Nota editorial:

En vista de que la situación en la ciudad se deterioraba a ojos vistas, el general supremo Zyvan y las tropas bajo su mando estaban cada vez más impacientes por hacer algo, a pesar de las instrucciones explícitas que yo había dado en contra. El torpe intento del gobernador Grice de hacerse con el control de las fuerzas expedicionarias imperiales había llevado al límite la paciencia de éstas y, como hombre de honor, Zyvan acusó el ultraje de las acusaciones lanzadas en su contra. Esto tal vez permita entender las acciones que emprendió a continuación, aunque no se le perdonen del todo.

Lo que viene a continuación es una transcripción parcial resumida de la reunión que mantuvo con los oficiales de mayor rango de las fuerzas expedicionarias, tomada del registro hololítico realizado en la sala de conferencias y complementado por unas cuantas observaciones personales hechas por algunos de los presentes, en especial por el sabio Mott, que representaba a la Inquisición estando yo ausente, la coronel Kasteen, del 597.º de Valhallan, y Erasmus Donali, del Servicio Diplomático Imperial.

El general supremo está claramente irritado a estas alturas, pero domina su temperamento concentrándose en la cuestión que lo ocupa. Empieza por pedir a la coronel Kasteen que confirme las instrucciones que le di a través del microtransmisor de voz con respecto a las exigencias del gobernador.

—Es correcto, señor —responde Kasteen con aire ecuánime y eficiente a pesar de ser la más joven de los comandantes de regimiento aquí presentes. Sólo alguien muy hábil en la interpretación del lenguaje corporal podría detectar su nerviosismo—. Tiene usted el mando total de este ejército por orden expresa de la Inquisición.

—Bien. —La voz de Zyvan es contenida y enérgica—. Entonces, me propongo calmar la situación eliminando la causa principal del problema.

—La inquisidora fue también muy explícita al decir que no podemos enfrentarnos a los tau bajo ningún concepto.

Aquí Kasteen se nota evidentemente nerviosa ante la apariencia de contradecir a su comandante, pero su sentido del deber supera a la perspectiva de cualquier consecuencia personal, un rasgo encomiable que le resultó muy útil a lo largo de toda su carrera. Zyvan acepta la observación.

—No me refería a los tau —la tranquilizó, y también a todos los demás—, sino a esa cretina versión de gobernador que tenemos.

Esta propuesta cuenta con la aprobación general. Varios de los oficiales presentes proponen vías de acción que van desde el arresto hasta el asesinato. Al final, los ánimos se calman cuando Mott expone la posición de la Inquisición al respecto.

—Lo cierto es que el gobernador Grice parece ser el responsable último de esta situación —concede—. Pero todavía hay cierta ambigüedad en cuanto al grado de su culpabilidad. —Empieza a citar el precedente legal con pelos y señales hasta que Donali, que está familiarizado con los peculiares procesos mentales del sabio, consigue encauzarlo otra vez hacia el tema que los ocupa—. En suma —concluye finalmente—, preferiríamos tenerlo a nuestra disposición para rendir cuenta de sus acciones.

—Si la Inquisición lo quiere, puede tenerlo —dice Zyvan—, pero en mi opinión, su destitución es un requisito previo para devolver a la situación algo de estabilidad. —Donali manifiesta su acuerdo.

—Los tau también están de acuerdo con esta propuesta —añade Donali, lo cual da lugar a una tumultuosa discusión que Zyvan por fin puede contener al cabo de unos momentos.

—¿Lo ha hablado con ellos? —pregunta.

—De manera informal —admite Donali—. Todavía tenemos un resto de buena voluntad gracias a las actuaciones del comisario Cain, y he intentado aprovechar esta circunstancia. Creo que si enviamos tropas a destituir al gobernador no interferirán.

—¡Vaya a decirle eso a la FDP! —grita alguien—. ¡O a los civiles a los que están masacrando!

—Hacen la distinción entre nosotros y la milicia local —dice Donali mirándolo fijamente—. Según su lógica, la FDP los atacó primero, de modo que están jugando limpio, y los civiles no son más que daño colateral. Se los puede persuadir de retirarse en interés de todos. Estoy seguro.

—Me gustaría ver cómo —interviene el coronel Mostrue del 12.º de Artillería de Campo.

—La psicología tau es muy peculiar para lo que los humanos consideramos normal —empieza a explicar Mott—. Ansían estabilidad y los aterroriza la perspectiva de cualquier transgresión del orden. De hecho, no sería exagerado decir que para ellos es tan perturbador como sería para nosotros una erupción del Caos. —Esta referencia al pasar al Gran Enemigo produce una considerable consternación. Zyvan restablece el orden con cierta dificultad.

—¿Está diciendo, entonces, que la situación imperante en la ciudad ahora mismo es básicamente la concreción de su peor pesadilla? —pregunta.

Mott contesta afirmativamente.

—La anarquía, los disturbios, la guerra civil entre facciones imperiales enfrentadas, nada establecido o fiable. Si alguien deseara inducirlos a un comportamiento imprudente, no podría encontrar nada mejor.

—Unos cuantos de los oficiales más sagaces, Kasteen entre ellos, saben leer entre líneas.

—Si están tan aterrorizados y desorientados —pregunta Zyvan—, ¿qué es lo que le hace pensar a usted que nos concederán el beneficio de la duda?

—Tienen un dogma al que llaman «el bien mayor» —explica Donali—. Si podemos prometerles que la restitución del gobernador mejorará la situación, estarán tan dispuestos a dejar que lo intentemos como nosotros lo estaríamos a aceptar un juramento hecho en nombre del Emperador.

La grabación de audio se ve invadida durante unos segundos por respiraciones profundas y por susurros sobre las herejías paganas. Zyvan no tarda en restablecer el orden.

—Muy bien —dice por fin—. Plantéeles la situación y veamos si se lo tragan.

Donali hace una reverencia y se retira tras hacer la señal del aquila. Zyvan se vuelve hacia Kasteen.

—Coronel —le dice—, el 597.º ha tenido una participación más intensa que cualquier otro regimiento en estos acontecimientos, y su comisario parece gozar de la confianza tanto de la Inquisición como de los xenos. Si conseguimos un acuerdo con los tau, usted proporcionará las tropas para llevar a cabo la operación.

Kasteen se cuadra, parece sorprendida pero consigue dar una respuesta afirmativa.