Circundando los círculos de su pez |
las monjas caminan con hábito blanco y rezan, |
pues él es casto como ellas… |
Estos versos servirán como texto para poner de manifiesto el funcionamiento peculiar del pensamiento poético. Me llegaron, de ninguna parte en concreto, como los primeros tres versos de una estrofa rimada en el estilo epigramático de la englyn galesa, que requería dos más para completarla. Su significado manifiesto es que las monjas blancas caminan rezando en silencio por el jardín de su convento alrededor del estanque del pez y dando vueltas a sus rosarios en casta plegaria; el pez nada a la redonda en el estanque. Los peces, como las monjas, son proverbiales por su indiferencia sexual, y la Madre Superiora permite que ese pez sea el mimado del convento porque no puede despertar pensamientos lascivos en las monjas que tiene a su cargo.
Es una buena observación, pero no llega a ser un poema; la verdad, pero no toda la verdad. Para decir toda la verdad tenía que considerar en primer lugar el fenómeno de las monjas, que renuncian voluntariamente a los placeres del amor carnal y de la maternidad para llegar a ser las vestales novias de Cristo; y luego el fenómeno de los peces sagrados de todas clases y tamaños, desde el gran pez que tragó a Jonás hasta el pequeño pez moteado de los pozos del deseo que todavía concede enamorados o niños a las campesinas en parroquias remotas; sin olvidar el «poderoso e inmaculado Pez de la Fuente que pescó una virgen pura», según dice el epitafio del obispo Avaricio de la Pentápolis frigia a fines del siglo II. Sólo cuando hubiera hecho y contestado algunas veintenas de preguntas fastidiosas encontraría el cuarto y el quinto versos, para completar el poema con una simple concentración de significado difícil.
Comencé tomando nota de la extraña continuación en el cristianismo del título pagano original de Sumo Pontífice que el obispo de Roma, el sucesor del pescador San Pedro, asumió dos siglos después de haber llegado a ser el cristianismo la religión oficial romana Pues el Sumo Pontífice, en la época republicana y comienzos de la imperial, era personalmente responsable ante la Trinidad Capitolina (Júpiter, Juno y Minerva) del comportamiento casto de las vestales, como su sucesor lo es ante la Trinidad cristiana por la castidad de las monjas católicas romanas. Luego volví a sumir mi mente en arrobamiento analéptico. Me encontré escuchando una conversación en latín que, con la ayuda del griego, comprendía perfectamente. Poco después comencé a distinguir las voces de Teófilo, conocido historiador sirio-griego, y de Lucio Sergio Paulo, un general gobernador de Chipre en el reinado del emperador Claudio.
Paulo decía con alguna tristeza:
—Mi docto amigo, un sistema de fiestas tan complejo no podía ser llevado de país en país entre los fardos de mercaderías con que trafican los mercaderes. Podía haber sido impuesto por medio de la conquista, pero si hubiera habido en Europa un imperio que incluyera a todas las partes distantes que mencionáis…
—Yo habría incluido también a Portugal entre ellas —le interrumpió Teófilo.
—… sin duda habríamos oído hablar de él. Pero las conquistas de Alejandro fueron todas ellas en el Oriente: no se atrevió a desafiar el poderío de la Roma republicana.
Teófilo dijo:
—Lo que quiero decir es esto. Postulo una emigración constante, en la Antigüedad, de tribus que habitaban en la costa meridional del Mar Negro, proceso que, en verdad, sólo ha cesado en los últimos uno o dos siglos. El clima era saludable, la población vigorosa y bien organizada, pero la faja de la costa, estrecha. Cada cien años más o menos, según supongo, la región se poblaba con exceso, y una u otra tribu tenía que salir necesariamente en busca de fortuna y dejar lugar para las demás. También es posible que las obligara a emigrar la presión desde el este, cuando hordas errantes provenientes de las llanuras de Asia irrumpían por las Puertas Caspianas de las montañas del Cáucaso. Algunas de esas tribus seguían la ruta hacia el sur a través del Asia Menor y se aventuraban a pasar por Siria hasta Egipto, y al respecto contamos con la autoridad de Herodoto; otras seguían la ruta hacia el oeste a través del Bósforo y Tracia hasta Grecia, Italia, Galia e incluso, como digo, España y Portugal. Algunas se abrían paso por la fuerza hacia el sudeste hasta Caldea a través de la cordillera del Tauro; otras se dirigían hacia el norte hasta la costa occidental del Mar Negro y luego seguían el Danubio hasta Istria, y continuaban su marcha a través de Europa hasta que llegaban a la punta noroccidental de Galia, desde donde, según se dice, algunas pasaron a Britania, y desde Britania a Irlanda. Llevaban consigo el sistema de fiestas.
—Vuestra teoría es muy audaz —dijo Paulo—, pero no puedo recordar ninguna tradición auténtica que la apoye.
Teófilo sonrió:
—Vuestra Excelencia es un romano auténtico: «No hay verdad a menos que la consagre una tradición.» Pues bien, decidme de qué país vino vuestro héroe Eneas.
—Era rey de Dárdano en el Bósforo antes de que se instalara en Troya.
—Está bien: Dárdano se halla a tres cuartas partes del camino que va de Roma al Mar Negro. Y decidme, ¿cuál era el inapreciable patrimonio que Eneas llevó consigo de Troya? Os ruego que me perdonéis el método dialéctico.
—Os referís sin duda al Paladión, muy docto Sócrates —respondió Paulo en irónico tono académico—, de la conservación del cual dependía en otro tiempo el destino de Troya, y ahora depende el destino de Roma.
—¿Y qué, honorable Alcibíades, es el Paladión?
—Una venerable estatua de Palas Atenea.
—Sí, pero ¿quién es ella?
—Vos sugeristeis esta mañana, durante nuestra visita a la escuela de lucha, que era originalmente una diosa del Mar como nuestra diosa local chipriota; y según los mitógrafos nació en el lago Tritón, en Libia.
—Así es. ¿Y quién o qué es Tritón, además de ser el nombre de un lago en otro tiempo extenso y que ahora se va achicando y convirtiendo en un pantano salado?
—Tritón es un dios marino con cuerpo de pez que acompaña a Poseidón, el dios del Mar, y a su esposa Anfitrite, la diosa del Mar, y hace sonar un caracol marino en su honor. Se dice que es su hijo.
—Me dais las respuestas más útiles. ¿Pero qué significa Palas?
—¿Hasta cuándo durará este interrogatorio? ¿Me enviaréis de vuelta a la escuela? Palas es uno de los títulos de Atenea. Nunca he aceptado la derivación de Platón de esa palabra de pallein, blandir. El dice, como sabéis, que se la llama Palas porque blande su egida, o escudo. Siempre hay que desconfiar de las etimologías de Platón. Lo que me deja perplejo es que Palas es un nombre de hombre, no de mujer.
—Espero poder explicar la paradoja. Pero, ante todo, ¿qué sabéis acerca de hombres llamados Palas?
—¿Palas? ¿Palas? Ha habido muchos hombres con ese nombre, desde el legendario titán Palas hasta nuestro actual y egregio secretario de Estado. El emperador hizo reír el otro día al Senado al declarar que el secretario pertenecía a la famosa familia Palas que dio su nombre al monte Palatino.
—Dudo de que esa observación fuera tan absurda como puede haber parecido. Claudio, a pesar de sus costumbres excéntricas, no es un historiador cualquiera, y como Sumo Pontífice tiene acceso a antiguos documentos religiosos que no están al alcance de los demás. Vamos, Excelencia, recorramos juntos la lista de antiguos Palas. Estaba, como decís, Palas el Titán, que era hermano de Astreo («estrellado») y de Perses («destructor») y que se casó —sea lo que fuere lo que eso significa— con el río Estigia en Arcadia. Era padre de Zelos («celo»), Cratos («fuerza»), Bía («energía») y Niké («victoria»). ¿No os da a entender eso su naturaleza mística?
—Lamento confesar que no. Compadecedme como a un romano estúpido, legalista y práctico.
—Si Vuestra Excelencia no tiene inconveniente comenzaré elogiando vuestro poema elegiaco sobre la ninfa Egeria, una copia del cual me envió recientemente desde Roma uno de nuestros amigos mutuos. Bueno, luego viene el Palas de Homero, al que llama el padre de la Luna. Y luego, otro Titán, el Palas desollado por Atenea; se dice que de este Palas tomó su nombre.
—Nunca oí esa leyenda.
—Se funda en una buena autoridad. Y a continuación viene Palas, el fundador de Pailantium en Arcadia, un hijo pelasgo de Egeo, el que dio su nombre al Mar Egeo; ahora nos interesa porque su nieto Evandro emigró a Roma sesenta años antes de la guerra de Troya y trajo consigo vuestro alfabeto sagrado. Fue él quien fundó una nueva ciudad de Pailantium en el Palatino de Roma, desde hace tiempo incorporada a la Ciudad. También introdujo el culto de Niké, Neptuno (ahora identificado con Poseidón), Pan de Licos, Deméter y Hércules. Evandro tenía un hijo llamado Palas, y dos hijas, Romé («Fuerza») y Diné («Poder»). Y casi me había olvidado de otro Palas, hermano de Egeo y Ileo, y por consiguiente tío del abuelo Palas de Evandro.
—Es una buena cosecha de Palas. Pero sigo en la oscuridad.
—No se lo censuro a Vuestra Excelencia. Y yo apenas sé dónde brilla la linterna. Pero apelo a vuestra paciencia. Decidme de qué está hecho el Paladión.
Paulo reflexionó y luego contestó:
—Soy un tanto torpe en mitología, mi querido Teófilo, pero creo recordar que está hecho con los huesos de Pélope.
Teófilo le felicitó. Y preguntó:
—¿Y quién era Pélope? ¿Qué significa su nombre?
—El otro día leía a Apolonio de Rodas. Dice que Pélope vino a Frigia desde Enete en la Paflagonia y que los paflagonios se siguen llamando pelopianos. Apolonio era conservador de la gran Biblioteca de Alejandría y su historia de la Antigüedad es tan digna de confianza como la de cualquier otro. En cuanto al nombre «Pélope», significa rostro fangoso. El cuerpo de Pélope fue servido como un guisado por Tántalo a los dioses, pero ellos descubrieron a tiempo que era una comida prohibida. Sólo había comido el hombro Deméter, según unos, y Rea, según otros, y se hizo la restitución con un hombro de marfil. Pélope volvió a la vida.
—¿Qué deducís de ese mito antropofágico?
—Nada absolutamente, salvo que, según parece, hemos seguido la pista de los dardanios de Vuelta al Mar Negro, si el Paladión sagrado estaba hecho con los huesos de su antepasado de Enete.
—Si os sugiero que Pélope y Palas son diferentes títulos de reyes de la misma dinastía griega primitiva, ¿será eso útil para Vuestra Excelencia?
—De ninguna manera. Por favor, ayudadme a salir este tremedal.
—Permitidme que os proponga un enigma: ¿Qué es lo que con rostro oscuro y un hombro de marfil corre victoriosamente río arriba como si fuera a una boda, llenó de ardor, fuerza y vigor y cuya piel vale la pena de desollar?
—Soy hábil para los enigmas, aunque torpe para los mitos. Un pez de alguna clase, supongo que la marsopa. La marsopa no es un pez ordinario, pues el macho se acopla con la hembra, ¡y qué regiamente se introduce en la desembocadura de un río desde el mar! Es pálido por debajo y oscuro por arriba y tiene un hocico romo y pardo. Y posee un fino omoplato blanco, ancho como una paleta. Y con el cuero de la marsopa se hacen los mejores zapatos que se pueden conseguir.
—No es de modo alguno un pez. Es un animal de sangre caliente, un cetáceo, una bestia marina con pulmones, no un ichtus, o sea un pez con agallas y sangre fría. A la familia de las bestias marinas pertenecen, según el sistema de Aristóteles, las ballenas, las focas, las marsopas, las oreas y los delfines. Por desgracia, en Grecia empleamos la misma palabra delphis indistintamente tanto para el delfín picudo como para la marsopa roma; y aunque la cabalgadura musical de Arión es probable que fuera un verdadero delfín, no es seguro si Delfos se llama así originalmente por el delfín o por la marsopa. «Pallas» significaba antaño en griego joven vigoroso, y supongo que se convirtió en el título regio de los reyes del Peloponeso, cuyo animal sagrado era la vigorosa marsopa, cuando la tribu de Pélope descendió a Grecia desde el Mar Negro. ¿Recordáis el muy discutido epíteto que Aplica Homero a Lecedemón: cetoessa, que literalmente significa «de la bestia marina»?
—Trataré de pensar de acuerdo con vuestro razonamiento. Al Peloponeso, por supuesto, se le llama a veces la Tierra de Poseidón, que es el dios aqueo de todos los animales y peces del mar. Arcadia es el centro del Peloponeso, y Palas, el dios animal marino, reinó allí, y también en Lacedemonia. Permitidme que resuelva esto yo mismo. Sí, Palas se casó con el río Estigia, lo que quiere decir que la marsopa sube por el Crathis hacia el Estigia en la estación de la brama. (En la desembocadura del Crathis se halla Egea —en un tiempo yo serví en esa parte de Grecia—, lo que explica la relación con Egeo. Frente a Egea, al otro lado del golfo de Corinto, se halla Delfos, consagrado a Apolo, el dios Delfín o dios Marsopa.) Posteriormente Evandro, nieto de Palas y que tenía un hijo del mismo nombre, es expulsado de Arcadia, más o menos en la época de la gran invasión aquea, y va a Roma. Allí hace una alianza con la gente de Eneas, alegando su parentesco con ella en virtud de la descendencia común de Pélope. ¿Eso es lo que os dice la fábula?
—Exactamente. Y Evandro era probablemente también un Palas, pero cambió su nombre después de matar a su padre, para despistar a las Furias vengadoras.
—Muy bien. Él introduce el culto del dios del mar Neptuno; de Niké, la hija del Palas original; y de Hércules. ¿Por qué de Hércules?
—Su vigor sexual se lo recomendaba, y era no sólo biznieto de Pélope, sino también aliado de los enetianos, los peloponesios originales.
—¿Y por qué Deméter?
—Para rescatarla de Poseidón, el dios de los aqueos, quien, según se dice, la había violado. Tal vez recordaréis que ella se alejó de él remontando el Crathis hasta el Estigia, y allí maldijo el agua. Deméter era la antigua Deo, la diosa Madre de la plantación de cebada de los arcadios danaenos. Que algunos mitógrafos la llamen Rea prueba su origen cretense. Su famosa estatua con cabeza de yegua en Figalia, junto al río Neda en la Arcadia occidental, tiene una marsopa en una mano y en la otra una paloma negra sagrada como las que emplea el oráculo del roble de Dodona.
—¿Por qué tiene cabeza de yegua?
—El caballo le estaba consagrado, y cuando los pelopianos comenzaron a casarse con los arcadios originales ello fue registrado en el mito como un casamiento de Pélope con Hipodamia, «la domadora de caballos», a la que también llaman Danais algunos mitógrafos. Y entre sus hijos se hallaban Crisipo, «Caballo de Oro», Hipalcmo («Caballo Valiente») y Nicipa («Yegua Vencedora»), nuevos nombres de clanes.
—Comprendo. No es can absurdo cómo parece. Bueno, ahora puedo completar la fábula. La diosa Madre era servida por las llamadas Hijas de Petro o Proteo[22], que vivían en una cueva de Lusi, junto a las fuentes del Estigia. Sus sacerdotisas tenían derecho a la paletilla de la marsopa sagrada en la ceremonia del sacrificio. La carne de marsopa es una comida muy buena, especialmente cuando se la acecina debidamente. Y Proteo, según Homero, se hizo pastor de Poseidón y atendía a sus animales marinos. Esto sucedió sin duda después de haber vencido Poseidón a la diosa, victoria que celebró llamándose Domador de Yeguas. Considero que Proteo es otro nombre de Palas, el animal marino; los aqueos, en efecto, esclavizaron a los pelopianos, que ahora se llamaban también danaenos, y Poseidón tomó posesión de las prerrogativas y los títulos de Palas.
—Felicito a Vuestra Excelencia. Evidentemente estáis de acuerdo conmigo en descartar como errónea la opinión de que Pélope era aqueo, a menos, tal vez, que una horda aquea anterior hubiera penetrado en Grecia muchos siglos antes con los eolios. Supongo que ese error surgió del conocimiento de que Pélope era adorado antaño en la provincia septentrional del Peloponeso llamada ahora Acaya. Pues la esclavitud de los pelopianos por los aqueos está confirmada en otro mito, un tanto frívolo: se dice que Poseidón se enamoró de Pélope, como Zeus de Ganímedes, y que se lo llevó para que fuera su copero. Neptuno, que emigró a Italia, era, convendréis en ello, también Palas, y no se le debe identificar con Poseidón como se acostumbra hacer. Pero yo supondría que Proteo es un nombre general del dios que es el hijo, el amante y la víctima de la vieja diosa Madre y asume una variedad de formas. No es solamente Palas, el animal marino, sino también Salmoneo, el rey-roble humano, Crisipo, el caballo de oro, etcétera.
—Pero ¿el Pan de Licos? ¿Qué tenía que ver con él Evandro?
—Su antepasado Pélope probablemente lo llevó desde el río Licos, que desemboca en el Mar Negro, no lejos de Enete. Era otro dios vigoroso. Recordaréis que bailó de alegría cuando a Pélope le pusieron el nuevo hombro blanco. Dicho sea de paso, ¿recordáis las diversas fábulas acerca de la ascendencia de Pan?
—La habitual lo hace hijo de la ninfa Dríope y Hermes.
—¿Qué os da a entender eso?
—Nunca he pensado en ello. «Dríope» significa pájaro carpintero como los que anidan en los robles, hacen un ruido extraordinario con el pico en las grietas de los árboles y trepan en espiral por el tronco. Tiene una lengua con púas y presagia la lluvia, como el delfín y la marsopa presagian las tormentas con sus brincos. Y la ninfa Dríope se relaciona, con el culto de Hilas, una forma frigia de Hércules que muere ceremonialmente cada año. Y Hermes es el principal dios fálico, y también el dios de la elocuencia, y sus estatuas eróticas están talladas habitualmente en roble.
—El árbol de los pastores, el árbol de Hércules, el árbol de Zeus y Júpiter. Pero Pan, como hijo de un pájaro carpintero del roble, salió de un huevo.
—Recuerdo algo al respecto. Nuestro dios Fauno latino que se identifica con Pan, el dios de los pastores, era, según se dice, un rey del Lacio que hospedó a Evandro a su llegada. Y Fauno era hijo de Pico, que es el nombre latino del pájaro carpintero. Evidentemente otra tribu pelopiana había llegado al Licio desde el Mar Negro con anterioridad a Evandro y Eneas. Fauno es adorado en sotos sagrados, donde da oráculos; principalmente por medio de voces que se oyen en el sueño mientras el visitante descansa en un vellón sagrado.
—Lo que establece la relación mítica entre Pan, el roble, el pájaro carpintero y la oveja. He leído otra leyenda acerca de su nacimiento. Se dice que era hijo de Penélope, la esposa de Ulises, y de Hermes, quien la visitó en la forma de un morueco. Un morueco, o una cabra. Esto es extraño porque tanto el Pan arcadio como su equivalente italiano Fauno tienen patas y cuerpo de cabra. Creo saber cómo sucede eso. Palas el Titán, el animal marino regio, era hijo de Crios (el morueco). Esto significa que los pobladores pelopianos provenientes de Enete hicieron una alianza con los arcadios primitivos que adoraban a Hermes el Morueco y lo reconocieron como padre de su animal marino el rey Palas. Igualmente los egeos —la tribu de la cabra— hicieron una alianza con los mismos arcadios y reconocieron a Hermes como padre de su rey Chivo, Pan, cuya madre era Amaltea y que se convirtió en Aries, la cabra del Zodíaco.
Paulo dijo, sonriendo:
—Diestramente argüido. Eso acaba con la otra leyenda escandalosa según la cual Pan era hijo de Penélope y todos su pretendientes en ausencia de Ulises.
—¿Dónde obtuvo esa versión Vuestra Excelencia? Es extraordinariamente interesante.
—No puedo recordarlo. De algún gramático. Tiene para mí poco sentido.
—Yo sabía que Pan era hijo de Penélope, pero vuestra versión mejora mucho la leyenda. Penélope, como veis, no es realmente la esposa de Ulises salvo por decirlo así; es un ave sagrada, el penelops o ánade con rayas purpúreas. Por consiguiente, como en la versión de su ascendencia relacionada con Dríope, Pan nace de un ave, lo que explica la leyenda de que estaba completamente desarrollado desde su nacimiento, como lo está un pollo cuando sale del cascarón. Ahora venguemos a los pretendientes, mediante lo que, según me temo, será un razonamiento algo largo. Doy por sentado ante todo que el Paladión está hecho con los huesos de Pélope, es decir con omóplatos de marfil de marsopas, material adecuado y duradero, y que es una estatua fálica, y no la estatua de una diosa. Fundo mi tesis en la existencia, hasta hace pocos años, de otro omóplato sagrado de Pélope en el recinto que su biznieto Hércules construyó en su honor en Olimpia. Ahora bien, según el mito, Pélope tenía solamente un omóplato sagrado, el de la derecha; sin embargo, nadie ha puesto nunca en duda la autenticidad tanto de la reliquia de Olimpia como de la del Paladión. La historia del omóplato de Olimpia es la siguiente: Durante el sitio de Troya un oráculo les dijo a los griegos que la única contramagia ofensiva para la magia defensiva del Paladión que protegía a la ciudadela de Troya era el omóplato de Pélope que una tribu de pelopianos había llevado a Pisa, en Italia. En consecuencia, Agamenón envió en busca del objeto, pero la nave que se lo llevaba naufragó en la costa de Eubea. Varias generaciones después un pescador de Eubea lo sacó con su red y reconoció lo que era, probablemente por algún dibujo grabado en él. Lo llevó a Delfos, y el oráculo délfico lo concedió a los habitantes de Olimpia, que nombraron al pescador su guardián pensionado. Si el hueso era el omóplato de una marsopa sagrada, no el omóplato de un hombre, la dificultad que crearía el hecho de que Pélope tuviera más de un omóplato derecho desaparece. Lo mismo sucede con la dificultad de creer que cuando los dioses lo hirvieron y comieron volvió a la vida, como la realidad no sea que los devotos de Deo pescaban y comían todos los años en Lusi una nueva marsopa sagrada. ¿No parece todo esto razonable?
—Mucho más razonable que la habitual leyenda fantástica, aunque no es increíble la existencia del canibalismo en la antigua Arcadia. Y que el Paladión sea una estatua fálica más bien que la de una diosa puede explicar por qué se ha hecho tanto misterio acerca de su aparición y por qué se oculta a la vista en el templo de Vesta. Sí, aunque vuestra tesis es pasmosa e incluso, a primera vista, indecente, muchas cosas la recomiendan.
—Gracias. Para continuar: ¿recordáis que dos o tres de los primeros reyes de Roma no tenían un padre conocido?
—Sí. Con frecuencia me he preguntado cómo podía ser eso.
—Recordaréis también que el reino se heredaba por la línea femenina. Un hombre era rey sólo si se casaba con una reina o si descendía de la hija de una reina. El heredero del reino, en efecto, no era el hijo del rey, sino el hijo de su hija menor o de su hermana menor, lo que explica la palabra latina nepos, que significa tanto sobrino como nieto. El foco de la vida pública era literalmente el focus, o fuego del hogar, de la casa real, atendido por las princesas de la línea real, es decir las Vírgenes Vestales. A ellas les fue entregado el Paladión para que lo custodiaran como eifátale pignus impertí, la prenda concedida por las Parcas para la permanencia de la línea real.
—Todavía lo custodian. Pero si estáis en lo cierto acerca del carácter obsceno de la estatua, es bastante extraña la elección como guardianas de las Vírgenes Vestales, ya que les está estrictamente prohibido incurrir en el comercio sexual.
Teófilo se pasó el índice por la nariz y contestó:
—Es la paradoja vulgar de las religiones que nada es nefas, ilegal, que no sea también fas, legal, en ocasiones particularmente sagradas. Entre los egipcios se mira al cerdo con aborrecimiento y se cree que su contacto mismo causa la lepra —y en verdad, el cerdo egipcio, como animal que se alimenta de carroña, merece ese aborrecimiento—, pero los egipcios de la más alta alcurnia saborean su carne en sus misterios del solsticio invernal y no temen consecuencias adversas. Se dice que los judíos hacían en otro tiempo lo mismo, si no lo hacen ahora. Igualmente, las Vírgenes Vestales no podían haber estado siempre privadas de todos los privilegios naturales de su sexo, pues ninguna religión bárbara impone la esterilidad permanente a las mujeres núbiles. Mi opinión es que en el solsticio de verano, durante la Fiesta Albana, que era la fiesta del casamiento de la reina del Roble —la encantadora ninfa Egeria de Vuestra Excelencia— con el rey del Roble del año, y ocasión para los amo ríos, promiscuos, las seis vestales, sus parientas, se «casaban» con seis de los doce compañeros del rey del Roble, que os recordarán a los doce pastores de Rómulo. Pero lo hacían silenciosamente, en la oscuridad de una cueva sagrada, para que nadie supiera con quién se acostaban, ni quién era el padre de ninguno de los niños que nacieran. Y volvían a hacer lo mismo con los otros seis compañeros en el solsticio hiemal, durante las Saturnales. Luego, si no había un hijo de la reina, se elegía como nuevo rey a un niño nacido de una vestal. Así se explica el hijo de Penélope con seis pretendientes. El dios vigoroso —llamadlo Hércules o Hermes o Pan o Palas o Pales o Mamurio o Neptuno o Príapo o como queráis— comunicaba a los jóvenes un vigor erótico cuando bailaban por primera vez alrededor de una fogata flameante presidida por su estatua obscena: el Paladión. Por eso se decía que un rey había nacido de una madre virgen, o que no tenía un padre conocido, o que era hijo del dios.
—Esa opinión es todavía más asombrosa que la otra —protestó Paulo— y no veo que tengáis prueba alguna de ella, o que podáis explicar cómo las vestales dejaron de ser ninfas del amor y se convirtieron en las solteronas estériles que son ahora.
—La cesación de las orgías de amor regias —replicó Teófilo— sigue lógicamente en el curso histórico de que hablamos ayer: la extensión de la dignidad real en la antigüedad de un año a cuatro años, de cuatro a ocho, de ocho a diecinueve, hasta que finalmente se hizo vitalicia. Aunque las orgías de amor populares podían continuar —y en Roma continúan todavía— realizándose en el solsticio de verano y al final del año, dejaron de tener significado como ocasiones para engendrar nuevos reyes. Como sabemos, con frecuencia nacen niños como consecuencia de esas uniones festivas y se les considera afortunados y se les legitima jubilosamente, pero no tienen derecho a la dignidad real porque sus madres ya no son princesas como anteriormente. Parece haber sido el rey Tarquino el Mayor el primero que prescribió para las vestales lo que equivale a la virginidad perpetua, con el propósito de impedir que engendraran pretendientes al trono. Fue ciertamente él quien impuso el entierro en vida como castigo para la vestal que violara la regla; pero ni siquiera ahora es perpetua la virginidad prescrita, pues, según tengo entendido, al cabo de treinta años una virgen vestal puede desconsagrarse si lo desea y casarse.
—Eso sucede muy raras veces. Al cabo de treinta años de soltería ilustre le es difícil a una mujer conseguir un marido que valga la pena, y no tarda en hastiarle el mundo y habitualmente muere de remordimiento.
—En cuanto a la prueba de que a las vírgenes se les permitía en otro tiempo deleites eróticos ocasionales diré esto: en primer lugar, cuando el Sumo Pontífice iniciaba a la novicia en nombre del dios la llamaba «Amata», amada, y le entregaba una cofia orlada con púrpura pura[23], una venda de lana blanca y una vestimenta de lino blanco, que eran los atavíos de boda regios de la novia del dios. En segundo lugar, sabemos que Silvia, la madre de Rómulo y Remo, era una virgen vestal de Alba Longa e inesperadamente se convirtió en la novia de Mamurio o Marte, entonces un dios pastor de rostro rojo y erótico; y no fue enterrada viva como lo sería ahora una vestal si quedase embarazada, aunque alegase que la había violado un dios.
—En todo caso, ahogaron a Silvia en el río Anio.
—Sólo figuradamente, creo. Después del nacimiento de sus mellizos, a los que dejó en el arca de mimbre y juncos, y abandonó a merced de las olas, lo que es común en los mitos de natividad de esta clase, tomó el mismo baño bautismal para renovar su virginidad que la sacerdotisa de Afrodita toma anualmente aquí, en Pafos[24], en el mar azul, y la ninfa Dríope en su fuente de Pegea.
—La relación entre Roma y Arcadia es, lo admito; muy íntima. El dios pastor envía un lobo, lycos, para que alarme a Silvia y luego la viola en una cueva. Y cuando nacen los mellizos, un lobo y un pájaro carpintero les llevan alimento. Dicho sea de paso, ¿podéis explicar cómo Pan llega a tener un lobo a su servicio siendo un dios de los pastores?
—Era probablemente una persona convertida en lobo. Según la teoría religiosa arcadia, un hombre es enviado como mensajero a los lobos. Se convierte en lobo durante ocho años y persuade a las manadas de lobos para que dejen en paz a los rebaños y a los niños de los hombres durante ese tiempo. El arcadio Licaón inició la práctica, según dicen, y es probable que vuestra antigua corporación de sacerdotes lupercales proveyera originalmente a Roma con sus hombres transformados en lobos. Pero volvamos a hablar de Silvia. El dios no sólo la violó en una cueva oscura sombreada por un soto sagrado, sino que además aprovechó un eclipse total de sol. Supongo que ocultaba su verdadera forma, que era la de un animal marino.
—Parece que habéis resuelto todo el asunto. Tal vez podáis explicar también por qué a la vestal le cortan el cabello cuando se casa y no le permiten que se lo deje crecer.
—Debió de ser una reglamentación prudente del rey Tarquino. Las mujeres que tienen el cabello cortado no pueden hacer hechizos mágicos. Sin duda temía que se vengaran de él por su severidad con ellas. Las vírgenes vestales estaban en esa época a cargo del Rey únicamente. Era él, y no el Sumo Pontífice, quien poseía el privilegio de azotar a cualquier vestal que dejara apagar el fuego sagrado, y de azotar hasta la muerte a la vestal que tomara un amante particular.
—¿Y podéis decirme también por qué emplean agua de manantial mezclada con salmuera en polvo y purificada en sus sacrificios?
—Decidme antes cuáles son las propiedades medicinales del agua mezclada con salmuera.
—Es un emético y un purgante fuerte.
—¿Apropiado para preparar a las celebrantes para las fiestas del solsticio estival y del hiemal? No había pensado en ese uso suplementario. Lo que sugiero es que cuando los doce pastores jóvenes —los sacerdotes danzantes de Mamurio o Palas— bailaban su danza orgiástica una hora tras otra alrededor de las fogatas llameantes tenían que sudar terriblemente y estar a punto de desmayarse.
—Comprendo lo que queréis decir. En los campos donde se recoge la cosecha los campesinos se refrescan siempre con agua salada con preferencia al agua dulce; restaura la sal que han perdido sudando. El agua salada que empleaban las vestales en la orgía del solsticio estival sin duda restauraba el vigor de los pastores como un hechizo. Otra pregunta, para vengarme de todas las que me habéis hecho: ¿cómo llegó Tritón a ser hijo de Poseidón?
—De la misma manera que Proteo llegó a ser su pastor. Originalmente Poseidón nada tenía que ver con el mar. La marsopa del Crathis, el delfín de Delfos y la foca fociana pertenecen todos ellos a la civilización anterior. Poseidón se los apropió cuando se apoderó del Peloponeso y de las costas opuestas del golfo de Corinto y se casó con la diosa del mar Anfitrite. Tritón debía de ser hijo de ella, probablemente con Hermes; tal vez gobernó en «Lacedemonia del animal marino». En todo caso, Poseidón se convierte en su padre adoptivo al casarse con la diosa del mar Anfitrite. Considero que éste es uno de los títulos originales de Atenea. (Dicho sea de paso, el antiguo dios Foca, Foceo, que dio su nombre a la Fócida, era hijo de Ornitión, que significa Hijo del Pollo, y supongo que el pollo es otra vez Pan, que fue empollado en un huevo de pájaro carpintero o de pato penélope.) De una cosa estoy seguro: a menos que reconozcamos que Tritón, Palas y Pélope eran originalmente un animal marino encamado en una dinastía de reyes antiguos, no podremos encontrar sentido alguno en las leyendas de héroes que liberaban a doncellas de animales marinos. Los héroes son príncipes que desafían al combate al rey animal marino, lo matan, se casan con la heredera real, a la que él había puesto bajo estrecha sujeción, y reinan en sil lugar en virtud de su casamiento. La heredera real es su hija, pero ella es también una encarnación de la Luna; lo que explica por qué el Palas de Homero era padre de la Luna. Se encuentra la misma leyenda en el casamiento de Peleo con la diosa del mar Tetis después de matar él a Foco, el-rey foca de Egina. Peleo significa «el fangoso» y puede ser una forma variante de Pélope, como lo es ciertamente Pelias, el nombre del rey cuyo territorio se anexó Peleo. Había un animal marino en Troya; Hércules, en compañía de ese mismo Peleo, lo mató y liberó a la princesa Hesione, y se hizo dueño de la dudad. Y claramente las numerosas leyendas de príncipes salvados de ahogarse por delfines indican pinturas sagradas de esos príncipes cabalgando en delfines en prueba de soberanía. Arión, Icadio, Enalo…
—Teseo, por supuesto…
—Y también Cerano, Taras y Falanto. El vulgo prefiere siempre la anécdota, por improbable que sea, al mito, por sencillo que sea; ven a un príncipe representado a horcajadas en un delfín, lo toman como una realidad literal y se sienten obligados a explicar esa extraña elección de cabalgadura.
—Pero lo que os comprometisteis a explicar al comienzo de esta conversación y no habéis explicado todavía es por qué la diosa Atenea tiene un nombre masculino como su título principal.
—Es que se ha hecho andrógina; hay muchas deidades así. Por ejemplo, Sin, la divinidad Luna de los semitas, y la fenicia Baalith, y la persa Mitra. Al principio es adorada la diosa y es omnipotente; poco después adquiere un dios un poder igual al de ella, y, o bien se hacen mellizos, como sucedió cuando Artemisa accedió a compartir Delos con el Apolo de Tempe, o bien se unen en un solo ser bisexual. Así el himno órfico celebra a Zeus como Padre y como Virgen Eterna. Vuestro Júpiter pertenece a la misma tradición hermafrodita.
—¿Nuestro Júpiter? Me sorprendéis.
—Sí. ¿No conocéis el dístico que escribió Quinto Valerio Sorano, a quien Craso elogió como el más culto de todos los que llevaban la toga? ¿No? Dice así:
Juppiter Omnipotens, rerum regum-que repertor. |
Progenitor genetrix-que Deum, Deus unus et idem. |
[Todos los reyes, todas las cosas, provienen de Jove el Omnipotente, madre y progenitor de los dioses, pero el único y el mismo Dios.]
Y Varrón, su rival en erudición, refiriéndose a la Trinidad Capitolina convenía en que juntas forman un solo dios: Juno, que es la naturaleza como materia; Júpiter, que es la naturaleza como impulso creador; y Minerva, que es la naturaleza como la inteligencia que dirige el impulso creador. Minerva, como sabéis, maneja con frecuencia los rayos de Júpiter; por consiguiente, si Júpiter es la Virgen Eterna, Minerva es igualmente el Padre Eterno. Y volvemos a lo mismo: a Minerva se la identifica universalmente con Palas Atenea, que es la Diosa de la Sabiduría. Atenea es respecto de Palas lo que Minerva respecto de Júpiter: su mejor mitad.
—Esas diversas diosas se confunden en mi mente. ¿Son todas ellas la misma persona?
—Originalmente, sí. Es la más antigua de todos los dioses. Quizá su forma más arcaica sea la diosa Libia. Si habéis leído recientemente a Apolonio recordaréis que se le apareció a Jasón junto al lago Tritón en tríada y con pieles de cabra.
—Una deidad bisexual permanece naturalmente casta, o al menos así juzgo por el caso de Minerva —comentó Paulo.
—Casta como un pez.
—Pero al principio Júpiter era tan incasto como un animal marino.
—Minerva lo reformó.
—Me figuro que por eso dicen que ella es su hija. Mi hija Sergia me reformó. Todas las hijas reforman a sus padres. O tratan de hacerlo. Yo era un animal marino saltarín cuando era joven.
—Lo mismo era Apolo antes que su hermana Artemisa lo reformase; en un tiempo fue un delfín sensual. Pero ahora tiene castos peces sagrados en sus templos de Mira y Hierápolis.
—Eso me recuerda algo acerca de lo cual deseo ansiosamente que me informen: ¿qué sabéis de los animales marinos y los peces en la religión judía? Tengo entendido que habéis leído sus libros sagrados con alguna atención.
—No recientemente. Pero recuerdo que hay una prohibición parcial de los peces en la Torá o Ley judía, lo que indica la influencia egipcia. Pero no de los peces con escamas, sino sólo de los que no las tienen, y eso indicaría que en otro tiempo veneraban a los animales marinos como la marsopa y el delfín. Además, su Arca sagrada, ahora perdida, estaba cubierta con pieles de animales marinos, lo que es importante. Los judíos fueron en un tiempo tributarios de los filisteos, cuyo dios era un animal marino de muchos cambios de forma llamado Dagón. Los filisteos eran originalmente inmigrantes de raza cretense a pesar de su lenguaje semítico. Tal como recuerda la leyenda, los filisteos vencieron a los judíos y colocaron el Arca en el templo de Dagón ante su estatua fálica, pero el dios encerrado en el Arca luchó con Dagón y despedazó su estatua. Sí, y el héroe legendario que condujo a los judíos a Judea se llamaba Josué, hijo del Pez.
—¡Ajá! Eso es exactamente lo que deseaba saber. El otro día sucedió algo curioso. Recibí un informe escrito anunciándome que un judío llamado Barnabas predicaba alguna nueva doctrina mística en una sinagoga judía situada en el otro extremo de la isla; mi informante, un griego sirio de Antioquía con madre judía, decía que esa doctrina pone en peligro la paz de la isla. Mandé en busca de Barnabas y del otro, y escuché lo que tenían que decir ambos. He olvidado su nombre original, pero se ha hecho ciudadano romano y me pidió permiso para llamarse Paulo, a lo que tuve la debilidad de acceder. No me referiré a los detalles del caso; bastará con decir que Barnabas predicaba un nuevo semidiós, por lo que pude colegir una reciente reencarnación de ese heroico Josué. No sabía hasta que acabáis de decirlo que Josué era hijo del Pez; tal vez eso explique el misterio. En todo caso, mi secretario oriental, un hombrecito inofensivo llamado Manahem, se puso de parte de Barnabas acaloradamente, acaso demasiado acaloradamente, y envió al otro individuo a paseo con una ferocidad de la que nunca le habría creído capaz.
—Conozco a Manahem; fue a veros desde la corte de Antipas de Galilea. ¿No es así?
—Así es. Ahora está con licencia en Alejandría. Pues bien, cuando quedó el caso resuelto y a Barnabas y el otro se les hizo salir de la isla con la advertencia de que no debían volver, llamé a Manahem a mi habitación privada y le recriminé. No soy naturalmente observador, pero una larga experiencia como magistrado me ha enseñado a utilizar mis ojos en el tribunal y capté una seña subrepticia de Manahem a Barnabas indicándole que dejase el caso en sus manos. Hacía una señal secreta con el pie, el contorno de un pez trazado en el suelo. Di a Manahem el mayor susto de su vida: le amenacé con someterlo a la tortura si no me explicaba qué significaba ese pez. Confesó inmediatamente y me suplicó que le perdonara. La señal del pez, según parece, es la contraseña de la sociedad de Barnabas, la que cultiva una especie de pacifismo universal bajo la dirección de un semidiós llamado Jeshua —Jesús en griego— que tiene el título de El Ungido. La contraseña es para que la empleen los judíos de habla griega y significa, según dice Manahem, Iesus Christos Theos, que son, por supuesto, las primeras letras de ichtus, pez. Pero creo que hay en ello algo más que eso.
—He oído hablar dé esa sociedad. Celebran semanalmente una fiesta del amor con peces, vino y pan, pero tienden al ascetismo pitagórico. Podéis estar seguro de que el pez Jeshua es de los castos. El Jeshua que fundó esa secta fue ejecutado durante el reinado de Tiberio, y, cosa curiosa, su madre era una virgen del Templo de Jerusalén. Y hubo un misterio acerca de su nacimiento.
—Sí, Manahem lo reveló bajo juramento de secreto. Estáis en lo cierto respecto de la castidad de ese Dios. La religión erótica está pasando de moda en todas partes. Es incompatible con la estabilidad social moderna, excepto, por supuesto, entre los campesinos. Sabed, Teófilo, que en mi mente surge una imagen, casi una visión. Veo a la vírgenes vestales vestidas de blanco en los terrenos de su templo elevando pequeñas plegarias al casto Júpiter, Padre y Virgen, al que sirven. Las veo dando vueltas devotamente alrededor del estanque del pez, donde también da vueltas místicamente el pez sagrado, el pez de rostro frío y pálido tan casto como ellas…
Teófilo le interrumpió:
—Que era moreno y ardiente en la época de Sihia.
—Y en su estanque se ahogan todos los deseos no expresados —convino Paulo.
* * *
Teófilo se equivocaba al sugerir que el héroe libera a la virgen encadenada de un animal marino macho. El animal marino es hembra —la diosa Tiamat o Rahab— y el dios Bel o Marduk que la hiere mortalmente y usurpa su autoridad la había encadenado él mismo en forma femenina a la roca para impedir que hiciera daño. Cuando el mito llega a Grecia, Belerofonte y Hércules son representados más caballerosamente como liberándola del monstruo. Se ha sugerido que en el icono original las cadenas de la diosa eran en realidad collares, brazaletes y ajorcas, y que el animal marino era su emanación.