Viernes
Martes, miércoles, jueves… y hoy: todos estos días sin verle. Demasiado tiempo a solas; no obstante, más vale estar sola que mal acompañada.
Yo necesitaba compañía —creo haber nacido para esto—, por lo que he hecho amistad con los animales. Ellos son precisamente encantadores, y tienen la más amable de las disposiciones y unas formas de lo más corteses, nunca ponen cara agria, nunca te hacen sentir que eres una intrusa, te sonríen y mueven la cola, si es que la tienen, y están siempre dispuestos a retozar o a hacer una excursión a cualquier sitio que quieras proponerles. Pienso que son unos perfectos caballeros. Durante todos estos días hemos pasado ratos estupendos y ni por un momento me he sentido sola.
¡Sola! No, debería decir que no. ¡Pero si tenía continuamente un montón de ellos alrededor, y algunas veces hasta ocupaban cuatro o cinco acres, resultando incontables! Y cuando me subía a una roca del centro para contemplar toda aquella extensión de pelajes, ésta era tan abigarrada, estaba tan llena de manchas y era tan alegre con sus colores y vivos brillos y centelleos, y tan llena de franjas que hubiérase dicho un lago, por más que uno sabe que no lo es. Y también hay tempestades de pájaros que viven en comunidad y huracanes de zumbantes alas; y cuando el sol hiere toda aquella agitación de plumas, se produce una explosión de todos los colores imaginables, hasta el punto de resultar cegadora.
Hemos hecho largas excursiones y he visto una gran parte del mundo; casi todo, creo; y por tanto soy el primer viajero, y el único. Cuando estamos de marcha, la vista es impresionante: no hay nada parecido en ningún sitio. Por comodidad, yo me monto sobre un tigre o sobre un leopardo, porque son suaves y tienen el lomo redondeado, que se adapta a mí, y porque son unos animales preciosos; pero para largas distancias o para poder ver el paisaje, monto sobre un elefante. Éste me alza con su trompa, aunque para bajar puedo hacerlo yo sola; cuando nos disponemos a acampar, él se sienta y yo me deslizo lomo abajo.
Reina una buena amistad entre aves y bestias y no riñen por nada. Todos se hablan, y todos ellos lo hacen también conmigo, pero debe de tratarse de una lengua extranjera, puesto que no entiendo una sola palabra; con todo, ellos a menudo me entienden a mí cuando les respondo. Sobre todo el perro y el elefante. Esto me avergüenza. Pues demuestra que son más inteligentes que yo y, por consiguiente, superiores a mí. Lo cual me molesta, porque quiero ser el Experimento principal y voy a tratar de serlo, además.
He aprendido muchas cosas, y ahora tengo cierta educación, pero al principio no. Al principio era ignorante. Y esto al principio me fastidiaba porque, pese a estar muy alerta, nunca era lo suficientemente rápida para ver correr las aguas río arriba; pero ahora ello me trae sin cuidado. He realizado muchos experimentos a fin de comprobar que no corren hacia arriba, salvo cuando está oscuro. Ahora sé que en la oscuridad sí lo hacen, porque la laguna nunca está seca, cosa que, por supuesto, sucedería si las aguas no retornaran de noche. Es mejor probar las cosas por medio de verdaderos experimentos. Pues es entonces cuando sabes, mientras que si nos basamos en simples adivinaciones, suposiciones y conjeturas, no llegaremos a tener nunca una educación.
Hay cosas que es imposible descubrirlas; pero nunca podrán saberse a base de simples adivinaciones y suposiciones: no, hay que ser paciente y seguir experimentando hasta descubrir que no pueden ser descubiertas. Y es una delicia que así sea…, el mundo se vuelve tan interesante… Si no hubiera nada por descubrir, el mundo se volvería aburrido. Incluso el simple hecho de tratar de descubrir sin encontrar nada es algo realmente igual de interesante que tratar de descubrir y encontrar, y no sé si incluso no lo es más. El secreto de las aguas fue un verdadero tesoro hasta que lo descubrí; luego todo el entusiasmo que me provocaba se esfumó y sentí que me faltaba algo.
Por medio del experimento pude saber que la madera flota, así como las hojas secas, las plumas y otras muchas cosas; por eso, gracias a todas las pruebas acumuladas, sé que una roca flotará; pero uno tiene que conformarse simplemente con saberlo, pues no hay modo de probarlo…, por el momento. Pero ya encontraré la manera, y entonces desaparecerá la emoción. Éstas son cosas que le ponen a una triste, porque poco a poco, cuando lo haya descubierto ya todo, dejará de haber emoción ¡y me gusta tanto la emoción! La otra noche no pude dormir pensando en todo esto.
Al principio no conseguía comprender para qué había sido yo creada, pero pienso ahora que fue con el fin de desvelar los secretos de este maravilloso mundo, ser feliz y dar gracias al Sumo Hacedor por todo lo creado. Creo que todavía me quedan muchas cosas que aprender, eso espero; y si sé administrarlas y no voy demasiado deprisa, pienso que todavía me durarán varias semanas. Confío en que así sea. Cuando arrojas al aire una pluma, ésta flota hasta perdérsela de vista; si lanzas un terrón de tierra no hace lo mismo. Cada vez se cae. Lo he intentado repetidas veces, siempre con el mismo resultado. Me pregunto por qué es así… Por supuesto que no cae, pero ¿por qué habría que parecer que sí lo hace? Supongo que se trata de una ilusión óptica. Quiero decir, una de las dos. Pero no sé cuál de ellas. Puede ser la pluma, puede que el terrón; me es imposible probarlo, lo único que puedo demostrar es que una u otra es una falsedad, y dejar que sean los demás quienes decidan.
Después de haber estado observándolas, he sabido que las estrellas no durarán mucho. He visto fundirse a alguna de las mejores y precipitarse cielo abajo. Puesto que una de ellas puede fundirse, pueden fundirse igualmente todas las demás, y es posible que lo hagan en una misma noche. Este infortunio sobrevendrá, lo sé. Tengo intención de velar todas las noches y contemplarlas todo el tiempo que me sea posible aguantar despierta, y grabaré en mi memoria esos campos centelleantes, para poder así, poco a poco, a medida que vayan desapareciendo, restaurar con mi imaginación esas hermosas miríadas en el negro cielo y hacerlas relucir de nuevo, y duplicarlas por medio de la borrosa imagen de mis lágrimas.