1. No por el Norte. Por el Oeste
No por el Norte. Por el Oeste.
No con españoles. Con moros.
No con «personas de orden». Con aventureros del tercio extranjero.
En las dehesas de Extremadura se preparaba, se meditaba, se azuzaba.
Entre las encinas y los alcornoques se calentaban los motores «Maibach», los motores «Diesel».
Se frotaba, hasta dejarlo relumbrante, el acero de Essen.
El duraluminio alemán reflejaba caras africanas, narices achatadas, dientes blancos.
Allí se caldeaba en el ambiente la ofensiva definitiva.
La traición se había consumado. No eran suficientes los fascistas para aplastar al pueblo. Había que traer a los moros, a los regulares, al tercio extranjero.
Había que recurrir, fuese a lo que fuese, para vencer, ya que los fascistas y el ejército traidor, por sí solos, no podían dominar al pueblo.
Un mes llevaban en Guadarrama y no habían conseguido avanzar.
Un mes llevaban en Somosierra, y tampoco.
Un mes llevaban en Sigüenza, y que si quieres.
Franco, el nuevo conde Don Julián, abrió la puerta de Calpe a las fuerzas africanas.
Abrió los aires de Gibraltar a los trimotores cargados de cabilas, para lanzarlas contra sus compatriotas.
Y allí estaban, en Extremadura, sobre las sierras de Guadalupe, sobre las huertas de la Vera.
¡Oh Tajo! ¡Oh Cáceres! ¡Oh Vera!
Los fascistas son brutos, brutos y criminales.
Los fascistas son traidores a la Patria.
Que hubieran hecho propaganda.
Que hubieran ganado elecciones.
No, no; los fascistas españoles compran su triunfo al extranjero.
El precio es la Patria.
Sí: avanzaron.
Sí: ganaron.
Sí: tomaron Oropesa con su castillo, con su sierra de Gredos al fondo.
Sí: tomaron Talavera.
Sí: nosotros retrocedimos. Sí: rodamos como pelotas, sin tener un cañón que clavar en tierra, sin tener un avión que clavar en el aire.
Sí: cruzamos las aguas rápidas del Alberche a la carrera: con quince trimotores alemanes encima, con la traición a retaguardia, con las cabilas enfrente.
Sí: retrocedimos hasta Toledo.
Los fascistas se habían adelantado, los fascistas recurrían a todo, los fascistas no tenían escrúpulos.
Allí fueron nuestras fuerzas mejores de la sierra, y fueron barridas como hojas de un periódico bien intencionado y halagador.
¡Era el fascismo internacional nueva fuerza violenta, frívola y criminal!
Para capitalistas despechados estaba hecha y para cerebros lanudos.
Para mujeres con lunares y para intelectuales alquilados.
Para principios convencionales y para hipocresía secular.
¿Qué os habéis creído?
Éste es el fascismo.
¿Qué os habéis figurado, españoles?
¡Buena os ha caído encima!
Os habéis atrevido a irritar a Italia y Alemania.
Os habéis atrevido a opinar sin su permiso.
Os habéis atrevido a desafiar al mundo de los banqueros, de los negocios sucios, de los «straperlos» internacionales.
¡Ja, ja! ¡Pobre España! ¡Pobre pequeño país!
¡Ja, ja! ¡Pobre país atrasado, con sus generales tan brutos, tan analfabetos!
¡Cómo han caído en el lazo de Maquiavelo! ¡Cómo han caído en el cepo de Mussolini!
¡Ja, ja! ¡Pobre España, pobre pequeño país!
Tan rico en mercurio y en cobre, con carbón y con naranjas.
Con una pequeña industria y una pequeña Banca incipiente.
Tan religioso. Con sus iglesias y conventos, con sus procesiones y sus poetas místicos.
Tan pintoresco. Con sus corridas de toros, con sus sombreros de ala ancha, con su cante flamenco.
¡Qué ingenuos los españoles!
¡Pobre pequeño país! ¡País atrasado, de gentes crédulas, sencillas y honradas!
¡Sí, están aquí Mussolini y Hitler, que quieren mandar en el Mundo!
¿Qué os habíais creído, españoles? ¿Qué podíais opinar?
No, nunca.
Vosotros os olvidabais de vuestra crema podrida y del talento de otros para aprovecharla.
Oropesa: rápida marcha al Este, paralela a la sierra de Gredos. Allí se revuelcan los marxistas, allí se baten y allí mueren.
Talavera: de frotar el lomo del Tajo a contrapelo, saltan chispas como de los gatos.
Ya se ve más de flanco la sierra de Gredos.
Santa Olalla: han cruzado el Alberche, suben por los barbechos, abrasados por miles de ráfagas de ametralladoras.
Carmena: allá pican los trimotores como sepultureros.
Torrijos: allá mueren y se debaten en la agonía españoles quemados vivos, mientras ríen los regulares.