Se llamaba Mauricio, y se vanagloriaba de ser uno de los primeros hombres en recibir el Esperantum, en las instalaciones que el doctor finlandés y todos los otros científicos habían montado en Térmens. Trabajaba en los campos de cultivo que se extendían alrededor, aunque a veces se ocupaba también de reparar los generadores hidráulicos que tan importantes habían demostrado ser.
Aquélla noche se suponía que había quedado con unos amigos para celebrar el cumpleaños de alguien, pero en el último momento, había cambiado de idea. Estaba demasiado cansado, y la cabeza le dolía terriblemente.
Últimamente no soportaba mucho la compañía de nadie. Había estado retrasándolo, pero creía que ya no podía esperar más: tenía que bajar hasta Térmens un día de esa semana y visitar al médico, porque creía que le pasaba algo a sus oídos.
Cuando estaba cerca de alguien, escuchaba el sonido de su corazón. BUM. BUM. BUM. Y ese sonido le estaba volviendo loco, completamente loco.
Sólo quería que parase.
Haría cualquier cosa porque parase.
FIN