El médico amortajó el cadáver. Los hombres se prosternaron junto a él y rezaron una oración de despedida tras la cual se levantaron sumidos en la tristeza. El ujier Hur convocó a los comandantes y oficiales mayores de los distintos regimientos. Cuando estuvieron con él, les habló de esta guisa:
—Compañeros, siento comunicaros la muerte de nuestro valiente rey Kamose. Ha muerto mártir en el campo de batalla y en nombre de Egipto, tal como murió su padre antes. Se ha ido junto a Osiris, arrancado de nuestras vidas, después de aconsejarnos no parar de luchar hasta que caiga Hawaris, hasta expulsar al enemigo de nuestras tierras. Y yo, como ujier de esta noble familia, os doy el pésame por este desgraciado suceso y os pido permiso para entronizar a nuestro nuevo rey, a nuestro glorioso caudillo Ahmose, hijo de Kamose, hijo de Sekenenre. Dios lo proteja y le dé la gloria.
Los comandantes saludaron ante el cadáver de Kamose y se inclinaron ante Ahmose, el nuevo faraón. El ujier les permitió volver con sus tropas a anunciarles la muerte y la coronación.
Hur ordenó a los soldados que levantasen el palanquín real sobre sus hombros. El ujier, agobiado por la tristeza, dijo enjugándose las lágrimas:
—Que su alma goce de la felicidad y de la paz junto a Osiris. Estabais a punto de entrar en Ambús a la cabeza de vuestro victorioso ejército; pero Amón ha decidido que entréis en ella llevado en un ataúd. En cualquiera de los dos casos, sois más glorioso que nosotros…
El ejército entró en Ambús con su tradicional ceremonial, precedido por el ataúd del rey Kamose. La triste noticia se propagó por toda la ciudad y esta saboreó la victoria y probó la tristeza en el mismo trago. Las multitudes acudieron por todas partes, recibiendo al ejército de salvación y despidiéndose del difunto rey con el corazón desgarrado entre gritos de alegría y sollozos de tristeza. Cuando las multitudes vieron al nuevo rey Ahmose, se prosternaron con calma y sumisión. Aquel día nadie alzó la voz para aclamarle. Los sacerdotes de Ambús recibieron al glorioso cadáver. Ahmose se quedó a solas y escribió un mensaje a Tutishiri para cumplir la voluntad de su padre y se lo mandó con un mensajero…
Los correos llegaron con buenas y malas noticias con respecto a la flota. Dijeron que la flota egipcia había vencido a la de los hicsos y que había podido apresar a algunas de sus unidades. No obstante, el comandante Qamkaf había caído muerto y el oficial Ahmose había logrado dar la vuelta a la batalla, después de la caída del comandante, logrando así la victoria final y que el comandante de los hicsos había sido abatido por Ahmose después de una violenta lucha. Por todo ello el nuevo faraón quiso recompensar a Ahmose Ibana y dio las órdenes oportunas para que se hiciera con el mando de la flota…
Ahmose siguió la sabia política de su padre y designó a su amigo Ham como gobernador de Ambús. Delegó en él la misión de organizar y armar a los que fueran capaces de entre los indígenas. El rey le dijo a Hur:
—Avanzaremos con nuestras fuerzas rápidamente, porque si los hicsos torturaban a nuestra gente en tiempos de paz, la tortura se recrudecerá en tiempos de guerra. Tenemos que acortar ese tiempo de la tortura lo más que podamos.
El rey convocó al gobernador Ham y le dijo delante de su séquito y de sus comandantes:
—Has de saber que me comprometí, desde el día en que entré a Egipto vestido de mercader, a devolver Egipto a los egipcios. Que este sea tu lema en el gobierno del país. Que tu objetivo sea limpiar esta tierra de los hombres blancos. Desde ahora no puede gobernar más que un egipcio. La tierra es tierra del faraón, y los campesinos los encargados de labrarla. Tendrán lo que les haga falta y les garantice una vida sosegada. Él obtendrá lo que sobre para gastarlo en lo que sea de provecho común. Los egipcios son iguales ante la ley. Ningún hermano levantará más de lo que es estrictamente suyo. No habrá más esclavos en este país que los hicsos… Espero que cuides el cadáver de mi padre. Cumple tu obligación sagrada con él…