29

Rowan corrió, abriéndose paso como una exhalación entre la maleza, saltando troncos caídos, rocas, todo lo que encontraba en su camino. Gull la adelantó volando; el miedo de Rowan corría con ella. Con sus emociones en estado caótico, se ordenó pensar, actuar.

El paracaídas de emergencia se había desplegado en el último momento. Había una posibilidad, siempre una posibilidad. Rowan aminoró la velocidad al llegar junto a Cartas, que, con la cara ensangrentada, bajaba de un pino ponderosa con la cuerda de descenso.

—¿Estás malherido?

—No. No. ¡Ve! ¡Santo Dios, ve!

Matt avanzaba por el bosque dando tumbos detrás de ella, con las mejillas grises y los ojos apagados.

—Quédate con Cartas. Asegúrate de que está bien.

Rowan no esperó respuesta y siguió corriendo.

Cuando oyó el grito de Gull, giró hacia la izquierda. Las agujas de pino secas crujían bajo sus pies como huesos diminutos.

Vio el paracaídas de emergencia, una tela blanca hecha jirones, colgada de las ramas altas, sobre su cabeza. Y la sangre, que goteaba como un grifo estropeado y chocaba contra el suelo del bosque.

Atrapado en las ramas retorcidas y nudosas, a veinte metros del suelo, se balanceaba el cuerpo flácido de Yangtree. Un pincho de sesenta centímetros sobresalía de su costado; la punta le atravesaba como un alfiler atraviesa una mariposa.

Gull trepaba al árbol con los garfios puestos. Rowan dejó caer su equipo, se puso los suyos y empezó a subir detrás de él.

Destrozado, Rowan vio que tenía el cuerpo destrozado, la pierna, el brazo y probablemente más. Pero destrozado no significaba muerto.

—¿Puedes llegar hasta él? ¿Está vivo?

—Llegaré hasta él.

Gull acabó de trepar y luego utilizó su cuerda para subirse a la rama, poco a poco para comprobar si aguantaba el peso. Alargó el brazo para retirar el casco y apoyó los dedos en el cuello de Yangtree.

—Tiene pulso, aunque muy débil. Fracturas múltiples. Un corte profundo en el muslo derecho, pero el fémur no está afectado. La herida… —Al acercarse, soltó una maldición—. Este maldito pincho le sujeta a la rama como si fuese un clavo. Desde aquí no puedo maniobrar para estabilizarle.

—Lo aseguraremos con las cuerdas. —Rowan se inclinó tanto como pudo, intentando evaluar la situación—. Cortaremos la rama y le bajaremos con ella.

—No soportará mi peso y el de una sierra —dijo Gull, retrocediendo a rastras—. Ha crujido un poco en la base. No sé si te aguantará a ti.

—Vamos a averiguarlo.

—Dobie o Libby. Aguantaría a uno de ellos.

—Yo estoy aquí arriba y ellos no. Está perdiendo mucha sangre. Déjame ver lo que puedo hacer. Tráeme más cuerda, una sierra, un botiquín.

—¿Es muy grave? —preguntó Trigger desde abajo.

—Respira.

—Gracias a Dios. He avisado a un equipo médico de evacuación. ¿Está consciente?

—No. Infórmales de la situación, ¿vale? —Ella y Gull intercambiaron sus posiciones—. Necesitamos cuerda, un botiquín y una motosierra. Ahora baja Gull.

Rowan se inclinó hacia atrás con el arnés puesto, se quitó la chaqueta y cortó tiras y apósitos con su navaja. Tras atarse, se deslizó rápidamente sobre la rama. Aguantaría, pensó, porque ella necesitaba que lo hiciese.

—Yangtree, ¿puedes oírme? —preguntó mientras empezaba a improvisar un vendaje para el corte irregular del muslo—. ¡Aguanta, maldita sea! Te sacaremos de esta.

Utilizó la cuerda que llevaba, la puso alrededor de la cintura de Yangtree y después bajó para asegurarla. Gull estaba allí y le dio más.

—Voy a asegurarla a la rama que está justo encima y a pasársela a él por debajo de los brazos.

Observó que Trigger y Matt trepaban al árbol contiguo y asintió al adivinar el plan.

—Pásales otra, y cuando haya cortado el arnés y haya serrado la rama lo bajaremos en unas parihuelas.

El sudor le goteaba en los ojos. Tenía que cambiar de posición la pierna destrozada de Yangtree, así que rezó para que permaneciese inconsciente hasta que hubiese terminado. Protegió como pudo la herida alrededor del pincho y utilizó su cinturón para sujetarlo a la rama con mayor seguridad.

Entonces vaciló. Si no funcionaba, podía matarle. Sin embargo, su pulso se estaba debilitando y no había otra opción.

—Voy a soltarle el arnés. Preparaos.

Una vez que lo liberó del paracaídas hecho trizas, alargó el brazo hacia atrás para coger la sierra.

—Funcionará —le dijo a Gull.

—El equipo médico de evacuación no tardará más de diez minutos en llegar.

Rowan afianzó los pies y tiró del cordón de arranque. El zumbido le hizo temblar el cuerpo. Vio que Trigger y Matt se preparaban para coger el peso y supo que Gull y Dobie hacían lo mismo detrás de ella.

Confiando en la cuerda, por él y por sí misma, avanzó unos centímetros sobre la rama para apoyar la hoja contra la corteza y la madera tan cerca del cuerpo de Yangtree como se atrevió.

—¡Sujetadlo bien! —gritó—. No lo dejéis caer.

Realizó un corte limpio y notó que la rama vibraba. Yangtree quedó suspendido, con el pincho y el trozo de rama fijados en su costado como un sacacorchos. Su cuerpo osciló mientras lo bajaban despacio hasta el lugar donde Libby y Stovic esperaban para coger su peso.

—¡Ya lo tenemos! ¡Ya lo tenemos! ¡Oh, madre mía! —exclamó Stovic con voz temblorosa—. ¡Madre mía, está hecho una pena!

Pero respira, pensó Rowan al oír el ruido del helicóptero. Solo tenía que seguir respirando.

Rowan observó afligida, ya a salvo en el suelo, cómo despegaba el helicóptero con su amigo a bordo. Destrozado, pensó, mientras la embestía el viento levantado por las palas. Sus brazos, sus piernas y Dios sabía qué más. Y ella no podía hacer nada.

Gritó en su radio, poniendo a la base al corriente, reorganizando la estrategia, mientras Cartas, con el rostro magullado entre las manos, permanecía sentado en el suelo. Trigger observó el helicóptero y luego se volvió despacio hacia Rowan. Todo lo que ella sentía, la conmoción, la pena, la rabia, se reflejaba también en su cara.

—La carga —empezó ella, y Gull le apretó el brazo.

—Estoy bien. Estoy bien —repitió cuando ella se limitó a mirarlo fijamente—. Dobie, Matt, ¿me echáis una mano?

Cálmate, se ordenó Rowan a sí misma.

—Trig. —Tomó aliento y se acercó para dibujar en la tierra—. El fuego avanza hacia el nordeste, ganando fuerza. Te necesito —dijo ella en voz baja cuando él se quedó como estaba, meneando la cabeza.

—Dame un segundo, ¿vale? Solo un jodido segundo.

Agachada, le apoyó una mano sobre la bota.

—Tenemos que matar a este dragón y luego volver con Yangtree. El retraso… —Rowan tuvo que parar y serenar la voz—. El fuego lo ha aprovechado. Arde con fuerza, Trig. Le han echado fango en la cabeza, pero el viento lo ha avivado, ha saltado esta cresta y sube deprisa.

—Vale —respondió él, pasándose el dorso de la mano por debajo de la nariz y agachándose junto a ella—. Puedo ocuparme del flanco izquierdo, abrir cortafuegos con cinco hombres y frenar el avance.

—Coge a siete. L. B. nos envía otra dotación, y yo trabajaré con ella. Tienes una fuente de abastecimiento de agua aquí —dijo, dibujando una X en la tierra—, así que coge bombas y mangueras. Mandaré a una cuadrilla por la derecha y exploraré un poco.

Trigger le cogió la mano, y ella entrelazó los dedos con los suyos.

—Vamos a matar este fuego —dijo él—. Luego averiguaremos qué demonios ha pasado.

—Desde luego.

Hablaron de abrir líneas con un buldózer, de áreas de seguridad, de dos posibles campamentos.

Cuando Trigger recogió a sus siete hombres y reunió el equipo, Rowan se volvió hacia los demás.

—Cartas, tienes que quedarte aquí y…

—¡No me jodas, Sueca! —rugió; el labio partido le sangraba—. No pienso quedarme atrás.

—No te estoy pidiendo que te quedes atrás. Tienes que esperar al siguiente turno, llevarte a la mitad y subir por el flanco izquierdo detrás de Trigger. Envíame a los demás. Necesito a Gibbons y a Janis en mi cuadrilla. Déjales bien claro que van a tener que mover el culo. Necesito que te ocupes tú —dijo antes de que él pudiese hablar—. Y Trigger te necesitará en el cortafuegos.

Rowan se volvió hacia otro lado cuando él asintió.

—Gull, Dobie, Libby, Stovic. Equipaos.

No había tiempo que perder. No había tiempo para pensar en nada que no fuese el fuego. Todo lo demás tenía que quedar fuera.

Cavaron y cortaron; cada golpe de Pulaski y cada zumbido de hoja sonaba a venganza a los oídos de Rowan. El fuego retrocedía y se debilitaba.

—Te necesito al mando aquí hasta que llegue Gibbons —le dijo a Gull—. Acaba de aterrizar. Todo el mundo ha alcanzado sano y salvo el lugar de aterrizaje. Voy a avanzar hacia la cabeza para hacerme una idea del fuego. Si te encuentras con el cortafuegos abierto por el buldózer antes de que yo vuelva, házmelo saber.

—De acuerdo.

—Tenéis una fuente de abastecimiento de agua unos cincuenta metros más arriba, por este mismo camino. El cortafuegos será tortuoso, y Gibbons trabajará el doble, pero si llegáis allí antes de que él se os una, pon a Stovic y a Libby en la manguera. Cualquier cambio en el viento o…

—Lo he entendido, Rowan. Ve a hacer lo que tengas que hacer; trabajaremos desde aquí. Eso sí, mantén el contacto.

—No dejes que piensen en ello. Haz que permanezcan centrados. Volveré.

Salió a toda prisa, moviéndose cuesta arriba entre los árboles, y se desvaneció en el humo.

Lo único que oía era el fuego, su murmullo coral. Crepitaba sobre la madera seca, se bebía a lengüetadas la resina de pino fundida, masticaba las hojas y ramitas que cubrían el suelo. Rowan esquivó una pavesa mientras subía y apagó el foco secundario.

Pensó en cadáveres carbonizados hasta el hueso.

Cuando llegó a la cima de la cresta se detuvo para orientarse. Veía la furia de color rojo anaranjado, engullendo combustible. Le habían dado ventaja; no habían tenido otra opción. El dragón corría fuerte y libre.

Llamó para solicitar que lanzaran retardante y recibió un informe breve y poco satisfactorio de Yangtree.

Estaban trabajando en él.

Rowan percibió el cambio en el viento, solo una oscilación, y vio que el fuego agitaba la cola para aprovecharlo. Viraba hacia el oeste, todavía al norte de la cuadrilla de Trigger, observó, pero avanzaba hacia ellos.

Dio un rodeo y contactó con él por radio.

—Está cambiando de dirección, gira hacia vosotros.

—Tenemos un cortafuegos abierto con el buldózer, bueno y ancho. No creo que pueda saltarlo. Vía de escape hacia el sur.

—Traen fango. Acabo de llamar para decirles que lancen una carga al oeste, en vuestro flanco. Poneos a cubierto.

—Entendido. Cartas acaba de llegar con refuerzos. Vamos a defender este cortafuegos, Sueca.

—Después de que caiga el fango, pediré un parte aéreo. Quiero sacar a cuatro de tu cuadrilla y a cuatro de la mía y mandarlos a la cabeza. Que la estrujen. Pero si salta el camino, largaos.

—Puedes estar segura. Ten cuidado tú también.

Mientras se abría paso a través del fuego, se coordinó con Gibbons y con la base y mantuvo abiertos los ojos y los oídos para saber cuándo se acercaban los aviones cisterna. Se desvió hacia el este; los ojos le picaban por el humo. Entonces saltó hacia atrás, resbaló y cayó de espaldas cuando una rama en llamas, gruesa como el muslo de un hombre, se estrelló contra el suelo delante de ella.

La rama encontró combustible fresco y prendió con una fuerte llamarada; arañó las suelas de las botas de Rowan antes de que se pusiera a salvo.

—¡Llamarada! —le gritó a Gibbons—. Estoy bien, pero estaré ocupada durante unos minutos.

Sofocó las llamas nuevas, golpeando el suelo para apagar lo que pudiese con tierra. Oyó el fragor de un avión hidrante y maldijo entre dientes mientras libraba su pequeña batalla personal.

—Estoy a cubierto. —Lanzando paladas y patadas, se comunicó con Gibbons y luego con el piloto del avión hidrante—. Estoy a cubierto.

Y echó a correr.

Cayó la densa lluvia rosada sofocando llamas, levantando nubes de humo, golpeando la tierra y los árboles con fuerza. Rowan aceleró para resguardarse mientras algunos pegotes alcanzaban su casco y su chaqueta. Una lluvia de pavesas la obligó a correr en zigzag para alcanzar un terreno más alto y despejado.

Oyó el rugido revelador a su espalda y notó que la tierra vibraba bajo sus pies. Llevada por el instinto, cruzó de un salto la ondulante cortina de fuego y casi la oyó cerrarse de golpe a sus espaldas antes de que estallase la explosión. Las rocas resbalaron bajo sus pies mientras ascendía por una cuesta sobre el incendio hambriento y criminal.

—Estoy a cubierto —gritó, al oír voces por la radio—. He dado un pequeño rodeo.

Inspiró y espiró con fuerza.

—Dadme un momento para que me oriente.

Un muro de fuego, sólido como el acero, le cortaba el camino de regreso hacia el lugar donde se encontraba su cuadrilla.

Sacó la brújula para confirmar su posición y aceptó que su mano temblase ligeramente.

Atajar hacia el cortafuegos de Trigger, calculó, reagruparse y luego dar un rodeo hacia el suyo.

Retransmitió su plan y luego se tomó unos momentos para hidratarse y calmar los nervios.

En el cortafuegos, Gull miró a Gibbons a los ojos.

—¿Está herida?

—Dice que no. Le resta importancia, pero creo que le ha ido de un pelo —dijo, secándose el sudor—. Se dirige hacia Trig y después volverá aquí dando un rodeo. El fango ha abatido parte del flanco y están haciendo funcionar las bombas hacia la cabeza. Están en buena posición.

Negó con la cabeza.

—Nosotros no podemos decir lo mismo. El viento lo está impulsando hacia aquí. Elfo, coge a Gull, a Stovic y a Dobie y sube aquí esas bombas. Seguid el cortafuegos abierto con el buldózer. Empezad a sofocarlo. Os enviaré a cuatro hombres más en cuanto lleguen.

—¡Foco secundario! —gritó Libby, y dos miembros de la cuadrilla entraron en acción de un salto.

—El fuego nos está vapuleando —informó Gibbons a Trigger por radio—. ¿Os sobra alguien?

—Os enviamos a dos. Serán tres cuando llegue la Sueca.

—¡Diles que se den prisa!

Gull manejaba la manguera, y habría jurado que la fuerza del agua solo hacía bailar al fuego. El viento escogía una dirección y avivaba las llamas hasta formar muros macizos.

—L. B. envía otra carga y ha llamado a los paracaidistas de Idaho —le dijo Janis.

—¿Ha conseguido Rowan llegar hasta Trigger?

—Rowan ha cambiado de táctica. Está volviendo hacia Gibbons. Tenemos que acabar con esto aquí, acabar aquí o retroceder. —Sacó su radio de un tirón—. Gibbons, necesitamos ayuda aquí arriba.

—Estoy esperando a Matt y a Cartas, que vienen del cortafuegos de Trigger. Y a la Sueca. Vienen paracaidistas de refresco. Está previsto que lleguen en treinta minutos.

—Treinta minutos es demasiado. Necesito más manos o retrocedemos.

—Tú decides, Elfo. Pido noticias y vuelvo a contactar. Si tenéis que moveros, hacedlo.

—¡Maldita sea, maldita sea! Stovic, ponte con esos salientes. Si el fuego corona, estamos jodidos. —Mientras el agua trazaba un arco crepitante, miró a Gull—. No podemos contener el fuego durante treinta minutos sin más manos.

Algo se removió en las tripas de Gull.

—Rowan, Cartas y Matt deberían haber llegado ya. Llámala por radio, pregúntale dónde está.

—Gibbons está…

—Llámala por radio, Janis —la interrumpió él—. Todo ha salido mal desde el salto.

Y tal vez no combatían solo contra la naturaleza.

Escuchó cómo trataba de contactar con Rowan una, dos, tres veces. Y con cada falta de respuesta la sangre se le enfriaba más y más.

Janis probó con Matt y con Cartas, y luego respondió con prontitud a la llamada de Gibbons.

—No puedo ponerme en contacto por radio con ninguno de ellos —le dijo Gibbons—. Voy a enviar a alguien a su última ubicación conocida.

Pero Janis tenía la mirada clavada en Gull.

—Negativo. Irá Gull. Es el más rápido que tenemos. Envíame a alguien. Vamos a tratar de contener el fuego.

—Libby se dirige hacia ahí. Pediré más fango y reclamaré otro buldózer. Si tenéis que retiraros, dirigíos hacia el sudoeste.

—Entendido. Búscala y encuéntrala —le dijo a Gull.

—Cuenta con ello. —Gull se volvió hacia Dobie—. Aguanta tanto como puedas.

—Tanto como haga falta —prometió Dobie, y cogió la manguera.

Gull echó a correr, utilizando la brújula y el mapa que llevaba en la cabeza para elegir la dirección. Rowan se había visto obligada a ir hacia el oeste y luego hacia el sur, antes de desviarse hacia el flanco izquierdo. Trató de calcular su velocidad y la ruta más probable antes de dar la vuelta para dirigirse de nuevo hacia el este a fin de prestar ayuda en el flanco derecho.

Se habría reunido con Matt y Cartas si hubiera podido, calculó, pero no habría perdido tiempo esperándolos o desviándose de la mejor ruta cuando su cuadrilla necesitaba ayuda.

Un foco secundario estalló a su izquierda y las llamas serpentearon de la tierra a un árbol. Gull desoyó el instinto de ocuparse de él y siguió corriendo.

Pero ella no lo habría hecho, pensó. Ella habría combatido el fuego mientras avanzaba, y al hacerlo habría cambiado de dirección en cualquier momento.

Y si otro enemigo se hubiese cruzado en su camino, no lo habría reconocido. Vería a un camarada, a un amigo. A alguien de confianza, incluso a un ser querido.

Saltó un riachuelo estrecho, abriéndose paso a través del calor, el humo y el miedo creciente.

Rowan era inteligente, fuerte y astuta. Lucharía, se recordó Gull a sí mismo, tal vez más furiosamente si el enemigo se había disfrazado de amigo.

Se obligó a detenerse, a comprobar la brújula, a orientarse de nuevo. Y a escuchar, escuchar, bajo el gruñido del fuego.

Hacia el norte, decidió. Hacia el noroeste desde allí, y rogó estar en lo cierto. Un árbol se vino abajo, despidiendo un torbellino de chispas que atacaron a su piel expuesta como si fuesen abejas.

El siguiente sonido que oyó llegó más agudo y mortífero. Corrió hacia el eco del disparo, mientras su corazón daba un vuelco como si hubiese sido alcanzado por la bala.