CAPÍTULO CXX LA CUBIERTA HACIA EL FINAL DE LA NOCTURNA GUARDIA DE PRIMA

120. La cubierta hacia el final de la nocturna guardia de prima

(Ajab en el timón. Starbuck acercándosele.)

-Debemos arriar la verga de gavia del mayor, señor. El zuncho del penol se está soltando, y el amantillo de sotavento está medio deshecho. ¿La arrío, señor?

—No arriéis nada: amarradlo. Si tuviera galopes de monterilla, los guindaría ahora.

—¿Señor?… ¡En el nombre de Dios!… ¿Señor?

—Sí.

—Las anclas columpian, señor. ¿Las subo a bordo?

—No arriéis nada, y no toquéis nada, al contrario, amarradlo todo. El viento arrecia, pero todavía no ha llegado a mis planicies. Apresuraos, y cuidad de que se haga… ¡Por mástiles y por quillas! Me toma por el encorvado patrón de una sumaca de cabotaje. ¡Arriar mi verga de gavia! ¡Ah, lodazales! Las más elevadas galletas se hicieron para los más feroces vientos, y esta galleta-cerebro mía navega ahora entre el correr del celaje. ¿He de arriar eso? Ah, nadie salvo un cobarde arría su galleta-cerebro en tiempo de tempestad. ¡Qué jaleo, allí arriba! Lo tomaría incluso por sublime, si no supiera que el cólico es un mal ruidoso. ¡Ah, tomad medicamentos, tomad medicamentos!