¡Vel’Skan!

¿Acaso algún dios ancestral reclamó la gloria infinita haciendo que Vel’Skan se alzara como respuesta? ¿Acaso algún Titán deseó erigir un altar de sangre y creó Vel’Skan como monumento a su locura? ¿Acaso se produjo una batalla entre los dioses de la disformidad que cubrió la superficie de Drakaasi con una lluvia de acero y dejó que la vida brotara entre las montañas de armas?

La imagen de Vel’Skan alzándose en el horizonte es suficiente para que los hombres pierdan la cordura. Espadas, escudos, yelmos y lanzas, todo aquello que los hombres emplean para aniquilarse los unos a los otros se alza en proporciones gigantescas en la orilla ensangrentada. ¡Un templo es el guantelete de una armadura! ¡El muelle es la hoja de una espada! Sobre el cielo se alza un enorme estribo teñido con la sangre de mil sacrificios. Todo en Vel’Skan es un monumento descomunal erigido en honor a la locura. Y hay una pregunta que arde en lo más profundo del alma: ¿Qué clase de matanza requiere semejantes instrumentos de muerte?

¿Qué majestuosidad infinita reside en la capital de Drakaasi, hogar de los más poderosos señores? ¿Qué clase de triunfo del Dios de la Sangre, qué juramento de muerte, qué símbolo del martirio y del infierno que lo acompaña habita en Vel’Skan, la ciudad que nació de la guerra?

Inquisidor HELMANDAR OSWAIN

Viajes de la mente de un santo hereje

(censurado por decreto del Ordo Hereticus)