—¡Oh, nooooo! —gimoteé.

Me quedé mirando el agua, la criatura que había bajo el agua.

Vi un dorso peludo. Un caparazón pardorrojizo. Unas pinzas enormes.

¡Me había atrapado un cangrejo gigante!

Era tan grande como una mesa. ¡Y me tenia sujeto por el dedo del pie con una pinza que parecía la llave inglesa de mi padre!

—¡Socorro! —aullé—. ¡Ohhh, socorro!

El cangrejo abrió las pinzas y conseguí liberarme. Entre resbalones y tropezones, regresé a la orilla tan deprisa como pude.

—¡Un cangrejo gigante! —grité—. ¡Eh…. mirad! ¡Me está siguiendo!

Sheena ahogó un grito y salió del agua a todo correr.

El cangrejo gigante emergió torpemente del agua, caminando de lado, moviendo sus patas peludas con mucha rapidez.

—¡Es increíble! —gritó el doctor D.

El cangrejo venía hacia nosotros a una velocidad inusitada, abriendo y cerrando las pinzas. Clac… clac… CLAC.

—¡Corramos hacia los árboles! ¡Deprisa! —gritó mi tío.

Corrimos hacia el palmeral. Yo me encaramé a un árbol para que el cangrejo no pudiera alcanzarme. Sheena trepó detrás de mí. El doctor D. se agarró a la rama de otro árbol y se encaramó.

El cangrejo nos observó desde abajo. Alzó sus pinzas peludas como si quisiera alcanzarnos. Clac…. CLAC.

—¡Ojalá pudiéramos asarlo! —exclamó Sheena con avidez—. ¡Tendríamos comida para una semana!

—¡Debe de haberse alimentado con el plancton del doctor Ritter! ¡Al ser tan enorme, tiene un hambre canina!

El cangrejo abría y cerraba sus inmensas pinzas, intentando cazarnos. Respiraba con dificultad una y otra vez.

Se quedó allí durante lo que parecieron horas.

—¿Cuánto tardará en darse por vencido? —pregunté.

El doctor D. se encogió de hombros.

—Sé lo mismo que tú.

Oí un crujido. Al principio, creí que el cangrejo había vuelto a cerrar las pinzas.

A continuación, oí otro crujido. Sonaba demasiado próximo para provenir del cangrejo. Lo había oído justo debajo de mí.

¡Era la rama del árbol!

¡Crac!

Horrorizado, me di cuenta de que Sheena y yo pesábamos demasiado para que la rama aguantara. Se estaba quebrando.

Mi hermana y yo estábamos a punto de caer en las pinzas de aquel cangrejo gigantesco.