De vuelta en Palo Alto, paso por el Bank of Northern California y abro una cuenta a nombre de mi empresa, recientemente constituida en Delaware: Corporación Pitia. La cuenta está vacía, salvo por los cien dólares que acabo de ingresar de mi propio bolsillo.
Vuelvo al piso. Marco el número de teléfono que me dio el Profesor antes de irme de su casa. Responde una voz, rusa, familiar.
—¿Diga?
—Dmitri —digo—, soy Kip Largo.
—Sí —me contesta.
—¿Té acuerdas de mí? —sigo—. ¿El del ácido?
—Sí.
—Ya está todo listo para la transferencia. Sabes de qué te hablo, ¿verdad?
—Sí.
—¿Tienes un lápiz a mano?
—Sí.
Le dicto el número de cuenta y las instrucciones para hacer la transferencia. Cuando acabo, Dmitri dice:
—Mañana recibirá los seis millones. Tiene dos meses.
—¿Y luego me harás un peeling químico?
—Sí.
—Cuídate —le digo.
—Sí —responde él.
Cuelgo. Por fin, la estafa está en marcha.
Tres minutos después, suena el teléfono en la cocina. Supongo que será Dmitri, para confirmar las instrucciones de la transferencia. Me quedo muy sorprendido cuando oigo la voz de Toby.
—¿Papá? —dice.
—¡Toby! —No le he visto desde el día del hospital—. ¿Cómo estás?
—Mucho mejor —dice, un poco soñoliento—. Me estoy tomando una medicina genial. Va muy bien.
Estoy a punto de hacer un comentario insidioso, pero justo entonces recuerdo que mi hijo me acusó de estar siempre atacándolo.
—¡Qué bien! —le contesto. «¿Te has enganchado al Percodan? ¡Es fantástico, hijo!».
—Mamá dice que quieres que me quede contigo, ¿es cierto?
—Me encantaría.
—¿Podrías venir a buscarme?
—Claro. —Me lo pienso un segundo—. ¿Va todo bien?
—¿Qué quieres decir?
—¿Por qué me has llamado? Bueno, es genial, quiero que estés conmigo. Es que… no me lo esperaba. ¿Te cuesta adaptarte a casa de mamá?
—Sí —dice. Hace una pausa. Me lo imagino mordiéndose el labio, como hace siempre que está pensando en algo que lo preocupa. Al final, añade—: Supongo que estaré más cómodo allí, contigo.
Y estas palabras, y no las del ruso Dmitri garantizando la transferencia de seis millones de dólares a mi cuenta bancaria, son sin lugar a dudas lo mejor que he oído desde esta mañana, cuando me he levantado, hace ya una eternidad.