Había muy pocos bañistas en la playa y no aparecía el guarda por ninguna parte. A lo lejos vieron las niñas llegar a su madre, pero ahora la faja de arena se había estrechado enormemente y estaba cubierta de agua casi por completo.
—Tendremos que cruzar entre las olas —decidió Holly.
—¡No, no! Me da miedo. ¡No me dejes! —suplicó Sue, entre gritos de angustia.
Holly no sabía qué hacer. No podía dejar sola a su hermanita y tenía que pensar una solución para volver a la playa. De pronto tuvo una idea.
—Te llevaré montada a mi espalda, Sue —dijo, empezando a agacharse.
Sue trepó a la espalda de su hermana y Holly empezó a caminar a través de las olas. Pero el agua era mucho más profunda de lo que había supuesto. Muy asustada, regresó a la parte menos profunda.
Ahora Sue estaba aterrada y no supo hacer otra cosa más que abrazarse a su hermana y llorar con desconsuelo. En aquel momento Holly vio, a poca distancia, una barquita. Era una niña la que llevaba los remos. Holly empezó a dar grandes saltos, al tiempo que sacudía los brazos frenéticamente.
La niña remaba cada vez con mayor rapidez y de pronto Holly, llena de alegría, exclamó:
—¡Sue, si es Rachel!
Un momento después la barca se detenía junto a las dos hermanas. Holly ayudó a Sue para que saltase a la barca, a la que en seguida subió ella también.
—¡Eres igual que un hada, Rachel! —aseguró Holly, loca de alegría.
—¡Yo tenía un susto más grande!… —confesó Sue.
—Ha sido una suerte que se me ocurriera remar en esta dirección —dijo Rachel, mientras hacía girar la barca, para llevarla a la orilla.
Holly y Sue estaban admiradas, viendo lo bien que la niña manejaba los remos para impedir que las olas volcasen la embarcación. Al fin llegaron a la playa y las tres saltaron a la arena. Entonces Holly ayudó a Rachel a arrastrar la barca hasta tierra.
La señora Hollister corrió a su encuentro. Holly contó cómo Rachel las había salvado y la madre quedó consternada al enterarse de que el guarda de la playa no tuvo cuidado de las niñas. En aquel momento llegó el guarda y explicó que una bañista se había puesto enferma y él se vio obligado a llevarla en su coche a casa de un médico.
—Cuánto me alegro de que las niñas estén bien —dijo, después de enterarse de lo ocurrido y elogió mucho a Rachel por haber sabido prestar ayuda a las dos hermanas.
Luego dijo que se llamaba Bill Brown y preguntó quiénes eran los Hollister y dónde se hospedaban. Cuando supo que eran parientes del dibujante, declaró:
—Me gustan mucho los dibujos de Russ. No dejo nunca de leer en los periódicos las páginas de sus historietas. Creo que espera hacer algunos bocetos del barco pirata «Misterio» cuando el señor Ruffly consiga izarlo a tierra.
—Sí. Pero a lo mejor nosotros encontramos el barco en otro sitio —dijo Holly con toda seriedad.
—¿De verdad? —preguntó Bill Brown, sonriendo—. ¿Tenéis alguna información secreta?
—Hemos encontrado una esmeralda que, a lo mejor, es una parte del tesoro pirata —repuso Holly— y no estaba cerca del río.
Para entonces ya los demás hermanos Hollister habían salido al encuentro de sus hermanas menores y empezaron a hablar con el guarda de la playa. Pam le preguntó, en seguida, si sabía la verdadera historia del buque «Misterio».
—Son muchas las historias que se cuentan por aquí sobre ese asunto —respondió Bill Brown—. La más digna de crédito es la que voy a relataros: Cierto invierno, hará unos cien años, los piratas, que se vieron perseguidos por un buque del gobierno, corrieron a esconderse aquí. Pero naufragaron en un banco de arena que se encontraba en alguna parte de esta playa.
—Igual que en nuestra función de piratas —exclamó Pam, muy emocionada, y luego habló al guarda de la representación que habían dado en el patio de Shoreham.
Luego el guarda siguió con su historia:
—Tan pronto como el «Misterio» chocó en el banco de arena, se desencadenó una ventisca. La ventisca duró dos días y destrozó la embarcación. Sólo un hombre quedó vivo, pero le encontraron errando por la playa. Había perdido la razón y murió poco después. ¡Cuando mejoró el tiempo, el «Misterio» había desaparecido!
—¿Y nadie sabe dónde se perdió? —preguntó Pete.
—No. Aquí hay quien ha llegado a decir que se trata de un buque fantasma que nunca existió —respondió Bill Brown—. Yo lo que opino es que parte del buque fue arrastrado hasta el mar y el resto quedó enterrado entre la arena. En fin, si vosotros lo encontráis, confío en que también encontréis el tesoro.
El guarda se despidió y regresó a la playa. También Rachel tuvo que irse a casa, pero antes prometió volver al día siguiente, temprano, para acompañar a sus nuevos amigos en la búsqueda del tesoro pirata.
Cuando los Hollister llegaban ya a casa, Ricky, que iba delante, dio un grito de sorpresa y preguntó:
—¿Quién se ha llevado mi bote de margaritas?
Todos quedaron atónitos. No cabía duda. El bote había desaparecido del rincón del porche en donde Ricky lo tenía.
—Yo no lo he tocado —declaró Pete.
—Ni yo —se apresuró a decir Pam.
Después que todos sus hermanos le hubieron asegurado que no habían tocado para nada el bote, Ricky preguntó por él a su padre y a tío Russ. Ninguno de los dos sabía nada de las margaritas marinas.
—¡Entonces es que alguien me ha robado mis margaritas! —se lamentó el pecoso Ricky, justamente indignado.
Tío Russ lamentó la mala suerte de su sobrino e invitó a Ricky y a Pete para ir al día siguiente a practicar el patinaje acuático.
—Tengo un amigo que posee una pequeña barca motora y con frecuencia lleva a la gente a dar paseos por el río o por el mar.
Tío Russ estaba citado con el señor Track a las once de la mañana. Cuando llegaron al muelle, la bonita motora estaba ya dispuesta para los Hollister. Tío Russ enseñó a sus sobrinos a colocar los pies en los patines y a sostener la cuerda.
—¿Quieres probar tú primero, Ricky? —preguntó el señor Track.
—Sí, sí —repuso inmediatamente Ricky.
La motora se puso en marcha con Ricky detrás, sujetando las cuerdas y deslizando sus patines sobre el agua. Pero muy pronto el pequeño perdió el equilibrio y cayó al agua. El señor Track le recogió para llevarle a tierra.
Entonces le tocó el turno a Pete. El muchacho estaba ya habituado al esquí acuático y supo mantenerse sobre el patín durante un largo paseo. Finalmente el señor Track le indicó por señas que iba a dar la vuelta.
El pobre Pete no estaba preparado para aquella brusca maniobra. Inesperadamente, su pie izquierdo se deslizó fuera del tirante del patín. En seguida perdió el equilibrio y se precipitó hacia el agua.
Pero, para desgracia del muchacho, la correa siguió aferrada al pie derecho. Pete cayó al agua, produciendo un sonoro chapoteo y se vio arrastrado a toda velocidad por la motora.
El señor Track, que volvió en aquel momento la cabeza, quedó aterrado. No podía correr el riesgo de detener, la barca, ya que Pete podía resultar herido por la motora. Por otra parte, si seguía la marcha con demasiada lentitud, Pete podía ahogarse.
Pero la suerte acabó ayudando a Pete, que de improviso, se sintió libre de la correa que le sujetaba el pie.
El muchachito tenía la impresión de que no le era posible ni siquiera respirar, pero con un esfuerzo pudo volverse de espaldas y quedar flotando hasta que el señor Track hizo girar la embarcación y la detuvo junto a Pate. Inclinándose, tomó al chico en brazos y le subió a bordo.
—Buen susto hemos pasado —comentó el hombre—. ¿Estás bien?
—Muy bien —contestó Pete, pero permaneció muy quieto durante el viaje de regreso al muelle.
Tío Russ y Ricky se pusieron muy contentos al ver a Pete y enterarse de que no se había hecho ningún daño, ni tragado demasiada agua salada.
—Más valdrá que regresemos ya a casa para que Pete pueda descansar.
Al llegar a casa los chicos se enteraron de que Pam y Rachel habían salido en busca de alguna pista relativa al buque «Misterio». Precisamente en aquellos momentos las dos niñas estaban inspeccionando una duna en la que Rachel no se había fijado nunca. Una parte de la duna tenía un color amarillento.
—Creo que esta arcilla es la que se llama de tono ocre y es muy buena para la alfarería —dijo Rachel—. Estoy segura de que a mi abuelita le gustará que le lleve un poco.
—Pues la recogeremos ahora —repuso Pam—. Junto a esos matorrales he visto una bolsa de papel.
Mientras se acercaban a tomar la bolsa, Rachel dijo:
—La arcilla más limpia es la de la cima. Vamos a recogerla de allí.
La duna era muy abrupta en aquella parte y las niñas tuvieron que subir con mucha lentitud. Por fin llegaron a la parte más alta y empezaron a buscar la zona en la que la tierra era más bonita.
—Qué raro que nunca haya encontrado nadie esta arcilla —observó Pam, mientras metía tierra en la bolsa.
—Seguramente ha sido por causa del viento —contestó Rachel—. El viento hace cosas muy extrañas con la arena. A veces sopla con tanta fuerza que hace que una duna aparezca mucho más alta o mucho más baja de lo que en realidad era antes.
—Entonces, cualquiera sabe lo que pudo suceder con el buque «Misterio» —reflexionó Pam—. Pudo quedar cubierto por la arena en muy poco tiempo.
—Sí —admitió Rachel—. Una tormenta fuerte con grandes vientos podría cubrir también un barco.
—¿Y no podría ser que éste…?
Pam no pudo acabar la frase porque en aquel momento dio un paso atrás, un pie le quedó al borde de la duna y perdió el equilibrio. La niña dio un grito, cuando se vio rodando, muy de prisa, ladera abajo.
—¡Ayyyy!
Pam alargó los brazos, buscando algo en donde sujetarse. Pero las hierbas a las que se agarraba se desprendían del suelo sin prestarle el menor apoyo. La pobre Pam continuó rodando, llenándose de rasguños las rodillas y despellejándose los brazos.
«He… debido de golpearme la cabeza… con una piedra», pensó aturdida, sabiendo que había algunas rocas en aquella parte de la playa.
De repente sus dedos tocaron una cosa de madera que sobresalía unos centímetros en la tierra de la ladera. Pam se cogió allí sin pérdida de tiempo. La pieza de madera detuvo por unos instantes la caída de Pam, pero acabó desprendiéndose y Pam continuó rodando, rodando… Al llegar al pie de la duna, sujetando todavía la pieza de madera, Pam se quedó mirándola con asombro.
—¡Rachel! —gritó la niña—. Esto es un trozo de un remo viejo. Y lleva unas letras… MIS. ¿Crees que pueda ser del buque pirata «Misterio»?