Introducción
Nadie intente en España lo suave o lo rosa: está de antemano condenado a fracasar.
Nadie intente un estilo comodón, blando o lacrimoso, a lo europeo; será barrido por las circunstancias, que en España son especialmente fuertes y terribles.
Nadie prescinda para nada de la variedad de las cosas ni de la contradicción.
Nadie prescinda para nada de las heladas de Castilla ni de los soles de Andalucía.
Nadie se olvide de los rastrojos abrasados ni de los pedregales desiertos.
Nadie deje de tener en cuenta que el campesino padece hambre e ignorancia de siglos, rabia sedienta de horizontes y de amplitud.
Nadie se olvide de que las guerras han asolado a España durante decenios enteros de su historia.
Tenga todo esto en cuenta el que quiera entrar aquí, y sepa que todo lo que haya aprendido hasta ahora lo va a tener que utilizar de una manera fina y sagaz.
España es algo grave y ligero, apasionado y frío, terrible y sutil.
No hablo este lenguaje porque España sea nuestro país, sino*porque es un país de cuerpo entero: de los que marchan decididos.
Tú que miras desde fuera, ve cómo la fuerza tiene aquí un sentido de oportunidad y de elegancia.
Mire también el que entre que España posee un violento postizo, un aditamento, un moderno cáncer de dolor y putrefacción.
Mire en este sentido y quedará absorto.
Observará conventos y callejuelas estrechas al lado de grandes calles, de rascacielos lustrosos y artificiales.
Observará un proletariado avanzado, luchador y comprensivo, al lado de una pequeña burguesía pretenciosa, disimuladora de su miseria.
Observará feudos y fábricas, iglesias y bancos.
Observará un gran perro de presa, colmilludo, y una pequeña hermana de la Caridad.
Observará un enorme obispo banquero o un general financiero, que rechina los dientes o se retuerce los bigotes de rabia desde 1929.
La cólera y el despecho, el miedo rabioso han llegado materialmente a deformarlo, a enconarlo, a hacerlo fascista.
Que nadie se olvide de esto al entrar en España, como nadie debe olvidarse tampoco del valor y de la generosidad.
Nadie debe olvidarse tampoco de la bestialidad de la traición, de la miseria mental y de los vicios históricos.
La atmósfera está limpia, carece de humedad; grandes sierras se divisan en los horizontes lejanos. El cielo está azul y oro. Abajo queda una pobre economía y unos ricos ideales.
Una pasión y una acción ejemplar del Pueblo.
Tenga todas estas cosas en cuenta el que entre en España, y así no le cegará la luz demasiado fuerte ni la Historia demasiado cargada.