11. Un espíritu indómito

Todo octubre fue de lucha declarada. A Manu, a don Julián, a doña Ángela. Nico volvió a su casa y al principio hizo como que sólo se estaba curando de la depresión. Pero en una cena familiar la cosa estalló. Les reprochó el apriete que yo había recibido y la mentira con que lo sacaron de mi departamento.

Don Julián, haciendo galas de maravillosos conocimientos pedagógicos, decidió encerrarlo en la casa, sin darle ninguna posibilidad de salida. Ni a la facultad. Prefería su hijo preso antes que puto.

No es el único, después de todo.

Pero Nico siempre fue un espíritu indómito. Resultado: en el mes en el que lo tuvieron encerrado rompió el televisor con un martillo, descongeló el freezer por lo cual perdieron la comida del mes, no dejó un solo adornito de doña Ángela, incendió el colchón matrimonial, metió en la computadora de Manu un virus que se puso en marcha apenas Manu invocó su password (sí, su password era «Manu»), destruyéndole todos los cálculos que tenía de la facultad.

Fue adorablemente insoportable.

Después del mes de destrozo lo llevaron a lo del psicólogo.

Y el tipo fue claro: «Nico no está mal con su homosexualidad. Los que están mal son ustedes».

Más clarito…

Yo nunca esperé que los padres de Nico —y ningunos padres, en realidad— saltaran de alegría al grito de «¡El nene es trolo, el nene es trolo; olé, olé, olé!». Pero tampoco terminaba de entender esta obsesión que les había dado. Ya está, un hijo trolo, bueno, hay cosas peores. Algunos, por ejemplo, salen dentistas o menemistas. Más aún si tenés en cuenta que los mejores amigos de los padres de Nico eran una pareja gay de más de cincuenta años. Pareja que no movió un dedo cuando se enteró del asunto, valga para que quede claro que entre nosotros también hay flores de hijos de puta y la solidaridad bien entendida no siempre empieza por casa. El hijo de sus mejores amigos era condenado por lo mismo que ellos habían sufrido en la adolescencia y no hicieron nada. Siguieron cenando con los padres de Nico y evitaban el tema. Eran judíos tomando el té con las SS. Pero Nico no se los puso nada fácil y con absoluta maldad, en el cumpleaños de su mamá, en el que la pareja de amigos no eran los únicos invitados, aprovechó la cena para preguntar con la mayor ingenuidad heterosexual:

—¿Y de ustedes dos, quién hace de mujer? ¿O cambian los papeles? ¿Por qué no les cuentan a ellos que ser puto no es tan grave? A ustedes no les ha ido tan mal con la agencia de viajes. ¿O mamá no sabe que todos los regalos que siempre nos hicieron vienen de la agencia de viajes que manda a todos los putos de Rosario a Mykonos, a San Francisco o a Río?

Sí, doña Ángela no tuvo un feliz cumpleaños. Pero tenía que ir acostumbrándose.

Es lo que pasa cuando se quiere reprimir a un hijo de espíritu indómito.

Y encima, puto.