Nota editorial:
De más está decir que los disturbios que Cain observó en la ciudad se repetían, en menor medida, por todo Gravalax, aunque con los gruesos de las fuerzas expedicionarias imperiales y tau asentadas en torno a la capital, la situación se deterioró más y con mayor rapidez en Mayoh que en cualquier otro lugar del planeta. Ya se estaban produciendo choques menores en varios puertos estelares al darse cuenta ambas partes de que mantenerlos abiertos o cerrar el acceso a ellos al enemigo sería vital\ ya fuera para recibir refuerzos o para evacuar a sus fuerzas. En su mayor parte, la guerra era de aniquilación mutua, y las facciones pro y antixenoístas dentro de la FDP se volvían las unas contra las otras con la ferocidad terrible que caracteriza siempre a una guerra civil.
El siguiente extracto puede resultar útil para apreciar el panorama con mayor amplitud.
De ¡Purga de los culpables! Una narración imparcial de la liberación de Gravalax, por STENTENTIOUS LOGAR. 085.M42
Fue así que, propiciado por las maquinaciones de una vasta y maligna conspiración, el mundo entero se sumió en una orgía de guerra fratricida que todavía hoy avergüenza a los supervivientes y a sus descendientes. Si algo se puede decir que hemos aprendido de estos terribles acontecimientos, sin duda debe ser que, por muy benignos que puedan parecer, los alienígenas no son de fiar, y que apartarse de la palabra del Emperador en lo más mínimo es la forma más segura de que nos condenemos todos.
Debe de haber sido la tardía comprensión de esto lo que llevó al cuadro leal de la Fuerza de Defensa Planetaria a volverse contra los traidores que llevaba en su seno, animado por la forma en que la Guardia Imperial se había ocupado de los filoalienígenas que habían osado profanar las calles de una ciudad imperial con una rebelión abierta. Su fervor patriótico se despertó por fin, y los servidores más leales de Su Divina Majestad empezaron a limpiar la odiosa mancha sobre su honor de la única manera posible: derramando la sangre de aquellos cuya execrable alcahuetería a favor de los alienígenas infiltrados entre ellos había puesto a todo el planeta al borde del abismo.
Al principio, la renovación del espíritu marcial fue esporádica, empezando con el arresto de los comandantes de unidades cuya lealtad era dudosa por uno u otro motivo. Sin embargo, enfrentados inevitablemente a la amenaza de ser descubiertos, aquellos cuyas almas estaban manchadas con la culpa de la colaboración resistieron, mostrando la negrura de sus corazones al abrir fuego sobre los heroicos defensores de la virtud imperial. La podredumbre se extendió de forma exponencial a partir de ese momento, hasta que casi todas las unidades de la FDP se vieron implicadas en la contienda de uno u otro lado. En realidad, la confusión fue de tal magnitud que muchos eran incapaces de distinguir entre amigos y enemigos, y simplemente combatían contra cualquier otra unidad con la que se encontraban de forma indiscriminada.
En esas circunstancias, nada tiene de sorprendente que los leales más fervientes no dudaran en culpar a los responsables últimos, a los propios xenos, y resolvieran librar a nuestro mundo del estigma de su presencia sin mayor demora. Estos héroes de proporciones legendarias, cuyos nombres sin duda seguirían resonando en Gravalax hasta el fin de los tiempos, si quedaba lo suficiente de sus cuerpos para identificarlos, se enfrentaron a la corrupción en sus orígenes y se lanzaron contra la ciudadela misma del invasor.
Enfrentados a la abrumadora potencia de fuego de este reducto de la malignidad, fueron despedazados, pero el daño ya estaba hecho. Conscientes por primera vez de su propia vulnerabilidad, los tau avanzaron hacia el interior de la ciudad para masacrar a los justos, poniendo en peligro el mismísimo futuro de Gravalax.
En medio de estos acontecimientos hay una pregunta que está pendiente de respuesta. ¿Por qué tardó tanto en responder la Guardia Imperial? Las acusaciones de cobardía sin duda son ridículas, cuando no traidoras, ya que la reputación del general supremo por sí sola basta para desmentirlas sin dudar. Una vez más, la única explicación creíble es la conspiración, alguna oscura maquinación que impidió su despliegue por razones que sólo podemos conjeturar. En cuanto a la mano que estaba detrás de la conspiración, un minucioso estudio de las pruebas vuelve a apuntar firmemente hacia la oscura presencia de los comerciantes independientes…
[Y después de un resumen razonablemente conciso de los acontecimientos hasta ese momento, vuelve otra vez a su obsesión personal. Sin embargo, tal vez fuera lo conveniente; si alguien quería identificar al verdadero enemigo al que nos enfrentábamos, sería necesario poner los medios para oscurecer la verdad.]