Deja que te diga cómo ejecutar el timo del falso banquero.
Primero, localiza a tu víctima. Las personas mayores son los mejores blancos, pero cualquiera servirá. Lo importante es que vivan solos. De modo que los viudos y las viudas son buenos objetivos, así como la gente sin amigos ni familia, tan solitarios que una voz extraña al otro lado de la línea represente para ellos una intrusión más que bienvenida en sus miserables vidas.
Cuando hayas encontrado a tu víctima, necesitas reunir información. Busca una cuenta bancaria, o quizás una lista de las transacciones más recientes. Nada complicado. Sólo tienes que abrir el buzón de la gente cuando nadie te vea y buscar cartas del banco.
Un truco: rompe el cerrojo del buzón comunitario del cartero. El casero tardará un par de días en darse cuenta y arreglarlo. Acude a los buzones después del reparto. Te sentirás como un drogadicto en el almacén de una farmacia. Mira a qué buzones van dirigidas las cartas de la Asociación de Jubilados.
Cuando encuentres una carta del banco dirigida a un viudo o una viuda, llévatela a casa. Hazte una copia del contenido. Vuelve a cerrar el sobre y envíaselo a tu víctima.
Espera una semana. Ahora empieza la diversión. Llama a la víctima por teléfono. Preséntate como Frank Marley, por ejemplo, interventor del banco Wells Fargo (o de aquél donde la víctima tenga la cuenta corriente). Di algo como:
—Señor Jones, en el Wells Fargo estamos en un aprieto un poco vergonzoso. Sospechamos que una de las cajeras de su oficina nos está engañando. Roba dinero de las cuentas de varios clientes, incluyendo la suya.
—Dios mío —dirá la víctima—. ¿Cuánto me han robado?
—A ver, deje que revise sus movimientos —dirás—. Antes que nada, ¿le importaría confirmarme su identidad? ¿Algo de lo que voy a decirle le llama la atención?
Ahora, recítale todos los datos bancarios que le has robado.
—Su número de cuenta es el 444-555, ¿verdad? —preguntarás—. El tres de marzo, ingresó seiscientos setenta y cinco dólares, ¿no es así? Y el quince de marzo sacó cuatrocientos dólares, ¿correcto?
—Sí, sí —responderá la víctima.
—Ah, es lo que me temía. Al parecer, tenemos un problema. La cajera le robó cien dólares de la cuenta en la última operación. En total, y desde principios del año pasado, le ha robado unos dos mil dólares.
—Por Dios. —La víctima se asustará—. ¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta?
Ignora la pregunta y di:
—Señor Jones, necesitamos su ayuda. Queremos pillar a esa cajera con las manos en la masa. Así aceleraremos el proceso de devolverle el dinero que le ha robado de su cuenta corriente. Además, creo que me está permitido decirle que Wells Fargo le ofrecerá una recompensa de mil dólares por su ayuda en esta operación.
La víctima ya está totalmente involucrada: enfadada por haber sido víctima de un robo y emocionada por la promesa de una recompensa de mil dólares.
—¿Qué tengo que hacer? —preguntará.
—Es muy sencillo. Sospechamos cómo ejecuta sus robos esa cajera, pero tenemos que confirmarlo. Como sabrá, el banco está vigilado por unas cámaras de circuito cerrado. Tendremos que visionarlas con mucho detenimiento. Lo que me gustaría que hiciera es acudir a su oficina hoy a la una del mediodía y sacar cuatro mil dólares en billetes de cien. Es muy importante que usted no toque los billetes. Pídale a la cajera que se los meta en un sobre.
—De acuerdo —dirá la víctima.
—Señor Jones, ahora viene lo importante. No sé cuántos empleados de la oficina están metidos en el ajo. Por eso, no debe decirle ni una palabra de todo esto a nadie. Si lo hace, pondrá en peligro toda la investigación.
—Muy bien —dirá el señor Jones.
—Está bien. Cuando haya sacado los cuatro mil dólares, tendremos que analizar el dinero. Le pediré que se dirija hasta el aparcamiento que hay detrás del Kmart. Mi compañero, el supervisor interno Sam Smith, se reunirá allí con usted y estudiará el contenido del sobre. ¿Lo ha entendido?
—Sí, creo que sí —dirá el señor Jones.
A la una en punto, envías a tu cómplice al aparcamiento del Kmart. «Sam Smith» aparcará junto a la víctima y subirá a su coche. Smith sacará una tarjeta donde ponga: «Sam Smith. Control interno. Wells Fargo».
—Buen trabajo —dirá, y le pedirá a la víctima que le enseñe el sobre lleno de dinero.
El supervisor examinará el contenido del sobre, y a continuación se encargará de anotar escrupulosamente el número de serie de cada billete en una hoja de papel con la cabecera: «Datos de la investigación».
Smith hará un recibo de cuatro mil dólares y se lo dará a la víctima diciéndole:
—Guarde bien este recibo. Cuando la investigación haya terminado, le devolveremos su dinero, así como la recompensa de mil dólares. Pero no lo pierda, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dirá la víctima—. Y ahora, ¿qué hago?
—Ahora usted debe volver a casa y comportarse como si nada hubiera sucedido. Esta noche lo llamaremos para informarle de los avances en la investigación. Pero, por favor, señor Jones, ni una palabra de esto a nadie. Llevamos mucho tiempo trabajando muy duro en este caso. Si se descubriera ahora, no habría servido de nada.
—Lo entiendo —responderá el señor Jones.
La víctima debería seguirte el juego durante dos o tres veces más. ¿Quieres sacarle más dinero? Llámalo otra vez esa misma noche y hazte pasar por el señor Marley, el interventor del banco. Felicítalo por lo bien que lo ha hecho. Dile que, gracias a su colaboración, el banco y la policía han reducido el número de cajeras sospechosas a dos o tres. Sólo necesitarás que saque dinero un par o tres de veces más para determinar la identidad de la ladrona.
Convéncele para que vaya a sacar dinero y luego se reúna con Sam Smith.
En cuanto le hayas sacado todo lo que creas que tiene o percibas la más mínima duda en su voz, esfúmate durante unas semanas. Podrás reaparecer más tarde, para un último golpe.