X

Estoy en un momento bajo. Puedo admitirlo. Eso debe significar que lograré pasarlo.

Estoy en un momento bajo, ciertamente. No puedo habérmelas con todo lo que me asalta a menos que consiga ayuda y sólo hay una persona que quiera que me ayude y esa persona es X. No puedo seguir caminando con mi cuerpo por las calles a menos que yo exista en su pensamiento y a sus ojos. Las personas tienen este problema con frecuencia, y sabemos que es culpa suya y que tienen que cambiar su forma de pensar, eso es todo. No es un problema honorable. El amor no es serio, aunque puede ser fatal. Leí eso en alguna parte y lo creo. Gracias a Dios no sé dónde está él. No le puedo telefonear, ni escribirle cartas, ni acecharle en la calle.

Un hombre con quien había roto me seguía. Finalmente me convenció para que entrase en un café a tomarme un té con él.

—Sé qué clase de espectáculo soy —dijo—. Sé que si aún te quedase algo de amor para mí esto lo destruiría.

Yo no dije nada.

Él golpeó la cuchara contra el azucarero.

—¿En qué piensas cuando estás conmigo?

Yo quise decir: «No lo sé», pero en vez de eso dije:

—Pienso en lo mucho que deseo irme.

Se levantó de inmediato, temblando, y dejó caer la cuchara sobre el suelo.

—Estás libre de mí —dijo con voz entrecortada.

Ésta es la escena, cómica y horrible, teatral y real. Él tenía una desesperada necesidad, como yo la tengo ahora, y no siento compasión por él, y no siento no haberla sentido.