XXII. La musa triple

¿Por qué invocan los poetas a la Musa?

Milton, en los primeros versos de El Paraíso perdido, resume brevemente la tradición clásica y declara su intención, como cristiano, de superarla:

Sing, heav’nly Muse, that on the secret top
Of Oreb, or of Sinai, didst inspire
That shepherd, who first taught the chosen seed
In the beginning how the Heav’ns and Earth
Rose out of Chaos: Or if Sion hill
Delight thee more, and Siloa’s brook that flow’d
Fast by the oracle of God: I thence
Invoke thy aid to my advent’rous song
That with no middle flight intends to soar
Above th’Aonian mount, while it pursues
Thing? unattempted yet in prose or rhime.

[Canta, Musa Celestial, que en la cima secreta — del Oreb, o del Sinaí, inspiraste — al pastor, que fue el primero que enseñó la semilla elegida — de la que en el comienzo los Cielos y la Tierra — salieron del Caos; o si la colina de Sión — te complace más, y el arroyo de Sila que corre — rápidamente junto al oráculo de Dios. Desde entonces — invoco tu ayuda para mi cantó audaz — que en vuelo no mediano intenta remontarse — sobre el monte Aonio mientras persigue — cosas no intentadas aún en prosa ni en verso.]

El monte Aonio es el monte Helicón de Beoda, situado a unas pocas millas al este del Parnaso, y conocido en la época clásica como «la mansión de las Musas». El adjetivo «aonio» recuerda un verso memorable de las Geórgicas de Virgilio:

Aonio rediens deducam vertice Musas

que dice Apolo, el dios de la poesía, a quien en la época de Virgilio se le reconocía también como el dios Sol. El verso significa: «A mi regreso conduciré a las Musas en su descenso desde la cima del monte Helicón». Apolo se refiere al traslado del culto de las Musas desde Acra, ciudad situada en un cerro del Helicón, a Delfos, en el monte Parnaso, lugar que le había sido consagrado. En el Helicón nacía la fuente llamada Hipocrene, «la Fuente del Caballo», que tenía la forma de una herradura. Según la leyenda, la había hecho surgir el casco del caballo Pegaso, cuyo nombre significa «de las fuentes de agua». Se decía que los poetas bebían el agua de la fuente Hipocrene para obtener la inspiración. De aquí los versos de John Skelton (Against Garnesche):

I gave him of the sugryd welle

Of Eliconys waters crystallyne.

[Le di de las aguas cristalinas — del sagrado pozo de Elconys.]

Pero puede suponerse que a Hipocrene y Aganipa las hizo surgir originalmente el casco en forma de luna de Leucipa («Yegua Blanca»), la Madre misma con cabeza de yegua, y que la leyenda según la cual Belerofonte, el hijo de Poseidón, dominó a Pegaso y luego destruyó a la Quimera de triple forma, es en realidad la leyenda acerca de la toma por los aqueos del santuario de la diosa: en realidad Pegaso se llamaba originalmente Aganipa. Aganos es un adjetivo homérico aplicado a los dardos de Artemisa y Apolo y significa «dando una mu erre misericordiosa»; por lo que Aganipa significaría «la yegua que mata misericordiosamente». Confirma esta suposición la leyenda griega acerca de la persecución de Deméter, la Madre de la Cebada, por el dios aqueo Poseidón. Deméter, para eludir sus atenciones, se transformó en una yegua y se ocultó entre los caballos del arcadio Onceos, pero Poseidón se transformó en semental y la cubrió; se dice que su ira por ese ultraje explica su estatua en Onceum llamada Deméter Erinnus, la Furia.

Deméter como diosa Yegua era extensamente adorada con el nombre de Epona, o «las Tres Eponas», entre los celtas galos, y en Topografía de Irlanda de Giraldus Cambrensis hay un extraño relato que muestra que las reliquias del mismo culto sobrevivieron en Irlanda hasta el siglo XII. Se refiere a la coronación de un reyezuelo irlandés en Tyrconnell, un preliminar de la cual era su renacimiento simbólico de una yegua blanca. Se arrastraba desnudo hacia ella a gatas como si fuera un potrillo; luego mataban a la yegua y hervían sus pedazos en una caldera. El reyezuelo se metía en la caldera y comenzaba a chupar el caldo y comer la carne. Luego se colocaba en una piedra de toma de posesión, le entregaban una vara blanca recta y la hacía girar tres veces de izquierda a derecha y otras tres de derecha a izquierda «en honor de la Trinidad»; sin duda, originalmente en honor de la Diosa Blanca Triple.

El caballo, o el jaco, ha sido un animal sagrado en Britania desde los tiempos prehistóricos, y no sólo desde la introducción en la Edad del Bronce de la raza asiática más fuerte. La única figura humana representada en lo que sobrevive del arte británico de la Vieja Edad de Piedra es un hombre que lleva una máscara de caballo tallada en hueso y que se encontró en la cueva de Pinhole en el condado de Derby; es un antepasado remoto de los actores disfrazados de caballos que actúan en la representación del día de Navidad en Inglaterra. Los sajones y daneses veneraban al caballo tanto como sus predecesores celtas, y la prohibición de comer carne de caballo sobrevive en Gran Bretaña en la forma de una fuerte repugnancia física, a pesar de las tentativas que se hicieron durante la segunda guerra mundial para popularizar el hipofagismo; pero entre los británicos de la Edad del Bronce la prohibición se levantaba sin duda en una fiesta del caballo que se celebraba todos los años en octubre, como entre los latinos. En la Dinamarca medieval la fiesta del caballo, de tres días, prohibida por la Iglesia, sobrevivió entre los siervos paganos. Johannes Jensen, en su Fall of the Kingt hace una descripción circunstancial de esa fiesta. Dice que el sacerdote comenzaba desparramando escudillas con sangre de caballo hacia el sur y el este, lo que explica al caballo como una encarnación del Espíritu del Año Solar, hijo de la diosa Yegua.

En el Romance de Pwyll, Príncipe de Dyfed, la diosa aparece como Rhiannon, la madre de Pryderi. Rhiannon es una corrupción de Rigantona («Gran Reina») y Dyfed abarcaba la mayor parte de Carmarthen y todo el condado de Pembroke e incluía el de San David; al punto central lo llamaban «La Puerta Oscura» y era una entrada al Infierno. Cuando Pwyll («Prudencia»), ve por primera vez a Rhiannon y se enamora de ella, la persigue en su caballo más veloz, pero no puede alcanzarla; evidentemente en la leyenda original ella tomaba la forma de una yegua blanca. Cuando por fin ella consiente en ser alcanzada y se casa con él doce meses después, ella le da posteriormente un hijo llamado Pryderi («Ansiedad») que desaparece al nacer; y sus doncellas la acusan de haberlo devorado y le untan el rostro con sangre de cachorros. Como penitencia le ordenan que permanezca en un apeadero fuera del palacio de Pwyll, como una yegua, dispuesta para conducir huéspedes en su lomo[31]. La vida de su hijo Pryderi se relaciona estrechamente con un potrillo mágico que había sido arrebatado a una arpía; todos los potrillos anteriores de la misma yegua habían sido arrebatados en la víspera del Primero de Mayo y no habían Vuelto a ser vistos. Pryderi; un Niño Divino de los que son arrebatados a su madre —como Llew Llaw, Zeus y Rómulo—, recibe más tarde de ella, como de costumbre, un nombre y armas, monta en el caballo mágico y finalmente se convierte en el Señor de los Muertos. Como se ve, Rhiannon es una diosa Yegua, pero también una diosa Musa, pues a las sirenas que aparecen en las Tríadas, y también en el Romance de Branwen, cantando con una dulzura admirable, se las llama «las aves de Rhiannon». La leyenda acerca de los cachorros recuerda la costumbre romana de sacrificar cachorros rojos en la primavera para evitar la funesta influencia de Sirio en sus cereales; el sacrificio se hacía realmente a la Madre Cebada, que tenía a Sirio como sirviente. Rhiannon, en realidad, es la Deméter Yegua, sucesora de Cerridwen, la Deméter Cerda. Que la Deméter Yegua devoraba niños, como la Deméter Cerda, lo prueba el mito de la orcomena Leucipa («Yegua Blanca»), la que con sus dos hermanas se desenfrenó y devoró a su hijo Hipaso («potrillo»), y el mito registrado por Pausanias, según el cual cuando Rea dio a luz a Poseidón y ofreció a su amante Cronos un potrillo para que lo comiera en vez del niño, al que puso secretamente a cargo de los pastores del Amo arcadio.

El monte Helicón no era la morada primitiva de las. Musas, como prueba su título «las Piérides»; ahora se deriva generalmente la palabra Musa de la raíz mont, que significa monte. Su culto había sido llevado allí en la Edad Heroica durante una migración de beodos desde el monte Pieria en la Tesalia septentrional. Pero para hacer que las Musas trasplantadas se sintieran cómodas en el Helicón, y conservar así la magia antigua, los beocios dieron a los aspectos geográficos de la montaña —las fuentes, los picos y las grutas—, los nombres que tenían los aspectos correspondientes en Pieria. Las Musas eran tres en esa época y formaban una Trinidad indivisible, como reconocieron los católicos medievales cuando construyeron el templo de su propia Santísima Trinidad en el lugar donde estaba el santuario abandonado de las Musas heliconianas. Los nombres apropiados de las tres Personas eran Meditación, Memoria y Canción. El culto de las Musas en el Helicón (y presumiblemente también en Pieria) se relacionaba con la maldición y la bendición mágicas; el Helicón era famoso por las hierbas medicinales que complementaban los conjuros, especialmente el eléboro negro de nueve hojas utilizado por Melampo en Lusi para curar a las hijas de Preto, el cual podía causar o curar la locura y ejercía una acción estimulante en el corazón como la digitalis (dedalera). Era también famoso por sus danzas de la fertilidad erótica alrededor de un Hermes de piedra en Tespias, ciudad situada a su pie, en las que intervenían las mujeres adoradoras de las Musas. Spenser llama a las Musas «Vírgenes del Helicón»; igualmente habría podido llamarlas «brujas», pues las brujas de su época adoraban a la misma Diosa Blanca —en Macbeth llamada Hécate—, bailaban las mismas danzas de la fertilidad en sus aquelarres y estaban dotadas igualmente con la magia conjuradora y el conocimiento de las hierbas.

Las sacerdotistas de las Musas en el Helicón probablemente utilizaban dos productos del caballo para estimular sus éxtasis: el viscoso flujo vaginal de la yegua en celo y la membrana negra, o hippomanes, cortada de la frente de un potro recién nacido que la yegua (según Aristóteles) come normalmente como un medio para aumentar su amor materno. En la Eneida emplea Dido el hippomanes en su brebaje amoroso.

Skelton, en su Garland of Llaurell, describe así a la Diosa Triple en sus tres aspectos de Diosa del Cielo, la Tierra y el Infierno:

Diana in the leaves green,
Luna that so bright doth sheen,
Persephone in Hell.

[Diana en las hojas verdes, — Luna que tan brillante resplandece, — Perséfone en el Infierno.]

Como diosa del Infierno le atañían el Nacimiento, la Procreación y la Muerte. Como diosa de la Tierra le atañían las tres estaciones de la Primavera, el Verano y el Invierno: vivificaba a los árboles y plantas y gobernaba a todas las criaturas vivientes. Como diosa del Firmamento era la Luna, en sus tres fases de Luna Nueva, Luna Llena y Luna Menguante. Esto explica por qué de una tríada se le ampliaba con frecuencia a un grupo de nueve. Pero no se debe olvidar que la Diosa Triple, tal como se la adoraba, por ejemplo, en Estinfalia, era una personificación de la mujer primitiva, la mujer creadora y destructora. Como la Luna Nueva de la Primavera era doncella; como la Luna Llena del Verano era la mujer; y como la Luna Vieja del Invierno era una bruja.

En la allée couverte de un cementerio galo-romano de Tressé, cerca de Saint-Malo, en Bretaña, hay dos pares de pechos de muchachas esculpidos en un megalito vertical y dos pares de pechos maternales en otro; la parte alta de un tercero está rota, pero V. C. C. Collum, quien excavó el cementerio, cree que representaba un tercer par de pechos, probablemente los arrugados de una bruja. Un descubrimiento muy interesante en el mismo cementerio, y al que se puede datar por una medalla de bronce de Domiciano a fines del siglo I d. de C., es una punta de flecha de pedernal en la forma habitual de hoja de sauce, con una decoración de medias lunas talladas. El sauce, como hemos visto, estaba consagrado a La Luna, y en el Beth-Luis-Nion es Saille, la letra S, El carácter más primitivo de la letra griega S es C, tomado de la escritura lineal cretense. Sir Arthur Evans, en su Palace of Minos, publica una tabla que muestra la evolución gradual de los caracteres cretenses partiendo de ideogramas y el signo C se explica allí con una luna menguante: la diosa Luna como bruja. La punta de flecha que en la Bretaña romana estaba completamente anticuada, excepto para usos rituales, como la espada de ceremonia de la Reina o el báculo del arzobispo lo están ahora, debía de ser una ofrenda a la tercera persona de la Trinidad femenina[32]. V. C. C. Collum sé tomó la molestia de mandar que se hiciera un análisis del carbón de leña encontrado bajo las piedras, al parecer los restos de una pira fúnebre en la que había sido cremado el difunto. Era carbón de sauce, roble y avellano, expresivo de la serie: encantamiento, realeza y sabiduría.

En Europa no había al principio dioses masculinos contemporáneos de la diosa que desafiaran su prestigio o su poder, pero ella tenía un amante que era alternativamente la benéfica Serpiente de la Sabiduría o la benéfica Estrella de la Vida, su hijo. El Hijo se encarnaba en los demonios masculinos de las diversas sociedades totémicas regidas por ella, los que intervenían en las danzas eróticas realizadas en su honor. La Serpiente, encarnada en las serpientes sagradas que eran los espectros de los difuntos, enviaban los vientos. El Hijo, llamado también Lucifer o Fósforo («portador de luz») porque como estrella vespertina guiaba a la luz de la Luna, renacía cada año, crecía a medida que avanzaba el año, mataba a la Serpiente y conquistaba el amor de la diosa. Ese amor lo mataba, pero de sus cenizas nacía otra Serpiente, que, en la Pascua de Resurrección, ponía el glain o huevo rojo que ella comía; de modo que el Hijo volvía a nacer para ella como un niño una vez más. Osiris era un hijo de la estrella, y aunque después de su muerte daba vueltas alrededor del mundo como una serpiente, cuando su falo de cincuenta yardas de longitud era llevado en procesión se le coronaba con una estrella dorada; esto le representaba renovado como el niño Horus, hijo de Isis, quien había sido su desposada y su gobernanta y ahora era una vez más su madre. Probaba su poder absoluto un holocausto anual en su honor como «Señora de las Cosas Violentas», en el que se quemaba vivo el pájaro o el animal totémico de cada sociedad.

La representación más familiar de la religión egea es, por consiguiente, una mujer Luna, un hijo Estrella y una sabia Serpiente moteada agrupados bajo un árbol frutal: Artemisa, Hércules y Erecteo. El hijo Estrella y la Serpiente están en guerra; el uno sucede al otro en el favor de la mujer Luna, como el verano sucede al invierno y el invierno sucede al verano, como la muerte sucede al nacimiento y el nacimiento a la muerte. El Sol se debilita o fortalece a medida que el año sigue su curso, las ramas del árbol están ora cargadas, ora desnudas, pero la luz de la Luna es invariable. Ella es imparcial: destruye o crea con el mismo apasionamiento. Al conflicto entre los mellizos se le da un giro ingenioso en el Romance de Killwyck y Olwen: Gwyn («Blanco») y su rival Gwythur ap Greidawl («Vencedor, hijo de Bochornoso») libraban una guerra perpetua por Creiddylad (Cordelia), hija de Lludd (llamado también Llyr, Lear, Nudd, Nuada y Nodens), y cada uno por turno se la quitaba al otro, hasta que el asunto fue remitido al rey Arturo. Él tomó la decisión irónica de que Creiddylad debía ser devuelta a su padre y los mellizos debían «luchar por ella cada Primero de Mayo hasta el Día del Juicio», y que aquel de los dos que venciera se quedaría con ella.

Hasta ahora no hay padres, pues la Serpiente no es el padre del hijo Estrella más que el hijo Estrella lo es de la Serpiente. Son mellizos, y así volvemos al único Tema poético. El poeta se identifica con el hijo Estrella y su rival odiado es la Serpiente; sólo si escribe como poeta satírico desempeña el papel de la Serpiente. La Musa Triple es la mujer en su carácter divino: la encantadora del poeta, el único tema de sus canciones. No se debe olvidar que Apolo mismo fue en un tiempo una víctima anual de la Serpiente, pues Pitágoras grabó en su tumba de Delfos una inscripción que recordaba su muerte en una lucha con la pitón local, la pitón que, según se suponía habitualmente, él había matado inmediatamente. El hijo Estrella y la Serpiente siguen siendo meros demonios, y en Creta ni siquiera se representa a la diosa con un niño divino en los brazos. Es la madre de todas las cosas; sus hijos y amantes comparten la esencia sagrada gracias a ella solamente.

La revolucionaria institución de la paternidad, importada en Europa desde el Oriente, llevó consigo la institución del casamiento individual. Hasta entonces sólo había casamientos de grupo de todos los miembros femeninos de una sociedad totémica particular con todos los miembros masculinos de otra; la maternidad de cada niño era segura, pero su paternidad discutible y no venía al caso. Una vez producida esta revolución, la situación social de la mujer cambió: el hombre se hizo cargo de muchas de las prácticas sagradas de las que lo había excluido su sexo, y finalmente se declaró jefe de la familia, aunque muchos bienes seguían pasando de madre a hija. Esta segunda etapa, la olímpica, necesitaba un cambio en la mitología. No bastaba con introducir el concepto de paternidad en el mito ordinario, como en la fórmula órfica citada por Clemente de Alejandría: «El Toro que es el padre de la Serpiente, la Serpiente que es el del Toro». Se necesitaba un nuevo niño que reemplazara tanto al hijo Estrella como a la Serpiente. Era celebrado por los poetas como el niño Trueno, el niño Hacha o el niño Martillo. Hay diferentes leyendas acerca de cómo eliminaba a sus enemigos. O bien recibía la hoz de oro de la mujer Luna, su madre, y castraba al hijo Estrella; o bien lo arrojaba desde la cima de una montaña; o bien lo aturdía con su hacha, de modo que se sumía en un sueño perpetuo. Habitualmente mataba a la Serpiente. Luego se convertía en el dios Padre, o el dios Trueno, se casaba con su madre y engendraba con ella hijos e hijas divinos. Las hijas eran en realidad versiones limitadas de ella misma, en diversos aspectos de luna nueva y luna llena. En su aspecto de luna vieja se convertía en su propia madre, o abuela, o hermana, y los hijos eran renovaciones limitadas del hijo Estrella y la Serpiente destruidos. Entre esos hijos había un dios de la poesía, la música, las artes y la ciencia, al que se reconoció con el tiempo como el dios Sol y actuaba en muchos países como regente activo de su anciano padre, el dios Trueno. Los griegos y los romanos habían llegado a esta etapa religiosa cuando comenzó el cristianismo.

La tercera etapa de la evolución cultural —la puramente patriarcal, en la que no hay diosa alguna— es la del judaísmo posterior, el cristianismo judaico, el mahometismo y el cristianismo protestante. A esta etapa no se llegó en Inglaterra hasta la república de Cromwell, pues en el catolicismo medieval la Virgen y el Hijo —quienes se hicieron cargo de los ritos y honores de la mujer Luna y su hijo Estrella— tenían más importancia religiosa que el dios Padre. (La Serpiente se había convertido en el Demonio, lo que era apropiado porque Jesús había opuesto el pez a la serpiente en Mateo, VII, 10, y a él mismo lo simbolizaban como un pez sus seguidores.) Los galeses adoraron a la Virgen y el Hijo durante cincuenta años más que los ingleses; los irlandeses de Eire lo hacen todavía. Esta etapa es desfavorable para la poesía. Los himnos dirigidos al dios Trueno, por pródigamente que lo revistan con las características de un dios Sol —inclusive el magnífico Himno a Dios Padre, de Skelton— fallan como poemas, porque atribuirle un poder ilimitable y sin restricciones, significa negar la inalienable fidelidad del poeta a la Musa; y porque aunque el dios Trueno ha sido jurisconsulto, dialéctico, declamador y estilista en prosa, nunca ha sido poeta ni posee la menor comprensión de los verdaderos poemas desde que se liberó de la tutela de su madre.

En Grecia, cuando la mujer Luna se subordinó por primera vez al dios Trueno como su esposa, delegó su misión relacionada con la poesía en su llamada hija, su yo anterior como la Musa Triple, y no se consideraba auspicioso ningún poema que no comenzara con una apelación a la Musa para que lo inspirara. Por eso la balada primitiva titulada La ira de Aquiles, que inicia la Ilíada, de Homero, comienza así: «Canta, oh diosa, la cólera funesta de Aquiles, hijo de Peleo». Que a Aquiles se le llame «hijo de Peleo» más bien que «hijo de Tetis» prueba que el sistema patriarcal estaba ya en vigor, aunque la sociedad totémica se prolongaba como una conveniencia social, pues Aquiles era un rey sagrado de los mirmidones de Tesalia, al parecer un clan de la Hormiga sometido a la diosa como Torcecuello; pero la diosa es claramente la Musa Triple, no sólo una de las nueve pequeñas Musas mencionadas en una parte menos primitiva de la Ilíada, a las que Apolo hizo descender más tarde del Helicón y llevó al Parnaso, donde, como se dice en el Himno a Apolo Pitio. reemplazó a la diosa Tierra local en el santuario central de Delfos. Apolo («Destructor o Desviador») era considerado en esa época como el mellizo varón de la diosa hija Artemisa; se les representaba como hijos del dios Trueno, nacido en la isla de las codornices, frente a Delos, y la diosa Latona, la hiperbórea, hija de Febe y Coieo («Luz de la luna e Iniciación»).

Los mitos se hacen confusos porque Latona, por ser recién llegada a Delos, no fue reconocida al principio por la Diosa Triple local; y porque Artemisa, el nombre de la melliza de Apolo, había sido previamente un título griego de la misma Diosa Triple. Artemisa significa probablemente «La que dispone del agua», de ard y themis. Se puede decir que Apolo aseguraba su posición persuadiendo a su melliza para que se hiciera cargo de los símbolos y títulos de su predecesora; él mismo adoptó los títulos y símbolos de un «Desviador» o «Destructor» pelasgo, en un aspecto (como prueba su título Esminteo) un demonio-ratón cretense. Luego Apolo y Artemisa juntos se hicieron cargo de la poesía despojando de esa misión a la Musa Triple (en este contexto su madre Latona), pero Artemisa dejó pronto de ser una socia igual de Apolo, aunque siguió siendo una diosa de hechizos mágicos y finalmente sólo se le atribuyeron los hechizos malignos. Por eso Tácito dice en su Alocución a los griegos: «Artemisa es una envenenadora, Apolo hace las curas». En Irlanda, análogamente, la diosa Brigit, fue oscurecida por el dios Ogma. En el Glossary de Cormac fue necesario explicarla como: «Brigit, hija de El Dagda, la poetisa, es decir la diosa adorada por los poetas a causa de la grande e ilustre protección que les proporciona». Era en su honor por lo que el ollave llevaba una rama dorada con campanillas tintineantes cuando salía de casa.

Hacia el siglo VII a. de C. la tríada de Musas se amplió bajo la influencia tracio-macedónica a tres tríadas, o sea un grupo de nueve. Esto recordará a las nueve sacerdotisas orgiásticas de la isla de Sein en la Bretaña Occidental, y a las nueve doncellas de Preiddeu Annwm que calentaban con su aliento la caldera de Cerridwen. Una Musa repetida nueve veces expresaba la universalidad del poder de la diosa mejor que una triple; pero el sacerdocio de Apolo que regía la literatura clásica de Grecia no tardó en utilizar el cambio como un medio para debilitar su poder mediante un proceso de división en secciones. Hesíodo dice que bajo el patronazgo de Apolo se les dieron a las nueve hijas de Zeus los siguientes nombres y funciones:

Poesía épica, Calíope.
Historia, Cito.
Poesía lírica, Euterpe.
Tragedia, Melpómene.
Danza coral, Terpsícore.
Poesía erótica y pantomima, Erato.
Poesía sagrada, Polimnia.
Astronomía, Urania.
Comedia, Talía.

Calíope («rostro bello») era un nombre de la Musa original, en su aspecto de luna llena; también lo eran Erato, «la amada», y Urania, «la celestial». La primera mención de Erato en el mito griego es como la reina del Roble con la que se casó Arcas; él dio su nombre a Arcadia y era hijo de la osa Calisto y padre de Ateneatis. Los otros nombres se refieren, al parecer, a las, diversas funciones de las Musas. Se observará que, aunque las Musas del Helicón todavía tenían tendencias eróticas, su función principal, la de curar y maldecir por medio del conjuro, les había sido arrebatada por el olimpismo. Había pasado a Apolo mismo y a un sustituto, su hijo médico Esculapio.

Apolo, aunque era el dios de la Poesía y el jefe de las Musas, todavía no pretendía, sin embargo, inspirar poemas; aún se creía que la inspiración le venía al poeta de la Musa o las Musas. Originalmente había sido un simple Demonio[33], al que su Musa madre inspiraba un frenesí poético; ahora se le exigía que, como las nueve Musas, inspirase a los poetas particulares en su honor, aunque no hasta el éxtasis. Si estos poetas mostraban que eran servidores fieles y diligentes, él los recompensaba con una corona de laurel, en griego daphne. La relación de la poesía con el laurel no consiste solamente en que el laurel es una planta siempre verde y por tanto símbolo de inmortalidad, sino en que también embriaga. Las mujeres que celebraban a la Diosa Triple en el valle de Tempe mascaban hojas de laurel para producir el frenesí poético y erótico, como las bacantes mascaban hiedra —daphne puede ser una forma abreviada de daphoine, «la sanguinaria», un título de la diosa— y cuando Apolo se hizo cargo del oráculo de Delfos la sacerdotisa Pida aprendió a mascar laurel para obtener la inspiración oracular. El laurel estaba consagrado a Apolo —su legendaria persecución de la ninfa Dafne recuerda su captura del santuario de la diosa en el Tempe, cerca del monte Olimpo—, pero ahora era el Dios de la Razón con el lema «nada con exceso» y sus iniciados varones llevaban el laurel sin mascarlo. A Empédocles, como sucesor semidivino de Pitágoras, le horrorizaba tanto que se mascase el laurel como que se comiesen habas. La poesía como práctica mágica estaba ya en decadencia.

Los romanos conquistaron Grecia y llevaron a Apolo a Italia. Eran una nación militar y les avergonzaba su tosca tradición poética, pero algunos de ellos comenzaron a tomar en serio la poesía griega como parte de su educación en la retórica política, arte que consideraban necesario para consolidar sus conquistas militares. Estudiaban bajo la dirección de sofistas griegos y sabían por ellos que la poesía mayor era una forma de retórica más musical y filosófica que la que se podía conseguir con la prosa, y que la poesía menor era la más elegante de las habilidades sociales. Los poetas auténticos convendrán en que la poesía es una iluminación espiritual impartida por un poeta a sus iguales, no una técnica ingeniosa para influir en el ánimo de un auditorio popular o para entretener a los comensales embriagados de un banquete, y considerarán a Catulo como uno de los muy pocos poetas que superaron la tradición poética grecorromana. La razón era tal vez que era de origen celta, y en todo caso poseía una intrepidez, una originalidad y una sensibilidad emocional de que carecían por completo la generalidad de los poetas latinos. Sólo él puso de manifiesto un amor sincero a las mujeres; los otros se limitaban a celebrar la lealtad de camaradería o la homosexualidad juguetona, A su contemporáneo Virgilio hay que leerlo por cualidades que no son poéticas en el sentido de que invocan la presencia de la Musa. La habilidad musical y retórica, las perífrasis rebuscadas y los períodos arrolladores son admirados por los clasicistas, pero la Eneida tiene por finalidad deslumbrar y subyugar, y los verdaderos poetas no consideran compatible con su integridad seguir el ejemplo de Virgilio. Aprecian más a Catulo porque nunca parece exigirles que, como posteridad, aplaudan una demostración de genio inmortal; más bien apela a ellos como a un contemporáneo: «¿No es así?» Por Horacio como versificador elegante pueden sentir afecto y admirar su intención de evitar los sentimientos extremados y la natural tentación romana de ser vulgar. Pero a pesar de su ingenio, afabilidad, y habilidad como cantor, difícilmente pueden reconocerlo como poeta, como no pueden reconocer como tal a, digamos, Calverley o Austin Dobson.

Resumamos la historia de las Musas griegas:

La Musa Triple, o las Tres Musas, o el grupo de nueve Musas, o Cerridwen, o de cualquier otro modo que se la quiera llamar, es originalmente la Gran Diosa en su aspecto poético o mágico. Tiene un hijo que es también su amante y su víctima, el hijo Estrella, o Demonio, o Año Creciente. Alterna en su favor con su tanista Pitón, la Serpiente de la Sabiduría, el Demonio del Año Menguante, su yo más siniestro.

Luego la corteja el dios Trueno (un hijo-Estrella rebelde infectado por el patriarcalismo oriental) y tiene con él dos mellizos, un varón y una hembra, llamados en la poesía galesa Merddin y Olwen. Sigue siendo la diosa del Encantamiento, pero cede parte de su soberanía al dios Trueno, particularmente la legislación y la atestación de los juramentos.

A continuación divide el poder del encantamiento poético entre sus mellizos, cuyos símbolos son el lucero del alba y el lucero de la carde; el mellizo femenino está en decadencia y el masculino es un renacimiento del hijo Estrella.

Después se amplía en número, pero se reduce su poder, convirtiéndose en un grupo de nueve pequeñas diosas seccionales de la inspiración bajo la tutela del anterior mellizo varón.

Finalmente, el mellizo varón, Apolo, se proclama a sí mismo el Sol Eterno, y las Nueve Musas se convierten en sus azafatas. Delega sus funciones en dioses masculinos que son él mismo multiplicado.

(El origen legendario de la poesía japonesa es un encuentro de la diosa Luna con el dios Sol cuando caminan alrededor del puntal del mundo en direcciones opuestas. La diosa Luna fue la primera que habló y dijo en verso:

¡Qué alegría incomparable
ver a un hombre tan bello!

Al dios Sol le enojó que ella hubiera hablado a destiempo de una manera indecorosa y le dijo que se volviera y saliera otra vez a su encuentro. En esa ocasión fue el primero que habló:

Ver una doncella tan bella
¡qué alegría incomparable!

Ésta fue la primera poesía que sé compuso. Dicho de otro modo, el dios Sol despojó a la Musa de la dirección de la poesía y pretendió que él la había originado, mentira que no favorecía a los poetas japoneses.)

Con esto la poesía se hace académica y decae hasta que la Musa decide reafirmar su poder en los llamados Renacimientos Románticos.

En la poesía medieval se identificaba claramente a la Virgen María con la Musa poniéndola a cargo de la Caldera de Cerridwen. D. N. Nash observa en su edición de los poemas de Taliesin:

Los bardos cristianos de los siglos XIII y XIV se refieren repetidamente a la Virgen María como la caldera o la fuente de la inspiración, a lo que los lleva, al parecer, en parte, un juego con la palabra pair, caldera, y la forma secundaria de esa palabra, asumiendo la forma suave de su mair inicial, que también significa María. Marta era Mair, la madre de Cristo, el receptáculo místico del Espíritu Santo, y Pair era la caldera o receptáculo y fuente de la inspiración cristiana. Por eso en un poema de Davydd Benfras en el siglo XIII se dice:

Crist mab Mair am Pair pur vonhedd

Cristo, hijo de María, ni caldera de descendencia pura.

En la poesía irlandesa medieval a María también se la identificaba claramente con Brigit, la Diosa de la Poesía, pues a Santa Brigit, la Virgen como Musa, se la conocía popularmente como «María de la Galia». Brigit como diosa había sido una Tríada: la Brigit de la Poesía, la Brigit de la Curación y la Brigit de la Herrería. En la Escocia gaélica su símbolo era el Cisne Blanco y la llamaban Novia de la Cabellera Dorada, Novia de las Colinas Blancas, madre del Rey de la Gloria. En las hébridas era la patrona del parto. Su prototipo egeo parece haber sido Brizo de Delos, una diosa luna a la que se ofrecían las naves votivas y cuyo nombre derivaron los griegos de la palabra brizein, «encantar». Brigit era objeto de un culto muy extendido en Galia y Britania en la época romana, como lo testimonian numerosas dedicatorias a ella, y en algunas partes de Bricania conservó Santa Brigit su carácter de Musa hasta la revolución puritana, y ejercía sus facultades curativas principalmente por medio de la magia poética en manantiales sagrados. Bridewell, la penitenciaría para mujeres de Londres, era originalmente un convento de monjas suyo[34].

Una invocación en el dialecto de Cornualles a la Tríada de la Brigit local dice así:

Tres Damas vinieron del Oriente,
una con fuego y dos con hielo.
Fuera contigo, fuego, y adentro contigo, hielo.

Es un encantamiento contra la escaldadura. Se sumergen nueve hojas de zarza en agua de manantial y luego se aplican a la escaldadura; el encantamiento debe repetirse tres veces a cada hoja para que sea eficaz. Pues la zarza está consagrada tanto a las tres como a las nueve diosas estacionales y el número de hojas de cada tallo varía entre tres y cinco, por lo que en Bretaña y en algunas partes de Gales se prohibía severamente comer moras. En este encantamiento las diosas son claramente estacionales, pues la diosa del verano trae el fuego y sus hermanas el hielo. Habitualmente se añade un cuarto verso, como un soborno para el clero: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La Brigit medieval compartía el carácter de Musa con otra María, «María Egipcíaca», o Santa María de Egipto, en honor de la cual se juraba invocando su nombre. Esta Virgen encantadora con manto azul y collar de perlas era Marian, la antigua diosa del mar pagana con un disfraz transparente: Marian[35], Miriam, Mariamne («Cordera del Mar»), Mirina, Mirtea, Mirra[36], María o Marina, patrona de los poetas y enamorados y madre orgullosa del Arquero del Amor. Robin Hood, en las baladas, juraba siempre por ella. Tenía el rostro moreno, y en un Libro de los Santos medieval se dice que costeó su viaje a la Tierra Santa, donde, iba a vivir durante cinco años como uña anacoreta del desierto, ofreciéndose como prostituta a todos los tripulantes de la única nave que sé dirigía allí, por lo que, cuando estuvo en el Cielo, mostraba una indiligencia particular con los pecados carnales.

Un disfraz familiar de esta misma Marian es el de merrymaid (doncella alegre), que es como se escribía en otro tiempo mermaid (sirena). La figura convencional de la sirena —una mujer bella con un espejo redondo, un peine de oro y cola de pez— expresa: «La diosa del Amor surge del mar». Todos los iniciados en los misterios eleusinos, que eran de origen pelasgo, pasaban por un rito amoroso con su representante después de bañarse en una caldera a la manera de Llew Llaw. El espejo redondo, para hacer juego con el peine, puede haber sido una interpretación equivocada de un artista del pasado que tomó por espejo al membrillo que Marian llevaba siempre en la mano como un don amoroso; pero el espejo formaba también parte de los accesorios sagrados de los misterios, y probablemente significaba «Conócete a ti mismo». El peine era originalmente un plectro para pulsar las cuerdas de una lira. Los griegos la llamaban Afrodita («nacida de la espuma del mar») y utilizaban como afrodisíacos el atún, el esturión y la litorina, todos ellos consagrados a ella. Sus templos más famosos eran construidos a la orilla del mar, por lo que se comprende fácilmente su cola de pez simbólica. Se la puede identificar con la diosa lunar Eurinome, cuya estatua en Figalia, Arcadia, era una sirena tallada en madera. El mirto, el múrice y la mirra también le estaban consagrados en todas partes, así como la palmera (que crece en tierra salada), la paloma fiel al amor y los colores blanco, verde, azul y escarlata. El nacimiento de Venus, de Botticelli, es una representación exacta de su culto. Alta, de cabello dorado, ojos azules y rostro pálido, la diosa del Amor llega en la concha marina al soto de mirtos, y la Tierra, con túnica floreada, se apresura a envolverla en un manto escarlata con orlas doradas. En las baladas inglesas la sirena representa lo agridulce del amor y el peligro que corren los marineros enamoradizos en los puertos extranjeros; el espejo y el peine representan la vanidad y la crueldad.

Constantino, el primer emperador cristiano, abolió oficialmente el culto de María, pero gran parte del ritual antiguo sobrevivió dentro de la Iglesia; por ejemplo, entre los coliridianos, secta árabe que solía ofrecer en su santuario la misma torta y la misma bebida que anteriormente ofrecían a Ashtaroth. También le ofrecían mirra, pero esto era más ortodoxo, pues San Jerónimo había ensalzado a la Virgen llamándola Stilla Maris, «Mirra del Mar». San Jerónimo hacía un retruécano con el nombre «María», relacionándolo con las palabras hebreas marah (salmuera) y mor (mirra) y recordando los regalos de los tres Reyes Magos.

Cuando los cruzados invadieron la Tierra Santa construyeron castillos y se establecieron allí; encontraron varias sectas cristianas herejes que vivían bajo la protección musulmana y que no tardaron en apartarlos de la ortodoxia. Así fue como el culto de María Egipcíaca llegó a Inglaterra, llevado a través de Compostela en España por peregrinos pobres que llevaban ramas de palmera en las manos, copias de los Evangelios apócrifos en las alforjas y las conchas marinas de Afrodita cosidas en sus gorros; eran los peregrinos celebrados en la canción que canta Ofelia en Hamlet. Los trovadores con calzas rojas que tocaban la lira, el más famoso de los cuales era en Britania el rey Ricardo Corazón de León, adoptaron con embeleso el culto mariano. De sus canciones francesas se derivan los poemas líricos de «Anón», que constituyen la gloria principal de la poesía inglesa primitiva; así como los villancicos más bellos provienen de los Evangelios apócrifos gracias a los peregrinos. El resultado más memorable de las Cruzadas fue la introducción en la Europa Occidental de una idea de amor romántico que, expresada en función de los antiguos relatos de los cantores populares galeses, terminó transformando a los barones rústicos y ladrones y sus desaliñadas esposas en una sociedad refinada de señores y damas corteses. Desde el castillo y la corte se extendieron los buenos modales y la cortesía a los campesinos; y esto explica que la «Merry England» fuera el país donde era más intenso el culto de María.

En los distritos rurales ingleses no se tardó en identificar a María Egipcíaca con la diosa del Amor, a la que llamaban los sajones «La Novia de Mayo» a causa de su antigua asociación con el culto del árbol de mayo o espino blanco que llevaron a Britania los atrebatos en el siglo I a. o d. de C. Hacía pareja con Merddin, para entonces cristianizado como «Robin Hood», al parecer una variante del nombre sajón de Merddin, Rof Breoht Woden, «Fuerza brillante de Woden», llamado también eufemísticamente «Robin el Buen Compañero». En francés la palabra Robin, considerada como un diminutivo de Robert, pero probablemente preteutónica, significa carnero y también diablo. Un robinet, o grifo, se llama así porque en las fuentes rústicas tenía la forma de la cabeza de un carnero. Los dos significados de carnero y diablo se combinan en la ilustración de un folleto publicado en Londres en 1639. Robin Goodfellow, his mad pranks and merry gests. A Robin se le representa como un dios itifálico de las brujas con cuernos de carnero joven que le salen de la frente, patas de carnero, una escoba de bruja sobre el hombro izquierdo y una vela encendida en la mano derecha. Detrás de él baila en corro un grupo de hechiceros y brujas con vestimenta puritana, un perro negro le adora, un músico toca una trompeta y una lechuza vuela sobre todos ellos. Se recordará que las brujas del condado de Somerset llamaban a su dios Robin, y «Robin hijo de Arte» era el diablo de Dame Alice Kyteler, la famosa bruja de Kilkenny a comienzos del siglo XIV, y a veces solía adoptar la forma de un perro negro. El ejemplo clásico del Diablo como camero es el que en 1303 el obispo de Coventry honró con una Misa Negra y saludó luego con un beso. En Cornualles «Robin» significa falo. «Robin Hood» es un nombre campesino que significa colleja roja (significa también «campeón»), tal vez porque sus pétalos hendidos sugieren la pezuña de un carnero, y porque «Campeón, Rojo» era un título del dios de las brujas. Puede ser sólo una coincidencia que «carnero» sea en sánscrito huda. «Robin», con el significado de «carnero», se ha igualado mitológicamente a Robin (en latín rubens) con el significado de petirrojo.

Aquí se complica la historia. Las divertidas proezas de un Robin Hood, el famoso proscrito del Bosque de Sherwood —de quien J. W. Walker[37] ha probado que fue un personaje histórico, nacido en Wakefield, condado de York, entre los años 1285 y 1295 y que estuvo al servicio del rey Eduardo II durante los años 1323 y 1324— se asociaron íntimamente con las jaranas del Primero de Mayo. Eso se debió presumiblemente a que el proscrito fue bautizado con el nombre de Robert por su padre Adam Hood, el guardamontes, y a que durante los veintidós años que actuó como bandido en los bosques mejoró su identificación con Robin cambiando el nombre de su esposa Matilde por el de «Maid Marian» (Doncella o Virgen Mariana) a juzgar por la balada primitiva, The Banished Man (El desterrado o proscrito), Matilde se cortó el cabello y se vistió de hombre para poder pertenecer a la fraternidad de los proscritos, como en la actualidad es Albania las mujeres jóvenes intervienen en las cacerías de hombres vestidas como éstos y se las trata como tales. Atalanta de Calidonia, que intervino en la cacería del jabalí calidonio, era el prototipo. El grupo de proscritos formó luego una asociación de trece, con Mariana actuando como pucelle, o doncella del grupo; probablemente vestía ropas femeninas en las orgías del Primero de Mayo como novia de Robin. Con su victoriosa oposición a los clérigos Robin se convirtió en un héroe tan popular que posteriormente se le consideró el fundador de la religión de Robin Hood, cuyas formas primitivas es difícil determinar. Sin embargo, «Hood» (o Hod, o Hud) significaba «leño», el leño puesto detrás del fuego, y era en ese leño, cortado del roble sagrado, donde antaño se creía que residía Robin. De aquí «el corcel de Robin Hood», la cochinilla que salía corriendo cuando quemaban el leño en la Pascua de Navidad. En la superstición popular Robin se escapaba por la chimenea en la forma de petirrojo, y cuando terminaba la Pascua salía como Belin contra su rival Bran, o Saturno, quien había sido «Señor del Mal Gobierno» en las orgías de la Pascua de Navidad. Bran eludía la persecución ocultándose en el matorral de hiedra transformado en Reyezuelo de Copete Dorado, pero Robin lo cazaba y lo colgaba siempre. De aquí la canción:

«Who’ll hunt the Wren?» cries Robin the Bobbin.

Como la «Doncella Mariana» había actuado como Señora del Mal Gobierno en las orgías de la Pascua de Navidad y abandonado a Robin para irse con su rival, es fácil comprender que su inconstancia le mereciera un mal nombre. En consecuencia, se escribía con frecuencia «Maud Marian» en vez de «Maid Marian». «Maud» es María Magdalena, la penitente. En Tom o’Bedlam’s Song es la Musa de Tom, «Merry Mad Maud».

La Navidad era alegre en la Edad Media, pero el Primero de Mayo era todavía más alegre. Era el día de los postes engalanados, las tortas y la cerveza coliridianas, las guirnaldas de flores, los ramilletes, los regalos de los enamorados, los torneos de ballestería, merritotters (columpios) y los merribowks (grandes cubas de ponche de leche). Pero sobre todo de los casamientos llamados «Mad Merry» realizados «bajo el árbol de la selva», en los que los bailarines, tomados de la mano, iban del prado a la selva, se construían pequeñas enramadas amorosas y escuchaban esperanzados el canto alegre del ruiseñor. «Mad Merry» (diversión loca) es otra manera popular de decir «Maid Marian», y como adjetivo le quedó aplicado al mago Merlín (el «Old Moore» original de los almanaques populares), cuyos almanaques proféticos se pregonaban en las ferias y fiestas. Merlín era en realidad Merddin, como explica Spenser en Faerie Queene, pero Robin Hood había ocupado su lugar como amante de la Novia de Mayo y él se había convertido en un anciano profeta barbudo. El merritotter tal vez se llame así por la balanza (representando el equinoccio de otoño) que tiene en la mano la Virgen en el Zodíaco y que figuraba en el almanaque de Merlín: los lectores devotos la identificaban naturalmente con Santa María Egipcíaca, pues la suerte de los amantes sinceros oscila en su balanza subiendo y bajando.

Muchos de estos casamientos en la selva, bendecidos por un fraile renegado llamado Fray Alforza, luego eran confirmados oficialmente en el pórtico de la iglesia. Pero con mucha frecuencia los contrayentes eran repudiados por sus padres. Es probablemente porque cada año, siguiendo una antigua costumbre, se elegía el mozo más alto y fuerte de la aldea para que fuese el Pequeño John (o «Jenkin»), representante de Robin en la mascarada, por lo que Johnson, Jackson y Jenkinson figuran ahora entre los apellidos ingleses más comunes, todos engendrados alegremente por el Pequeño John. Pero Robin engendró también alegremente a los Robson, Hobson, Dobson (todos formas abreviadas de Robin), Robinson, Hodson, Hudson y Hood; Greenwood y Merriman eran de paternidad dudosa. La fiesta de Navidad (como dice Sir James Frazer en La Rama dorada) producía también su cosecha de niños. ¿Quién sabe cuántos de los Morris y Morrison deben sus patronímicos a los «moriscos» enamorados[38], los alegres cortejantes de Mariana? ¿O cuántos «Príncipes», «Señores» y «Reyes» deben los suyos al Príncipe, Señor o Rey del Mal Gobierno de Navidad?

La representación teatral de la noche de Navidad era una parte importante de las fiestas de la Pascua de Navidad en Inglaterra; sobreviven siete u ocho versiones de ella. Las escenas principales son la decapitación y la revivificación del Rey o el Tonto de la Navidad. Ésta es una de las más claras supervivencias de la religión precristiana y proviene primariamente de la antigua Creta. Firmicus Maternus, en su Sobre el error de la religión profana, dice que el Dioniso cretense (Zagreo) fue muerto por orden de Zeus, hervido en una caldera y comido por los Titanes. Añade que los cretenses celebraban una fiesta fúnebre anual en la que representaban el drama de los sufrimientos del niño —y sus cambios de forma— comiendo un toro vivo como su sustituto. Sin embargo, no moría, pues, según Epiménides, citado por San Pablo, Minos le hizo un panegírico que decía:

Tú no mueres, sino que vives y perduras eternamente.

San Pablo cita un pasaje análogo del poeta Arato:

En ti vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.

En Atenas, el mismo festival, llamado las Leneas («Festival de las Mujeres Alocadas o Turbulentas») se realizaba en el solsticio de invierno y se dramatizaban del mismo modo la muerte y el renacimiento del niño de la cosecha Dioniso. En el mito original no eran los Titanes, sino las mujeres enloquecidas, las nueve representantes de la diosa lunar Hera, las que despedazaban y devoraban al niño. Y en las Leneas era un chivito anual y no un toro el comido. Cuando Apolodoro dice que Dioniso se transformó en un chivito, Erifo, para salvarse de la ira de Hera, quiere decir que Hera lo comió en una ocasión como niño humano, pero cuando los hombres (los Titanes o tutores) fueron admitidos en el banquete lo sustituyó como víctima un cabrito.

El documento más antiguo que perdura de la práctica religiosa europea es una pintura rupestre auriñaciense en Cogul, en el nordeste de España, de las Leneas de la Vieja Edad de Piedra. Un Dioniso joven con grandes órganos genitales se halla desarmado, solo y agotado en medio de un semicírculo de nueve mujeres que danzan haciéndole frente. Está desnudo, con excepción de lo que parece ser un par de botas muy ajustadas enlazadas en las rodillas; ellas están completamente vestidas y llevan sombreritos de forma cónica. Las mujeres, diferenciadas por sus rostros y los detalles de sus vestidos, se hacen cada vez más viejas según se las mira en el sentido de las agujas de un reloj a lo largo de la media luna. La fila comienza con tres muchachas, las dos primeras con largas faldas, en la derecha, y termina con dos mujeres de edad madura delgadas y morenas a la izquierda y una vieja extenuada en el extremo; la anciana tiene un rostro parecido al de la luna vieja. En el medio están tres vigorosas mujeres rubias, una de ellas con traje de fiesta corto y elegante. Representan evidentemente las tríadas de la Luna Nueva, la Luna Vieja y la Luna Llena y la anciana es Atropos, el miembro de más edad de la tríada de la Luna Vieja.

Frente a la mayor de la tríada de la Luna Nueva hay un animal cuyos cuartos delanteros oculta su falda; parece ser un cerdo negro. Y en el primer plano de la ilustración, detrás de la tríada de la Luna Llena, se aleja saltando el mismo animal que vio Oisin en su visión cuando Niamh, la del Cabello de Oro, lo condujo al País de la Juventud: un cervatillo sin cuernos. En equilibrio y erguido en el cuello del cervatillo y mirando hacia atrás hay un diablillo o duende de aspecto infantil que parecería ser el alma fugitiva del condenado Dioniso, pues las mujeres frenéticas lo van cercando y poco después lo despedazarán en sangrientos pedazos y devorarán. Aunque nada hay en la ilustración que indique la estación, podemos estar seguros de que era el solsticio de invierno.

Volvemos, pues, una vez más a la aventura dramática de Gwion —el niño que fue comido por la bruja Cerridwen y renació como el milagroso niño Taliesin— y a la disputa entre Phylip Brydydd y los «rimadores vulgares» (véase capítulo V) acerca de quién debía ser el primero que presentara una canción a su príncipe en el Día de Navidad. El Romance de Taliesin es una especie de representación teatral de Navidad en la que se presentan enigmáticamente los sufrimientos del niño de forma cambiante. Ésta es la versión más antigua, que refleja la teoría religiosa de la sociedad europea primitiva, en la que la mujer era dueña del destino del hombre: perseguida, no era perseguida; violada, no era violada, como se puede ver en las leyendas de Dríope e Hilas, Venus y Adonis, Diana y Endimión, Circe y Ulises. El peligro de las diversas islas de mujeres consistía en que el varón que se aventuraba a ir a ellas podía ser atacado sexualmente de la misma manera asesina que, según dice B. Malinowski en The Sexual Life of Savages, los hombres del noroeste de Melanesia son castigados por violaciones del privilegio femenino. Por lo menos una comunidad de nueve mujeres frenéticas parece haber actuado en el sur de Gales a comienzo de la Edad Media; el anciano San Sansón de Dol, cuando viajaba con un compañero joven, tuvo la mala suerte de introducirse en el recinto de esas mujeres. De pronto oyeron un grito espantoso y vieron salir de una espesura una bruja canosa vestida de rojo con un tridente ensangrentado en la mano. San Sansón se mantuvo en su sitio; su compañero huyó, pero no tardó en ser alcanzado y muerto a cuchilladas. La bruja se negó a llegar a un acuerdo con San Sansón cuando él le reprochó lo que había hecho, y le informó que ella era una de las nueve hermanas que vivían en aquel bosque con su madre, al parecer la diosa Hécate. Tal vez si la más joven de las hermanas hubiera sido la primera en llegar al lugar de los hechos el joven habría sido víctima de un ataque sexual concertado. Nueve mujeres asesinas vestidas de negro aparecen en la saga islandesa de Tbidrandi; una noche Thidrandi oyó que llamaban a su puerta y la abrió, aunque le habían advenido las consecuencias que ello podía tener, y vio que las mujeres se lanzaban contra él desde el norte. Durante un tiempo hizo frente al ataque con su espada, pero cayó herido mortalmente.

Las transformaciones de Gwion siguen un orden estacional estricto; es una liebre en la estación de caza de otoño; un pez en las lluvias del invierno; un ave cuando vuelven las migrantes en la primavera; y finalmente un grano de maíz en la estación de la cosecha del verano. La Furia lo persigue primeramente en la forma de galga, luego de nutria, luego de halcón, y finalmente lo alcanza en la forma de una gallina negra de alto copete; la cresta roja y las plumas negras indican que es la Diosa de la Muerte. En este relato el año solar termina en la estación del aventamiento a comienzos del OHNWD, lo que indica un origen mediterráneo oriental de la leyenda. En la época clásica los años cretense, chipriota y délfico, así como los del Asia Menor y Palestina, terminan en setiembre.

Sin embargo, cuando la victoria de los indoeuropeos patriarcales alteró el sistema social del Mediterráneo Oriental, el mito de la cacería sexual se invirtió. La mitología griega y latina contiene numerosas anécdotas de la persecución y violación de diosas o ninfas huidizas por parte de dioses disfrazados de animales, especialmente por los dos dioses principales; Zeus y Poseidón. También en el folklore europeo hay numerosas variantes del tema de los «dos magos», en el cual el mago varón, tras una persecución apasionada, vence la magia de la hembra y consigue su virginidad. En la balada inglesa de The Coal Black Smith, ejemplo conveniente de esta forma de persecución alterada, el orden estacional correcto de los acontecimientos se modifica porque se ha olvidado el contexto original. Ella se transforma en pez y él en nutria; ella en liebre y él en galgo; ella en mosca y él en araña que la atrae a su guarida; y finalmente ella en una colcha de su cama y él en una cubrecama, con lo que logra su propósito. En una variante francesa todavía más adulterada ella cae enferma y él se convierte en su médico; ella se hace monja y él su sacerdote que la confiesa noche y día; ella se transforma en estrella y él en una nube que la cubre.

En el culto de las brujas británico dominaba el hechicero —aunque en algunas partes de Escocia seguía, gobernando Hécate, o la Reina de los Duendes o las Hadas— y es probable que The Coal Black Smith fuera la canción que se cantaba en una representación dramática de la persecución en un aquelarre; la asociación de los herreros con los dioses cornudos es tan antigua como Tubalcaín, el dios Cabra cainita. El diablo cornudo del aquelarre tenía conexión sexual con todo su séquito de brujas, si bien parece haber utilizado un enorme miembro artificial y no el suyo. Anne Armstrong, la bruja del condado de Northumberland ya mencionada, testimonió en 1673 que, en un aquelarre muy concurrido realizado en Allansford, una de sus compañeras, Ann Baites de Morpeth, se transformó sucesivamente en gata, liebre, galga y abeja, para dejar que el Diablo —«un hombre largo y negro, su protector, al que ellas llaman su Dios»—, admirara su facilidad para las transformaciones. Al principio yo creía que él perseguía a Ann Baites, que era aparentemente la Doncella, o dirigente femenina de la reunión, alrededor del círculo de brujas, y que ella imitaba el modo de andar y el grito de los diversos animales en que se transformaba sucesivamente mientras él la perseguía, adaptando sus transformaciones a las de ella. La fórmula de The Coal Black Smith es: «Él se convirtió en galgo», o «él se convirtió en nutria», «y la alcanzó otra vez en su casa». «Otra vez en su casa», se emplea aquí en el sentido técnico de «en su forma propia», pues Isobel Gowdie de Auldearne, en su proceso de 1662, citó la fórmula de las brujas para convertirse en liebres:

Entraré en una liebre
con pesar, suspirando y mucha inquietud,
y entraré en el nombre del Diablo
hasta que vuelva a casa otra vez.

De su relato posterior se deduce claramente que no había cambio en la forma exterior, sino solamente en el comportamiento, y el poema sugiere una danza dramática. Ahora comprendo que Ann Baites ofreció ella sola una representación en la que imitaba alternativamente al perseguido y al perseguidor, y que el Diablo se limitó a aplaudirla. Probablemente la serie era estacional —liebre y galgo, trucha y nutria, abeja y golondrina, ratón y gato— y heredada de una forma de cacería más antigua, con la perseguidora como la gata Deméter que mata finalmente al ratón esminteo en la era en la estación del aventamiento. Es fácil restaurar la versión original de toda la canción[39].

Una forma intermedia del mito de «Los Dos Magos», citada por Diodoro Sículo. Calimaco en su Himno a Artemisa y Antoninus Liberalis, el mitógrafo del siglo II d. de C., en sus Transformaciones, todos los cuales se refieren a diferentes regiones, es que la diosa Artemisa, o Afea, Dictina, Britómartis o Atergatis, es perseguida sin que se consiga alcanzarla y por fin se escapa en forma de pez. Calimaco hace a Minos de Creta el perseguidor erótico de Britómartis, la casta perseguida, y dice que la persecución duró nueve meses, desde comienzos de la estación de las lluvias hasta la del aventamiento. El mito se propone explicar la cola de pez de las estatuas de la diosa en Ascalón. Figalia. Crabos, Egina, Cefalonia, la montaña Dictea en Creta y otras partes, y justificar que sus devotos locales sigan siendo fieles a sus ritos y costumbres marirales prehelénicos. Los pescadores figuran preeminentemente en esta leyenda —Dictina significa red de pesca— y los pescadores son notoriamente conservadores en sus creencias. En la versión filistea de Ascalón, citada por Ateneo, la diosa era Derceto y el perseguidor Moxus o Mopso: tal vez éste sería Mosco, el antepasado de la tribu del rey Midas que venció a los hititas. Semejante a este mito es el de la inútil tentativa de Apolo de violar a la ninfa Dafne.

La persecución amorosa es, inesperadamente, la base de la leyenda de Lady Godiva de Coventry. La clave la da un sitial de la Catedral de Coventry con una talla grotesca que representa, según las guías «una figura emblemática de la lujuria»: una mujer de larga cabellera envuelta en una red, montada de lado en una cabra y precedida por una liebre. Gaster, en sus anécdotas del Targum judío, recogidas en toda Europa, habla de una mujer que, cuando su regio amante la sometió a una prueba de amor, a saber, que se presentara ante él «ni vestida ni desnuda, ni a pie ni a caballo, ni por agua ni por tierra seca, ni con un regalo ni sin él», se presentó envuelta en una red, montada en una cabra, con un pie arrastrando por la cuneta y soltando una liebre. La misma anécdota, con ligeras variaciones, relata Saxo Grammatico en su Historia de Dinamarca de fines del siglo XII. Aslog, la última de los Volsungs, hija de Brynhild y Sigurd, vivía en una granja de Spangerejd en Noruega, disfrazada como una fregatriz de cara sucia llamada Krake (cuervo). Aun así, su belleza causó tal impresión a los acompañantes del héroe Ragnar Lodbrog que éste pensó en casarse con ella y como prueba de que era digna de ello le dijo que se presentara ante él ni a pie ni a caballo ni vestida ni desnuda, ni en ayunas ni ahíta, ni acompañada ni sola. Se presentó montada en una cabra, arrastrando un pie por la tierra, vestida solamente con su cabello y una red de pescar, con una cebolla aplicada a los labios y un perro a su lado.

Si las dos anécdotas se combinan en una ilustración, la «figura emblemática de la lujuria» tiene el rostro negro, el cabello largo, un cuervo volando sobre ella, una liebre corriendo por delante, un perro a su lado, una fruta aplicada a los labios, una red sobre ella y una cabra bajo ella. Ahora se la reconocerá fácilmente tomo el aspecto en la víspera del Primero de Mayo de la diosa del Amor y la Muerte, Freya, llamada también Frígg, Holda, Held, Hilde, Goda u Ostara. En la era neolítica o comienzos de la Edad del Bronce fue al norte desde el Mediterráneo, donde la llamaban Dictina (por su red), Egea (por su cabra), Coronis (por su cuervo), y también Rea, Britomartis, Artemisa, etcétera, y llevó consigo la Danza del Laberinto.

La fruta aplicada a sus labios es probablemente la manzana de la inmortalidad y el cuervo simboliza la muerte y la profecía. Odin se apropió del cuervo profético de Freya, como Bran se apropió del de Danu y Apolo del de Atenea. La diosa se había instalado en Britania como Rhiannon, Arianrhod, Cerridwen, Blodeuwedd, Danu o Anna mucho tiempo antes de que los sajones, anglos y daneses llevaran consigo versiones muy parecidas. Hilde estaba en su elemento en la Vía Láctea, como Rea en Creta y Blodeuwedd (Olwen) en Britania, ambas relacionadas con cabras; y en la ceremonia de la Víspera del Primero de Mayo en el Brocken se sacrificaba en su honor una cabra. Como Holda, montaba en una cabra con una jauría de veinticuatro perras, sus hijas, corriendo junto a ella —las veinticuatro horas de ese día—, y a veces se le mostraba de varios colores para representar su personalidad ambivalente de Madre Tierra negra y Muerte cadavérica: Holda y Hel. Como Ostara, la diosa sajona que dio su nombre a la Pascua de Resurrección, asistía al aquelarre de la víspera del Primero de Mayo en el que se le sacrificaba una cabra. La liebre era su animal ritual, que todavía «pone» los huevos de Pascua. La cabra significaba la fecundidad del ganado; la liebre, la buena caza; la red, la buena pesca; y la larga cabellera, las buenas cosechas.

La cabra de la víspera del Primero de Mayo, como se ve claramente por las ceremonias de las brujas inglesas y la representación sueca llamada «Bükkerwise», era apareada con la diosa, sacrificada y resucitada; es decir, la sacerdotisa se unía públicamente con el rey anual vestido con pieles de cabra y, o bien lo mataban luego 5 y resucitaba en la forma de su sucesor, o bien sacrificaban en su lugar una cabra y su reinado se prolongaba, Este rito de la fertilidad era la base de los muy intelectualizados «Misterios menores» de Eleusis, realizados en febrero, y que representaban el casamiento de Dioniso Cabra con la diosa Tiona, «la reina furiosa», su muerte y su resurrección[40]. Es evidente que en Coventry iba a la ceremonia montada en él, para indicar que lo dominaba, como Europa cabalgó en el toro Minos o Hera en su león.

La liebre, como se ha indicado en el capítulo XVI, era sagrada tanto en la Grecia pelasga como en Britania porque es rápida, prolífica y se aparea públicamente sin turbarse. Debía haber dicho entonces que la primitiva prohibición británica de cazar la liebre, el castigo por la violación de la cual consistía en ser acusado de cobardía, se levantaba originalmente en un solo día del año, la víspera del Primero de Mayo, como la prohibición de cazar el reyezuelo se levantaba únicamente el día de San Esteban. (Boadicea soltó la liebre durante su batalla con los romanos con la esperanza, probablemente, de que los romanos la hiriesen con sus espadas y perdieran así el coraje.)

La liebre era cazada ritualmente en la víspera del Primero de Mayo, y la «figura de la lujuria» del sitial de la catedral de Coventry —que es una descripción bastante justa de la diosa en esta ocasión— está soltando la liebre para que sus hijas la cacen. La canción popular 57 todos esos jóvenes corresponde evidentemente a esos juegos de las brujas en la víspera del Primero de Mayo:

Si todos esos jóvenes fueran como las liebres en la montaña

todas esas lindas doncellas tomarían escopetas y los cazarían.

«Tomarían escopetas» es una expresión del siglo XVIII; debe leerse «se transformarían en perros». He aquí otras estrofas:

Si todos esos jóvenes fueran como los peces en el agua

todas esas lindas doncellas no tardarían en sentirlos.

¿Con redes? Como sabemos por la leyenda del Príncipe Elphin y el Pequeño Gwion, la víspera del Primero de Mayo era el día adecuado para echar la red en una presa, y la diosa no llevaría su red al aquelarre para nada.

Sí todos esos jóvenes fueran como juncos que crecen

todas esas lindas doncellas se armarían con guadañas.

Otra vez la cacería amorosa: el alma del rey sagrado, rodeada por un círculo de mujeres orgiásticas, trata de escapar con la apariencia de una liebre, un pez o una abeja, pero ellas la persiguen implacablemente y al final la apresan, despedazan y devoran. En una variante de la canción popular el hombre es el perseguidor y no el perseguido:

Mujeres jóvenes corren como las liebres en la montaña;

si yo fuera joven no tardaría en salir de caza.

La leyenda de Lady Godiva, según Roger de Wendover, cronista de St. Albans en el siglo XIII, es que poco antes de la conquista normanda la sajona Lady Godiva (Godgifu) pidió a su marido Leofric, conde de Mercia, que eximiera a los habitantes de Coventry de peajes opresivos. Él consintió con la condición de que paseara a caballo y desnuda por la plaza del mercado llena de gente un día de feria; y ella lo hizo con un caballero a cada lado, pero defendió su pudor cubriéndose con su cabellera, de modo que se veían bajo ella sus «piernas muy blancas». La leyenda, que también se atribuye a la condesa de Hereford y el «rey Juan» en relación con la distribución de pan y queso en St. Briavel, en el condado de Gloucester, no puede ser históricamente cierta, porque en la época de Lady Godiva Coventry era una aldea en la que no había ferias ni se pagaba peajes. Pero es cierto que en 1040 persuadió a Leofric para que hiciera edificar y dotase un monasterio de benedictinos en Coventry, y lo que parece haber sucedido es que después de la conquista los monjes disfrazaron una procesión local de la diosa Goda en la víspera del Primero de Mayo, durante la cual a todos los cristianos piadosos se les exigía al principio que se mantuvieran en sus casas, con una anécdota edificante acerca de su benefactora Lady Godiva, amoldando la leyenda a la sajona. El fraude lo pone de manifiesto la procesión de «Lady Godiva» en Southam (a doce millas al sur de Coventry e incluida en el condado de Leofric), en la que llevaban dos imágenes, una blanca y la otra negra, la diosa como Holda y Hel, el Amor y la: Muerte. Roger de Wendover no menciona la leyenda del sastre Peeping Tom, pero puede ser una tradición primitiva auténtica. La ceremonia de St. Briavel, que se realizaba, como las procesiones de Southam y Coven-1 try, el día del Corpus Christi, fecha que se asociaba en York y Coventry con la representación de misterios; conmemoraba, según se dice, la liberación de los habitantes de un impuesto sobre la recolección de leña en el bosque vecino; Corpus Christi cae siempre en viernes, el día de la diosa, y corresponde aproximadamente a la víspera del Primero de Mayo; en consecuencia, parece que la representación de los misterios tenía su origen en las festividades de ese día, la Bükkerwise, en honor de Goda, la Bona Dea. Si existía la prohibición de que los hombres presenciasen la procesión, como existía en Roma en las ceremonias de la Bona Dea, y en la Germania celta, según Tácito (Germania, cap. 40), de que cualquier hombre presenciase el baño anual de Hertha después de su vuelta a su soto sagrado, y como en Grecia en la época de Acteón, cuando Diana se bañaba en el bosque, la leyenda de Peeping Tom puede recordar esas prohibiciones.

La británica es una raza mixta, pero los descendientes de los adoradores de la diosa no teutona son los más fuertes. Esto explica por qué la poesía de los poetas escrita en inglés sigue siendo obstinadamente pagana. La concepción bíblica de la necesaria supremacía del hombre sobre la mujer es ajena a la mentalidad británica: entre todos los ingleses sensibles la regla es «las damas primero» en todas las ocasiones sociales. El hombre caballeroso está mucho más dispuesto a morir al servicio de una reina que de un rey: el suicidio es realmente la prueba reconocida de una gran pasión:

y por la hermosa Annie Laurie
me dejaría morir.

Hay en Britania un anhelo inconsciente de diosas, si no de una diosa tan dominante como la Diosa Triple aborigen, al menos de una hembra que afemine la masculinidad total de la Trinidad cristiana. La Trinidad masculina se adapta cada vez menos al sistema social británico, en el que la mujer, ahora que se ha convertido en propietaria y votante, casi ha reconquistado la posición de respeto de que gozaba antes de la revolución puritana. Es cierto que la Trinidad masculina precedió a la revolución puritana, pero era una concepción teológica y no emocional: como se ha indicado, la Reina del Cielo, con su séquito de santas, estaba mucho más presente en ¡a imaginación popular, entre las Cruzadas y la guerra civil, que el Padre o el Hijo. Y una de las consecuencias de la ruptura de Enrique VIII con Roma fue que cuando su hija, la reina Isabel, se convirtió en jefe de la Iglesia Anglicana se la consideraba popularmente como una especie de diosa: los poetas no sólo la hicieron su Musa, sino que además le dieron títulos —Febe, Virginia, Gloriana— que la identificaban con la diosa Luna, y el afecto extraordinario que sentían por ella sus súbditos se debía en gran parte a este culto.

La reinstalación temporal del dios del Trueno en la soberanía religiosa efectiva durante la república de Cromwell es el acontecimiento más notable de la historia británica moderna: la causa fue el fermento mental producido por la Biblia del rey Jacobo entre las clases mercantiles de las grandes ciudades y en algunas partes de Escocia e Inglaterra, donde estaba más diluida la sangre céltica. La primera guerra civil se libró principalmente entre la nobleza caballeresca con sus dependientes y las clases mercantiles anticaballerescas con los artesanos que las apoyaban. El sudeste anglosajón-danés era firmemente parlamentario y el noroeste céltico firmemente realista. Era, en consecuencia, adecuado que en la batalla de Naseby que decidió la guerra los gritos de batalla rivales fueran, para el ejército del Parlamento, «Dios es nuestra fuerza», y para el ejército realista «Reina María». La reina María era católica y su nombre evocaba a la reina del Cielo y del Amor. El dios del Trueno venció y desahogó su rencor no sólo sobre la Virgen y su séquito de santas, sino también sobre la Doncella Mariana y su séquito de postes de Mayo, y sobre el otro culto de la Diosa Triple que todavía sobrevivía secretamente en muchas partes de las Islas Británicas: el culto de las brujas. Pero su triunfo duró poco tiempo, porque después de alcanzar la victoria le quitaron el Rey[41], su principal representante. Como consecuencia, fue desalojado temporalmente en la Restauración, y cuando volvió en 1688 con un rey protestante como su representante estaba refrenada su furia tronitonante. Consiguió un segundo fortalecimiento en el entusiasta renacimiento religioso, fomentado por la clase mercantil, que acompañó a la Revolución Industrial, pero volvió a perder terreno a comienzos del siglo actual.

Isabel fue la última reina que hizo el papel de Musa. Victoria, como la reina Ana, prefirió el papel de diosa de la Guerra e inspiradora de sus ejércitos y demostró ser una suplente eficaz del dios del Trueno. En el reinado de su nieto el regimiento 88 de Karnatic del ejército indio cantaba todavía:

Cooch parwani
Good time coming!
Queen Victoria
Very good man!
Rise up early in the morning.
Britons never, never
Shall be slave…

Pero Victoria esperaba que las mujeres de Inglaterra veneraran a sus maridos como ella había venerado al suyo y no exhibía nada de la coquetería sexual ni el interés por la poesía amorosa y la erudición que sirven para convertir a una reina en una Musa para los poetas. Tanto la reina Ana como la reina Victoria dieron sus nombres a famosos períodos de la poesía inglesa, pero el nombre de la reina Ana connota un decoro desapasionado en la literatura, y el de Victoria didacticismo y estilo rococó.

El amor de los británicos a las reinas no parece fundarse únicamente en el lugar común de que «Gran Bretaña nunca es tan próspera como cuando una reina ocupa el trono»; refleja, más bien, la obstinada convicción de que ésta es una nación Madre y no un país Padre —peculiaridad que los griegos de la época clásica observaron también respecto de Creta— y de que la principal función del rey consiste en ser consorte de la reina. Tales aprensiones, convicciones u obsesiones son la fuente esencial de toda religión, mito y poesía y no se las puede desarraigar por medio de la conquista ni de la educación.