Al llegar al sótano con los Hollister y Dave Meade, los Hancock buscaron picos y palas con que cavar en la tierra. El señor Hollister se puso de rodillas y apoyó el oído en el suelo.
—¡Desde luego, son los niños! —exclamó, levantándose—. ¡Les he oído hablar!
Cuando el señor Hancock llevó las herramientas, los hombres y los chicos empezaron a cavar frenéticamente. En pocos minutos tuvieron hecho un agujero en el suelo del sótano.
—¡Pete! ¡Pam! ¡Ricky! —llamó el señor Hollister.
—¡Papá! —exclamaron los niños, desde abajo.
—¿Estáis todos bien?
—Sí —contestó Pete—. Pero sácanos de aquí, por favor. No se puede respirar. Oye. papá, hemos encontrado el tesoro.
—¿Cómo?
—Pero el señor Manger nos lo ha robado.
El asombrado grupo de arriba volvió a cavar aún con mayor ahínco. Entretanto, Holly dijo a gritos, a sus hermanos, que los de arriba estaban en el sótano de los Hancock, lo que hizo exclamar a Ricky:
—Entonces ¡la casa de los Hancock está encima del Fuerte Libertad!
—¿Es eso cierto? —preguntó con sorpresa la señora Hancock.
—Entonces los diez mil dólares serán para ustedes —dijo Holly, cogiendo de la mano a la madre de Mary y Ralph.
—Y para nosotros también —recordó Sue.
Los otros sonrieron mientras el señor Hancock llegaba con una escalera y la bajaba por el agujero recién abierto. Pam fue la primera en subir, seguida por Ricky y Pete. Los padres abrazaron y besaron repetidamente a sus hijos, que llegaban cubiertos de polvo y suciedad. Luego Holly y Sue y después Dave, Ralph y Mary abrazaron a los tres rescatados. Pete explicó todo lo que les había sucedido, añadiendo:
—Usé un pico que se había dejado el señor Manger para hacer un orificio a través del montón de escombros.
—Buena idea —aplaudió el padre.
—Pero no pude abrir el agujero bastante de prisa para salir en seguida y correr detrás del señor Manger —dijo Pete—. Ahora ya no recuperaremos la bolsa de oro.
—Eso no importa —declaró la señora Hollister—. El que hayáis salido ilesos vale más que todo el dinero del mundo.
Todos estaban tan emocionados a consecuencia del descubrimiento del viejo fuerte que pasaron varios minutos antes de que al señor Hollister se le ocurriera pensar que aquella gran noticia debía ser comunicada a otras personas.
—¿Quién ha de ser el primero en enterarse? —preguntó.
—El oficial Cal —gritaban, a un tiempo, todos los niños.
Y Pete propuso:
—Dave y yo iremos a la comisaría para decírselo.
—Y le «dicís» también que el hombre malo se ha llevado la bolsa del dinero —indicó Sue a su hermano.
—Estate tranquila, que se lo diré.
Por fin, todas las bicicletas y «Zip» quedaron colocados en la furgoneta y los Hollister y Dave Meade fueron juntos a la comisaría. No sólo el oficial Cal, sino todos los hombres que estaban a aquella hora de servicio, quedaron atónitos al saber la novedad y alabaron la actuación de los niños.
—Daremos en seguida la alarma, con respecto al señor Manger —dijo el capitán— y también nos pondremos en contacto con «El Águila de Shoreham».
Al fin los Hollister, cansados, pero felices, llegaron a su casa. A la mañana siguiente les despertó una llamada telefónica del editor del periódico. Pete contestó y tuvo que repetir todo lo que les había sucedido la noche anterior.
—¡Maravilloso! —exclamó el editor—. ¡Los Felices Hollister son los héroes de Shoreham!
Pete, sonriendo, dijo:
—Ahora el Fuerte Libertad podrá ser restaurado.
—Sí. Los Hancock tendrán que trasladarse, pero los diez mil dólares de recompensa les serán muy útiles. Y vosotros, niños, recibiréis quinientos dólares del «Águila». ¡Enhorabuena!
—¡Gracias! —dijo Pete, casi a gritos. Y luego preguntó si la policía ya había detenido al señor Manger.
—Sí. En el río Muskong.
—¿Llevaba las monedas de oro?
—No.
—Entonces, debió de esconderlas —dijo Pete.
Un poco más tarde llegó un mensaje del oficial Cal, pidiendo a los Hollister que fuesen a identificar al detenido.
—También he pedido a los Hancock que vengan.
Media hora más tarde las dos familias se encontraban en la comisaría y el oficial Cal dijo:
—Voy a hacer venir al prisionero.
En la sala entró un hombre despeinado, que iba esposado a un policía.
—¡Es el señor Manger! —exclamó Pam.
El señor y la señora Hancock quedaron como aturdidos.
—¡No es el señor Manger! —exclamó la esposa—. Es el señor Young, nuestro abogado.
Mientras el prisionero dirigía miradas fulminantes a sus carceleros, el oficial Cal sacó una cuartilla de su mesa.
—Resulta que no es ni el señor Manger ni el señor Young —dijo—. Esos dos son nombres falsos. Hemos tomando sus huellas digitales. Este hombre es «Resbaladizo» Dick Dogan, un delincuente reclamado por la justicia.
—¡Oooh! —exclamaron todos, atónitos.
El señor Hancock explicó que «Resbaladizo» Dick le había convencido, con documentos falsos, de que era un abogado. «Resbaladizo» Dick fue quien le hizo creer que el estado no había pagado a los Hancock todo lo que habían recibido sus vecinos, y les aconsejó que no trasladasen la casa hasta recibir el pago debido.
—Ahora veo que sólo deseaba retardar las cosas hasta que él hubiera encontrado el oro —dijo el señor Hancock.
Completamente aterrado, Dogan confesó todo e incluso dijo que había sido él quien envió la nota de amenaza a los Hollister.
—¿Y por qué hizo usted que Joey cavase tan lejos del fuerte? —le preguntó Pete.
—Para que no me estorbase mientras yo buscaba el oro.
—¿Y dónde lo tiene ahora? —preguntó Ricky.
—No os lo diré —contestó el hombre, desafiante, pero tuvo que admitir que había conseguido la saqueta más grande recurriendo a un truco—. Comprendí que, si seguía cavando, entretanto, los niños avisarían a la policía. Por eso les sugerí que lo hiciesen ellos; estuve observándoles y, por fin, me llevé la saca.
—Si no nos dice ahora dónde está el oro, tendrá más tiempo de cárcel —dijo el oficial Cal.
Después de muchas negativas, «Resbaladizo» Dick se dio por vencido y admitió que había escondido la bolsa y la vieja carta bajo una losa, en la orilla del río. «Resbaladizo» Dick fue llevado a la celda y se envió inmediatamente a un policía a que recobrase el oro.
Mientras esperaban su regreso, los Hollister se reunieron en un apretado grupo, cuchicheando no se sabía qué Lo único que se les pudo oír decir fue:
—Lo haremos, si la ley nos lo permite.
El policía volvió poco después con el oro y la carta.
—¡Hurra! —gritaron los niños.
El oficial Cal, que contó las monedas, acabó diciendo:
—Es una bonita suma.
—¿Es suficiente para restaurar el viejo fuerte y dejarlo tal como estaba antes?
—Más que suficiente.
—Entonces, a los Felices Hollister nos gustaría que el dinero se dedicase a ese propósito.
Los demás aplaudieron, diciendo que era un hermoso gesto el de los niños. Después el oficial Cal leyó la carta en voz alta. En ella el señor Winthrop decía cómo había encontrado el mapa entre unos papeles viejos.
«Durante un largo tiempo no me di cuenta de que se trataba del Fuerte Libertad. Deseo que tú lo averigües con certeza. Yo tengo la idea de que, antes de que los antiguos colonos volvieran, alguien, entre sus enemigos, construyó una casa sobre las ruinas».
La carta concluía diciendo que el que escribía estaba demasiado viejo para ponerse a excavar para encontrar el oro que se suponía allí enterrado.
«Encargaría de su búsqueda a la ciudad de Shoreham, pero me gustaría que el oro se utilizase para restaurar el fuerte», concluía la carta del señor Winthrop, que debajo llevaba la firma del anciano.
Pam sonrió.
—De todos modos, el dinero debía emplearse para restaurar el fuerte.
—Bien. Esto resuelve todo el misterio —declaró el oficial Cal. Y sonriendo a los niños, añadió—: Lo he dicho otras veces y vuelvo a afirmarlo: En cualquier momento que deseéis un empleo en el cuerpo policíaco de la ciudad no tenéis más que venir a buscar las insignias y los uniformes.
Toda la ciudad se mostró emocionada con el gran descubrimiento. Pronto la casa de los Hancock fue trasladada a la parcela de Indy, donde resultó muy bonita.
Mientras se hacían los planes de reconstrucción del fuerte y se alteraba el trazado de la nueva carretera, para no damnificar al fuerte, volvieron a empezar las clases en la escuela. ¡Cuántos apretones de manos y palmadas en la espalda recibieron los niños Hollister!
Los planes para hacer los trabajos en el fuerte y en un parque que iba a rodearlo, y que se llamaría Parque del Fuerte Libertad, se prepararon rápidamente. Una mañana llegó a casa de los Hollister una carta del Ayuntamiento, diciendo:
«Los niños Pete, Pam, Ricky, Holly y Sue Hollister, ¿querrán hacer el honor a Shoreham de levantar las primeras paletadas de tierra para iniciar la construcción del nuevo parque? Vamos a utilizar la excavadora que maneja vuestro amigo Spud. Él se ha ofrecido para dejaros hacer este primer trabajo».
—¡Canastos! ¡Yo creo que no vamos a faltar! —exclamó Ricky.
Todos sus hermanos estuvieron de acuerdo con él. Hasta «Zip» ladró, emocionado.
El día de la ceremonia, centenares de personas se reunieron alrededor de lo que había sido el patio de los Hancock; Ralph y Mary estaban junto a los Hollister y sonrieron cuando la gran excavadora penetró en aquel trecho produciendo un gran estruendo, y fue a situarse ante una tarima engalanada.
En esa tarima estaban dos oficiales, el señor y la señora Hollister, el señor y la señora Hancock y el oficial Cal. En la carretera se había interrumpido el trabajo para permitir que los conductores de las excavadoras presenciasen la ceremonia.
Mientras Johnny «Cuestas» y Harry «Prisas» aplaudían, Spud indicó por señas a los Hollister que fuesen a ocupar sus puestos. Pete se colocó ante los controles de la pala y ayudó a la pequeñita Sue a que se colocase junto a él. Holly y Ricky se colocaron, de pie, en la cabina, Pam se ocupó de colocar un letrero, en el suelo, que decía:
PARQUE FUERTE LIBERTAD
Un instante después la excavadora se ponía en acción. Pete hizo descender la gran pala. Los dientes de acero se clavaron en la, tierra. En seguida volvió a subir, cargada de tierra, y Pete la guió hasta el camión que estaba esperando.
Luego le llegó a Sue el turno de actuar. La chiquitina pulsó un botón. El fondo de la pala se abrió y… ¡plof! La tierra cayó en el camión.
La multitud aplaudió, y Pam, Ricky y Holly sacudieron las manos repetidamente con entusiasmo.
¡Ahora el Fuerte Libertad se conservaría para siempre!