La gran pesadumbre
Bajo aquella escasa luz, Linden apenas podía distinguir a sus compañeros: Honninscrave, junto a Soñadordelmar; la Primera y Encorvado; Vain y Cail. Todos estaban a su alrededor como partes más intensas de la misma oscuridad. Pero sólo observaba a Covenant. Su imagen al borde de la muerte, con aquel cuchillo en el pecho, era tan clara para ella como un grabado al agua fuerte. Vio aquella cara, con las facciones afiladas por la agonía, la piel marchita y pálida, más claramente que aquel rígido rostro que estaba ante ella. Su vaga sombra parecía mortalmente imprecisa, como si los huesos que había detrás se hubieran roto, como si todo él estuviera tan roto como el Reino en el que el Amo Execrable lo había restaurado, tan roto como Joan. Todo el peligro había salido de él.
Pero no podían permanecer donde estaban. Una convulsión más fuerte agitó la piedra, como si el Gusano estuviera a punto de despertar. Una lluvia de guijarros cayó de las paredes, llenando el aire de ligeros ecos. Quedaba poco tiempo. Quizás, no el suficiente. Cail se dirigió a Covenant, con amabilidad:
—Ur-Amo. Ven. Esta isla no puede sostenerse. Debemos apresurarnos para salvar nuestras vidas.
Linden comprendió. El Gusano estaba acomodándose nuevamente para descansar; y aquellas vibraciones podían destruir la isla en cualquier momento. Ella había fallado en todo lo demás; pero este problema estaba dentro de sus posibilidades. Se levantó y extendió las manos para ayudar a Covenant.
El rechazó la oferta. Por un momento, la oscuridad emborronó su rostro. Cuando habló, su voz fluía con dificultad.
—No debí romper el vínculo, antes de que tú tuvieras tiempo de ver. Pero yo no tuve el valor de dejarte ir. No podía soportarlo.
Pero Covenant se movió. A pesar de todo, sentía las necesidades del grupo. Torturado y leproso, se puso en pie con ayuda de Cail.
Otro choque sacudió la caverna; pero Linden consiguió mantener el equilibrio por sí misma.
La Primera y Encorvado fueron hacia Honninscrave. Con firme cuidado, le pidieron que se levantara. El no quería dejar a su hermano. Con Soñadordelmar en sus brazos, accedió a ser conducido hacia la rampa detrás de Covenant y Linden.
En silencio, los buscadores empezaron a subir, saliendo de la tumba de sus sueños.
Varios temblores más los amenazaron durante aquella dura ascensión. La rampa se movía como si quisiera tirarlos al fondo del pozo. Las vibraciones hacían temblar a la piedra como carne herida. A intervalos caían trozos de piedra, con estruendos que el eco devolvía como gritos de soledad. Pero Linden no tenía miedo de aquello. Apenas ponía atención en la dificultad de la escalada. Sentía que podía contar las últimas gotas de sangre que brotaban alrededor del cuchillo que había clavado en el pecho de Covenant.
Cuando alcanzó la superficie, miró la isla y el mar, sorprendiéndose al ver que el sol no marcaba más allá de media tarde. ¿Era verdad que la ruina de la Búsqueda sólo había consumido tan corto período de tiempo? Pero no era así. Había sido tan súbita como un infarto. Tan brusca como el colapso del viejo en la carretera de Haven Farm.
Lentamente, irresistiblemente, la violencia continuaba produciéndose en la roca. Al empezar la bajada, vio que el declive estaba marcado con nuevas cicatrices donde habían caído fragmentos de roca. El viejo mar se había tragado aquellas ruinas sin dejar rastro.
Se producían ya los últimos dolores de la isla. Aunque le era difícil andar sin tropezar, pidió al grupo que se apresurase. Era su responsabilidad. Covenant estaba tan dominado por la profanación, tan ciego en su angustia, que hubiera caído de cabeza al fondo del pozo si Cail no lo hubiera sujetado. Ella también necesitaba ayuda, pero Brinn se había ido; la Primera y Encorvado se ocupaban de Honninscrave, y la obligación de Cail estaba en otra parte. Por tanto, soportó su propio peso, y animó a sus compañeros para que aceleraran. Tan torpemente como lisiados, bajaron la pendiente.
Vain los seguía como si nada hubiera ocurrido. Pero su mano derecha colgaba de la madera muerta de su transformado antebrazo. El anillo del Bastón de la Ley en su muñeca, marcaba la frontera entre la carne y la madera.
Al fin, llegaron a la falúa de alguna manera, no había sido tocada por ninguna de las piedras que habían caído. Todos subieron a bordo como si hubieran sido puestos en fuga.
Cuando la Primera empujó la embarcación hacia el agua, el islote saltó. Gran parte de la cima se derrumbó hacia adentro. El mar se alzó en altas olas, poniendo en danza a la embarcación. Pero soportó sin daño aquellos espasmos. Entonces, la Primera y Encorvado cogieron los remos y remaron bajo la luz del sol hacia el Gema de la Estrella Polar.
El temblor siguiente derrumbó otra parte de la cumbre de la isla. Al mismo tiempo, varios de los arrecifes se sumergieron. Tras esto, las convulsiones se hicieron más continuas, levantando inmensas exhalaciones de polvo de la garganta de la isla. Impelida por el alborotado mar, la falúa llegó rápidamente al costado del barco gigante. En poco tiempo, todos lograron subir a las cubiertas. Los miembros de la tripulación estaban asomados a la barandilla del lado de babor observando cómo se hundía la tumba del Árbol Único.
Se hundió en un último y tremendo cataclismo. Trozos de la isla saltaron como llamas al estallar sus cimientos. Luego todas las rocas se sentaron alrededor del nuevo lugar de descanso del Gusano; y el mar se apresuró a llenarlo. Las aguas se levantaron como un gran surtidor, extendiéndose hacia fuera con profundas ondulaciones que hicieron que el dromond se bamboleara de un lado al otro. Pero aquello fue el final. Incluso los arrecifes habían desaparecido. Nada quedó señalando la zona excepto burbujas que rompían la superficie y desaparecían dejando un silencio azul.
Lentamente los espectadores volvieron a su barco. Cuando Linden miró más allá de Vain hacia Covenant, vio a Buscadolores con él. Quería ser dura con el elohim. Hubiera agradecido cualquier bienvenida que pudiera confortarla pero ya había pasado el tiempo para estas cosas. Nada de aquello devolvería a Covenant sus esperanzas. Las líneas que marcaban el semblante del Designado eran tan profundas como de costumbre; pero ahora revelaban piedad.
—Yo no puedo hacer nada para mitigar tu pesar —dijo hablando en un tono tan bajo que Linden apenas podía oírlo—. Se hizo un intento y falló. Pero voy a ahorrarte un pesar. El Árbol Único no está destruido. Es un misterio de la Tierra. Mientras la Tierra persista, también él subsistirá. Puede que vuestros remordimientos sean muchos, pero éste es uno que no necesitáis tener.
La inesperada gentileza de Buscadolores hizo que los ojos de Linden se empañaran. Pero el fracaso se denotaba en los hombros de Covenant; la oscuridad de su mirada, indicaba que estaba más allá del alcance de cualquier ayuda. Con una voz infinitamente triste, respondió:
—Pudiste haberme avisado. Yo casi… —La visión de lo que pudo haber hecho obturó su garganta. Entonces tragó como si quisiera maldecir y no tuviera fuerzas—. Estoy enfermo de culpabilidad.
Honninscrave permanecía con Soñadordelmar. Quitamanos y Furiavientos le miraron como pidiendo órdenes; pero él no respondió, ni se dio cuenta de que estaban allí. Después de una breve pausa de respeto, la Primera le dijo al maestro de anclas, lo que tenía que hacer.
Cubriéndose con su vieja melancolía, Quitamanos movilizó a la tripulación. Se levaron las anclas, se izaron las velas. Y en poco tiempo el Gema de la Estrella Polar se alejó de la tumba de la isla perdida y puso proa al norte a través del mar abierto.
Pero Covenant no se quedó a observar. Despojado de toda redención, abandonó a sus compañeros y fue tambaleándose hacia su camarote. Estaba muriéndose con un cuchillo clavado en el pecho y no tenía recursos para luchar contra el Despreciativo. Linden lo comprendía. Cuando le volvió la espalda, ella no protestó.
Así era su vida después de todo. Había sido sincera consigo misma, sobre lo que era y lo que quería llegar a ser. Recordaba la existencia que había dejado detrás de Haven Farm; el viejo cuya vida había salvado allí. No vas a desfallecer aunque te asalte. Las elecciones que había hecho ya no podían serle arrebatadas.
Y esto no era todo. Recordaba lo que Covenant le había contado sobre los Muertos de Andelain. Su amigo, el Amo Superior Mhoram, le había dicho: No te engañes por las necesidades del Reino. La cosa que persigues no es la que parece ser. La misma profecía era también válida para ella. Al igual que Brinn, había encontrado algo que no había ido a buscar. Con Covenant, antes de que escaparan de Bhrathairealm, ella había encontrado luz en la oscuridad de su corazón. Y en la caverna del Árbol Único había descubierto cómo usar aquella parte de sí misma; un uso que no era malvado.
Ya que Covenant no podía llevarla ahora, ella aceptó de él la carga de la esperanza. No vas a desfallecer… No mientras ella creyera en él… y supiera cómo llegar hasta él.
No trató de detener las lágrimas de sus ojos. Se habían perdido demasiadas cosas. Mientras se acercaba a Honninscrave para hacerle compañía, cruzó los brazos sobre el corazón y dejó que la gran pesadumbre de la Búsqueda se asentara sobre sus huesos.