Capítulo 26

El caballo alazán galopaba a través de la verde campiña de Virginia como si estuviese corriendo cabeza a cabeza contra un rival por la victoria en el Derby de Kentucky. Jordán Gant, agachado sobre la montura, fustigaba sin cesar los flancos del semental. El animal estaba siendo sometido a un esfuerzo brutal. Los ojos parecían estar a punto de salirse de las órbitas, tenía el manto bañado en sudor y le colgaba la lengua. Así y todo, Gant no demostraba la menor piedad. No era tanto una crueldad suya, lo que hubiese significado una muestra de emoción por su parte, sino el más absoluto desprecio por cualquier cosa que estuviese sometida a su control.

Cruzó prados y campos, y continuó cabalgando a lo largo de un camino bordeado de álamos hasta que llegó a una lujosa mansión. Se dirigió a los establos cerca de la casa, y puso al trote al agotado animal, después al paso hasta que finalmente lo detuvo. Se apeó ágilmente de la silla, cogió la toalla que le ofreció el mozo que lo esperaba, y le pasó las riendas. El semental cojeaba cuando el mozo se lo llevó.

Gant caminó por el sendero de lajas hacia la puerta principal. Vestía como un jugador de polo con una camisa de manga corta negra y pantalones de montar. Tenía un físico musculoso y atlético, y las prendas le habrían quedado bien incluso si no hubiesen estado hechas a medida. Se golpeaba las botas de tafilete con la fusta como si el brazo se moviese por voluntad propia. La pesada puerta de madera se abrió al acercarse Gant, y entró en el enorme vestíbulo con una fuente en el centro. Gant le dio los guantes y la toalla al cadavérico mayordomo que le abrió la puerta.

—Su huésped ha llegado, señor —le informó el mayordomo—. Lo espera en la biblioteca.

—Prepare un Martini de Bombay Sapphire, y lo de siempre para mí.

El mayordomo saludó y se marchó por un largo pasillo. Gant cruzó el vestíbulo y entró en una gran sala con estanterías hasta el techo llena con los valiosísimos libros que coleccionaba. Margrave se encontraba junto a las puertaventanas que daban a un césped inmaculado que parecía el paño de una mesa de billar. Hojeaba un libro antiguo encuadernado en tafilete rojo.

—Es una edición de la Divina Comedia impresa en 1507 —dijo Gant—. Solo existen tres ejemplares y todos son míos.

—Tienes una extensa colección de obras de Dante.

—La verdad es que está considerada como la mejor del mundo —respondió Gant, sin la menor ostentación.

Margrave sonrió mientras devolvía el libro a su lugar.

—No hubiese esperado menos. ¿Qué tal la cabalgata?

Gant arrojó la fusta sobre una mesa.

—Bien, como siempre. El caballo hace todo el trabajo. El animal que monté hoy lo compré hace poco. Es un semental que necesitaba aprender quién es el amo. Todos los caballos que compro los someto a prueba. Si sobreviven se los trata con generosidad. Los que no aprueban acaban en una fábrica de jabón.

—¿La supervivencia del más fuerte?

—Creo mucho en Darwin.

Entró el mayordomo con las bebidas. Gant le dio una copa a Margrave, y cogió la suya. Solo bebía whisky escocés de dieciséis años con hielo. Margrave bebió un sorbo de la suya.

—Excelente Martini. Sabes exactamente lo que bebo. Estoy impresionado.

—Olvidas que estoy en un negocio donde muchos de los tratos están lubricados con alcohol. No hay nada que cause una impresión más favorable que recordar el veneno favorito de cada uno. —Se sentó en un cómodo sillón, e invitó a Margrave a tomar asiento con un gesto—. ¿Cuáles son las últimas novedades de nuestro proyecto?

—Todo de acuerdo con el programa. Pero estoy preocupado por Spider. No he vuelto a saber nada desde que se marchó de la isla hace unos días.

—Barrett es mayorcito —dijo Gant—. Sabe cuidar de sí mismo.

—No me importa su salud; su boca es lo que me preocupa. Ha sufrido un agudo ataque de conciencia. No quiero verlo en 60 minutos hablando con Mike Wallace de nuestro proyecto.

—Dijiste que había aceptado continuar con el proyecto hasta que tú te pusieses en contacto con Karla Janos.

—Así es. Quería disponer de un sistema de seguridad que permitiese interrumpir el proyecto al primer aviso.

—Entonces no tienes motivo para preocuparte. Lo más probable es que Barrett se haya ido a alguna parte a esperar que se le pase el enojo. La pregunta principal es si el proyecto puede continuar sin él.

—Eso no es ningún problema. Spider ya había hecho todo el trabajo que lo hacía indispensable. Ya no lo necesitamos. Todo va de acuerdo al plan. He preparado una presentación para ti.

Margrave abrió un maletín y sacó un DVD portátil, que colocó sobre una mesa de caoba. Lo encendió y el perfil esquemático de un barco apareció en la pantalla.

—Este es uno de los barcos transmisores tal como se diseñó originalmente. Aquí están los generadores eléctricos conectados a la antena de baja frecuencia electromagnética, que se sumerge en el mar. —Pasó a la siguiente imagen—. Este el nuevo barco que hará el trabajo de los cuatro buques experimentales.

—Un transatlántico pequeño. Muy ingenioso. ¿Cuánto tardará en estar en posición?

—Los viejos barcos transmisores ya han salido del astillero en el Mississippi y navegan con rumbo al punto de desembarco en Río. Aún puede servir como señuelo para el seguro. El transatlántico se llama Polar Adventure. También estará en Río, pero nadie sospechará que es el que utilizaremos.

—Entonces has escogido el objetivo final.

Margrave pulsó una tecla en el reproductor. Un mapa del hemisferio sur apareció en la pantalla. En el mapa había una mancha roja con la forma de una esfera aplastada que abarcaba una buena parte del océano entre la costa de Brasil y Sudáfrica.

—La anomalía del Atlántico Sur.

—Así es —asintió Margrave—. Como sabes, la anomalía es una región donde el campo electromagnético terrestre se mueve al revés. Algunos científicos lo describen como una «poza», o una depresión, en el campo. Hay secciones donde el campo está completamente invertido y debilitado. MAGSAT descubrió una región en el polo norte y un punto debajo de Sudáfrica donde el magnetismo es cada vez más débil. Aprovechar la debilidad en el campo magnético en el Atlántico Sur provocará una reacción similar en la región del polo norte.

Gant se echó a reír.

—Esto es lo bonito de todo el plan. No estamos precipitando el acontecimiento sino que solo aceleramos su llegada.

—Efectivamente. Los polos magnéticos norte y sur se han invertido en el pasado sin ayuda de nadie, y el campo electromagnético terrestre comenzó a colapsarse solo hace unos ciento cincuenta años. Algunos expertos dicen que el cambio va atrasado. El magnetismo terrestre ya está siendo afectado por los vórtices en el núcleo fundido debajo de la corteza. Si se provoca una turbulencia adicional, bastará un empujoncito para que se produzca la inversión. Como has dicho, solo estamos ayudando al proceso.

—Fascinante —opinó Gant—. Interpreto que no ha habido ningún cambio en nuestras expectativas originales sobre el impacto de este pequeño cambio.

—El modelo virtual sigue siendo válido. Los campos magnéticos principales se debilitarán hasta casi desaparecer. Durante unos tres días o poco más, virtualmente no habrá campos magnéticos. Luego reaparecerán con la polaridad invertida. Las brújulas que normalmente apuntan al norte señalarán al sur. El cambio electromagnético interrumpirá el funcionamiento de las redes eléctricas y los satélites, confundirá a los pájaros y los mamíferos, creará auroras boreales en el ecuador y ampliará los agujeros en la capa de ozono. Ese será el período de máximo peligro. El colapso del campo eliminará temporalmente las defensas de la tierra contra las tormentas solares. A largo plazo, habrá un aumento de las personas que sufran cáncer de piel.

—Un lamentable efecto colateral —dijo Gant sin la menor piedad—. Hay un gran refugio debajo de esta casa. Creo que tú también has tomado las mismas precauciones.

—El barco está blindado contra la radiación para protegernos en el viaje de regreso. Tengo un muy cómodo refugio debajo del faro. Podría vivir allí con todo lujo durante un siglo, aunque el peligro disminuirá después de las primeras alteraciones.

—¿Algunos de los miembros de «Lucifer» te harán compañía en la isla?

—Solo unos pocos elegidos. Los anarquistas saben mucho de provocar el casos, pero no tienen ni la más mínima idea de lo que se debe hacer cuando han acabado de romper escaparates. Los demás ya habrán cumplido su propósito y tendrán que apañárselas como puedan.

—¿Dejarás a la legión «Lucifer» abandonada a lo que posiblemente será una muerte dolorosa? —preguntó Gant.

—Puedes invitarlos si quieres a tu refugio —respondió Margrave, con una sonrisa sardónica.

—Necesito espacio para mis caballos.

—Muy comprensible. ¿Cuáles son tus planes para el período posterior al cambio?

—La confusión será a escala masiva. La gente no podrá comunicarse ni navegar. Durante un tiempo no habrá energía eléctrica. Cuando se restablezcan las comunicaciones a un coste desorbitado, transmitiremos un mensaje a los líderes mundiales donde exigiremos que se convoque una conferencia internacional para desmantelar los mecanismos de la globalización. En primer lugar, reclamaremos acciones inmediatas para acabar con el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

—¿Qué pasará si no hacen lo que les pedimos?

—No creo que eso sea un problema —afirmó Gant—. Les haremos ver la fragilidad de la infraestructura global y les recordaremos que incluso si lo reconstruyen todo será muy sencillo destruirlo de nuevo. Podemos jugar a invertir los polos todo el tiempo que ellos quieran.

—¿Qué te parece ser uno de los dioses del Olimpo? —preguntó Margrave, con una sonrisa relamida.

Gant bebió un sorbo de su copa.

—Embriagador. Pero incluso los dioses tienen que ocuparse de los asuntos domésticos. Está pendiente el tema de aquella mujer, Karla Janos.

—La última noticia que tengo es que hay un equipo de camino a Siberia para ocuparse de ella.

Gant se levantó del sillón y se acercó a la puertaventana. Miró con expresión abstraída el bien cuidado césped, y luego se volvió hacia su visitante.

—Está pasando alguna cosa y no estoy seguro de lo que es. El equipo nunca fue más allá de Fairbanks. Los asesinaron a todos en sus habitaciones en el hotel.

Margrave dejó la copa.

—¿Asesinados?

—Así es. A todos les dispararon en la cabeza. Los asesinatos llevan la marca de un profesional. Eran los mejores hombres de nuestra compañía de seguridad. No se hizo ningún intento de ocultar los cadáveres. Las ejecuciones fueron atrevidas, incluso temerarias, lo que me lleva a pensar que el ejecutor tuvo que actuar deprisa.

—¿Quién estaba enterado del envío del equipo?

—Tú, yo, y la mafia rusa, por supuesto.

—¿Crees que los rusos puedan ser los responsables?

—Son capaces de todo, pero no encaja. Sabían que un equipo iba de camino, pero no tenían idea de quiénes eran ni dónde se alojaban. Se hacían pasar por un equipo de televisión y les faltaban un par de horas para partir rumbo a Siberia cuando los mataron.

—¿La policía tiene alguna pista? —preguntó Margrave.

—Una. El piloto del avión chárter contratado para llevar al equipo dijo que habló con alguien que podía ser el último en verlos. Fue el hombre que ocupó su lugar en el vuelo a Siberia. Un hombre mayor, de unos setenta y tantos años.

—¿Tu contacto original con Karla Janos, el que mató a los dos tipos de seguridad, no era también un viejo?

—Sí. Yo diría que es el mismo hombre.

—¿Quién es ese tipo? Salimos a buscar a Karla Janos y nos encontramos con un asesino que tendría que estar cobrando la pensión.

—Los hombres que entraron en su casa encontraron en el ordenador los textos de las cartas enviadas a Janos y las respuestas de la mujer. Él se menciona a sí mismo como «tío Karl».

Margrave frunció el entrecejo.

—En el informe que preparamos de la familia Kovacs no aparecía mención alguna a un tío.

—Yo no me preocuparía tanto por ese tipo. Cuando les comuniqué a los rusos que el equipo no aparecería, me preguntaron qué debían hacer con ella. Les respondí que la mataran, y también al viejo, si se cruzaban con él, cosa que espero ocurrirá.

—Has estado muy atareado —comentó Margrave.

—No me gustan los cabos sueltos, como Kurt Austin, el hombre de la NUMA. Creo que deberíamos eliminarlo.

—Creía que íbamos a esperar a ver si Austin se convertía en una amenaza.

—Cuando Austin apareció metido en todo esto, busqué sus antecedentes. Es un ingeniero naval y experto en salvamento marítimo empleado en la NUMA que ha participado en algunas misiones de alto riesgo. Vio el aparato en la embarcación de Barrett. Podría causarnos muchos problemas.

—¿Me estás diciendo que Austin podría dar al traste con nuestro proyecto?

—No si está muerto. Como dijo Stalin: «No hay hombre, no hay problema». Doyle está preparando los planes para ocuparse de Austin. Desafortunadamente, el señor Austin abandonó su casa sin más con rumbo desconocido.

—Entonces, ¿qué haremos?

—Mantendremos vigilada la casa de Austin. Cuando regrese, resolveremos nuestro problema. Mientras tanto, te sugiero que hagas todo lo posible por acelerar la parte técnica del proyecto.

—En ese caso, será mejor que me ponga en marcha —dijo Margrave.

Gant lo acompañó hasta su coche. Se dieron la mano y quedaron de acuerdo en mantenerse en contacto. Volvía a la casa cuando se le acercó el mozo de cuadra.

—¿Cómo está el caballo? —preguntó Gant.

—Está cojo, señor.

—Mátelo —ordenó Gant, y entró en la casa.