En toda estafa, la gran pregunta es cómo terminarla. Robarle dinero a alguien es sencillo; el problema es la huida. No quieres que la víctima vaya a la policía o, en el caso de hombres ricos, poderosos y peligrosos, no quieres que te persigan por sus propios medios hasta el fin del mundo.
Lo ideal es que, cuando la estafa ha terminado, la víctima no sepa que la han engañado. Debe creer que aquel increíble negocio ha fracasado por culpa de una llamada mal interpretada, o por la mala suerte, o por una mala compenetración. De hecho, ¡debería estar ansioso por intentarlo de nuevo! Una estafa es positiva cuando puedes engañar a la víctima dos o tres veces seguidas, cada vez con más dinero en juego, hasta que la has desplumado. Si la víctima se va sin saber que la han engañado, entonces has tenido éxito y deberías celebrarlo.
Así pues, ¿cómo deshacerse de la víctima cuando ya le has sacado el dinero? El botón que Toby ha mencionado es una posibilidad. Un botón se organiza de la siguiente manera:
Montas la estafa durante varias semanas. Dejas que la víctima vea que, si participa en algo ilegal, puede ganar fuertes sumas de dinero sin ningún riesgo. Dejas que gane varias veces, que la codicia empiece a apoderarse de él. Gana unas cuantas carreras de caballos, gracias a mensajes telegráficos «interceptados», por ejemplo. O gana un millón de dólares en la Bolsa, gracias a una cajita ilegal situada en una alcantarilla de Manhattan.
Ves cómo va creciendo el entusiasmo de la víctima. Prácticamente, ves cómo mueve los labios mientras calcula el dinero que está a punto de ganar…
Y entonces organizas el golpe final. Habrá una última apuesta con la que la víctima podrá ganar una fortuna. Pero, claro, tiene que apostar todo lo que tiene.
Así que apuesta a un caballo…
O compra un millón de acciones…
O le compra un boleto de lotería a una anciana que no tiene nada de sospechosa…
Independientemente de la estafa, lo que sucede a continuación es esto: la víctima gana. Su caballo llega primero. Sus acciones triplican su valor. En otras palabras, sabe que está a pocos minutos de recoger su premio: ¡millones de dólares, una fortuna! Sin embargo, en el momento en que intenta cobrar el premio, liquidar su cartera de acciones o lo que sea, sucede algo inesperado. ¿Una visita del FBI, quizás? ¿El seguimiento de un policía local uniformado? ¿O una llamada del fiscal general del distrito?
Normalmente, la policía entra en la casa de apuestas y amenaza con detener a todo el mundo. La víctima consigue escapar, pero por los pelos. Da gracias por su buena suerte. Le da rabia no poder cobrar el premio, pero se alegra de no haber acabado en la cárcel, con la etiqueta de criminal y la vida destrozada.
Piensa en lo cerca que ha estado de conseguirlo, de ganar una fortuna. Espera ansioso el día en que el estafador le llame otra vez y le ofrezca una nueva oportunidad para poner en práctica la trampa.
Eso es una estafa brillante. Cuando la víctima no sabe que la han engañado. Cuando espera impaciente el día que vuelvan a llamarle.
Así pues, Toby tenía razón con lo de los agentes Farrell y Crosby. No trabajan para el FBI, sino para Elihu Katz, o para uno de sus amigos, o para un amigo de uno de sus amigos. Son estafadores, como yo. Vienen de Los Ángeles. Puedes contratarlos por quinientos dólares al día cada uno, más gastos y una pequeña parte del botín a repartir al final del trabajo. No sé mucho acerca del «agente Farrell» y el «agente Crosby», pero creo haber oído que eran actores de culebrones en paro, y que el agente Crosby trabajó dos semanas en Los días de nuestras vidas, interpretando a un médico hasta que los productores creyeron que era «demasiado negro» y lo mataron en un espectacular accidente en que un camión se empotraba contra la cafetería del hospital. Por lo que sé, ninguna de las víctimas estafadas por el agente Crosby lo ha reconocido como el tío de la tele. La clase media blanca, temerosa de que la acusen de creer que «todos los negros son iguales», pasa por alto que el agente del FBI que los amenaza con enviarlos a la cárcel hace tan sólo unos meses estaba en la televisión interpretando a un neurocirujano.
Mal mirado, es gratificante que Toby haya entendido el mecanismo de la estafa tan deprisa. Sabe lo que intentamos hacerle a Napier. Su instinto le dice que la aparición del FBI en el despacho estaba planeada, que es la preparación para el botón final.
Toby tiene buen instinto. Una parte de mí está orgullosa de él. Otra parte está decepcionada. Y una tercera parte, debo reconocerlo, está un poquito asustada.