Capítulo XLVII

El dentista había acertado al pronosticar que la clausura de los locales de partidos políticos tocaba a su fin: el permiso de reapertura llegó y la ciudad pareció removida de arriba abajo. Y en el acto los tres hombres de que habló —Cosme Vila, del Partido Comunista; Porvenir, de CNT-FAI; Antonio Casal, del Partido Socialista— asaltaron el primer plano de la ciudad. Su personalidad humana dio cuerpo a estos partidos, les insufló espíritu de concreción y de eficacia.

Los tres personajes no tenían sino un detalle común: su fe. El mayor en edad era Cosme Vila; el benjamín, Porvenir. Casal era el más silencioso, Cosme Vila el que prestaba más atención, Porvenir el que destruía toda armonía…

Mateo, al verlos por la calle, ensimismados y seguidos por una legión de fanáticos, le decía a su padre: «¡Ah, si todas esas energías se canalizaran en una sola dirección…!» Matías, al ver a Porvenir había dicho: «Ése armará mucho jaleo…»

* * *

Cosme Vila fue nombrado jefe local del Partido Comunista, en substitución de Víctor, y estuvo a punto de dejar el Banco, pues su mujer le decía: «¿Por qué no? Ya nos arreglaremos. Ya sabes que yo sé fabricar cestos…»

Cosme Vila se daba cuenta de que los afiliados lo eran por instinto, pero desconociendo por completo lo que significaba el comunismo y su situación real en España. Entendió que sería contraproducente enterarles demasiado, pues todos querrían opinar; pero unas cuantas ideas generales eran indispensables. Anunció, pues, en la barbería, un «Cursillo de iniciación marxista», que amenazó con reventar las paredes del local. Por primera vez en Gerona el comunismo fue tratado de una manera científica.

Los comunistas gerundenses supieron, gracias a su jefe, que Marx fue el teórico de la doctrina, Lenin su principal intérprete, Stalin el continuador. Que en España las primeras células se formaron en 1920, en Madrid y Barcelona. Que lo que persiguieron estas células era lo mismo que perseguían en la actualidad: incorporación de Portugal, formando la Unión de Repúblicas Socialistas, nacionalización de la tierra, de los trenes, de la marina, de las industrias —incluyendo las de los Costa—, de las clínicas dentales —incluyendo la de «La Voz de Alerta»— de la Banca —¡incluyendo el Banco Anís!—. Jornada de seis horas, cada trabajador un fusil… hasta que no quedara un solo capitalista en el mundo. El plan inmediato en Gerona tenía que ser encontrar un local digno, editar un periódico y nombrar un Comité. Personalmente, cada afiliado tenía que imprimir en su corazón una hoz, un martillo, etc.

Oyendo a Cosme Vila, y viéndole, Ignacio hubiera comprendido hasta qué punto la luz que despedía su cabeza se parecía a la de César. Tantos años de rumiar ante su máquina de escribir, tanto entusiasmo acumulado, tanta soledad y sequedad en aquel piso sin muebles, desnudas las paredes… Al modo como el patrón del Cocodrilo se sentía en presencia de César más próximo del reino celestial que de su bar, los oyentes en presencia de Cosme Vila, sintieron que Rusia estaba mucho más próxima de sus penas que la nación en que habían nacido. Gorki el perfumista, con su pequeña barriga, decía siempre que él no vivía en Gerona, que prácticamente él ya vivía, desde hacía muchos años en Moscú.

Sólo un par de afiliados —Salvio y Pedro, ambos marmolistas— al oír a Cosme Vila dijeron para sí que iba a convertir el comunismo en una organización burocrática.

Cuando el Responsable se enteró de que Cosme Vila andaba discurseando con tanto éxito, cogió un berrinche y convocó en el acto nueva Asamblea General, en el Gimnasio. Fue en esta Asamblea donde Porvenir se reveló, alcanzando un triunfo poco menos que apoteósico.

El joven anarquista era la viva estampa de José, de Madrid, pero con más poder personal y habiendo pasado más penalidades. Tenía veinte años. Había nacido de padres desconocidos en el puerto de Barcelona, en 1915, en plena guerra europea.

Un librero de lance de Atarazanas, junto al puerto, le enseñó a leer, a ratos perdidos. Un viejo barbudo que por una peseta permitía ver en telescopio la luna le enseñó quiromancia y juegos de manos. Porvenir un día extendió el brazo izquierdo, horizontalmente, y le dijo al librero: «Agárrate aquí»; le sostuvo un minuto en el aire. Otro día extendió el derecho y le dijo al viejo del telescopio: «Ahora tú». Y le sostuvo otro minuto. El día en que consiguió, bajo la estatua de Colón, sostener a ambos viejos a la vez, uno en cada brazo, las chavalas se murieron por él.

Conoció al Responsable en la FAI de Barcelona. Congeniaron, pues Porvenir, que había recibido lecciones de jiu-jitsu de un marinero japonés, al decirle al Responsable que sería capaz de hacerle dar dos volteretas con sólo asirle la muñeca de determinada manera, obtuvo una curiosísima respuesta: «Yo sería capaz de hacerte quitar los pantalones en plena Plaza de Cataluña, y hacerte abrazar a un fotógrafo como si fuera Greta Garbo». Porvenir comprendió que el Responsable hablaba de hipnotismo y aquello le entusiasmó. Reunió a sus camaradas de la FAI de Barcelona y les dijo, echando una moneda al aire: «Si sale cara, me quedo; si sale cruz me voy con ése a Gerona». Salió cruz y se fue con el Responsable.

Y Gerona le gustó, porque en seguida se hizo el amo. A Blasco le deslumbró contándole anécdotas de los «limpias» de Barcelona; al Cojo, con los juegos de manos; a las hijas del Responsable, por su musculatura, la brillantina de sus cabellos y la quiromancia. Sobre todo a la mayor de ellas le leyó inmediatamente el futuro: «Tú te chiflarás por mí». Ella sonrió. Y, gracias a ello, en aquella segunda Asamblea la muchacha ocupaba, en el inmenso gimnasio, encaramada en un potro de madera, un puesto de honor, fascinada por la elocuencia del hijo del puerto de Barcelona.

El discurso que Porvenir hizo en esta reunión sería considerado para siempre como una de las páginas más gloriosas en los anales anarquistas de la ciudad. Dijo que en 1814, en un pueblo ruso llamado Torjok, nació el primer anarquista, Miguel Bakunin… cuyo padre había tenido 1.200 esclavos. Que «un tío llamado Max quiso hacerle la santísima, sin conseguirlo…» Que uno de sus herederos fue el italiano Malatesta, quien aconsejó «la acción directa». Que España asimiló en seguida las teorías de Bakunin y Malatesta y que ahora, después de lo ocurrido en Asturias y del asesinato de Joaquín Santaló, era la hora de ir incluso más allá de lo que éstos aconsejaran.

—¡Camaradas, tenemos millón y medio de afiliados! En cabeza, Cataluña; luego, el campo andaluz. Nuestros enemigos son los burgueses y los comunistas. ¡Qué más da! Bemoles no nos han faltado ni para zumbar a los reyes —que lo diga Alfonso XIII— ni para amotinarnos contra Cristóbal Colón. ¡Adelante, pues! A instaurar el anarquismo en España. En Gerona, fuera tanto municipio y tanta sotana. Hasta para casarse hay que firmar cinco veces. Nosotros predicamos la ley natural. ¡Y nada de Bancos ni monedas! Yo hago juegos de manos y Blasco me limpia las botas. Otro te lleva en coche y el Cojo le hace un huevo frito. ¡La camaradería elevada al cubo! Gerona será la gran fiesta, en verano todo el mundo a la Dehesa, en tiendas de campaña. No habrá que mantener al obispo, de manera que todo fácil. Y una vez muerto, ale, al cementerio. Ahora va a hablaros el Responsable. Yo no tengo más que decir. No me las doy de pincho ni de nada. Cuando toquen a dar, daré como los demás, si me dan, mala suerte. Si alguien quiere algo de mí, ya sabe dónde vivo. Esto es el anarquismo. ¡Vive la CNT! ¡Viva la FAI!

La ovación fue ensordecedora. Blasco agitaba a un tiempo el cepillo negro y el cepillo rubio. El gimnasio resplandecía de alegría y libertad. Un tipo pequeño se subió por la cuerda hasta el techo. «¡Soy Bakunin!», gritó.

En el Partido Socialista, Antonio Casal consiguió también enardecer a sus afiliados. Tipógrafo de El Demócrata, de 36 años, casado y con tres hijos, Casal había sido socialista desde su primera juventud. «El camino del poder», de Kaustky, le había convertido a la doctrina, pero nunca había aceptado ningún cargo. Mas la Logia Ovidio se lo ordenó y Casal, a pesar de la oposición de su mujer, aceptó.

Su anárquica cabellera contrastaba con la prematura calvicie de Cosme Vila y con las brillantes ondas de Porvenir. Le fascinaba la lucha de clases; pero la idea de dictadura proletaria le ponía furioso, así como el hecho de convertir el terrorismo en una religión. Nariz prominente, boca pequeña y apretada, su particularidad consistía en llevar siempre algodón en una de las dos orejas. «Para hacerme el sordo si conviene».

Su triunfo fue también clamoroso porque usó un lenguaje directo y enérgico, al que en Gerona, y sobre todo en la UGT, no estaban acostumbrados. Empezó diciendo que lo primero que tenían que hacer los afiliados, antes que pedir aumento de salario, era ponerse al corriente de pago… Luego añadió que nadie tenía que estar en el Sindicato porque sí, ni a disgusto; que si alguien, al salir, se ponía a leer a Santa Teresa perdía el tiempo, se lo hacía perder al Sindicato e incluso a Santa Teresa… que mientras el comandante Martínez de Soria se paseara a caballo por la Dehesa y el Museo Diocesano obtuviera enormes subvenciones del Ayuntamiento, pocas esperanzas había de mejorar las condiciones de vida de los distintos oficios adscritos; que lo que importaba, por lo tanto, era forzar las elecciones antes de fin de año… ¡y ganarlas! Nada más.

León Blum, desde la pared, sonrió. Canela quería sindicarse, la Torre de Babel aplaudió a rabiar. Casal se abrió paso entre los grupos y salió, porque su mujer y sus hijos le estaban esperando.