La llegada de la búsqueda
Covenant miró a Brinn y sintió ruina acumulándose alrededor de él. La isla entera era una ruina, un lugar de muerte. Entonces, ¿por qué no había allí cuerpos descompuestos ni huesos petrificados? Luego no era muerte, sino desarraigo. Toda esperanza había sido eliminada de aquel lugar. El amanecer yacía tan rosado como una mentira sobre las duras rocas.
Estoy perdiendo el juicio.
El no sabía qué hacer. Todo camino hacia esta isla estaba cubierto de lápidas mortuorias. La isla misma se elevaba sobre ellos como un macizo áspero y abrupto. Las piedras de las laderas hormigueaban con implicaciones de vértigo. Y sin embargo ya había tomado su decisión, a pesar de que odiaba hacerlo, y temía estar equivocado; temía descubrir que estaba equivocado, que después de lo que había soportado y aún esperaba soportar, la única cosa que realmente podía hacer por el Reino había muerto. Que la teoría de la vieja cicatriz de cuchillo sobre su corazón podía ser verdadera.
Su voz sonaba ante él remota e insignificante, insanamente ajena. Estaba tan loco como los haruchai; con quienes era imposible hablar de tales cosas como si ellos no fueran también aterradores. ¿Por qué a él no le parecían aterradoras aquellas cosas? El acercamiento al Árbol Único te corresponde a ti. Por tanto el Árbol estaba allí, en aquel lugar de muerte apilada. Ningún pájaro interfería en el inmenso cielo con su despreciable vida; ninguna semilla o trazo de liquen marcaba la roca. Era poco saludable estar allí y considerar que aquello podía sobrellevarse.
Su voz estaba diciendo:
—Tú no eres Brinn. ¿Verdad? —Su garganta no aceptaría aquel otro nombre.
La expresión de Brinn no cambió. Tal vez había una sonrisa en sus ojos; era difícil verlo en aquella temprana luz.
—Yo soy quien soy —dijo con suavidad—. Ak-Haru Kenaustin Ardenol. El Guardián del Árbol Único. Brinn de los haruchai. Y muchos nombres más. Así soy renovado de época en época hasta el final.
Vain no se movió. Pero Buscadolores se inclinó como si Brinn se hubiera convertido en una figura a quien incluso los elohim debieran cierto respeto.
—No —dijo Covenant. No podía dominarse—. No.
La Primera, Encorvado y Honninscrave miraban al haruchai con perplejidad. Soñadordelmar seguía asintiendo como un muñeco que tuviera un muelle por cuello. De alguna forma la victoria de Brinn había resuelto el problema de Soñadordelmar. ¿Abriendo el camino hacia el Árbol Único? Brinn.
La mirada de Brinn era conocedora y absoluta.
—No te aflijas, ur-Amo. —En su tono se mezclaban la pasión y el autocontrol—. Aunque ya no pueda volver jamás a tu servicio, no estoy muerto para la vida y la utilidad. Puedo estar dispuesto cuando sea necesario.
—¡No me digas eso! —La protesta salió de Covenant sin contar con su voluntad—. ¿Piensas que puedo soportar tu pérdida?
—La soportarás, —respondió aquella nueva voz—. ¿No eres tú Thomas Covenant, el Incrédulo? Esa es la gracia que se te ha dado: la posibilidad de soportar lo que hay que soportar. —El rostro de Brinn se alteró ligeramente como si no fuera totalmente inmune a la pérdida—. Cail aceptará mi puesto a tu lado hasta que la palabra del Guardián de Sangre Bannor haya sido cumplida. Luego seguirá a su corazón. —La cara de Cail recogía la luz de una manera ambigua—. Ur-Amo, no te retrases —concluyó Brinn, señalando la cresta iluminada—. El camino de esperanza y condenación está abierto ante ti.
Covenant se hizo una promesa a sí mismo. No parecía tener fuerzas para exclamar en voz alta. La fría niebla de la noche estaba aún en sus huesos, desafiando el calor del sol. Quería estallar y delirar como un hombre loco. Sería justo. Había hecho aquellas cosas antes, especialmente a Bannor; pero ahora no podía. El semblante de Brinn tenía la entereza a la cual Bannor sólo había aspirado. Covenant se sentó bruscamente, apoyó su espalda contra una piedra y luchó para mantener su pesar apartado de la rápida mecha de su veneno.
Una figura se acuclilló ante él. Por un instante, temió que fuera Linden y casi perdió su apoyo. No hubiera podido soportar una oferta de consuelo que viniera de ella. Iba a perderla independientemente de lo que él hiciera, tanto si la mandaba de regreso como si fracasaba. Pero ella estaba todavía dando la espalda al sol y su cara cubierta como si no quisiera que la mañana viera su tristeza. Con un esfuerzo, correspondió a la ansiosa mirada de Encorvado.
El deformado gigante tenía un frasco de cuero lleno de diamantina. Sin decir nada, se lo ofreció a Covenant.
Por un momento, como en un instante de demencia, Covenant vio allí a Vasallodelmar tan vivido como a Encorvado. Vasallodelmar estaba comentando: Algunos viejos videntes dicen que la privación refina el alma; pero yo digo que a veces es suficiente refinar el alma cuando el cuerpo ya no tiene otra alternativa. A esto, la angustia de Covenant remitió un poco. Con un suspiro, aceptó el frasco y bebió unos sorbos del licor.
El camino de la esperanza y del castigo, pensó mordazmente. Demonios.
Pero la diamantina fue una bendición para sus erosionados nervios, así como para sus agotados músculos. La ascensión a la isla prometía vértigo. Pero había hecho frente al vértigo con anterioridad. Para soportar lo que debe ser soportado.
Devolviendo el frasco a Encorvado, se levantó y se acercó a Linden.
Cuando tocó sus hombros, ella se encogió como si le tuviera miedo, miedo del propósito que percibía en él con tanta claridad como si lo llevara escrito en la frente. Pero no lo rehuyó. Después de un momento, Covenant habló.
—Tengo que… —El quería decir, tengo que hacerlo. ¿No lo comprendes? Pero estaba seguro de que no lo comprendería. Y, de aquello, no podía culpar a nadie salvo a sí mismo. Nunca había encontrado el valor suficiente para explicarle por qué tenía que regresar, por qué la vida de él dependía de su vuelta al mundo. En su lugar, dijo—: Tengo que ir allá arriba.
Inmediatamente, Linden se volvió como si quisiera atacarle con protestas, implicaciones, o súplicas. Pero sus ojos estaban perturbados y en cualquier otra parte, como habían estado los de Elena. Las palabras salieron de ella igual que si se estuviera esforzando por tener piedad de él.
—Esto no es tan malo como parece. No está realmente muerto. —Sus manos señalaron la isla con un gesto—. No como toda aquella ruina que había alrededor de la Fustaria Poderdepiedra. Está lleno de poder; demasiado poder para que un mortal pueda vivir aquí. Pero no está muerto. Es semejante a un sueño. No exactamente eso, pero algo así —se quedó pensando unos momentos y prosiguió—: Esta eternidad no muere. Descansa, descansa profundamente. Sea lo que sea, no es probable que note nuestra presencia.
La garganta de Covenant se cerró. Ella estaba tratando de confortarlo después de todo. Estaba ofreciéndole su percepción porque no tenía otra cosa que ofrecer. O quizás deseaba volver a su antigua vida.
El tuvo que soportar un gran peso de aflicción antes de estar preparado para encararse nuevamente a sus compañeros y decir:
—Vámonos.
Ellos lo miraron con aprensión y esperanza. En la cara de Soñadordelmar destacaba notablemente su cicatriz. La Primera se dominaba con eficacia; pero Encorvado no hizo ningún esfuerzo para ocultar su mezcla de pesar y excitación. Los sólidos músculos de Honninscrave se tensaban y relajaban como si se estuviera preparando para luchar contra cualquier cosa que amenazara a su hermano. Todos sabían que se hallaban en la culminación de sus búsquedas, ante la satisfacción o negación de las necesidades que los habían llevado tan lejos a través de los mares del mundo.
Todos, excepto Vain. Si el Demondim llevaba las arandelas del Bastón de la Ley por alguna razón determinada, no lo revelaba en absoluto. Su negro semblante permanecía tan impenetrable como las mentes de los ur-viles que lo habían creado.
Covenant se apartó de ellos. Sabía que todos estaban allí por él, conducidos a través de riesgo y traición hasta aquel lugar por su propia desconfianza, su enorme necesidad de cualquier arma que no destruyera lo que él amaba. Esperanza y condena. Vehementemente, se obligó a iniciar el ascenso.
En seguida Encorvado y la Primera se le adelantaron. Ellos eran gigantes, amigos de la piedra, y mejor equipados que él para encontrar un camino practicable. Brinn continuó a su lado; pero Covenant rehusó la tácita oferta de ayuda del Guardián y se mantuvo a unos pasos de él. Cail ayudaba a Linden a escalar las rocas. Luego iban Honninscrave y Soñadordelmar moviéndose al unísono. Vain y Buscadolores cerraban la marcha como las sombras de sus secretos.
Desde ciertas posiciones, la cumbre parecía inalcanzable. Las accidentadas laderas de la isla no ofrecían caminos; y ni Covenant ni Linden estaban capacitados para escalar aquellos frentes rocosos. Covenant sólo controlaba el vértigo que invadía su mente centrando su atención en las piedras que tenía delante. Pero la Primera y Encorvado parecían comprender la forma en que las piedras se sucedían, sabían que una determinada formación indicaba las condiciones del terreno que se hallaba sobre ella. Su ascensión describía un circuito que no tuvieron serias dificultades en seguir alrededor del cónico islote.
Y aún Covenant jadeaba con frecuencia como si el aire fuera demasiado duro para él. Su vida a bordo del Gema de la Estrella Polar no le había preparado para aquellos esfuerzos. Cada paso ascendente se hacía más dificultoso que el anterior. El sol bañaba la compleja mezcla de iluminación y oscuridad de las rocas hasta que cada sombra se hizo tan determinada como el filo de un cuchillo y cada superficie expuesta resplandeció. Gradualmente la túnica empezó a pesar sobre él como si al haber dejado atrás sus viejas ropas hubiera asumido algo más pesado de lo que podía llevar. Solamente la insensibilidad de sus pies desnudos le libraban de quejarse como hacía Linden ante las pequeñas magulladuras y cortes que le producían las piedras. Quizá debería haber sido más cuidadoso de sí mismo. Pero no tenía espacio en su corazón para la lepra o la autoprotección. Siguió a la Primera y a Encorvado como había seguido a su convocante a los bosques situados detrás de Haven Farm, hacia Joan y el fuego.
La ascensión les ocupó media mañana. Por accidentados caminos, el grupo subió más y más sobre la inmaculada extensión del mar. Desde el norte, el Gema de la Estrella Polar era fácilmente visible. Una banderola colgaba del mástil de popa, indicando que todo estaba en orden. Los ojos de Covenant captaban ocasionales reflejos del sol sobre el océano, como recuerdos de la llama blanca que lo había llevado a través de la Fortaleza de Arena para enfrentarse a Kasreyn. Pero estaba allí para escapar de la necesidad de aquel poder.
La cima ya era visible. El sol brillaba en el cielo limpio de nubes. El sudor bajaba por su cara y el aire rozaba su pecho cuando iniciaron el último tramo.
El Árbol Único no estaba allí. Sus temblorosos músculos habían esperado que en la cima habría un trozo de tierra en la cual pudiera crecer un árbol, pero no era así.
En la ladera de la cumbre, había un negro agujero que se hundía hacia el centro de la isla.
Covenant les dio aviso a Linden y a Cail que iban detrás de él. Un momento después, llegaron Honninscrave y Soñadordelmar. Juntos miraron hacia las profundidades oscuras.
La abertura tenía una anchura de un tiro de piedra; y las paredes eran casi lisas. Descendía hasta rebasar los límites de la vista de Covenant. El aire que salía de aquel agujero era tan negro y frío como una exhalación de noche. Y estaba impregnado de algo que picaba la nariz. Cuando miró a Linden para ver cuál era su reacción, vio sus ojos que lagrimeaban como si el aire estuviera tan impregnado de poder que le produjera dolor.
—¿Allí abajo? —Su voz era un graznido. Tuvo que cogerse al hombro de Brinn para que su vértigo no le atrajera hacia el pozo.
—Sí —respondió Encorvado con cansancio. No puede estar en otra parte. Hemos recorrido esta isla lo suficiente para saber que no lo hemos dejado atrás.
Brinn confirmó con tranquilidad:
—Ese es el camino. —La escalada no le había producido cansancio, ni tampoco la noche de batalla. A su lado, incluso Cail parecía frágil y limitado.
Covenant mostró los dientes, en su esfuerzo para respirar contra el aire de aquel pozo.
—¿Cómo? ¿Esperáis que salte?
—Voy a guiarte yo. —Brinn señaló a poca distancia del lado del agujero. Mirando en aquella dirección, Covenant vio una especie de rampa que entraba en ángulo hacia el pozo, bajando en espiral alrededor de las paredes, como una tosca escalera. Miró hacia allí y su estómago se contrajo.
—Pero debo decir nuevamente, —prosiguió Brinn—, que no puedo servirte. Yo soy ak-Haru Kenaustin Ardenol, el Guardián del Árbol Único. Y no intervendré.
—¡Terrorífico! —exclamó Covenant. El desaliento lo embargó. Cuando permitió que su ira se mostrase, un centelleo de fuego recorrió su cuerpo como un vislumbre de un relámpago distante. A pesar de todas las cosas que lo aterrorizaban, agraviaban o constreñían, sus nervios estaban preparados para la magia indomeñable. Le hubiera gustado preguntar: ¿Intervenir en qué? Pero Brinn era demasiado perfecto para ser cuestionado.
Durante un momento, Covenant estudió la zona como un animal atrapado. Sus manos juguetearon con el cinturón de su túnica. Luchando contra la inseguridad de sus entumecidos dedos, su media mano se agarró al cinturón como si fuera una cuerda salvavidas.
Linden lo estaba mirando. No podía ni parpadear para quitarse la humedad de los ojos. Su rostro estaba pálido de alarma. Sus facciones parecían demasiado delicadas para soportar el aire de aquel agujero mucho más.
En un impulso, se puso en movimiento hacia la rampa.
Ella cogió su brazo como si él ya hubiera empezado a caer.
—Covenant… —Cuando la mirada de él saltó a su cara, ella titubeó. Pero no sustrajo a su mirada. En una difícil voz, como si estuviera tratando de transmitir algo que desafiara al lenguaje, dijo—: Ahora tienes el mismo aspecto que en la Atalaya de Kevin. Cuando había que bajar las escaleras. Tú eras lo único con que yo contaba y no me permitiste que te ayudara.
El retiró su brazo. Si ella trataba ahora de hacerle cambiar de opinión, rompería su corazón.
—Sólo es vértigo —dijo roncamente—. Conozco la solución. Sólo necesito un poco de tiempo para encontrarla.
Su expresión penetró en él como un grito. Por un terrible momento temió que ella le dijera: ¡No! ¡No es vértigo! Es que temes compartir cualquier cosa, dejar que alguien te ayude. Crees que eres tan destructivo que amándome como me amas vas a enviarme de regreso. Estaba cerca de la humillación mientras esperaba a que llegaran las palabras de Linden. Ecos de su pasión ardían en el fondo de sus ojos. Pero ella no le dijo nada de esto. Su severidad la hacía parecer vieja y precavida, cuando dijo:
—No puedes hacer el Bastón sin mí.
Incluso aquello era insoportable para él. También pudo haberle dicho: No conseguirás salvar al Reino sin mí. Las implicaciones casi lo despojaron del poco valor que le quedaba. ¿Era verdad? ¿Era realmente tan egoísta que intentaba vender el Reino para poder vivir?
No. No era verdad. El no quería la vida que se vería forzado a vivir sin ella, pero tenía que vivir de todas formas. Tenía, o no podría conseguir otra oportunidad para luchar contra el Amo Execrable. El amor humano de un hombre no era un precio demasiado alto.
Y sin embargo la mera visión de ella era suficiente para que apareciera en su rostro un gesto de deseo y frustración. Tuvo que esforzarse para responder:
—Lo sé. Cuento contigo.
Luego se volvió hacia el resto del grupo.
—¿A qué esperamos? Vamos por ello.
Los gigantes intercambiaron miradas. Los ojos de Soñadordelmar estaban tan bordeados de rojo como desgarraduras; pero asintió a la pregunta muda de la Primera. Encorvado no vaciló. Honninscrave hizo un gesto que expuso la vacuidad de sus manos.
La boca de la Primera se tensó. Sacando su espada, la sostuvo ante ella como un símbolo de su resolución.
Linden empezó a bajar a oscuras por el pozo, como si fuera el vacío en que se había metido para rescatar a Covenant y a la Búsqueda de Kasreyn.
Moviéndose con tanta seguridad como si hubiera pasado toda su vida allí, Brinn se aproximó a la rampa. A pesar de sus afiladas piedras y su peligrosa inclinación, la rampa era lo suficiente ancha para un gigante. La Primera siguió a Brinn con Encorvado inmediatamente tras ella.
Apoyando sus manos contra la deformada espalda de Encorvado, Covenant siguió después. Una mirada por encima de su hombro, que amenazó su estabilidad, le dijo que Cail estaba detrás de él, situado entre él y Linden para protegerlos a ambos. Vain y Buscadolores, como de costumbre, eran los últimos. Entonces la atracción del pozo se hizo demasiado fuerte, y afectó peligrosamente a su mente. Agarrándose a las ropas de Encorvado con sus insensibles dedos, hizo un esfuerzo para hallar el punto de claridad en el corazón de su vértigo.
Pero cuando ya había recorrido parte del camino alrededor de la primera curva, Linden pronunció su nombre suavemente, dirigiendo su atención hacia atrás. Por encima de su espalda vio que Honninscrave y Soñadordelmar no habían iniciado el descenso. Estaban uno frente al otro sobre la ladera, en silencio, como tratando de un asunto de vida o muerte. Soñadordelmar sacudía la cabeza, rechazando lo que veía en el rostro de Honninscrave. Después de un momento, el capitán se apartó, dejando que Soñadordelmar le precediera en su bajada.
En aquella formación, el grupo descendió lentamente en espiral hacia la oscuridad.
Después de dos vueltas en el interior, la luz del sol se quedó afuera. Su alcance aumentaba cuando el sol llegaba a su punto más alto, al mediodía; pero el descenso de la Búsqueda era más rápido. Los ojos de Covenant rehusaron adaptarse a la oscuridad; la sombra desconcertaba su visión. Quería mirar hacia arriba, ver algo con claridad; y estaba seguro que se caería al hacerlo. Las tinieblas se acumulaban a su alrededor y era atraído hacia las profundidades, que trataban de succionarlo. Aquellas profundidades eran vertiginosas, y ciertas, tan precisas como el vértigo o la desesperación. Corroían su corazón como el ácido de sus pecados. En algún lugar allí abajo estaba el ojo de la espiral, el punto inmóvil de fuerza entre contradicciones en las que se había encontrado una vez al desafiar al Amo Execrable; pero nunca lo alcanzaría. Aquella rampa era el camino de todas las manipulaciones del Despreciativo. Soñadordelmar está asustado. Creo que sabe lo que el Amo Execrable está haciendo. Un paso en falso lo llevó al límite de la caída. Se agarró a la espalda de Encorvado, y allí se quedó con su corazón abatido. Incluso sus amodorrados sentidos, captaban el aire humeante del poder.
Como si el veneno no fuera bastante, allí había otra fuerza para conducirlo a la destrucción. La atmósfera helaba su piel, hacía el sudor bajar por sus mejillas como trazos de magia indomeñable.
Cail le alcanzó para estabilizarlo desde atrás. Encorvado murmuraba palabras de ánimo por encima del hombro. Después de un rato, Covenant pudo moverse de nuevo. Y prosiguieron el descenso.
Necesitaba un vestido más grueso para dejar de temblar. Le parecía estar entrando en una heredad que nunca había sido tocada por el sol; un lugar de tal oscuridad y somnoliente fuerza que ni incluso la radiación directa del sol sería capaz de suavizar su perpetuo frío. Tal vez ningún fuego sería nunca lo bastante fuerte para atemperar la medianoche que se abría bajo sus pies. Tal vez ninguno de los buscadores, excepto Brinn, tenía derecho a estar allí. A cada paso se sentía más pequeño. La oscuridad lo aislaba. Más allá de Encorvado y Cail, sólo reconocía a sus amigos por los ruidos de sus pies. El débil sonido de sus pisadas se elevaba como un murmullo en el pozo, similar al que producen las alas de los murciélagos.
No encontraba la forma de medir el tiempo en aquella noche; no podía contar el número de vueltas que había dado. Por un loco instante, miró hacia arriba, al pequeño mirador del cielo. Entonces tuvo que dejar que Cail lo sostuviera mientras su equilibrio le fallaba.
El aire del pozo se hizo aún más frío, más poblado de leves susurros, menos soportable. Por alguna razón, creyó que el pozo se ensancharía a medida que iba penetrando en las entrañas de la isla. A pesar de su insensibilidad, cada emanación de las paredes era tan palpable como un puño y tan secreta como una tumba sin marcar. Estaba siendo oprimido por un poder que no tenía origen ni forma. Oyó a Linden detrás de él. Su respiración se estremecía como en un preludio de histeria. El aire le hacía sentirse lleno de fuego insano. Este debía haber estado erosionando los nervios de Linden adecuadamente.
Y aún él quería culparse porque no sentía lo que ella estaba sintiendo; no tenía forma de valorar su peligro o las consecuencias de sus propios actos. Su entumecimiento se había convertido en algo demasiado parecido a la muerte, en un peligro tanto para el Mundo como para sus amigos y para Linden.
Y aún así, no se detuvo. No sirve de nada evitar sus trampas… Continuó como si estuviera penetrando en el negro corazón de Vain.
Llegó al final sin previo aviso. Bruscamente la Primera dijo:
—Ya hemos llegado.
Y su voz levantó los mismos ecos que si hubiera espantado a una bandada de pájaros. La posición de la espalda de Encorvado cambió. El paso siguiente de Covenant lo llevó al nivel del fondo.
Empezó a temblar violentamente por la reacción y el frío. Pero oyó a Linden que sollozaba como si tratara de llegar a tientas hasta donde estaba él. La abrazó, estrechándola como si no pudiera llegar a ser capaz de encontrar otra forma de decirle adiós.
Sólo la suave respiración de sus compañeros le decía que Linden y él no estaban solos. Incluso aquel leve ruido sonaba como el despertar de algo fatal.
Miró hacia arriba. Al principio, no vio señales del cielo. El pozo era tan profundo que su boca era indistinguible. Pero un momento más tarde, la luz llegó a sus ojos como si el sol hubiera alcanzado las laderas de la isla. Sus amigos aparecieron súbitamente a su lado como si hubieran saltado de la oscuridad, recreados a partir del crudo frío del pozo.
La Primera permanecía con su determinación agarrada con ambas manos. Encorvado estaba a su lado, sonriendo. Soñadordelmar, atendido por Honninscrave mascaba su desesperación y miraba a su alrededor. Vain parecía un avatar de la oscuridad del pozo. La túnica crema de Buscadolores brillaba como una antorcha.
Cail se encontraba cerca de Covenant y Linden con luz del sol destellando en sus ojos, Pero a Brinn no se le veía por ninguna parte. El Guardián del Árbol Único los había abandonado en la caverna, llevando su promesa de no intervenir hasta sus últimas consecuencias. O tal vez no quería contemplar lo que iba a ocurrirles a aquellas personas a quienes había servido.
Al alcanzar el suelo del pozo, la luz del sol se movía más lentamente; pero aún se extendía notablemente desde la pared occidental donde permanecía la Búsqueda. Los ojos de Covenant estaban nublados. La luz parecía oscilar entre la vaguedad y la brillantez, la esperanza y el castigo. Nadie habló. La atmósfera los mantenía silenciosos e inmóviles.
Sin mediar aviso, puntas de madera ardieron ante su vista cuando el sol las tocó. Resplandeciendo como trazos de fuego por encima de las cabezas de los observadores, varios tallos corrieron a reunirse para formar ramas. Estas se cruzaban y crecían hacia abajo. En un lento torrente como flujo de ardiente sangre, todas las ramas se reunieron; y el tronco del Árbol Único introdujo sus raíces en el suelo del pozo.
Resaltando contra un fondo de sombra, el gran Árbol se alzaba frente a ellos como el progenitor de toda la madera del mundo.
Parecía enorme. El pozo efectivamente se había ensanchado a medida que descendían, formando una caverna para guardar el Árbol. La oscuridad que cubría los muros lejanos enfocaba toda la luz del sol al centro del suelo, de forma que el Árbol dominaba el aire con cada línea y ángulo de sus brillantes ramas. Era grande y viejo, de corteza nudosa como un manto de edad, y de un poder imposible.
Y sin embargo, no tenía hojas. Quizás nunca las había tenido. La desnuda piedra no mostraba ninguna marca de tierra que pudiera haber producido el Árbol Único. Cada rama y cada tallo estaban rígidos, sin entrelazarse. Hubieran perecido muertos de no estar vivificadas por la luz. Las enormes raíces del Árbol habían forzado su camino en el suelo con gigantina fuerza, desprendiendo grandes trozos de la superficie que las raíces abrazaban con intimidad de amantes. El Árbol parecía extraer su fuerza, su imperecedera vida sin hojas, de un origen subterráneo que era tan apasionado como la lava y tan duro como la roca.
Durante un largo momento, Covenant y sus compañeros se quedaron y miraron. El no creía que le fuera posible moverse. Estaba demasiado cerca del objetivo que había deseado y ambicionado a través de los anchos mares. A pesar de su iluminada actualidad, parecía irreal. Si lo tocaba, se evaporaría en la alucinación y la locura.
Pero el sol estaba moviéndose todavía. La configuración del pozo hacía su curso peligrosamente rápido. El Árbol Único estaba ahora completamente iluminado; y ellos volvieron a quedarse en la sombra. Pronto el sol alcanzaría la pared este, y entonces el Árbol empezaría a desaparecer. Quizá dejaría de existir cuando el fuego del sol no tocase sus ramas. De repente, se dio cuenta de que no disponía de mucho tiempo.
—Ahora, Giganteamigo —siseó la Primera con voz dura—. Debe hacerse ahora, mientras quede luz.
—Sí. —La voz de Covenant tropezó en su garganta, llegando a su boca vacilante. Estaba asustado del significado de lo que hacía. Linden era la primera mujer capaz de amarlo desde la declaración de su enfermedad. ¡Para perderla ahora! Pero Brinn había dicho: Esperanza y castigo. Soportar lo que haya de soportarse. El podría morir si no lo hacía; y destruir lo que amaba. Bruscamente levantó su brazo derecho apuntando al Árbol. Las pequeñas cicatrices gemelas de su antebrazo brillaron débilmente.
—Allí. —Por encima de su anudado tronco, el Árbol estaba lleno de ramas. De una de las más cercanas crecía un largo y recto ramal tan grueso como su muñeca. Terminaba en un recto tocón como si el resto hubiera sido cortado—. Cogeremos ésta.
La tensión serpenteaba a través de él. Abrió una rendija en su mente, dejando escapar un rayo de poder. Una débil llama escapó de su anillo y se intensificó hasta que fue tan incisiva como un cuchillo. La mantuvo, intentando usarla para aserrar la rama.
Oscuramente, a través de su resplandor, vio a Vain sonriendo.
—Espera. —Linden no lo estaba mirando. No miraba nada. Su expresión recordaba la desvalida inmovilidad que la había hecho a ella tan vulnerable ante Joan, Marid y Gibbon. Parecía pequeña y perdida, como si no tuviera derecho a estar allí. Sus manos hacían débiles movimientos de súplica. Su cabeza se movía en gesto de negación—. Hay algo más.
—Linden… —empezó Covenant.
—Sé breve, Escogida —dijo la Primera—. El tiempo vuela.
Linden miró firmemente hacia más allá de sus amigos, del Árbol y de la luz. —Hay algo más aquí—. Estaba aterrorizada. —Están conectados… pero no son el mismo. No sé que es. Es excesivo. Nadie puede mirarlo—. La parálisis o el horror hicieron salvaje su suave voz.
Covenant trató de saber más.
—Linden… —empezó a decir.
La mirada de ella dejó el Árbol Único, le tocó a él y luego se humilló como si no pudiera soportar la visión de lo que él quería hacer. Sus palabras parecieron congelarse en el silencio cuando les habló.
—Eso no es el Árbol, ya nada vive aquí. El no hace que el aire huela como si hubiera llegado el fin del mundo. El no tiene esa clase de poder. Aquí hay algo más. —Miraba hacia adentro de sí misma, buscando allí las respuestas como hacían los elohim—. Y descansa.
Covenant desfalleció. Ya había recibido demasiadas emociones. Su anillo ardió como veneno de profanación potencial. Un grito que fue incapaz de emitir estalló en su corazón:
¡Ayúdame! ¡No sé qué hacer!
Pero él había ya tomado su decisión. La única decisión que era capaz de tomar. Seguir adelante. Enfrentarse a los acontecimientos. ¿Qué importaba? Seguramente, Linden comprendería. No podía retraerse de la influencia de su propio miedo y desgracia.
Cuando miró a la Primera, ella hizo un gesto hacia el Árbol.
Finalmente se puso en movimiento y empezó a acercarse.
En aquel momento, Soñadordelmar salió de la sombra, acompañado por las protestas de Honninscrave. El gigante mudo se puso delante de Covenant, bloqueando su camino. Toda la luz que tocaba su rostro estaba concentrada alrededor de la cicatriz. Su cabeza lanzaba negativas de lado a lado. Sus puños estaban sobre sus sienes como para impedir que su cerebro estallara.
—No Covenant —le gritó con ira y comprensión—. No hagas eso.
La Primera ya estaba a su lado.
—¿Estás loco? —dijo a Soñadordelmar—. Giganteamigo debe actuar ahora mientras el camino está abierto.
Por un instante, Soñadordelmar se deshizo en una incomprensible pantomima. Luego se dominó. Su respiración se alteró como si él estuviera esforzándose para moverse más lentamente, y así hacerse comprender con más claridad. Con gestos tan exagerados como angustiosos, indicó que Covenant no debía tocar el Árbol; que aquello sería un desastre. El, Soñadordelmar, intentaría coger la rama.
Covenant empezó a objetar. La Primera lo calmó.
—Giganteamigo, es la Visión de la Tierra. —Encorvado se había unido a la espadachina. Parecía estar dispuesto a luchar con Covenant en nombre de los deseos de Soñadordelmar—. En todas las largas edades de los gigantes, ninguna Visión de la Tierra nos ha aconsejado mal.
Desde la oscuridad, Honninscrave gritó:
—¡Es mi hermano! —Las lágrimas reprimidas dificultaban su voz—. ¿Quieres mandarlo a la muerte?
La punta de la espada de la Primera empezó a moverse. Encorvado la observaba muy atentamente en espera de su decisión. Los ojos de Covenant iban de Honninscrave a Soñadordelmar. No podía escoger entre ellos. Entonces, Soñadordelmar fue directamente hacia el Árbol Único.
—¡No! —El grito salió del pecho de Covenant—. ¡No! ¡Que nadie se sacrifique en mi lugar! —Fue tras el gigante con llamas golpeando en sus venas.
Honninscrave se le adelantó. Fue a impedir los propósitos de su hermano, maldiciendo.
Pero Soñadordelmar se movía con desesperada precisión, como si esto también lo hubiera predicho exactamente. En tres zancadas se dirigió al encuentro de Honninscrave. Sus pies se plantaron sobre la piedra. Su puño se disparó.
El golpe repercutió sobre Honninscrave como la coz de un corcel. Se tambaleó hacia atrás contra Covenant. Sólo la rápida intervención de Cail evitó que aplastara a Covenant sobre la piedra. El haruchai desvió el cuerpo de Honninscrave hacia un lado, y empujó a Covenant hacia el otro.
Covenant vio a Soñadordelmar cerca del Árbol. La orden de la Primera y el grito de Encorvado lo siguieron, pero no pudieron detenerlo. Lívido en la súbita luz del sol, trepó a las rocas rotas que las raíces habían abrazado. Desde aquella posición, la rama que Covenant había escogido colgaba al alcance de sus manos.
Durante un instante no la tocó. Paseó la mirada sobre sus amigos como si estuviera situado al borde de la inmolación. Pasiones que no podía explicar alteraban su rostro junto con la línea de su cicatriz.
Luego cogió la rama cerca de su base y le aplicó su fuerza para arrancarla.