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Viena, 16 de marzo de 1783

Estás soberbia —le dijo Wolfgang a Constance.

—¡No me he peinado aún!

—Pues vamos con retraso.

—Me daré prisa.

El día 11 Wolfgang había participado en una academia en el Burgtheater donde intervenía Aloysia Lange, intérprete de una de sus arias[106]. En el programa figuraban también la Sinfonía parisina[107] y el concierto para piano en do[108]. Encantado, el público había obligado al pianista a repetir el rondó en re[109], y uno de los oyentes, el gran Gluck en persona, se había declarado encantado, hasta el punto de invitar a comer al músico, a la cantante y a los cónyuges de ambos.

¡Qué favor por parte de un ilustre compositor!

—Llegaremos tarde —advirtió Mozart.

—¡Ya está, lista!

El torbellino proseguía. Un nuevo éxito en la academia del 12, en casa del conde Johann Nepomuk Esterházy, un francmasón al que Thamos aconsejaba que recibiera a Mozart y lo observara. Y, además, los maravillosos domingos en casa del barón Gottfried van Swieten, para descubrir a Haendel y a Johann Sebastian Bach.

—¿Qué te parezco? —preguntó Constance.

—Cada vez más hermosa. Si no estuvieras ya casada, te pediría en matrimonio.

No resistió el deseo de besarla.

—¡Mi peinado!

Afortunadamente, Aloysia Lange no era una fanática de la puntualidad, y Gluck conocía el carácter fantasioso de las divas.

Frankfurt, 20 de marzo de 1783

Las cabezas pensantes de la Orden de los Iluminados de Baviera querían conocer a varios maestros de las logias de la ciudad de Frankfurt, que respetaban hasta entonces los ritos y los reglamentos ingleses.

Acompañado por el barón de Imperio Adolfo von Knigge, por el profesor Joseph von Sonnenfels y por el tribuno Bode, Adam Weishaupt presentó a los hermanos un proyecto de futuro, indispensable para el desarrollo de la francmasonería. ¿Acaso un pensador y un político de la importancia de Goethe no acababa de ser iniciado a los ritos de los Iluminados, sin los que las logias se encerraban en un pasado ya muerto?

Las logias de Frankfurt, último bastión sometido a la influencia inglesa, aceptaron fundar la «Alianza ecléctica», que preservaba su independencia y les permitía, sin embargo, adoptar la jerarquía secreta de los Iluminados.

Weishaupt se encontraba ahora en pleno corazón de la francmasonería. ¡Cuánto camino recorrido, desde el nacimiento de su orden, reducida durante mucho tiempo a unos pocos miembros! Ningún hermano ignoraba ya la poderosa corriente de ideas que él encamaba. Pero aún era preciso cortar las ramas muertas para fortalecer el árbol masónico y que éste volviera a florecer.

Mañana, los Iluminados reinarían en Europa. A partir de las logias se preparaba una toma del poder de la que Weishaupt esperaba que no fuera acompañada por efusión de sangre. Pero los príncipes y los arzobispos, expulsados muy pronto de sus palacios, ¿sabrían abdicar evitando la violencia?

Viena, 23 de marzo de 1783

En presencia del emperador José II y de Gluck, convertido en ferviente partidario de Mozart, Wolfgang dio, en el Burgtheater, un concierto durante el que dirigió la sinfonía Haffner y tocó dos conciertos para piano[110], antes de improvisar algunas variaciones sobre una melodía de Gluck, atención que conmovió al célebre compositor.

Sin duda alguna, el Todo-Viena adoptaba a Mozart.

Wolfgang esperaba ser contratado por la corte de Viena, pero el emperador se limitó a enviarle veinticinco ducados. Sin embargo, el 30 de marzo, José II estuvo de nuevo presente en la academia de la cantante Theresa Teyber y pidió a Mozart que tocara de nuevo su concierto en do[111].

Un interés tan manifiesto presagiaba un brillante porvenir. El 2 de abril aparecieron, editados por Artaria, seis sonatas para piano y violín[112] que se tocarían en los salones.

Viena, 20 de abril de 1783

—¡Se han iniciado las hostilidades! —anunció Geytrand a Joseph Anton—. Me preguntaba cuánto tiempo permanecerían los francmasones inertes ante las conquistas de los Iluminados de Baviera. Los rosacruces de Berlín han lanzado la ofensiva, con la ayuda de uno de los suyos, el propio Federico Guillermo II.

—¿Es una simple escaramuza o un ataque real?

—Los rosacruces denuncian la doblez de los Iluminados y pretenden revelar sus objetivos reales publicando circulares que los acusan de apoyar las teorías de Voltaire y de Helvetius, de exigir una ilusoria libertad para todos, de socavar los fundamentos de la religión cristiana y abogar por el advenimiento de una francmasonería universal cuyo centro operacional estaría en Austria. Al finalizar este proceso, los Iluminados proclamarán la unidad de la nación alemana y la gobernarán a su antojo.

Los peores temores de Joseph Anton se confirmaban. Los Iluminados transformaban la francmasonería en una máquina de guerra, destinada a derribar los tronos.

—Interesante detalle —precisó Geytrand—. El jefe de los Iluminados parece residir en Viena.

—¿Cómo se llama?

—Joseph von Sonnenfels.

—¿El profesor de ciencias políticas de la universidad?

—El mismo.

Anton consultó el expediente del sospechoso.

—Francmasón y jurista de primera línea, muy escuchado por el emperador. Intocable, pues. Obtuvo la abolición de la tortura en 1776, devolvió su vigor al Burgtheater desdeñando las burdas farsas del escenario y defendió, en sus publicaciones, las tesis de la filosofía de las Luces. Intocable y temible.

—Tal vez no goce siempre de tan altas protecciones —aventuró Geytrand.

—Vigílalo, pero con mucha discreción. Si armara un escándalo, nuestro servicio se vería desmantelado.

—Esos Iluminados van demasiado lejos. Obligados a avanzar al descubierto, cometerán errores fatales.

—Pero sería necesario descubrir quién está detrás de su pseudónimo.

Geytrand esbozó una sonrisa.

—Gracias a nuestro gran amigo Soliman, tenemos cuatro importantes identificaciones: Espartaco es Adam Weishaupt, el fundador de la orden; Filón, el barón Von Knigge; Fabio, Von Sonnenfels; Abaris, Goethe.

—Espartaco… El jefe de los Iluminados no oculta, al menos, sus intenciones belicosas. Y he aquí que sale, por fin, de la sombra afirmando su intención de derribar Roma, es decir, el poder instituido. Tienes razón, Geytrand, sus fieles estarán menos cómodos cuando ocupen el proscenio. Puesto que no pueden desempeñar eternamente el papel de eminencias grises, revelarán sus verdaderos proyectos, que no dejarán de escandalizar al emperador.

—¿Reaccionará a tiempo?

—Le entregaré varios informes de tono muy moderado, para que no me acuse de excesivas sospechas. Poco a poco, irá desconfiando de esos intelectuales demasiado influyentes y del ejército que pretenden reunir.