Nota editorial:
Una vez más, como era de esperar; la versión de Cain sobre los acontecimientos de esta noche crucial es completamente egocéntrica y carece de toda perspectiva. Por lo tanto, me he tomado la libertad de insertar otro extracto de la historia de Logar del incidente de Gravalax, que, al igual que el anteriormente citado, ofrece un resumen más o menos preciso de la situación en su conjunto, a pesar de sus carencias manifiestas como historiador en casi todos los demás aspectos. Esperamos que pueda resultar útil para colocar la narrativa de Cain en algún otro tipo de contexto.
De ¡Purga de los culpables! Una narración imparcial de la liberación de Gravalax,
por STENTENTIOUS LOGAR. 085.M42
Con la ventaja de la perspectiva que da el tiempo, podemos ver cómo los conspiradores han preparado cuidadosamente el terreno para su golpe de estado, difundiendo rumores del asesinato con tanta anticipación respecto de su ejecución que pocos, si es que hubo alguno, pensaron en exigir pruebas de estas afirmaciones cuando el hecho finalmente se produjo. La tensión entre los súbditos leales de Su Divina Majestad y los impostores renegados de los intrusos alienígenas se había extendido entonces hasta tal punto que bastó una insignificante chispa para que se desatara un infierno de anarquía que sumió a la ciudad entera en el desorden.
El mayor derramamiento de sangre de la noche habría de producirse en torno a la residencia del gobernador, mientras la heroica guardia de palacio contenía a una multitud incontrolada de renegados con ayuda del cuadro más leal de voluntarios de la FDP. A pesar de las apabullantes bajas que sufrieron, que se vieron exacerbadas por la traicionera deserción de las pérfidas unidades de la FDP que volvieron sus armas contra los que habían sido sus camaradas, esas valientes almas pudieron resistir hasta que el nuevo día trajo un alivio con la llegada de una unidad leal de blindados.
Por una cruel ironía del destino, más tarde se propagó la noticia de que uno de los invitados a la recepción que el gobernador había dado esa noche había sido nada menos que el comisario Cain, el paladín de las virtudes marciales, contra el cual ningún enemigo podría haber prevalecido, pero éste se había marchado poco antes de que se iniciara la lucha. Eso fue una auténtica tragedia, ya que su inspirador liderazgo sin duda hubiera cambiado el rumbo de las cosas, poniendo coto a la acción de los perversos. Pero he aquí que no fue así, y esos gallardos guerreros quedaron librados a sus propios medios, que no eran pocos.
En otros puntos, la situación resultó igualmente grave. Motines generalizados ahogaron el centro de la ciudad, superando a las unidades de Arbites allí apostadas, hasta que no les quedó más remedio que pedir apoyo a unidades de la FDP. Algunas respondieron con lealtad, mientras que otras, tan pérfidas como los demás traidores del Distrito Antiguo, revelaron su auténtica inclinación, volviéndose en contra de todo lo que habían jurado respetar, tan profundamente los había corrompido la insidiosa influencia de los alienígenas. Nada tiene de extraordinario, pues, que ciudadanos corrientes tomaran las calles a miles, indignados ante la magnitud de esta traición y armados sólo con su fe en el Emperador y las improvisadas armas que pudieron procurarse, tomándose una sangrienta venganza sobre los traidores que había entre ellos.
Lo peor de la lucha tuvo lugar en el Distrito Antiguo, como ya hemos señalado, y, previsiblemente, en Los Altos, el nido más ponzoñoso de sentimiento proalienígena de la ciudad, pero, a decir verdad, ninguna calle se salvó.
Mientras se mantuvo el desorden, todos se hacían una pregunta: ¿dónde estaba la Guardia? ¿Por qué el mejor cuerpo del Emperador se mantuvo imperturbable en sus barracones y áreas de acuartelamiento mientras sus leales súbditos derramaban su sangre y daban la vida en su nombre?
Estaba, y sigue estando claro que algún grupo oculto dirigía los acontecimientos, estorbando la acción decisiva que la situación manifiestamente exigía, para favorecer su propia agenda egoísta. En los años transcurridos desde entonces se han propugnado muchas teorías en cuanto a las verdaderas identidades de los responsables, la enorme mayoría de ellas ridículamente paranoides, pero examinando con minuciosidad la evidencia, sólo se puede llegar a una conclusión: la mano invisible que estaba por detrás de tanta mutilación criminal y traición era la de los comerciantes independientes.
[En este punto, la narrativa toma un rumbo divergente, aunque bastante divertido, respecto de todo lo que tenga visos de erudición o de precisión histórica.]