Unas oscuras manos presionaron el cristal.

—¡Nos están hundiendo! —gritó el doctor D.

Yo me quedé mirando la silueta de las manos, aterrorizado.

Pero de pronto el tanque empezó a subir, cada vez más.

—¿Eh? ¿Qué pasa? —preguntó Sheena.

—¡Nos están sacando del agua! —exclamé alegremente.

—Las sirenas no se van a vengar… ¡Nos están salvando! —dijo el doctor D.

El tanque emergió al lado del Cassandra.