Por la mañana pasé una hora en el archivo de la agencia, revisando los registros y archivos. No teníamos nada del Rojo O’Leary, Denny Burke, Nancy Regan y Sylvia Yount, y solo algunas suposiciones sobre Paddy, el Mex. Tampoco había casos abiertos que pudieran atribuirse claramente a Angel Grace, Bluepoint Vanee, Sheeny Holmes y Happy Jim Hacker, pero sí teníamos sus fotos. A las diez —hora de apertura de los bancos— me dirigí al Seaman’s National, llevando conmigo aquellas fotos y el chivatazo de Beño.
La sede de San Francisco de la Agencia de Detectives Continental está ubicada en un edificio de oficinas de la calle Market. El Seaman’s National Bank ocupa la planta baja de un gran edificio gris de la calle Montgomery, en el centro financiero de San Francisco. De ordinario, como no me gusta caminar ni esas siete manzanas si no es imprescindible, hubiera tomado un tranvía. Pero había alguna clase de atasco en la calle Market, así que arranqué a pie y me alejé por la avenida Grant.
Tras caminar un par de manzanas empecé a ver que algo pasaba en la parte de la ciudad a la que me dirigía. Para empezar, mucho ruido: rugidos, repiqueteos, explosiones. En la calle Sutter, un hombre pasó a mi lado sosteniéndose la cara con las dos manos y gimiendo mientras intentaba recolocarse una mandíbula dislocada. Tenía la mejilla roja de arañazos.
Bajé por la calle Sutter. Había una maraña de tráfico que llegaba hasta la calle Montgomery. Hombres nerviosos corrían de un lado a otro con las cabezas descubiertas. Las explosiones eran más claras ahora. Un automóvil lleno de policías pasó junto a mí, tan veloz como se lo permitía el tráfico. Una ambulancia subía por la calle, tocando su gong y subiéndose a la acera donde el atasco estaba peor.
Crucé la calle Kearny al trote. Por la otra acera iban dos policías corriendo. Uno de ellos había desenfundado el arma. Las explosiones eran como un coro de tambores.
Al doblar hacia la calle Montgomery encontré a más gente parada, mirando las vistas. El centro de la calle estaba lleno de camiones, turismos, taxis… Todos abandonados. En la manzana siguiente, entre las calles Bush y Pine, se estaba celebrando una fiesta en el infierno.
El espíritu festivo alcanzaba su cénit en el centro de aquella manzana, donde el Seaman’s National Bank y la Golden Gate Trust Company se miran de frente a ambos lados de la calle.
Durante las siguientes seis horas tuve más trabajo que una pulga en el cuerpo de una gordita.