VII
Dennis no ha dicho ni una palabra sobre X, ni sobre Australia. No me hubiera parecido tan extraño que me invitase a cenar si le hubiera recordado mejor. Me lo pidió para tener alguien con quien hablar. Desde Australia, ha estado en Islandia y en las islas Feroe. Yo le hago preguntas. Me intereso, me sorprendo, incluso me escandalizo cuando es necesario. Me preocupé por mi maquillaje y me lavé el pelo. Espero que si realmente ve a X le diga que estaba encantadora.
Además de sus viajes, Dennis tiene sus teorías. Desarrolla teorías sobre arte y literatura, historia, vida.
—Tengo una nueva teoría sobre la vida de las mujeres. Antes creía que era injusta la forma en que les sucedían las cosas.
—¿Qué cosas?
—La forma en que tienen que vivir, comparado con los hombres. En especial al envejecer. Tú misma. Piensa en cómo sería tu vida, si fueras un hombre. Las opciones que tendrías. Quiero decir sexuales. Podrías volver a empezar de nuevo. Los hombres lo hacen. Está en las novelas y también en la vida. Los hombres se enamoran de mujeres más jóvenes. Los hombres quieren a las mujeres más jóvenes. Los hombres pueden conseguir mujeres más jóvenes. El nuevo matrimonio, nuevos hijos, nuevas familias.
Me pregunto si me va a decir algo de la esposa de X; quizá va a tener un hijo.
—Para ellos es dar el golpe, ¿no? —dice en su forma maliciosa y simpática—. La nueva y joven esposa, el nuevo hijo cuando otros hombres de su edad están comenzando a tener nietos. Todos esos hombres envidiándoles e intentando pensar en cómo hacer lo mismo. Es el estilo, ¿no es así? Debe ser difícil resistirse a volver a empezar y a tener ese bonito y joven espejo en el que mirarse, si tienes la oportunidad.
—Creo que yo podría resistirlo —dije alegremente, sin insistir—. Yo no creo realmente que quisiera tener un hijo ahora.
—Eso es, eso es justamente; sin embargo, ¡no tienes la oportunidad! Eres una mujer y la vida sólo va en una dirección para una mujer. Todo ese asunto sobre amantes jóvenes, eso son sólo palabras, ¿no? ¿Quieres un amante más joven?
—Me parece que no —dije, y escogí el postre de una bandeja. Cogí un exquisito budín cremoso con puré de castañas debajo y frambuesas encima. Hice una cena ligera a propósito, dejando mucho lugar para el postre. Lo hice para poder tener algo que esperar con interés mientras escuchaba a Dennis.
—Una mujer de tu edad no puede competir —dijo Dennis con insistencia—. No puedes competir con mujeres más jóvenes. Antes creía que eso era abominablemente injusto.
—Probablemente sea biológicamente correcto que los hombres vayan detrás de las mujeres más jóvenes. No sirve de nada quejarse por ello.
—De modo que los hombres tienen esa forma de renovarse, tienen esta carga de vitalidad de recambio, mientras las mujeres están, se podría decir que apartadas de la vida. Antes creía que eso era terrible. Pero ahora lo que yo pensaba ha sufrido una completa inversión. ¿Sabes lo que pienso ahora? ¡Creo que las mujeres son las afortunadas! ¿Sabes por qué?
—¿Por qué?
—¡Porque están obligadas a vivir en el mundo de la ruina y de la muerte! Oh, ya sé que existe la cirugía plástica, pero ¿ayuda eso realmente? El útero se seca. La vagina se seca.
Le siento mirarme. Yo sigo comiendo mi budín.
—He visto tantas partes del mundo, tantas cosas extrañas y tanto sufrimiento. Mi conclusión ahora es que no se consigue ninguna felicidad engañando a la vida. Es sólo por medio de la renuncia natural y de la aceptación de la pérdida como nos preparamos para la muerte y como por tanto conseguimos algo de felicidad. Quizá mis ideas te parezcan extrañas…
No puedo pensar en nada que decir.