[1] En el siglo XIV, los tres principales oficiales de la corona eran: el Condestable de Francia, jefe supremo de los ejércitos; el Canciller de Francia, que retenía la justicia, los sellos, los asuntos eclesiásticos y lo que en la actualidad se llamaría negocios extranjeros; el Primer Maestresala de la Casa Real, que gobernaba a todo el personal noble y plebeyo que rodeaba al soberano.
El Condestable se sentaba por derecho propio en el Consejo Privado del rey. Tenía su habitación en palacio y debía seguir al rey cuando éste se desplazaba. Cobraba, fuera de las prestaciones en especie, 25 sueldos parisienses al día y 10 libras en cada festividad. En período de hostilidades o en los viajes del rey, el salario se doblaba. Por cada día de combate en que el rey cabalgaba con los ejércitos, el condestable recibía 100 libras más. Todo cuanto se encontraba en los castillos o fortalezas apresados al enemigo le pertenecía a excepción del oro y los prisioneros, que eran para el rey. Entre los caballos arrebatados al adversario, él escogía inmediatamente después del rey. Si el rey no estaba presente en la toma de una fortaleza, era el pendón del condestable el que se izaba en lo alto. Asistía a la consagración y llevaba la espada de oro delante del rey. En el campo de batalla el mismo rey no podía mandar ni atacar sin haber recibido el consejo y la orden del condestable. Bajo el reinado de Felipe el Hermoso, y de sus tres hijos, y durante el primer año del reinado de Felipe VI de Valois, el condestable de Francia fue Gaucher de Châtillon, conde de Porcien, que moriría octogenario en 1329.
El Canciller de Francia, asistido de un vice-canciller y de notarios que eran clérigos de la capilla real, estaba encargado de preparar la redacción de las actas y de fijar el sello real del cual era depositario, por lo que se le llamaba también Guardasellos. Asistía al Consejo Privado ya la Asamblea de los pares. Era el jefe de la magistratura, presidía todas las comisiones judiciales, y hablaba en nombre del rey en los asuntos de justicia. Éste era siempre un eclesiástico; lo que explica que durante los últimos años del reinado de Felipe el Hermoso, nadie llevara oficialmente este título. En efecto, habiéndose negado el obispo de Narbona, que era canciller en 1307, a sellar la orden de detención de los Templarios, Felipe el Hermoso le arrebató los sellos de las manos y los entregó a Nogaret, que no era hombre de Iglesia. Por consiguiente, Nogaret no recibió el título de su función, pero se creó para él el cargo de Secretario general del reino, mientras que Enguerrando de Marigny fue nombrado Coadjutor del rey y Rector general del reino. El 10 de enero de 1315, un mes después de la muerte de Felipe el Hermoso, el cargo de canciller recibió un nuevo titular en la persona de Esteban de Mornay, canónigo de Auxerre y de Soissons, que hasta entonces había sido el canciller del conde de Valois.
El Primer Maestresala, llamado más tarde Gran Maestre de Francia, mandaba a todo el personal, noble y plebeyo, al servicio del rey, y tenía bajo sus órdenes al contador, que llevaba las cuentas de la casa real, hacía las compras, tenía a su cargo el inventario del mobiliario, de las telas y del guardarropa. Asistía al Consejo.
A continuación, entre los grandes oficiales de la corona, estaban el Gran Maestre de los Ballesteros, que dependía del Condestable, y el Gran Chambelán. Las principales funciones de este último eran las de cuidar las armas y los vestidos del rey, y de permanecer a su lado tanto de día como de noche, «cuando la reina no estaba». Guardaba el sello secreto, podía recibir homenajes en el nombre del rey y hacer prestar juramento de fidelidad en su presencia. Preparaba las ceremonias en las que el rey armaba nuevos caballeros. Administraba el tesoro privado y asistía a la asamblea de los pares. Como estaba encargado del guardarropa real, tenía jurisdicción sobre los merceros y sobre todos los oficios relacionados con el vestido. Tenía bajo sus órdenes un funcionario llamado el Rey de los merceros, que comprobaba los pesos y las medidas.
Finalmente, había otros cargos cuyos títulos procedían de antiguas funciones y que no eran más que honoríficos, aunque daban derecho a integrar el Consejo del Rey. Tales eran los cargos de Gran Camarero, de Gran Repostero y de Gran Panetero, poseídos respectivamente, en la época que nos ocupa, por Luis I de Bourbon, por el conde de Chirllon Saint-Pol y por Bouchard de Montmorency. <<
[2] Margarita y Blanca de Borgoña, dos princesas de Francia, nueras de Felipe el Hermoso, condenadas a reclusión perpetua por infidelidad a sus esposos. <<
[3] En esta época existían dos ramas de la familia de Borgoña que reinaban en Jurisdicciones territoriales diferentes: por una parte, la familia ducal, cuya capital se encontraba en Dijon; por otra, la familia de los condes palatinos de Borgoña, que hasta Felipe el Hermoso dependían del Sacro Imperio Romano Germánico y cuya residencia principal estaba en Dóle.
Margarita de Borgoña era la hija del duque y de Inés de Francia, hija de San Luis. Fue desposada en 1305 con Luis, primogénito de Felipe el Hermoso y de Juana, reina de Navarra. Juana y Blanca de Borgoña eran hijas del conde palatino y de Mahaut de Artois. Se habían casado respectivamente con Felipe y con Carlos, segundo y tercer hijos de Felipe el Hermoso. Cuando Margarita y Blanca fueron convictas de adulterio (como se ha visto en el primer tomo de Los reyes malditos. El rey de hierro), Juana de Borgoña fue solamente acusada de complicidad y por ello encerrada por separado en el castillo de Dourdan, bajo un régimen penitenciario mucho menos severo y con una pena de prisión indeterminada. <<
[4] Esta costumbre de mantener una lámpara encendida toda la noche encima del lecho estuvo vigente durante toda la Edad Media. Era una práctica destinada a apartar los malos espíritus. <<
[5] El estafermo o quintaine era un ejercicio que se realizaba caballo, armado de lanza, y que consistía en golpear en pleno tronco un maniquí montado sobre un eje, que representaba a un caballero de armas, uno de cuyos brazos llevaba sujeto un palo. Si el justador asestaba mal el golpe, el maniquí, girando sobre si mismo, venía a golpear al torpe caballero. <<
[6] Felipe el Hermoso había legado su corazón, así como la gran cruz de oro de los Templarios, al monasterio de las dominicas de Poissy. Corazón y cruz se perdieron en un incendio provocado por un rayo la noche del 21 de julio de 1695. <<
[7] Los comerciantes de mercería, aderezos, baratijas y ornamentos, tenían el privilegio de vender dentro del palacio real, en la galería llamada Galería Mercière o Galería Marchande. <<
[8] El jamete era un tejido de seda que se aproximaba a nuestro raso. Se utilizaba en la confección de vestidos y en el ajuar de la casa, compitiendo con el cendal, que se hacía en todos los colores y se parecía al tafetán; con el camacán y con los tejidos de oro y de plata, pesados brocados con trama de seda. Entre las telas de lana se empleaban mucho las jaspeadas, paños tejidos de diversos colores, las rayadas, el camelin, es decir el tejido de pelo de camello o sus imitaciones, y sobre todo las escarlatas. Estas últimas eran las prendas más ricas y más estimadas; sólo aparecían en las ocasiones solemnes. Las mejores se fabricaban en Flandes y en Inglaterra. <<
[9] Las cartas patentes, por las que se confería el usufructo de la Marche a Carlos de Francia y la dignidad de par a Felipe de Poitiers, fueron extendidas en marzo y agosto de 1315 respectivamente. <<
[10] La casa de Anjou-Sicilia está tan ligada a la historia de la monarquía francesa del siglo XIV, e intervendrá tan frecuentemente en el curso de este relato, que creemos necesario recordar al lector ciertos hechos concernientes a esta familia.
En 1246, Carlos, conde usufructuario de Valois y del Maine, hijo de Luis VIII y séptimo hermano de San Luis, se había casado con Beatriz, que aportó, según expresión de Dante, «la gran dote de Provenza». Nombrado por la Santa Sede defensor de la Iglesia en Italia, fue coronado rey de Sicilia en San Juan de Letrán, en 1265.
Tal fue el origen de esta rama de la familia capetina conocida por el nombre de Anjou-Sicilia, cuyas posesiones y alianzas se extendieron rápidamente por Europa.
El hijo de Carlos I de Anjou, Carlos II, llamado el Cojo (1250-1309), rey de Nápoles, de Sicilia y de Jerusalén, duque de las Pouilies, príncipe de Salerno, de Capua y de Tarento, se casó con María, hermana y heredera del rey Ladislao IV de Hungría. Nacieron de esta unión:
—Margarita, primera esposa de Carlos de Valois, hermano de Felipe el Hermoso;
—Charles-Martel, rey titular de Hungría;
—Luis de Anjou, obispo de Toulouse;
—Roberto, rey de Nápoles;
—Felipe, príncipe de Tarento;
—Raimundo Berenguer, conde de Andria;
—Juan Tristin; que entró en religión;
—Juan, duque de Durazzo;
—Pedro, conde de Eboil y de Gravina;
—María, esposa de Sancho de Aragón, rey de Mal orca;
—Blanca, esposa de Jaime II de Aragón;
—Beatriz, casada primero con el marqués de Este, después con el conde Bertrán de Baux;
—Leonor, esposa de Federico de Aragón.
El hijo mayor de Carlos el Cojo, Charles-Martel, casado con Clemencia de Habsbourg, y para el cual la reina María reclamaba la herencia de Hungría, murió en 1296. Dejó un hijo, Carlos-Roberto, llamado Caroberto, (que tras quince años de lucha se ciñó la corona de Hungría), y dos hijas: Beatriz, que se casó con el delfín de Vienne Juan II, y Clemencia, que llegaría a ser la segunda esposa de Luis X el Turbulento.
El segundo hijo de Carlos el Cojo, Luis de Anjou, renunció a los derechos sucesorios para entrar en religión. Murió siendo obispo de Toulouse en el castillo de Briguoles en Provenza a la edad de 23 años. Fue canonizado el año 1317 bajo el pontificado de Juan XXII.
A la muerte de Carlos el Cojo en 1309, la corona de Nápoles pasó a su tercer hijo, Roberto.
El cuarto hijo, Felipe, príncipe de Tarento, fue emperador titular de Constantinopla por su matrimonio con Catalina de Valois-Courtenay, hija del segundo matrimonio de Carlos de Valois.
La dinastía de Anjou-Sicilia, fabulosamente fecunda y activa, llegaría a totalizar, en toda su duración, doscientas noventa y nueve coronas soberanas y doce beatificaciones. <<
[11] El matrimonio de Felipe de Valois con Juana de Borgoña, llamada Juana la Coja, hermana de Margarita, se había celebrado en 1313. <<
[12] Nada hay más difícil de establecer, ni que ofrezca mayor materia de discusión que la comparación del valor de la moneda en las diversas épocas. Su curso ha sufrido tantas variaciones, desvalorizaciones y medidas gubernamentales diversas, que los especialistas no llegan a ponerse de acuerdo. No se puede fundamentar la equivalencia sobre el precio de los artículos, ni aún los esenciales, porque los precios varían considerablemente, y a veces de un año a otro, según la abundancia o escasez de los productos, y también según los impuestos que el Estado carga sobre ellos. Los períodos de escasez eran frecuentes, y los precios citados por los cronistas son muchas veces los del «mercado negro», lo cual falsea cualquier apreciación basada sobre el poder adquisitivo. Además, ciertos artículos hoy de uso corriente, estaban poco extendidos en la Edad Media, y por lo tanto su precio era elevado. Por lo contrario, a causa del bajo precio de la mano de obra artesana, los productos manufacturados eran relativamente baratos.
La mejor base de estimación podría parecer el valor comparativo del oro. Sin embargo, se nos asegura que hoy el oro está mantenido artificialmente a un precio muy superior a su valor real.
Si tenemos dificultad para calcular la equivalencia del franco de 1914, ¿cómo podemos hallar la valoración exacta de la libra de 1314?
Después de comparar diversos trabajos especializados, proponemos al lector para su comodidad, y advirtiéndole que el margen de error puede oscilar entre el doble y la mitad, una equivalencia de 100 francos actuales a una libra de principios del siglo XIV. En tiempo de Felipe el Hermoso, los gastos del reino pueden estimarse, menos en los años de guerra, en un promedio de 500,000 libras; lo que representaría un presupuesto grosso modo de cincuenta millones, o sea cinco mil millones de francos viejos. Por otra parte, nuestros viejos y nuevos francos preparan una buena trampa a los futuros historiadores. <<
[13] El juicio en 1309 por el que se pretendía zanjar el asunto de la sucesión de Artois (ver nuestra nota 2 de la página 269 de EL Rey de Hierro) asignó a Roberto, de la herencia de su abuelo, solamente la castellanía de Conches, desgaje normando aportado a los de Artois por Alicia de Courtenay, esposa de Roberto II. En compensación, Mahaut venía obligada a entregar a Roberto en el plazo de dos años, una indemnización de 24,000 libras; por otra parte, le estaba asegurada a Roberto una renta de 5000 libras, sobre diversas tierras de dominio real, que, unidas a la castellanía de Conches, constituiría el condado de Beaumont-le-Roger. La formación del condado fue retrasándose muchos años, durante los cuales Roberto no recibió más que una ínfima parte de sus rentas. En realidad, no fue nombrado conde de Beaumont hasta 1319. El resto de las cantidades que se le debían, no le fue pagada hasta 1321, bajo Felipe V, y en 1329, bajo Felipe VI, el condado fue elevado a la dignidad de par. <<
[14] Las luchas entre güelfos, partidarios del Papa, y gibelinos, partidarios del Emperador, ensangrentaron una parte de la Italia medieval y particularmente la Toscana. El ilustre poeta Dante y el padre de Petrarca, que eran gibelinos, fueron desterrados de Florencia por Carlos de Valois. <<
[15] —¡Qué raro eres, hijo mío! <<
[16] —¡Guccio, qué alegría! ¿Cómo estás? <<
[17] —Querido Boccaccio. ¡Por Baco! ¡Qué suerte! <<
[18] —¡La caza de los cardenales, la caza de los cardenales! ¡Bien os han tomado el pelo esos Monseñores! <<
[19] El hoqueton (que traduzco por tabardo): vestimenta sobre todo militar con capuchón y mangas cortas y amplias, cuyo faldón, que apenas llegaba más abajo de la rodilla, estaba hendido por delante. El hoqueton podía llevarse por encima de la cota de malla o de la armadura. El de los guardias llevaba bordadas las armas del príncipe al que servían. <<
[20] El culto a las reliquias fue uno de los aspectos más característicos y sorprendentes de la vida religiosa de la Edad Media. La creencia en la virtud de los sagrados restos degeneró en una superstición universalmente difundida. Todo el mundo quería poseer reliquias grandes para guardarlas en su casa, y pequeñas para llevarlas colgadas del cuello. Cada cual tenía reliquias según su fortuna. Esto fue ocasión de uno de los comercios más prósperos a través de los siglos XI, XII y XIII e incluso durante el XIV. Todos traficaban con los santos vestigios: los abades, para aumentar las rentas de sus conventos o para ganarse el favor de los grandes personajes, cedían los fragmentos de los santos cuerpos que guardaban. Los Cruzados que volvían de Palestina podían hacerse una fortuna con los piadosos despojos recogidos en sus expediciones. Los judíos tenían una gran organización internacional de venta de reliquias. Los orfebres alentaban mucho este negocio, pues con ocasión de él les encargaban marcos y relicarios que eran los objetos más bellos de aquel tiempo y en donde se ostentaba tanto la piedad como la vanidad de su poseedor.
Las reliquias más preciadas eran los fragmentos de la Vera Cruz, trozos de madera del Pesebre y espinas de la Santa Corona (aunque San Luis hubiera comprado para la Sainte-Chapelle una Santa Corona supuestamente intacta), flechas de San Sebastián y muchas piedras, piedras del Calvario, del Santo Sepulcro y del Monte de los Olivos. Cuando un personaje contemporáneo llegaba a ser canonizado, se apresuraban a repartir sus despojos. Muchos miembros de la familia real poseían o creían poseer fragmentos de San Luis. En 1319, el rey Roberto de Nápoles, que asistía en Marsella al traslado de los restos de su hermano Luis de Anjou, canonizado recientemente, pidió la cabeza del Santo para llevársela a Nápoles. <<
[21] Estas palabras son textualmente las pronunciadas por Carlos de Valois en aquella ocasión y tales como las hemos encontrado en los informes proporcionados por las crónicas de aquel tiempo. <<
[22] Éste no es el famoso «Palacio de los Papas», que hoy conocemos, el cual fue construido el siglo siguiente. La primera residencia de los Papas de Aviñón fue el palacio episcopal algo agrandado. <<
[23] No para nosotros. Señor, no para nosotros, sino en tu nombre… <<
[24] El patíbulo de Montfaucon se alzaba sobre un cerro aislado, a la izquierda del antiguo camino de Meaux, alrededor de la actual calle Grange-aux-Belles. Enguerrando fue el segundo de una larga lista de ministros, y principalmente ministros de Finanzas, que terminaron su carrera en Montfaucon. Antes de él había sido ahorcado Pedro de la Brome, tesorero de Felipe III el Atrevido; después de él sufrieron la misma suerte Pedro Rémy y Macci dei Macci, tesorero y cambista respectivamente de Carlos IV el Hermoso, Renato de Siran, jefe de la moneda de Felipe IV, Oliveiro le Daim, favorito de Luis XI, Beaune de Samblanay, superintendente de las finanzas de Carlos VIII, Luis XII y Francisco I. El patíbulo dejó de ser utilizado desde 1627. <<
[25] Esta Eudelina, hija natural de Luis X, y religiosa en el convento de las clarisas del arrabal de Saint-Marcel de París, fue autorizada por una bula del papa Juan XXI el 10 de agosto de 1330, para ser abadesa de Saint-Marcel o de cualquier otro monasterio de clarisas, a pesar de su nacimiento ilegítimo. <<