Nota del autor

Un crítico, al hacer la reseña de mi obra El perro de terracota, escribió que Vigàta, el pueblo geográficamente inexistente en el que están ambientadas todas mis novelas, es «el centro más inventado de la Sicilia más típica».

Cito estas palabras como apoyo de la necesidad de declarar que los nombres, lugares y situaciones de este libro son «inventados». La matrícula del coche también lo es.

Si la fantasía ha podido coincidir con la realidad, la culpa hay que atribuirla, a mi juicio, a la realidad.

La novela está dedicada a Flem: le gustaban las historias de este tipo.