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Durante tres días nos dedicamos a dejarle mensajes a Catherine: Aloe, pena pegado con celo, formando una fila de púas que imitaba una cerca en la ventana de la cocina; un ramito de pensamientos, piensa en mí, en un tarrito de cristal en el porche delantero; ramas de ciprés, luto, entretejidas en las barras de la verja de hierro.

Pero Catherine no dio señales de haberlos recibido y no le envió ninguna respuesta a Elizabeth.