Puesto que los Siete Pilares de la Sabiduría son identificados por los místicos hebreos con los siete días de la Creación y con los siete días de la semana, uno sospecha que el sistema astrológico que vincula cada día de la semana con uno de los cuerpos celestes tiene una contraparte arbórea. El sistema astrológico es tan antiguo, general y consecuente en sus valores que vale la pena de examinar sus diversas formas. Su origen es probablemente, pero no necesariamente, babilónico. La segunda lista que se publica aquí es la de los sabeos de Harran, que tomaron parte en la invasión del norte de Siria por la gente del mar hacia 1200 a. de C.; establece la relación entre la lista babilónica y la occidental.
Planeta | Babilónico | Sabeo | Latín | Francés | Alemán | Inglés |
Sol | Samas | Samas | Sol | Dominus | Sun | Sun |
Luna | Sin | Sin | Luna | Luna | Moon | Moon |
Marte | Nergal | Nergal | Mars | Mars | Zivis | Zio |
Mercurio | Nabu | Nabu | Mercurius | Mercurius | Wotan | Woden |
Júpiter | Marduk | Bel | Juppiter | Juppiter | Thor | Thor |
Venus | Ishtar | Beltis | Venus | Venus | Freia | Frígg |
Saturno | Ninib | Cronos | Saturnus | Saturn | Saturn | Saturn |
En la lista de Aristóteles el planeta del miércoles es atribuido alternativamente a Hermes o Apolo, pues para entonces Apolo había superado a Hermes en su reputación de sabiduría; el del martes alternativamente a Hércules o Ares (Marte), pues Hércules era un dios de mejor agüero que Ares; el del viernes alternativamente a Afrodita o Hera, pues Hera coincidía más estrechamente que Afrodita con Ishtar, la Reina del Cielo babilónica.
Los siete árboles sagrados del soto irlandés eran, como ya se ha dicho: el abedul, el sauce, el acebo, el avellano, el roble, el manzano y el aliso. Está serie también se aplica bien a los días de la semana, pues podemos asignar confiadamente el aliso a Saturno (Bran); el manzano a la diosa del amor, Venus o Freia; el roble al dios del rayo, Júpiter o Thor; el sauce a la Luna, Circe o Hécate; el acebo a Marte, el dios de la guerra de rostro de color escarlata; y el abedul comienza naturalmente la semana igual que inicia el año solar[1]. Uno esperaría que el árbol del miércoles, consagrado al Dios de la Elocuencia, sería el fresno de Woden, pero para los irlandeses de la Antigüedad el árbol de la elocuencia y la sabiduría era el avellano y no el fresno, pues el dios belga Odin o Woden era un recién llegado a Irlanda. En consecuencia, estos son los siete árboles, con sus planetas, días y letras:
Sol | Domingo | Abedul | B |
Luna | Lunes | Sauce | S |
Marte | Martes | Acebo | T |
Mercurio | Miércoles | Avellano | C |
(o fresno) | |||
Júpiter | Jueves | Roble | D |
Venus | Viernes | Manzano | Q |
Saturno | Sábado | Aliso | F |
Es fácil reconstruir la fórmula apropiada en el latín clásico para la dedicación diaria del corazón del devoto al Señor de los cielos:
Benignissime, Solo Tibi Cordis Devotionem Quotidianam Facio.
(Benignísimo, a ti sólo dedico diariamente mi corazón.)
Y los griegos, que habían perdido sus Q (Koppa) y F (Digamma), tenían que contentarse con una segunda C (Kappa) y una Ph (Phi):
Beltiste Soi Tēn Cardiān Didōmi Cathēmeriōs Phylaxomenēn
(El Mejor, rodos los días pongo mi corazón a tu cargo.)
Por consiguiente, la respuesta poética a la pregunta poética de Job: «¿Dónde se encontrará la sabiduría y dónde está el lugar de la comprensión?», respuesta que su respeto por Jehová el sapientísimo le impedía enfrentar es: «Debajo de un manzano, mediante la pura meditación, en la tarde de un viernes, en la estación de las manzanas, cuando hay luna llena». Pero el descubridor será el niño del miércoles.
Al soto sagrado se refiere tal vez Ezequiel, XLVII (pasaje citado en la Epístola gnóstica a Barnabas, XI, 10). Ezequiel ve en una visión las aguas santas de un río fluyendo hacia el este desde el umbral de la Casa de Dios, llenas de peces, y a ambos lados del río árboles «cuyas hojas no caerán y cuyo fruto no faltará. Todos los meses madurarán sus frutos, por salir sus aguas del santuario, y serán comestibles, y sus hojas medicinales. Éstas son las fronteras de la tierra que distribuiréis a las doce tribus de Israel: a José una parte doble». La referencia a trece tribus en Barnabas, y no a doce, y a los «meses» de los años indica que se empleaba el mismo calendario. Además, el tema del corzo y el manzano aparece en el Cantar de los Cantares.
El Cantar de los Cantares, aunque aparentemente no es más que una colección de canciones de amor populares, fue interpretado oficialmente por los sabios fariseos de la época de Jesús como la esencia mística de la sabiduría del rey Salomón, y como relativo al amor de Jehová por Israel, que es por lo que en la Biblia anglicana se interpreta como «el amor de Cristo por su Iglesia». El hecho es que originalmente celebraba los misterios de un casamiento sagrado anual de Salmaah, el rey del año, con la Reina Flor, y su influencia helenista es patente.
El segundo capítulo del Cantar de los Cantares dice:
Yo soy un narciso de Sarón, una azucena de los valles.
Como lirio entre los cardos es mi amada entre las doncellas.
Como manzano entre los árboles silvestres es mi amado entre los mancebos.
A su sombra anhelo sentarme y su fruto es dulce a mi paladar.
Me ha llevado a la sala del festín y la bandera que contra mí alzó es bandera de amor.
Confortadme con pasas, reanimadme con manzanas, que desfallezco de amor.
Reposa su izquierda bajo mi cabeza y con su diestra me abraza amoroso.
Os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas y las ciervas montesas, que no despertéis ni inquietéis a la amada hasta que ella, quiera.
¡La voz de mi amado! Vedle que llega, saltando por los montes, triscando por los collados.
Es mi amado como la gacela o el cervatillo…
Mi amado es para mí y yo soy para él. Pastorea entre azucenas.
Las «azucenas» son las anémonas rojas que nacieron de las gotas de sangre que cayeron del costado de Adonis cuando lo mató el jabalí. La manzana es la manzana sidonia (es decir, cretense), o membrillo, consagrada a Afrodita, la diosa del amor, y que los cretenses cultivaron por primera vez en Europa. La verdadera manzana no era conocida en Palestina en los tiempos bíblicos y sólo recientemente se han introducido allí variedades que dan un fruto comerciable. Pero en la Antigüedad la manzana silvestre se daba en las costas meridionales del Mar Negro, de donde provenían los otros árboles de la serie, y todavía forma ocasionalmente pequeños bosques en los alrededores de Trebisonda. También se daba en Macedonia —la morada original de las Musas— y en Eubea, donde Hércules recibió las vestiduras que lo enloquecieron y llevaron a la pira en el monte Eta; pero en ambos casos puede haber habido una importación anterior.
Parece haber una estrecha relación entre el calendario de árboles y el ritual de la Fiesta de los Tabernáculos que se realizaba en Jerusalén y que ya mencionamos en relación con el sauce y el aliso. Los adoradores llevaban en la mano derecha un ethrog, una clase de cidro, y en la izquierda un lulab, un tirso, compuesto con ramas de palmera, sauce y mirto entrelazadas. El ethrog no era el fruto original, pues había sido llevado de la India después del Cautiverio, y se cree que reemplazó al membrillo a causa de las connotaciones eróticas de éste. En la reforma religiosa que se produjo durante el Destierro los judíos rompieron todo lo posible los lazos que les unían con la religión orgiástica. Los hebreos se hicieron cargo del ritual de los Tabernáculos juntamente con otros ritos en honor de la diosa Luna, y las disposiciones para su observancia fueron atribuidas a Moisés, como parte de la gran revisión de la Ley atribuida al rey Josué, pero probablemente realizada durante el Destierro. Ya he mencionado a la desdeñosa Haggadah sobre el sauce; el significado del mirto también cambió, pasando de la sombra de la muerte a la grata sombra del verano, basándose en la autoridad de Isaías, quien había elogiado ese árbol (Isaías, XLI, 19; LV, 13).
La fiesta comenzaba en la primera luna nueva del año y en la estación del membrillo. Tanto el sauce como el manzano tienen el 5 —el número especialmente consagrado a la diosa Luna— como número de las rayas de sus letras en el alfabeto de los dedos. El mirto no aparece en el Beth-Luis-Nion, pero muy bien puede ser el equivalente griego de la restante consonante de ese alfabeto que tiene 5 rayas: el saúco. El mirto estaba consagrado a la diosa del Amor, Afrodita, en todo el Mediterráneo, en parte porque crece mejor en las cercanías de la costa marítima, y en parte a causa de su fragancia; sin embargo, era el árbol de la muerte. Mirto, Mirtea o Mirtoesa era un título de esa diosa y las ilustraciones en que aparece sentada con Adonis a la sombra del mirto fueron mal interpretadas deliberadamente por los poetas clásicos. Ella no lo cortejaba vulgarmente como ellos pretendían, sino que le prometía la vida en la muerte, pues el mirto está siempre verde y era una prenda de la resurrección del rey difunto del año. El mirto se relaciona en el mito griego con la muerte de los reyes: Mirtilo, hijo de Hermes (Mercurio), que era el auriga de Enomao, el rey de la Elida, quitó las pezoneras de las ruedas del carro de su amo y así causó su muerte. El ingrato Pélope, que se casó luego con la viuda de Enomao, arrojó a Mirtilo al mar. Mirtilo maldijo la casa de Pélope, con su último aliento y en adelante todos los monarcas pelópidas fueron perseguidos por su espectro. La «rueda» era la vida del Rey; R, la última consonante del alfabeto, «saca la pezonera» en el último mes de su reinado. La dinastía de Pélope obtuvo el trono de la Elida, pero todos sus sucesores igualmente encontraron su fin en el mes R. (Mirtilo se convirtió en la constelación septentrional Auriga.) El mirto se parece al saúco en las cualidades medicinales atribuidas a sus hojas y bayas; las bayas maduran en diciembre, el mes R. Los emigrantes griegos llevaban ramas de mirto cuando se proponían fundar una nueva colonia, como para decir: «El viejo ciclo ha terminado; esperamos iniciar uno nuevo con el favor de la diosa del Amor, que gobierna el mar».
El tirso se componía de tres árboles, cada uno de los cuales representaba una serie de cinco letras del calendario, o sea una tercera parte del año; además de la palmera, que representaba el día (o período de cinco días) sobrante en el que nacía el dios Sol. El número quince tenía, por consiguiente, una importancia fundamental en el festival: los levitas cantaban los quince Cánticos de la Ascensión (atribuidos al rey David) mientras subían por los quince escalones que llevaban del Patio de las Mujeres al Patio de Israel. El número figura también en la arquitectura de la «casa del Bosque del Líbano» de Salomón, que tenía más de dos veces el tamaño de la Casa del Señor. Estaba construida sobre tres hileras de pilares de cedro, quince en cada hilera, y tenía 50 codos de longitud por 30 de altura y anchura, con un pórtico adosado de 30 codos de anchura, 50 de longitud y una altura no citada, probablemente de 10 codos.
El canon hebreo de los árboles de la semana, los Siete Pilares de la Sabiduría, no es difícil de establecer. El sustituto más probable del abedul, que no era un árbol palestino, es el retem, o retama silvestre, que era el árbol bajo el cual el profeta Elías descansó en el monte Horeb («la montaña del calor resplandeciente») y parece haber estado consagrado al Sol. Como el abedul, era utilizado como una escoba para expulsar a los demonios. El sauce sigue siendo el mismo. Al acebo sustituye la coscoja, ya mencionada en el capítulo X como el árbol del que los antiguos obtenían su tinte escarlata regio. Esta atribución de la coscoja a Nergal o Marte es confirmada por un pasaje característico de La Rama Dorada de Frazer:
Los paganos de Harrán ofrecían al sol, la luna y los planetas víctimas humanas que eran elegidas por su supuesto parecido con los cuerpos celestes a los que eran sacrificadas; por ejemplo, los sacerdotes, vestidos de rojo y untados con sangre, ofrecían un hombre pelirrojo y de mejillas rojas al «planeta rojo Marte» en un templo pintado de rojo y tapizado con colgaduras rojas.
El sustituto del avellano era el almendro; éste era el árbol del que Aarón tomó su vara mágica, y la Menorah, el candelabro de siete brazos del Templo Santuario de Jerusalén, tenía sus pantallas en forma de almendras y representaba la vara de Aarón cuando florecía. Fue esta vara de almendro la que Jehová mostró a Jeremías (Jeremías I, 11) como prueba de que le concedía la sabiduría profética. Los brazos representaban a los siete cuerpos celestes de la semana, y el central era el cuarto, o sea el dedicado a la Sabiduría, el cual da su nombre a todos los demás; ese brazo era el eje del candelabro. Al roble sustituyó el terebinto consagrado a Abrahán. Al manzano, el membrillo. Al aliso, pues sabemos que estaba excluido del culto del Templo, el granado, que proporciona un unte rojo como el aliso. El granado era el árbol sagrado de Saúl, y estaba consagrado a Rimmon, un nombre de Adonis, de cuya sangre brotó, según se dice. Además, la víctima pascual espetada tradicionalmente en madera de granado. La granada era la única fruta que se permitía llevar al interior del Sanctasanctórum, y cosían granadas en miniatura en la vestimenta del Sumo Sacerdote cuando hacía su entrada anual. Como el séptimo día estaba consagrado a Jehová y Jehová era una forma de Bran, Saturno o Ninib[2], todo señala al granado como el árbol del séptimo día. Así:
Sol | — | Retama |
Luna | — | Sauce |
Marte | — | Coscoja |
Mercurio | — | Almendro |
Júpiter | — | Terebinto |
Venus | — | Membrillo |
Saturno | — | Granado |
Aquí el único árbol dudoso es la retama, o su equivalente irlandés, el abedul. Los siete árboles del soto irlandés pertenecen a los meses de verano, con excepción de B, el abedul, que ha ocupado el lugar de H, el espino, y al parecer se le ha elegido porque es la primera letra de la primera serie de cinco árboles, así como H es la segunda. Pero, como se verá en el siguiente capítulo, se utilizó la B como el monograma equivalente a H no sólo en la Fábula 271 de Higinio, sino también en una inscripción Ogham del siglo III en la Piedra de Callen. Parece, pues, que la letra original del domingo no era la B sino la H, el árbol hebreo de la cual, correspondiente al espino, era el sant, o acacia silvestre, la de flores doradas y espinas agudas, más conocida por los lectores de la Biblia como madera de «shittim», es decir de Chipre. Con su madera impermeable se construyeron las arcas del héroe solar Osiris y sus equivalentes Noé y el armenio Xisuthros, así como el Arca de la Alianza, las medidas de la cual prueban que estaba consagrada al Sol. Es el árbol huésped de la planta lorantácea parecida al muérdago, la «zarza ardiente» oracular de Jehová y la fuente del maná.
El empleo de H como letra del domingo explica el relato enigmático de Lucano acerca del soto sagrado de Marsella que Julio César taló porque impedía la fortificación de la ciudad. Marsella era una ciudad griega, un centro pitagórico, y César tuvo que manejar personalmente un hacha para talar uno de los robles antes que pudiera persuadir a los demás de que emprendieran la tarea de profanación. El soto, según Lucano, se componía de acebos, robles, dodoneos y alisos: T, D y F. No menciona ninguno de los otros árboles, con excepción del ciprés, que los marselleses habían llevado de su estado paterno Fócida, donde estaba consagrado a Artemisa. Uno no habría esperado la presencia del ciprés en el soto, pero en otras partes de Grecia, sobre todo en Corinto y Mesenia, estaba consagrado a Artemisa Cranaé o Carnasia; lo que lo hace un árbol H, un sustituto siempre verde del espino consagrado también a Cranaé o Carnea. Por tanto, como árbol del domingo, que sucedía al aliso del sábado, simbolizaba la resurrección en los misterios órficos, la huida del héroe solar de la isla rodeada de alisos de Calipso, y quedó adscrito al culto del Hércules Celestial. El ciprés sigue siendo el principal símbolo de la resurrección en los cementerios de la región del Mediterráneo[3].
Hay una clara correspondencia entre este canon y el de los siete días de la creación, tal como aparecen caracterizados en el primer capítulo del Génesis.
Sol | Luz |
Luna | División de las aguas |
Marte | Tierra seca, pastos y árboles |
Mercurio | Cuerpos celestes y estaciones |
Júpiter | Animales marinos y aves |
Venus | Animales terrestres, el hombre y la mujer |
Saturno | Descanso |
La aparente falta de lógica de la creación de la luz, e inclusive de los pastos y árboles, antes de la de los cuerpos celestes y estaciones —aunque el señor Ernst Schiff ha sugerido ingeniosamente que los cuerpos celestes no fueron visibles hasta el cuarto día a causa de la «bruma húmeda» mencionada en el versículo 9 de la historia de la creación, y por consiguiente, no estaban creados en el sentido de que no se los veía— es explicada por los poderes propios de los dioses que rigen los días planetarios de la semana. El dios Sol rige la luz, la Luna el agua, Marte los pastos y los árboles, y Mercurio es el dios de la astronomía. Evidentemente, la leyenda del Génesis es posterior a la composición del canon de los planetas, los días y los dioses. La colocación de los animales marinos y las aves en el quinto día es natural, porque el dios del culto del roble o del terebinto es, en general, el hijo de una diosa del mar a la que están consagradas la paloma, el águila y todas las otras aves, y ella misma adopta la forma de un animal marino. La orden dada al hombre y a la mujer para que copularan y produjeran su prole, como las criaturas a las que dominaban, es apropiada para el día de Venus. La grata pereza de Saturno —en cuya edad de oro, según los poetas clásicos, los hombres comían miel y bellotas en un Paraíso Terrenal y no se molestaban en cultivar la tierra, ni siquiera en cazar, pues la tierra producía generosamente abundancia de alimentos— explica el séptimo día como el del descanso. La profecía apocalíptica judía (que Jesús tomó literalmente) del Reino Celestial de Jehová se refería a una restauración de esa edad de oro si el hombre dejaba de atarearse con guerras y trabajos, pues Jehová necesitó el descanso en el séptimo día. Como ya se ha dicho, la situación geográfica del anterior Paraíso Terrenal se atribuía a diversos lugares. Los babilonios lo situaban en el delta del Éufrates, los griegos en Creta y los hebreos anteriores al destierro en Hebrón, en la Judea meridional.
Tiene la máxima importancia teológica que Jehová se anunciara personalmente a Moisés como «Yo soy el que soy» o, más literalmente, «Yo soy quienquiera que desee ser», desde una acacia y no desde cualquier otro árbol, porque eso constituía una definición de su divinidad. Si se hubiera anunciado desde el terebinto, como había hecho el Jehová anterior en Hebrón, se habría revelado como Bel, o Marduk, el dios del jueves y del séptimo mes, el Júpiter arameo, el Apolo peonio. Pero desde la acacia, el árbol del primer día de la semana, se reveló como el dios de la Menorah, el Dios Celestial Trascendental, el Dios que poco después dijo: «No tendrás más dioses que yo, pues yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso». La acacia es, en verdad, un árbol espinoso, celoso, autosuficiente, que necesita muy poca agua y, como el fresno de Odin, estrangula con sus raíces a todos los otros árboles que crecen cerca de el Uath, el mes dedicado a la acacia, era el mes en que se realizaba la feria anual de Hebrón, y tan sagrado (como se ha dicho en el capítulo X) que durante él estaban prohibidos todo comercio sexual y el embellecimiento de uno mismo; era el mes de la purificación anual de los templos en Grecia, Italia y el Cercano Oriente.
Las todavía no terminadas Eras del Mundo, que Gwion cita tomándolas de Nenio, se basan en el mismo canon planetario:
(DOMINGO) | «La primera Era del Mundo se extiende desde Adán hasta Noé.» |
Los de Adán fueron los primeros ojos humanos que vieron la luz del sol, o la Gloria de Dios. El domingo es el día de la luz. | |
(LUNES) | «La segunda Era se extiende desde Noé hasta Abrahán.» |
La Era de Noé fue impuesta por el Diluvio. El lunes es el día del agua. | |
(MARTES) | «La tercera Era se extiende desde Abrahán hasta David.» |
Abrahán era famoso por sus manadas y rebaños y porque la fértil Tierra de Canaán había sido prometida a sus descendientes. El martes es el día de los árboles y los pastos. | |
(MIÉRCOLES) | «La cuarta Era se extiende desde David hasta Daniel.» La tercera Era debería extenderse realmente desde Abrahán hasta Salomón y la cuarta desde Salomón hasta Daniel —el cambio se hizo, al parecer, en honor de San David—, pues en el párrafo preliminar Nenio da el número de años, 1048, desde Abrahán hasta la edificación del Templo de Salomón, que David debía haber construido si no hubiera pecado. La sabiduría de Salomón estaba simbolizada en el Templo. El miércoles es el día de la sabiduría. |
(JUEVES) | «La quinta Era se extiende desde Daniel hasta Juan el Bautista». |
En el párrafo preliminar Nenio da el número de años 612, «desde Salomón hasta la reconstrucción del Terapío, que se realizó durante el reinado de Darío, el rey de los persas». Aquí Daniel ha sido sustituido por Darío (quien lo encerró en la cueva de los leones en Babilonia) como estando bajo la dirección particular de Dios; pero en el mito de Jonás el poder de Babilonia era simbolizado por la ballena que lo tragó y luego vomitó al pueblo elegido cuando comenzó a gritar en su vientre. El jueves es el día de los animales marinos y los peces. | |
(VIERNES) | «La sexta Era se extiende desde Juan el Bautista hasta el Día dél Juicio.» |
Nenio da el número de años: 548, desde Darío hasta el Ministerio de Jesucristo; Así Juan el Bautista figura aquí como habiendo asistido al bautismo de Jesús. El objeto del ministerio era predicar el Evangelio del Amor, separar a las ovejas de las cabras, hacer que el león se acostase con el cordero, persuadir al hombre para que naciese de nuevo, pues el segundo Adán redimiría al primero. El viernes es el día de los animales terrestres, el hombre y el amor. | |
(SÁBADO) | «En la séptima Era Nuestro Señor Jesucristo vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos, y al mundo por medio del fuego.» |
En la Era actual, la sexta, de la que habían pasado 973 años cuando escribió Nenio, el hombre debe aguardar con esperanza la séptima Era para el descanso final del alma. El sábado es el día del descanso[4]. |
La explicación rabínica de la Menorah, en función de la creación del mundo en siete días, es evidentemente imperfecta: la atribución de la luz central al sábado contradice el «Haya luz» del cuarto día. La tradición más antigua conservada en el Zohar: «Estas lámparas, como los siete planetas de arriba, reciben su luz del Sol», se remonta al culto del Sol anterior al destierro. La Menorah fue colocada en el Santuario mirando al oeste-sudoeste, hacia On-Heliópolis, como la morada original del dios del Sol, de quien Moisés era sacerdote.
Josefo (Antigüedades V. 5; 5) habla de las tres maravillas del Santuario, a saber: las lámparas, la mesa del pan de proposición y el ara del incienso:
Ahora bien, las siete lámparas significaban los siete planetas, pues otras tantas salían del candelabro; los doce panes que estaban en la mesa significaban el círculo del Zodíaco y el año; y el ara del incienso con sus trece clases de especias fragantes que le proveía el mar significaba que Dios es el señor de todas las cosas, tanto en las partes inhabitables como en las habitables de la tierra y que todas ellas deben ser dedicadas a su servicio.
Estas trece (más bien que cuatro) especias deben de pertenecer a una tradición secreta primitiva no mencionada en la Ley, contemporánea de las instrucciones de Números XXIX, 13 para el sacrificio de trece bueyes en el primer día de la Fiesta de los Tabernáculos. (Incidentalmente, el número total de bueyes que había que sacrificar desde la inauguración del crítico mes séptimo hasta el final de los siete días de la Fiesta era otra vez el sagrado setenta y dos. El sacrificio de un solo buey en el octavo día era un asunto aparte.) Josefo insinúa que el número trece se refiere a Rahab, la diosa profética del mar, guardiana de Sheol («las partes inhabitables del mundo»), donde, no obstante, Dios reclama también su soberanía.
La que parece haber sido una serie de joyas correspondiente a la serie de árboles de Ezequiel estaba ordenada en tres hileras en el pectoral dorado que llevaba el Sumo Sacerdote, llamado en griego logion o «pequeño dador de palabra» (Éxodo, XXVIII, 15). Estaba hecho por artífices egipcios, y el rey de Tiro llevaba uno análogo en honor de Hércules Melkarth (Ezequiel, XXVIII, 13). Las joyas, que daban respuestas oraculares centelleando en la oscuridad del santuario estaban probablemente huecas y tenían detrás un tambor giratorio en el que había un pequeña tira de fósforo; cuando giraba el tambor el mensaje era expresado a la manera de la tabla de escritura espiritista a medida que la tira de fósforo se iba colocando por turno detrás de las diferentes letras.
La descripción del pectoral que hace el Éxodo menciona doce piedras preciosas grabadas con los nombres de las doce tribuí, engarzadas en una placa de oro cuadrada y doble, de un palmo de largo y uno de ancho. Pero hay una decimotercera piedra a la que se da tan importancia en otras partes de la Biblia, por ejemplo en Isaías, LIV, 12, que podemos suponer formaba parte de la serie original. Es la Kadkod, traducida erróneamente en la Versión Autorizada como «ágata», probablemente el carbúnculo rojo, y podemos atribuirla a la tribu de Gad que desapareció muy pronto en la historia israelita. Todos los nombres de las joyas están mal traducidos en la Versión Autorizada, y una serie ligeramente diferente aparece en Apocalipsis, XXI, 19 formando el muro de la Nueva Jerusalén. El pectoral existía todavía en la época de Josefo, aunque ya no lo iluminaban, y probablemente contenía todas las joyas originales menos la kadkod Podemos formar nuestra serie de joyas, basándonos en la sólida erudición de J. I. Myers, para identificarlas y luego reordenarlas en un orden estacional probable. Pues podemos suponer que el orden que da la Biblia, como el de los elementos en la Canción de Amergin, ha sido trastornado deliberadamente por razones de seguridad.
Sabemos que la amatista, ahlamah, es la piedra del vino —la palabra griega significa «talismán contra la embriaguez»— y puede asignarse a M, el mes de la vid. Igualmente, la serpentina amarilla, tarsis, pertenece naturalmente a G, el mes de la hiedra de bayas amarillas. El ágata con franjas rojas, sebo, pertenece a C, el mes anterior a la vendimia, cuando las uvas están todavía rojas. La cornalina blanca, yahalem, y el cuarzo amarillo[5], lesem, pueden pertenecer a los meses D y T, brillantes y calurosos; el carbúnculo rojo, kadkod, a S, el mes de la razzia o las correrías; y el lapislázuli, sappur, a H, el primer mes del verano, pues simboliza el cielo azul oscuro. La Versión Autorizada traduce sappur por «zafiro», y Ezequiel lo menciona como el color del Trono de Dios. El jaspe de color verde claro, ydsepheb, y la malaquita de color verde oscuro, soham, corresponden a NG y R, los meses lluviosos del invierno en Palestina. Nophek, el granate brillante y rojo, es probable que sea F, el mes del equinoccio de primavera. El sardio rojizo edomita, odem, aparece por primera vez en el año en honor de Adán, el hombre rojo, pues «Edom», «Adam» y «Odem» son variantes de la misma palabra, que significa rojizo; odem pertenece al mes B. Las otras dos piedras preciosas, que corresponden a L, el mes de la copa de oro de Hércules, y N, el mes de su viaje por mar, son pitdan, el crisólito de color amarillo claro, y bareketh, el berilo verde, pues la palabra beryl significa en griego joya marina.
Podemos ir más adelante: con la ayuda de los nombres que dan a las tribus sus madres en Génesis XXIX y XXX y de las bendiciones o maldiciones proféticas de que las hace objeto Jacob en Génesis XLVIII y XLIX, podemos asignar una letra y un mes a cada tribu. A Efraim («fértil») y Manasés («olvido»), les dos hijos de José, que era una «vid fértil», podemos asignarles los meses C y M; y B a Rubén, el primogénito, que tenía conexiones edomitas. A los cuatro hermanos de padre y madre de Rubén, Gad («cuadrilla de ladrones»), Leví («puesto aparte»), Aser («regias golosinas hay en su plato») y Simeón («el hermano sanguinario cuya ira es feroz»), los meses de S, H, D y T. Gad tiene el mes de la razzia, cuando el grano está incitantemente maduro; Leví el mes H, porque es el mes de una santidad peculiar; Aser el importante y regio mes D, porque su nombre se relaciona con los ashera, los sotos de terebintos donde se hacían los sacrificios en el solsticio estival; Simeón tenía T, el mes cruel en el que el sol calienta más. A Isacar, «el asno fuerte entre dos cargas», podemos asignarle L, el mes de descanso entre la siembra y la recolección. A Zebulón, «entre los barcos», pertenece N, el mes del viaje por mar; a Judá, «cachorro de león», F, el mes del solsticio de primavera; a Naftalí, «se esfuerza», el mes de la labranza, R, y al «pequeño Benjamín su gobernante» pertenece el Día de Año Nuevo, el día del Niño Divino. Cuando asignamos a Dan, «como una serpiente», el mes serpentino de G llenamos naturalmente el mes Ng, el único que queda vacante, con la tribu de Dina, pues Dina, la melliza femenina de Dan, era otra tribu que desapareció tempranamente (véase Génesis, XXXIV) y como el mes Ng señala el comienzo de las lluvias y la reanudación del ciclo de crecimiento estacional, le corresponde naturalmente una mujer.
En mi King Jesus he intentado reconstruir el himno a Hércules Melkarth en el que parece basarse la «bendición de Jacob». Combina las palabras de la bendición con los significados tradicionales de los nombres tribales y comienza con Hércules oscilando en su copa de oro. Aprovecho esta oportunidad para corregir mi mala colocación de los hermanos Leví, Gad y Aser:
RUBEN - B
VED AL HIJO sacudido en el agua
con fuerza vigorosa y excelente.
ISACAR - L
Descansando cómodamente entre dos acciones
ha pagado al marinero todo su SALARIO.
ZEBULON - N
VIVIENDO seguro en el barco hueco
hasta que los vientos lo llevan a casa.
JUDA - F
Escuchad cómo ruge cual cachorro de león,
Escucha cómo sus hermanos ELOGIAN su nombre…
GAD - S
Aunque UNA CUADRILLA de incursores lo abate
él los abatirá cuando llegue su tiempo.
LEVI - H
Es PUESTO APARTE de todos sus hermanos
y mantenido al servicio del santuario.
ASER - D
FELIZ es él; su pan es pingüe,
regias golosinas hay en su plato, etcétera.
He aquí, pues, por lo que valga, una lista de las joyas de los meses y las tribus. (El pectoral era enteramente de oro en honor del Sol, pero si a las cinco vocales A.O.U.E.I. correspondía una serie de cinco metales esos metales eran probablemente, a juzgar por los signos planetarios vinculados todavía con ellos, la plata, el oro, el cobre, el estaño y el plomo,)
B | Diciembre 24 | Sardio rojo | Rubén |
L | Enero 21 | Crisólito amarillo | Isacar |
N | Febrero 18 | Berilo verdemar | Zebulón |
F | Marzo 18 | Granate ígneo | Judá |
S | Abril 15 | Carbúnculo rojo | Gad |
H | Mayo 13 | Lapislázuli | Leví |
D | Junio 10 | Cornalina blanca | Aser |
T | Julio 8 | Cuarzo amarillo | Simeón |
C | Agosto 5 | Ágata de franjas rojas | Efraim |
M | Septiembre 2 | Amatista | Manases |
G | Septiembre 30 | Serpentina amarilla | Dan |
Ng | Octubre 28 | Jaspe verde claro | Dina |
R | Noviembre 25 | Malaquita verde oscuro | Neftalí |
Para el día adicional, 23 de diciembre, que pertenece a Benjamín «hijo de mi mano derecha», es decir «El Gobernante del Sur» (pues el Sol llega a su etapa más meridional en el solsticio hiemal), la joya es el ámbar, que, según Ezequiel, tiene el color de la mitad superior del cuerpo de Jehová; la mitad inferior es de fuego. El árbol de Benjamín era el hisopo, o alcaparra silvestre, que crece verde en las paredes y grietas y era el principal árbol lustral que empleaban los hebreos, o la planta lorantácea sagrada, que vive parásita en los mariscos del desierto.