Thomas Cooper
Manhattan, Central Park
9 de Septiembre, 2011
Thomas Cooper detuvo la lectura del manuscrito y miró al lado, pero el banco seguía vacío. Le había gustado lo que había leído, tenía curiosidad por saber qué más seguía y, al mismo tiempo, temor de que el extraño sujeto que le había dejado el manuscrito se presentara. ¿Y si se lo quedara?, pensó.
Ya que se había ido, tal vez el manuscrito no le importase demasiado. Se acercaba el mediodía y pronto todo estaría lleno de gente, lo puso bajo el brazo y se alejó del lugar a grandes zancadas, quería llegar a casa cuanto antes para proseguir con la lectura, intrigado por el desarrollo de la historia.
Veinticinco minutos después se encontraba frente al edificio de cinco plantas donde vivía. Subió por las escaleras, pues el ascensor no funcionaba desde hacía más de un año, lo cual no le inquietaba; lo tomaba como un ejercicio, excepto cuando tenía que hacerlo con las compras. Abrió la pesada puerta de metal, dejó el manuscrito sobre una mesa, fue directo al baño y metió la cabeza bajo el chorro de agua.
Observó con cuidado el manuscrito mientras se secaba la cabeza vigorosamente con una toalla y sin perder más tiempo revisó rápidamente las páginas que había leído. Sorprendido, corroboró las fechas. Las partes correspondientes a Frank Cordell tenían fecha 10 de septiembre de 2011. ¿Cómo era posible? El hombre que le dejó el manuscrito dijo que había sido escrito hacía varios meses. ¿Acaso se estaba volviendo loco? Sintió que el párpado derecho empezaba a temblarle, como sucedía cada vez que se sentía nervioso. Con ansiedad prosiguió con la siguiente página, seguía siendo 10 de septiembre. Probablemente se trataba de una obra futurista, pensó con desánimo, no obstante, siguió leyendo.