CAPÍTULO XXV POSTDATA

25. Postdata

En defensa de la dignidad de la pesca de la ballena, no desearía presentar nada salvo hechos acreditados. Pero tras presentar los hechos, un abogado que suprimiera totalmente una no irrazonable suposición que elocuentemente pudiera favorecer su causa… un abogado así, ¿no merecería un reproche?

Es bien conocido que en la coronación de reyes y reinas, incluso de los modernos, se pasa por cierto curioso proceso de sazonarlos para sus funciones. Existe un salero de Estado, así llamado, y puede que existan unas angarillas de Estado. Cómo utilizan la sal, en concreto… quién lo sabe. Seguro estoy, sin embargo, de que la cabeza de un rey es solemnemente ungida en su coronación, igual que el cogollo de una lechuga. ¿Es posible, quizá, que la unjan con objeto de hacer que su interior funcione bien, lo mismo que ungen a la maquinaria? Mucho podría rumiarse aquí respecto a la esencial dignidad de ese proceso regio, pues en la vida cotidiana reputamos de manera cicatera y desairada a un tipo que se unge el pelo y que palpablemente huele a ese ungüento. En verdad, un hombre adulto que emplea aceite para el pelo, a no ser que sea medicinalmente, ese hombre probablemente tiene un punto débil en alguna parte de sí. Por regla general, no puede valer mucho, en conjunto.

Mas lo único a considerar aquí es esto… ¿Qué tipo de aceite se utiliza en las coronaciones? Evidentemente, no puede ser aceite de oliva, ni de macasar, ni de ricino, ni de oso, ni de tren, ni de hígado de bacalao. ¿Cuál, entonces, puede posiblemente ser, sino aceite de esperma de ballena en su estado no manufacturado, impoluto, el más dulce de todos los aceites?

¡Pensad en ello, vosotros, leales britanos! ¡Nosotros, los balleneros, suministramos a vuestros reyes y reinas sustancia de coronación!