Al llegar a la agencia a la mañana siguiente, Dick me estaba esperando.
—¿Qué tal fue? —le pregunté.
—¡Fatal! —El canijo canadiense habla como un telegrama cuando pierde la tranquilidad mental y en aquel momento estaba definitivamente enojado—. Solo me duró dos manzanas. Se libró de mí. Cogió el único taxi que había a la vista.
—¿Crees que se dio cuenta de que lo seguías?
—No. Es listo. Pura precaución.
—Vuélvelo a intentar. Será mejor que tengas un coche a mano por si vuelve a intentar el mismo truco.
Cuando Dick salía, sonó mi teléfono. Era Porky Grout, que llamaba por el número secreto de la agencia.
—¿Ha pasado algo? —le pregunté.
—Muchas cosas —se ufanó.
—¡Bien! ¿Estás en la ciudad?
—Sí.
—Te veo en mi casa dentro de veinte minutos —le dije.
El informante de cara macilenta venía bastante inflado de orgullo cuando traspasó la puerta. Se pavoneaba tanto que parecía caminar por una pasarela. El lado de la boca que siempre se le tensa en un tic le provocaba una sonrisa de sabelotodo que hubiera sentado bien al mismísimo Salomón.
—Te he solucionado el caso, muchacho —alardeó—. ¡No me ha costado nada! Me fui para allá abajo y hablé con todos los que saben algo, vi todo lo que había que ver y pasé todo el local por mis rayos X. Hice un…
—Eh, eh —lo interrumpí—. Felicidades, y tal. Pero… ¿qué has descubierto exactamente?
—Bueno, déjame que te cuente. —Alzó una mano sucia al estilo de un guardia de tráfico—. No me agobies. Te lo voy a contar todo.
—Claro —concedí—. Ya lo sé. Eres buenísimo y yo tengo suerte de que trabajes para mí y todo eso. ¿Está Pangburn allí?
—Ya llegaré a eso. Bajé para allá y…
—¿Viste a Pangburn?
—Como te decía, bajé para allí y…
—Porky —lo interrumpí—. ¡Me importa un bledo lo que hiciste! ¿Viste a Pangburn o no?
—Sí, lo vi.
—¡Bien! ¿Y qué viste?
—Ha acampado allí con Tin-Star. Él y la tipa esa de la foto que me diste, están los dos. Ella lleva un mes allí. Yo no la he visto, pero un camarero me habló de ella. A Pangburn sí que lo he visto yo. No se dejan ver demasiado, se quedan en la zona de Tin-Star del tugurio, la parte donde vive él, casi todo el rato. Pangburn está allí desde el domingo. Bajé para allá y…
—¿Has averiguado quién es la chica? ¿O sabes qué andan planeando?
—No. Bajé para allá y…
—¡Vale! Pues vuelve a «bajar para allá» esta noche. Llámame en cuanto sepas con toda seguridad que Pangburn está ahí, que no ha salido. No cometas ningún error. No quiero bajar por una falsa alarma y asustarlos. Usa la línea secreta de la agencia y di a quien conteste que no podrás llegar a la ciudad hasta última hora. Eso querrá decir que Pangburn está allí; así podrás llamar desde el local de Joplin sin despertar sospechas.
—Necesito más dinero —dijo mientras se levantaba—. Cuesta mucho…
—Presentaré un formulario con tu petición —le prometí—. Y ahora lárgate y ponte en contacto conmigo esta noche en cuanto confirmes que Pangburn está ahí.
Luego me fui al despacho de Axford.
—Creo que tengo una pista —dije al millonario—. Espero tenerlo esta noche en algún sitio donde usted pueda hablar con él. Mi hombre dice que anoche estaba en el White Shack y que probablemente esté viviendo allí. Si quiere, puede venir conmigo esta noche, suponiendo que él esté allí.
—¿No podemos ir ahora mismo?
—No. Durante el día hay demasiada calma allí y mi hombre no podría quedarse sin levantar sospechas, y no quiero correr el riesgo de que ni usted ni yo nos dejemos ver por ahí hasta que estemos seguros de que nos vamos a encontrar cara a cara con Pangburn.
—Entonces, ¿qué quiere que haga?
—Tener un coche rápido listo para esta noche y estar preparado para arrancar en cuanto le haga llegar un mensaje.
—De acuerdo. Estaré en casa a partir de las cinco y media. Llámeme en cuanto esté listo para salir y lo pasaré a buscar.