracias». Este libro pretende ser, entre otras cosas, un reconocimiento a todo lo que recibo de ustedes, el fin primero y último de mi trabajo.

Buenos Aires, octubre de 2008.