CAPÍTULO XXXVIII | CREPÚSCULO |
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(Junto al palo mayor; Starbuck apoyado en él.)
Más que igualada está mi alma[53]; está sobrepujada, ¡y por un loco! Insufrible punzada, ¡que la cordura deba rendir armas en tal campo! Pero él barrenó muy profundo, ¡y reventó de mí afuera mi entera razón! Creo ver su impío final; mas siento que debo ayudarle a alcanzarlo. Quiéralo, o no lo quiera, lo inefable me ha atado a él; me arrastra de un cable que no tengo cuchillo con que cortar. ¡Horrible viejo! A quien está por encima de él, le grita… Sí, sería un demócrata para todo lo de arriba; ¡mirad cómo gobierna sobre todo lo de abajo! ¡Oh!, veo claramente mi miserable labor… obedecer rebelándome; y peor aún, ¡odiar con un toque de compasión! Pues en sus ojos leo cierta lóbrega desdicha que a mí me anularía, si es que en mí estuviera. Sin embargo, hay esperanza. El tiempo y la marea fluyen con amplitud. Al igual que el pequeño pez de colores tiene su globo de vidrio, la odiada ballena dispone de todo el redondo mundo acuático para nadar. Su propósito, insultante al Cielo, puede que Dios lo desvíe. Alzaría el ánimo, si el corazón no fuera como el plomo. Mas mi entero reloj se ha agotado; mi corazón, la pesa que todo controla, no tengo llave con que alzarlo de nuevo.
(Un estrépito de juerga desde el castillo.)
¡Oh, Dios! ¡Navegar con unos tripulantes tan paganos, que de madres humanas poco hay en ellos! Paridos en alguna parte por el escualo mar. La ballena blanca es su demogorgón. ¡Escuchad! ¡Las infernales orgías! ¡Esa juerga va adelante! ¡Observad el inmutable silencio atrás! Se me hace que representa la vida. En primer lugar, a través del centelleante mar, enfila la alegre, combativa y burlona proa, pero sólo para arrastrar al oscuro Ajab tras ella, que rumia dentro de su cabina orientada a popa, erigida sobre el agua muerta de la estela, y perseguida más allá por sus rapaces borbotones. ¡El largo aullido me estremece de pies a cabeza! ¡Calma, vosotros, juerguistas!, ¡y montad la guardia! ¡Ah, vida! Es en una hora como ésta, con el alma abatida y ligada al conocimiento… igual que los seres salvajes e indisciplinados están obligados a alimentarse… ¡Oh, vida!, ¡es ahora que siento el horror latente en vos!, ¡mas no soy yo!, ¡ese horror está fuera de mí! ¡Y con la tierna sensación del humano en mí, trataré aún de combatiros!, ¡a vos, fantasmales, inclementes providencias! ¡Acompañadme, sostenedme, sujetadme, oh, vos, influencias benditas!