Diademas de la reina negra

En el otro extremo del arco, el mercado de pescados desarrolla sus fastos bajo los resplandores etéreos del diodo, del cofre y de toda la gama de verdaderos peces-paraíso ardientes como gemas, del amarillo azufre al violeta obispo, con las más atrevidas rayas, los más sabios moteados, los más caprichosos glaseados. Lo que confiere a esta pobre claraboya en pleno cielo su turbador carácter, es que también vienen a morir en ella algunas chispas del lujo y del fuego de las grandes profundidades. Bajo el mostrador se amontonan en la sombra, con reflejos hasta el infinito, colmadas de rosas rojas y rosadas, las conchas vacías de caracol marino en las que resonó la muy sangrienta rebelión negra de 1848[27].