OCTAVA JORNADA

Cárcel de la villa

Anochecer, lunes 8 de julio de 1662

Llevaban ya un largo día de encierro allí. Gonzalo envió un mensaje a don Gaspar de Haro solicitando su ayuda, pero hasta el momento no había tenido ningún efecto. Su situación no podía ser peor. El calabozo era diminuto, olía a humedad y mugre. A esto se añadía el calor, las broncas de los borrachos de otras celdas y los gritos de los carceleros, que le dieron al naipe toda la noche.

Gonzalo hizo algún intento por entablar conversación, pero el dominico había respondido con monosílabos, desanimando así al alguacil de continuar por ese camino. Sólo le pudo sacar una explicación de la muerte de don Jorge. Según el dominico, el asesino del teatro utilizó un compuesto similar al del fuego griego, una mixtura antigua de nafta, azufre y otras sustancias incendiarias fácilmente inflamables. Sin duda era de menor potencia que la fórmula original, puesto que ésta habría acabado con el corral en poco tiempo.

Después de decir esto calló. Se tumbó en el catre y permaneció mirando el techo silencioso y abstraído. Poco antes de dormirse, Gonzalo se extrañó de verle sonreír, pero tenía razones para hacerlo, puesto que acababa de atar los últimos cabos de un enigma que hasta entonces se le había escapado.