—No vayas —dijo Martell.
—¿Suspicaz? —preguntó Christopher Mondschein—. Es nuestra oportunidad de ver su tinglado. No he estado en Santa Fe desde que era joven. ¿Por qué no voy a ir?
—Es imposible saber lo que puede pasarte allí. Les encantaría ponerte la mano encima. Eres la piedra angular de todo el movimiento venusino.
—¿Crees que me van a pulverizar ante los ojos de tres planetas? Sé realista, Nicholas. Cuando el Papa visita La Meca, ya se preocupan de protegerle. No correré ningún peligro en Santa Fe.
—¿Qué me dices de los espers? Te sondearán.
—Neerol me acompañará a modo de escudo. No me sacarán nada. Me defenderá de cualquier esper. Además, no tengo nada que ocultar a Noel Vorst. Tú eres el más indicado para comprenderlo. Te aceptamos, a pesar de que te habían implantado órdenes de espiarnos. Nos interesaba contarle a Vorst hasta dónde habíamos llegado.
Martell cambió de estrategia.
—Ir a Santa Fe da a entender que nuestra orden bendice a este supuesto Lázaro.
—¡Ya pareces el hermano Emory! ¿Me estás diciendo que es un fraude?
—Te estoy diciendo que deberíamos tratarle como si lo fuera. Contradice nuestra leyenda sobre Lázaro. Tal vez sea una estratagema vorster calculada para sumirnos en la confusión. ¿Qué haremos cuando nos entreguen un Lázaro que hable y camine, y tratemos de reformar toda nuestra orden en torno a él?
—Es un asunto delicado, Nicholas. Hemos construido nuestra fe sobre la existencia de un mártir sagrado. Si de repente pierde la condición de mártir…
—Exactamente. Nos destruirá.
—Lo dudo —repuso Mondschein. El viejo armonista tocó sus branquias con un gesto nervioso—. Tu visión del futuro se queda corta, Nicholas. Admito que los vorsters nos han superado hasta el momento. Se han apoderado de este Lázaro y están a punto de devolvérnoslo. Muy embarazoso, pero ¿qué vamos a hacer? No obstante, el siguiente movimiento es nuestro. Si muere, nos limitaremos a cambiar un poco nuestras escrituras. Si vive y trata de entrometerse, revelaremos que es una especie de simulacro preparado por los vorsters para perjudicarnos, y le destruiremos. Nos apuntaremos un tanto: nuestra historia original sigue en pie y revelamos las siniestras añagazas de los vorsters.
—¿Y si en verdad es Lázaro?
Mondschein frunció el ceño.
—En ese caso, tenemos un profeta en nuestras manos, hermano Nicholas. Hemos de correr el riesgo. Me voy a Santa Fe.