Nota editorial:

Habrá pocos lectores que no sean conscientes de la enorme importancia tanto estratégica como económica que tienen las instalaciones de producción de promethium que describe Cain. Ya que retenerlas o apoderarse de ellas era un objetivo tan vital para los ejércitos en disputa, pensé que algo más de información acerca de tan increíble sustancia no estaría de más. Por desgracia no he podido averiguar gran cosa, ya que tales asuntos permanecen en los dominios celosamente guardados del Adeptus Mechanicus, así que esto es lo mejor que pude conseguir.

De Nuestro amigo el promethium,

Prensa Imperial Educativa, 238.ª edición, 897.M41

Desde las máquinas de batalla de los Astartes, que el Emperador bendiga, a los cargueros más humildes de los puertos espaciales, se puede decir sin miedo a equivocarse que el Imperio funciona gracias al promethium. Dicho así, esto debe de parecer algo realmente asombroso, pero esta sustancia milagrosa nos da mucho más que la potencia para alimentar los espíritus animados de nuestros vehículos. Los subproductos alquímicos que se obtienen nos proporcionan la materia prima para crear una gran variedad de elementos de primera necesidad, desde tintes, plásticos y fármacos, hasta las barras proteicas sintéticas que constituyen la alimentación principal del proletariado en algunos de los mundos forja más inhóspitos.

Pero el uso más sagrado del promethium procede de su combustión. Desde los lanzallamas que limpian a los impíos con el fuego purificador de los justos hasta los componentes alquímicos de los explosivos que los llevan al olvido. Es la sustancia más sagrada de todas, la que nos mantiene a salvo y protege nuestras casas de la amenaza de los alienígenas, los mutantes y los herejes.

La producción del promethium en sí mismo puede llevarse a cabo de varias maneras, utilizando una cantidad sorprendente de fuentes. Entre las más corrientes se encuentran las atmósferas de los gigantes gaseosos, depósitos subterráneos de materia orgánica fósil y algunos tipos de hielo poco comunes que sólo se encuentran en los planetas más fríos.

[Por supuesto, el verdadero encanto de este librito está en las ilustraciones, especialmente las de su narrador, Pyrus la Llama. Incluso ahora no puedo evitar sonreír ante las expresiones en los rostros de los herejes a los que está quemando en la página veintiocho, igual que cuando lo leí en mi niñez, hace tantos años.]