Capítulo 37

Poco después de la puesta del ardiente sol brasileño detrás de las montañas, el estilizado buque Polar Adventure, de ciento quince metros de eslora, zarpó del puerto de Río de Janeiro y puso rumbo al sur hacia las aguas abiertas del Atlántico a una velocidad de quince nudos.

El Polar Adventure había sido construido en un astillero danés a finales de la década de los noventa, y había servido como barco de crucero para llevar a los turistas por el Mediterráneo, luego a Groenlandia y posteriormente a la Antártida. La compañía que lo explotaba lo había vendido recientemente a una empresa fantasma montada con ese fin por la fundación de Gant.

La adquisición había sido un mero truco contable. En los libros, los millones de dólares gastados en la compra y reforma del barco aparecían como dedicados a la construcción de una fábrica en Santiago de Chile. El Adventure había sido diseñado originalmente como una versión pequeña de los grandes buques de crucero. Las cubiertas y los camarotes habían sido lujosamente decorados con madera y latón. Los pasajeros podían disfrutar del viaje desde la comodidad de los camarotes en cubierta, el comedor y el bar con grandes ventanas panorámicas, en las cubiertas techadas, o desde la plataforma de observación debajo del puente.

Mientras la nave surcaba las aguas del Atlántico Sur, Gant y Margrave se encontraban en una plataforma en las profundidades del barco, que daba a un gran espacio abierto. Una enorme estructura metálica con forma de cono sujetada con andamios se elevaba en el centro. Unos cables muy gruesos conectaban el cono con cuatro inmensas dínamos, dos a cada lado de la estructura. Una piscina debajo del cono permitía bajarlo al mar.

—Hemos quitado todo lo superfluo debajo de la cubierta principal para hacer espacio para este montaje —dijo Margrave, que acompañó sus palabras con un amplio gesto—. Después de los primeros ensayos, decidimos que no necesitábamos cuatro barcos. Uno solo, bien equipado, podía proveer la energía suficiente para hacer el trabajo. Hemos concentrado las transmisiones de baja frecuencia a un punto central desde los cuatro barcos.

—Si no lo he entendido mal —manifestó Gant—, aquello producía una dispersión de las vibraciones electromagnéticas a lo largo de la periferia del punto escogido, con la consecuencia de provocar la aparición de olas gigantes y remolinos como los que hundieron al Southern Belle y a nuestro barco transmisor.

—Así es. Solucionamos el problema al utilizar un único transmisor que es este que ves, con un aumento en el nivel de potencia. Eso también hizo que no fuese necesario construir otro barco para reemplazar al hundido en los primeros experimentos. No tuvimos más que trasladar las dínamos de los otros tres barcos y añadir una.

—¿Estás satisfecho con la tripulación que enrolé?

—Tienen pinta de ser unos asesinos, pero saben moverse a bordo.

—Son asesinos y conocen el mar. Utilicé a mis viejos contactos para reclutarlos. Todos son antiguos piratas que ahora realizan los trabajos de vigilancia marítima para nuestra compañía de seguridad.

Los dos hombres salieron de la bodega y fueron por la cubierta de paseo hasta la plataforma de observación debajo del puente. Las grandes ventanas de la plataforma equipada a todo lujo permitían ver la afilada proa que hendía las aguas.

—Este era el lugar desde donde los pasajeros observaban la fauna salvaje —comentó Margrave—. Nosotros veremos desde aquí cómo ocurre la inversión.

Pulsó un interruptor y una pantalla bajó del techo. En la imagen se veía un diagrama de los hemisferios.

—Siempre me han gustado las películas caseras —dijo Gant.

—Pues esta te encantará —afirmó Margrave, con una risita—. Tendremos toda la zona de impacto vigilada desde nuestros satélites con blindaje de plomo. Veremos cómo se producen las olas gigantes y los remolinos en la periferia. Será espectacular.

—Espero que no demasiado espectacular.

—No me digas que te has creído todas aquellas pamplinas alarmistas de Austin y sus amigos.

—Soy un político, no un científico. Pero sé que Austin pretendía torpedear nuestro proyecto con la amenaza de una supuesta catástrofe. —Gant sonrió—. Quizá yo hubiese hecho lo mismo de haber estado en su lugar, sin poder hacer más que observar impotente aquello que no puedes evitar.

—No nos tomamos los teoremas de Kovacs en sentido literal. Hemos hecho docenas de simulaciones. Las olas y los remolinos en todo el perímetro de la zona se extenderán hacia afuera. No creemos que haya muchos barcos en el área, pero los daños colaterales son a veces inevitables en cualquier gran empresa.

—¿Las brújulas cambiarán en el acto?

—Esa es nuestra estimación. Recalibraremos los sistemas de navegación momentos antes de iniciar el cambio y trabajaremos desde los satélites blindados. —Margrave mostró su sonrisa más satánica—. Este será el único barco en el mundo en condiciones de navegar.

—Explícame algo más de la zona de impacto —pidió Gant.

—La tienes en pantalla. Nuestra amiga, la anomalía del Atlántico Sur. Como te dije antes, en esencia es un «hueco» en la magnetosfera donde el escudo natural se reduce. —Señaló un punto donde se cruzaban las coordenadas—. A unas trescientas millas de la costa de Brasil tenemos el área con la polaridad más débil, donde se produciría la inversión polar natural.

—El nuevo polo norte —dijo Gant.

Margrave se echó a reír.

—Espero con ansia ver las expresiones de las élites cuando descubran que las advertencias de «Lucifer» no son solo palabrería.

Gant le dedicó su más cálida sonrisa. El esperaba con ansia ver la expresión de Margrave cuando descubriese que todo el trabajo y el dinero que había invertido en el proyecto del cambio polar solo beneficiarían a las élites que tanto despreciaba.