Epílogo

Decio Escauro y sus compañeros, arrollados por la furia de Publio Sextio y sin la guía de Mustela, habían proseguido en su misión, pero no habían conseguido dar alcance al centurión, que había huido a través de los senderos paralelos de los Apeninos y había llegado, en cualquier caso, demasiado tarde a la cita con el destino. Al cabo de tres días encontraron al lado de la vía Cassia el cuerpo de su comandante Sergio Quintiliano, muerto en su último combate.

Le tributaron unas humildes exequias y quemaron su cuerpo en una pira de sarmientos, arrojaron al fuego sus armas como postrer homenaje a su memoria.

Llevaron las cenizas a la villa y les dieron sepultura al lado de las de su hijo, al pie de los cipreses seculares para que descansasen al fin juntos en el reino de las sombras.