Deja que te explique cómo terminar el timo del falso banquero.
Si has seguido mis instrucciones hasta ahora, le has birlado diez de los grandes a una víctima mayor llamándola por teléfono y pidiéndole su colaboración para detener a la cajera ladrona.
Ahora tienes la oportunidad de desplumar a la víctima una última vez. Así.
Primero, deja pasar unos meses. Esto le da tiempo a la víctima para reflexionar sobre el crimen. Después de que los dos trabajadores del banco, los señores Marley y Smith, hayan desaparecido de la faz de la tierra, la víctima se dará cuenta de que la han engañado. Puede incluso que vaya a la policía, que asentirá con pesar mientras le toma declaración, y luego archivará el caso. (Ausencia de violencia + Ninguna esperanza de pillar al culpable = No hay investigación).
Sin embargo, hay muchas posibilidades de que la víctima no lo denuncie. Eso es lo bueno de las estafas. Las víctimas raramente le dicen a nadie que las han engañado. En tu caso, la víctima se siente avergonzada. ¿Cuántas veces le han dicho sus hijos que confía demasiado en los extraños, que ya no es responsable con el dinero y que es un blanco fácil para los estafadores? Esto sólo vendrá a confirmar los temores de los hijos. Puede que, si descubren cómo han timado a su padre, lo declaren incapacitado, lo lleven a una residencia y pongan fin a su independencia económica.
Tanto si denuncia el crimen como si no, estará hecho polvo. ¿Cómo ha podido ser tan tonto? Se obsesionará con la estafa. Empezará a soñar con la venganza. «¡Si hubiera un modo de devolvérsela a esos cabrones! —pensará—. Si la policía pudiera pillarlos…».
Y ahí es cuando entras tú. El mejor momento: dos meses después de la primera estafa. Ahora ejecutarás el regreso de la placa. Funciona de la siguiente manera.
Alguien llama a la puerta de la víctima. Es una cara nueva, alguien a quien no ha visto hasta ahora. Se presenta como el detective Thomas. Para demostrar que es policía, le enseña la placa reluciente.
Dice que tiene muy buenas noticias para el señor Jones. ¿Puede pasar?
Dentro del piso, le da las buenas noticias.
—Hemos cogido a los dos hombres que le estafaron. Ya están en la cárcel. Y no sólo eso, sino que, además, todavía tenían su dinero, así que se lo devolveremos en cuestión de días.
A la víctima le da vueltas la cabeza. No puede creerse tanta buena suerte. Está tan feliz que apenas hace caso a lo que el detective Thomas le dice a continuación:
—Sólo hay un problema —dice el detective Thomas—. El dinero que le quitaron y el que usted sacó del banco es falso. Al parecer, se trataba de una operación muy sofisticada. Pero no se preocupe. El banco ha prometido reponerle su dinero, así que no hay ningún problema.
Tu víctima suspira, aliviada.
El detective continúa:
—¿Le importaría acompañarme a comisaría a una rueda de reconocimiento para ver si puede identificar a los criminales que le robaron?
La víctima accede, claro. El detective Thomas acompaña al señor mayor hasta un coche de policía supuestamente de incógnito, con una pequeña sirena de plástico pegada con velero al salpicadero y un escáner de banda ciudadana sintonizado en la frecuencia de la policía. El detective Thomas lleva al señor mayor hasta el aparcamiento de la comisaría.
—Espere aquí —le dice el detective—. Entraré para organizar la rueda de reconocimiento.
Deja a la víctima en el aparcamiento unos minutos. Mientras tanto, entra en la comisaría, va al baño y después compra una lata de refresco en la máquina expendedora. Al cabo de un rato, regresa junto a la víctima.
—Buenas noticias —dice el detective Thomas—. Parece que podremos ahorrarle la desagradable confrontación con los sospechosos. El capitán me ha dado permiso para enseñarle unas fotos. Si no le importa, écheles un vistazo y señale al hombre que le robó.
El detective Thomas le entrega un fajo de fotos al señor mayor. Éste las ojea. Una de ellas es la de tu cómplice, Marley, el interventor del banco. El hombre la señala.
—Es éste —dice.
—Justo lo que creíamos —contesta el detective—. Ahora escúcheme bien, señor Jones. Necesitamos llegar al fondo de esta operación de falsificación de dinero. La cajera que trabaja con estos ladrones todavía sigue en activo. Está claro que es un trabajo desde dentro.
La víctima asiente. Todavía está pensando en que está a punto de recuperar su dinero. Que pronto todo habrá terminado.
—Bueno —dice el detective Thomas—. Voy a acompañarlo al banco. Quiero que repita exactamente los mismos pasos que esos criminales le dijeron que siguiera. Póngase en la misma cola. Vaya a la misma cajera y saque cinco mil dólares.
El señor Jones accede. Lo acompañas hasta el banco. Saca cinco mil dólares y vuelve al coche de policía.
El detective Thomas examina los billetes. Incluso se toma la molestia de mirarlos todos a contraluz. Se lame la punta del dedo y lo pasa por encima del papel.
—Sí —dice, al final—. Falsos. Todos y cada uno de ellos. Esos tíos son buenos. —Mueve la cabeza, maravillado.
Mete el dinero dentro de un sobre amarillo con la palabra «Prueba» impresa. Le entrega un recibo a la víctima y le dice:
—Le cambiaremos estos billetes falsos por unos auténticos y se los llevaremos a su casa esta misma noche. ¿Estará en casa pongamos a eso de la siete?
La víctima asiente. Lo llevas a su casa y le das las gracias por su colaboración.
Sobra decir que, a las siete, nadie llamará a la puerta del señor Jones.