Nota editorial:

Lo que, a falta de una frase más feliz, llamaremos en adelante el «Archivo Cain» es, en realidad, algo que a duras penas merece un título tan grandilocuente. No es nada más que un registro de datos repleto de archivos dispuestos con una arrogante displicencia por la cronología y sin sujetarse a ningún plan de indexación que yo haya sido capaz de identificar a pesar del minucioso examen a que sometí su contenido. Lo que sin embargo puede decirse con absoluta certidumbre es que el autor no fue otro que el célebre comisario Ciaphas Cain, y que el archivo fue escrito por él durante su retiro mientras servía como tutor en la Schola Progenium.

Esto situaría la fecha de redacción en algún momento posterior a su designación como profesor en 993.M41; por referencias ocasionales a sus memorias publicadas (Al servicio del Emperador: vida de un comisario,) que salieron a la luz el día 005. M42, podemos inferir sin temor a equivocarnos que la escritura de este archivo le sirvió de inspiración para embarcarse en una narración más extensa de sus experiencias, y que el grueso del archivo fue redactado no antes de esto.

En cuanto a sus motivos para hacerlo, sólo caben conjeturas, ya que su publicación habría sido imposible; en realidad, yo les puse el sello inquisitorial en el momento en que salieron a la luz por razones que resultarán obvias para cualquier lector avisado.

No obstante, considero que son dignos de un estudio adicional. Alguno de mis compañeros inquisidores podría quedar conmocionado al descubrir que uno de los héroes más venerados del Imperio fue, según él mismo admitió, un canalla y un pícaro egoísta, de lo cual, y debido a nuestra esporádica asociación personal, soy consciente desde hace tiempo. A decir verdad, yo llegaría incluso a sostener que precisamente fue esta combinación de flaquezas de carácter lo que lo transformó en uno de los servidores más efectivos que haya tenido jamás el Imperio, a pesar de sus denodados esfuerzos en sentido contrario. En sus cien años largos de servicio activo en el Comisariado, y en sus actividades menos visibles por petición mía, se enfrentó y superó a casi todos los enemigos de la humanidad: necrones, tau, tiránidos y orcos, eldars, tanto incontaminados como corrompidos por los poderes degradantes y los agentes demoníacos de esos mismísimos poderes. Debemos reconocer que lo hizo a regañadientes, pero en muchos casos de forma reiterada, y siempre con éxito; un historial igualado por muy pocos hombres nobles, si acaso alguno.

En honor a la verdad debemos señalar que el propio Cain es el más mordaz de sus críticos, e incluso llega a veces a negar que los muchos casos en los que da la impresión, a pesar de sus bajos motivos manifiestos, de actuar movido fundamentalmente por la lealtad o el altruismo, lo haya hecho así realmente. Sería verdaderamente irónico que el reconocimiento de sus defectos le hubiera impedido ver sus propias virtudes, aunque debemos reconocer que muchas veces estaban muy bien escondidas.

También vale la pena tener en cuenta que si, como suele decirse, el coraje no consiste en la ausencia de miedo sino en su superación, Cain realmente hace honor a su heroica reputación, por mucho que él se empeñe en negarlo.

Sin embargo, por más que deploremos sus reconocidas flaquezas morales, sus éxitos son innegables, y podemos dar las gracias por haber descubierto al fin la narración que hace el propio Cain de su desigual carrera. Cuando menos, estas memorias arrojan nueva luz sobre muchos de los momentos más extraños de la reciente historia imperial, y sus relatos de primera mano de nuestros enemigos contienen muchas ideas valiosas, aunque idiosincrásicas, para comprender y maldecir sus oscuros designios.

Ésta es la razón que me llevó a conservar el archivo y por el que he restado a mi ocio un tiempo considerable desde su descubrimiento para compilarlo y anotarlo, en un intento de hacerlo más accesible para los demás inquisidores que deseen examinarlo. Da la impresión de que Cain no tenía en mente una estructura global y que se limitó a registrar incidentes de su pasado según los iba recordando y como resultado de ello, muchas de las anécdotas están faltas de contexto; tiene la desconcertante costumbre de empezar los relatos por la mitad y muchos de los fragmentos más cortos tienen un final abrupto al terminar su participación en los hechos que está describiendo.

Por ese motivo he optado por iniciar el proceso de su divulgación con su relato de la campaña de Gravalax, que es razonablemente coherente, y en el cual los miembros de nuestro ordo encontrarán al menos algunos visos de familiaridad a resultas de mi propia participación en el episodio. La verdad es que contiene una narración de nuestro primer encuentro desde la perspectiva de Cain, que debo admitir encontré bastante divertida la primera vez que me topé con ella.

En la mayor parte, el archivo habla por sí mismo, aunque me he tomado la libertad de dividir el relato largo y desestructurado en capítulos relativamente independientes para facilitar la lectura. Las citas que los preceden son una pequeña concesión por mi parte. Han sido entresacadas de una colección de frases compiladas por el propio Cain aparentemente con el fin de que sirvieran de entretenimiento y de ejemplarización para los cadetes a su cargo, aunque yo las justifico porque tal vez nos permitan ver mejor cómo funciona su mente. Dejando de lado esto, me he limitado a hacer alguna que otra interpolación editorial donde lo consideré necesario para situar la narrativa algo egocéntrica de Cain en un contexto más amplio; salvo en el caso en que se especifique su autoría, todas esas anotaciones me pertenecen, y en cuanto al resto, he dejado que sus propias palabras hagan su trabajo.