EPILOGO
Las historias son mucho más metódicas que la vida real. Las historias tienen finales felices y ordenados, pero lo que realmente conseguimos no son sino trabajos inacabados.
JANNI VAKONZ,
director holográfico.
Vi poco a Amberley la semana siguiente a nuestras aventuras en la ciudad subterránea, pero ambos tuvimos muchas cosas que nos mantuvieron ocupados durante aquellos días, así que su ausencia no me sorprendió demasiado. Jurgen se recuperaba lentamente, de modo que había perdido a mi mayor apoyo en las tediosas minucias de mi labor diaria, y como resultado de ello me encontré con que mi carga de trabajo había aumentado considerablemente. Si a eso le añadimos el cansancio y las heridas leves que había recibido, acabé haciendo poco más que comer, dormir y archivar datos. Divas se pasó una tarde con una botella de amasec, que nos proporcionó una diversión bastante placentera, y me contó los últimos cotilleos (a los que, después de la vez anterior, pueden estar seguros que hice oídos sordos; no tenía sentido tentar a la suerte).
—Nadie puede entenderlo —dijo en un momento dado—. Los tau simplemente se están retirando. —Había oído lo mismo de otras fuentes, la mayoría mucho más fiables, gracias a mis contactos en la oficina del general supremo, pero aun así asentí mientras rellenaba nuestras copas.
—Bueno, son alienígenas —repliqué amablemente—. ¿Quién sabe por qué hacen las cosas? —Todavía no le encontraba mucho sentido cuando Donali me lo explicó, pero parecía saber de qué hablaba, y Amberley lo confirmó más tarde, de modo que no puedo sino repetir lo que oí.
Verán, aunque son unos pequeños diablos peculiares, no parecen valorar el objetivo de luchar sólo por luchar como hacemos nosotros. Tal y como creo entenderlo, consideraron que si estábamos dispuestos a meternos en una guerra tan encarnizada para conservar aquella bola de barro sin valor, podíamos quedárnosla. Se irían y harían algo más productivo hasta que nos aburriéramos o nos volviéramos complacientes o distraídos, y entonces volverían a por ella más tarde, cuando no fuéramos capaces de oponer una resistencia decente y luchar por el lugar[59]. Y mientras tanto tenían una flota enjambre de la que ocuparse, suponiendo que realmente estuviera ahí fuera. (Tal y como descubrimos más tarde, de hecho sí que estaba).
Así que, como pueden comprobar, me vi gratamente sorprendido cuando llegó un mensaje de Amberley invitándome a cenar en un discreto restaurante de los muelles situado en un barrio de la ciudad que parecía haberse librado de lo peor de la batalla; incluso más sorprendido si cabe, ya que no esperaba volver a verla nunca más. (Encontrarán en estas memorias amplias pruebas de lo lejos que estaba de la verdad esa suposición, como ya he mencionado antes).
—¿Cómo está Jurgen? —preguntó mientras engullía una deliciosa crep de vyl ahumado.
Conmovido por su solicitud, le conté todo acerca de su recuperación, y a cambio le pregunté qué tal estaban sus asociados. (Bastante bien, por lo que se ve: Rakel estaba de nuevo en pie y tan chalada como siempre, y Orelius ya había vuelto a su nave).
Asintió al oír las noticias.
—Me alegro de oírlo. Es un hombre increíble.
—Realmente es poco común —dije, saboreando el vino de cosecha local que había conseguido en alguna parte; ligero y picante, complementaba la comida estupendamente. Sonrió ante el comentario.
—Más de lo que pueda imaginar. —Algo en el tono de su voz me alertó y comencé a prestar más atención a sus palabras. Esto era más que una charla trivial—. No creo que hubiéramos conseguido salir de los túneles de no ser por él. —Me retrotraje al duelo desesperado con el patriarca.
—Si no hubiera conseguido aquel rifle de fusión en algún lugar… —reconocí, pero me interrumpió antes de que pudiera terminar.
—No es eso lo que quería decir. ¿Sabe lo que es un «vacío»? —Debí de haberle parecido desconcertado, porque se puso a explicármelo—. Son increíblemente raros; tan raros entre los psíquicos como éstos lo son entre nosotros.
—¿Cree que Jurgen es un psíquico? —pregunté, riendo a mi pesar, e inclinándome ligeramente a la izquierda para permitir que el camarero retirara mi plato. La idea era tan ridícula que no pude evitarlo. Pero Amberley negó con la cabeza.
—No. Justo lo contrario. Es un vacío, estoy segura de ello.
Repetí el gesto.
—Me he perdido —admití.
—Los vacíos son antipsíquicos —me explicó—. No les afectan los psíquicos ni las entidades de disformidad. Bloquean la comunicación telepática. Ya vio la reacción del patriarca ante él…
—Pareció desorientarse cuando se le acercó —dije, recordando—. Y Grice estaba desesperado por mantenerlo lejos.
Amberley asintió.
—Exacto. Su presencia interrumpía la telepatía de la progenie.
—Eso explica muchas cosas. —Recordé varios incidentes a lo largo de los años que cuando ocurrieron simplemente me habían parecido algo extraños, pero que ahora me di cuenta de que seguían una pauta, confirmando la resistencia a los ataques psíquicos de mi ayudante—. ¿Cuánto tiempo hace que lo sabe?
—Desde la primera vez que lo vi —admitió—. Cuando Rakel tuvo un ataque mientras estaba intentando ayudarla a subir al Salamander. —Una terrible sospecha empezó a tomar forma en mi cabeza.
—Lo va a reclutar, ¿no es cierto? —pregunté—. Si puede enfrentarse a demonios y hechiceros no lo va a dejar enterrado en una oscura unidad de la Guardia Imperial. —Estaba sonriendo de nuevo, como si algo le resultara divertido.
—La Inquisición es una organización algo extraña, Ciaphas —reconoció—. No es como la Guardia, donde todos están unidos contra un enemigo común y uno puede fiarse de sus camaradas y de su estructura de mando. —No estaba seguro de adonde conducía aquello, pero he tenido más que ver con la Inquisición de lo que hubiera querido desde entonces, y créanme, tiene sentido. Les ruego que acepten mi palabra, y espero que nunca tengan motivos para averiguarlo—. No solemos compartir nuestras fuentes ni nuestros recursos —continuó—, porque nunca sabemos de quién más nos podemos fiar en las ordos. —Como verán, decir que quedé estupefacto es poco para describir lo que sentí al escuchar esas palabras—. Así que no, creo que por ahora lo dejaré donde está. Estará más seguro.
—¿Seguro? ¿En una unidad de combate de primera línea? —Al principio pensé que estaba bromeando, hasta que la miré fijamente a los ojos. Azules y sin astucia, brillaban con una sinceridad que hubiera sido imposible de fingir (créanme, soy un experto en eso).
—Seré capaz de volver a encontrarlos a los dos si los necesito —asintió—. A cualquiera de los dos. —Me quedé tan atrapado en aquel momento que no fui capaz de darme cuenta de lo que implicaban realmente esas palabras—. Pero si lo recluto como parte de mi equipo, llamará la atención. El tipo de atención que preferiría evitar[60].
—Ya veo. —Realmente no lo veía, pero lo más importante parecía ser que no tendría que preocuparme por perder a mi ayudante después de todo, al menos a corto plazo. Y tampoco se me había escapado que mientras estuviera conmigo no tendría que preocuparme de los psíquicos que quisieran hurgar en secretos que prefería dejar enterrados. Comencé a comerme el postre de crema de toffee con un entusiasmo bien merecido.
—Bien. —Amberley sonrió de nuevo, y la expresión maliciosa que tanto me atraía volvió a su rostro—. Además, ya tengo bastante con tratar con Rakel en circunstancias normales, sin que se desmaye cada cinco minutos.
—Estoy seguro —admití. Hubo un silencio incómodo durante unos instantes, así que intenté cambiar de tema—. ¿Ha oído lo de la retirada tau?
—El’sorath aún insiste en que el mundo es suyo por derecho —asintió—, pero que están de acuerdo en respetar el statu quo por el momento. Supongo que habrán tenido sus dudas. —Se encogió de hombros—. Además, les horroriza la idea de que una flota enjambre se instale aquí, aunque no quieran admitirlo. Han tenido unas cuantas escaramuzas con fuerzas incursoras en los dos últimos siglos, y saben perfectamente lo que significaría una invasión a gran escala. —Yo también lo sabía, y me estremecí sólo de pensarlo—. Aferrarse a un pequeño planeta no es nada comparado con lo otro, especialmente si eso debilita su respuesta a la amenaza mayor.
—Hablando de todo un poco… —Tosí con delicadeza—. Todavía no estoy seguro acerca de esos rastreadores… Ya sabe…
—¿A quién le importa? —Amberley bebió un sorbo de vino con gesto de aprobación—. Si lo eran, entonces al menos conducirán a la flota enjambre hacia ellos y no hacia nosotros dentro de unas cuantas generaciones. Y mientras tanto, podremos explotar el caos en el imperio tau para nuestros propios fines.
—Bien por nosotros, entonces —dije. Levanté mi copa—. Confusión para nuestros enemigos.
—Y gloria para nuestros amigos. —Nuestras copas chocaron, y Amberley volvió a sonreírme—. Por el comienzo de una bonita amistad.
Sin mencionar media vida corriendo, disparando y en medio de un terror atenazador, por supuesto. Pero echando la vista atrás, debo decir que hizo que valiera la pena el esfuerzo.
[Y con esa nota algo alentadora, este extracto del Archivo Cain llega a su fin de forma natural.]