Nota editorial:

He tenido noticia, con gran sorpresa e inmensa satisfacción personal de que los dos primeros volúmenes del material del archivo Cain que he preparado para ponerlos en circulación entre aquéllos de mis colegas inquisidores interesados en estudiarlos a conciencia han tenido una difusión muy amplia, aunque justo es reconocer que muchos de ellos, al parecer, los han considerado un entretenimiento ligero y no materia de seria reflexión, como era mi pretensión original, al resultarme difícil creer que un comisario imperial pudiera andar tan falto de los ideales que supuestamente debía encarnar. Teniendo en cuenta su reputación pública, comprendo perfectamente esta incredulidad, pero gracias a la relación personal que mantenemos, puedo asegurar a mis lectores que realmente se parecía mucho a la persona que él describe en estas memorias. No obstante, señalaría que, tal vez porque él mismo es consciente de sus carencias, tiene una tendencia a juzgarse con una dureza que tal vez no merezca realmente.

Hasta el momento he concentrado mis esfuerzos en algunos de los encuentros de Cain con enemigos alienígenas del Imperio, aunque en el curso de su prolongada carrera también cruzó armas con todo tipo de monstruosos engendros de la disformidad, desbaratando los oscuros designios de los Poderes Ruinosos y de sus mortales secuaces en numerosas ocasiones. Me pareció, pues, adecuado, especialmente teniendo en cuenta el interés en los volúmenes previos de otros inquisidores del ordos, además de mí, seleccionar uno de esos incidentes para hacerlo objeto de una difusión más amplia.

Me fue de gran ayuda en esta decisión el hecho de que se sigue cronológicamente de los dos extractos anteriores, aunque la tendencia de Cain a registrar sus memorias de manera poco sistemática, a medida que se le van ocurriendo las distintas anécdotas, hace que el material original se presente como una especie de digresión extensa. Esto fue lo que sucedió en la narración del famoso incidente durante la 13.ª Cruzada Negra y cuando tuvo que abandonar su retiro para defender todo un mundo con apenas algo más de un puñado de sus cadetes de la Schola Progenium. Esto tendrá que esperar a otro volumen por supuesto. Mientras tanto, creo haber entresacado con éxito el material pertinente a la campaña de Adumbria, presentándolo aquí como un relato independiente y razonablemente coherente.

Al igual que los extractos anteriores, estos acontecimientos tuvieron lugar mientras Cain prestó servicio con el 597.º valhallano y abarcan los primeros encuentros del incipiente regimiento con las fuerzas del Caos. Un punto de especial interés es la descripción que hace Cain de la reacción de los soldados rasos ante el Gran Enemigo y la forma que tomaron sus maquinaciones, que espero sirvan de llamada de atención a aquéllos de mis lectores susceptibles de caer en las redes del radicalismo.

Puesto que, como de costumbre, Cain es desesperantemente vago sobre la mayor parte de las cosas que no lo afectan personalmente, he mantenido la costumbre de insertar extractos de otras fuentes donde son necesarios para presentar un registro más cabal de los acontecimientos que tuvieron lugar en Adumbria y en el sistema que lo rodeaba. Por desgracia, igual que en la ocasión anterior, algunos de dichos extractos son las divagaciones verborrágicas de Jenit Sulla, por lo cual no puedo por menos que disculparme por adelantado. De haber tenido otra alternativa a mi alcance, pueden estar seguros de que la habría usado.

Tal como hice en los volúmenes anteriores, he dividido en capítulos la tan desestructurada narrativa de Cain con el fin de facilitar su lectura, y tampoco en esta ocasión he resistido la tentación de prologarlos con una selección de la colección de citas que él llevaba para la instrucción y diversión de sus estudiantes de la schola. Al margen de esto, he limitado mis interpolaciones a ocasionales notas al pie, dejando que Cain contara la historia en su propio e inimitable estilo.

AMBERLEY VAIL,

Ordo Xenos