20

Sintió la vibración de los pasos pesados que abandonaban la habitación. El hombre que había venido y le había interrogado y que él no podía imaginar cuánto tiempo le había estado escuchando se había marchado. Nuevamente estaba solo con la enfermera. Le habían dejado solo con sus incertidumbres.

Empezó a desconfiar. De la misma forma que siempre había sospechado errores en su cálculo del tiempo ahora sentía que su carne se estremecía con pequeñas y salvajes ondas de terror. Estaba tan ansioso por hablar que quizá había transmitido un mensaje sin sentido. Tal vez no había recordado bien el código y sus palabras habían surgido como un torbellino de letras carentes de significado. Sus pensamientos se habían agolpado tan tumultuosamente en su cabeza que quizá no los había expresado en orden clara y racionalmente. Tal vez otras diez mil probabilidades se habían interpuesto entre él y el mensaje que intentaba transmitir mientras por dentro se desangraba. O quizás el hombre sólo se había marchado para consultar con sus superiores y pronto volvería con una respuesta.

Era eso. Oh Dios por favor tiene que ser eso estaba seguro de ello. El hombre pronto regresaría con una respuesta. Lo único que debía hacer era reposar. Estaba muy cansado. Le parecía estar inmerso en una especie de sueño en coma como un hombre que ha agotado todas sus emociones en una salvaje borrachera y después se siente enfermo y nauseabundo y seguro de lo peor había cabeceado semanas y meses tal vez años no lo sabía porque los golpes con la cabeza habían ocupado el lugar del tiempo y en ello había invertido todas sus energías todas sus esperanzas y toda su vida.

Se puso rígido.

Las vibraciones se aproximaban. El hombre volvía con una respuesta. Gran Dios misericordioso gracias he aquí mi respuesta he aquí mi respuesta. He aquí mi triunfo mi retorno de los muertos he aquí la vida vibrando contra el piso cantando en los resortes de la cama cantando como todos los ángeles del cielo.

Un dedo comenzó a repiquetear contra su frente.

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W H A T

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Y O U

.- ... -.-

A S K

.. ...

I S

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A G A I N S T

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R E G U L A T I O N S

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W H O

.- .-. .

A R E

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Y O U

(Lo que usted pide va contra el reglamento ¿Quién es usted?)

El repiqueteo sobre su frente seguía pero él ya no le prestaba atención. En su mente todo se volvió súbitamente vacío hueco completamente inmóvil. Fue sólo un momento y luego empezó a pensar el mensaje para asegurarse que no había error que significaba exactamente lo que decía. Y supo que era así.

Casi pudo oír el gemido de dolor que brotó de su corazón. Era un agudo terrible dolor personal el tipo de dolor que surge cuando alguien a quien no se le ha hecho daño alguno se vuelve contra ti y dice adiós adiós para siempre sin razón alguna para hacerlo sin razón alguna.

Él no les había hecho nada. Él no tenía la culpa de las molestias que causaba y sin embargo ellos cerraban la cortina volvían a introducirle en el útero no nos moleste no vuelva a la vida los muertos deben seguir muertos y con usted ya hemos terminado.

¿Pero por qué?

Él no había hecho daño a nadie. Había tratado de molestarles lo menos posible. Sin duda era una carga pero no lo había sido deliberadamente. No era un ladrón ni un borracho ni un mentiroso ni un asesino. Era un hombre un tío ni peor ni mejor que cualquier otro. Era sencillamente un tío que había tenido que ir a la guerra que estaba muy malherido y que ahora intentaba salir de su prisión para sentir el aire fresco y frío sobre su piel sentir el calor y el movimiento de la gente a su alrededor. Era cuanto quería. Y a él que no había hecho daño a nadie le decían buenas noches adiós quédese donde está no nos cause más molestias usted está más allá de la vida más allá de la muerte inclusive más allá de la esperanza usted ha desaparecido se ha acabado para siempre buenas noches y adiós.

En un instante terrible lo vio todo. Sólo querían olvidarle. Les pesaba sobre su conciencia de modo que le habían abandonado renegaban de él. Ellos eran las únicas personas en el mundo que podían ayudarle. Eran su último tribunal de apelaciones. Podía enfurecerse y bramar y rugir contra su veredicto pero no le servía de nada. Ellos habían decidido. Nada podía cambiarles. Estaba completamente a su merced y ellos no tenían piedad. No había esperanzas para él. Lo mejor sería enfrentarse directamente con la verdad.

Cada momento de su vida desde que había despertado a la oscuridad la mudez y el terror cada momento de esa vida lo había concentrado en la esperanza de llegar a ellos algún día algún año. Y ahora lo había logrado. Había llegado a ellos y ellos le rechazaban. Antes hasta en sus momentos más terribles había existido una vaga esperanza que le sostenía. Le había evitado convertirse en un loco delirante había brillado como una luminosidad distante hacia la cual se había ido aproximando sin detenerse nunca. Ahora había desaparecido la luminosidad y no quedaba nada. No había motivo para que siguiera engañándose. Esta gente no le quería. Oscuridad abandono silencio soledad horror eterno horror esta sería su vida de ahora en adelante sin un solo rayo de esperanza para aliviar sus sufrimientos. Eran su futuro. Para eso le había engendrado su madre. Maldita sea maldito el mundo maldita la luz del sol maldito sea Dios maldita sea toda cosa decente sobre la tierra. Que Dios les maldiga y les torture como le torturaban a él. Que Dios les suma en la oscuridad en el silencio y la sordera y la indefensión y el horror y el miedo el gran miedo imponente y terrible que le acompañaba ahora la desolación y la soledad que le acompañarían para siempre.

No.

No no no.

No les permitiría hacerlo.

No era posible que un ser humano le hiciera esto a otro. Nadie podía ser tan cruel. No comprendían que eso era todo cuanto tenía. No se había explicado bien. Ahora no podía renunciar debía seguir y seguir hasta que comprendieran porque eran buena gente eran gente bondadosa que sólo necesitaba comprender.

Empezó a cabecear nuevamente.

Empezó a cabecear nuevamente y a decirles suplicarles entrecortadamente humildemente que por favor quería salir. Quería sentir el aire el aire puro y fresco fuera del hospital. Por favor comprendan. Quería sentir a la gente de su especie libre y feliz. En realidad ese era el único motivo. Olvídense de la exhibición en la vitrina era sólo una forma de juntar dinero y facilitarles las cosas. Nada más. Se sentía solo. Eso era todo. Simplemente se sentía solo. No había ningún otro motivo que alegar. No podía hacer más que intentar decirles que dentro de su piel esa piel que cubría su cuerpo había tanto horror tanta soledad que bien podían permitirle hacer algo tan insignificante como gozar de esa libertad por la que podía pagar.

Mientras cabeceaba sintió la mano de la enfermera sobre su frente acariciándole tranquilizándole. Pensó me gustaría verle la cara. Debe tener una hermosa cara porque tiene manos muy hermosas. Después en el muñón izquierdo sintió un frío húmedo. El hombre que había deletreado la respuesta le pasaba un algodón con alcohol. Oh Dios pensó ya sé qué quiere decir eso no lo hagan por favor. Sintió el agudo fatal pinchazo de la aguja. Nuevamente le inyectaban anestesia.

Oh Dios pensó ni siquiera me permiten hablar. Ni siquiera me escucharán más. Lo único que quieren es volverme loco para que cuando transmita mis mensajes puedan decir está loco no le hagan caso pobre tío se ha vuelto loco. Eso es lo que tratan de hacer Dios me están volviendo loco y he peleado tanto he sido tan fuerte que la única forma que tienen de hacerlo es drogándome.

Sintió que se hundía se hundía allí donde ellos querían arrojarle. Sintió el escozor de su piel y empezó a ver la visión. Vio la arena amarilla y las ondas de calor que despedía. Arriba de las ondas de calor vio a Cristo en su túnica flotante y su corona de espinas manando sangre. Vio a Cristo temblando por el calor del desierto proveniente de Tucson. Y a lo lejos en la distancia oyó la voz de una mujer gimiendo hijo mío mi pequeño hijo mío…

En pura y terrible desesperación acalló la voz y alejó la visión. Aún no. Aún no. No había acabado. Les hablaría seguiría cabeceando. Los músculos de su cuerpo se convertían en agua pero seguía cabeceando. No les permitiría clausurar la tapa de su ataúd. Gritaría y arañaría y pelearía como lo haría cualquier hombre a quien le entierran vivo. En su último momento de conciencia en su último momento de vida seguiría peleando seguiría cabeceando. Seguiría golpeando con la cabeza todo el tiempo cabecearía cuando estuviese dormido cabecearía dopado cabecearía cuando sufriera cabecearía siempre. Podían no responder podían ignorarle pero por lo menos nunca podrían olvidar mientras él viviera que allí había un hombre hablándoles hablándoles sin detenerse.

Su cabeceo se volvió cada vez más lento y la visión se fue desplazando hacia él. Él la rechazaba y volvía a avanzar. La voz de la mujer surgía y se desvanecía como un eco arrastrado por el viento. Pero él seguía cabeceando.

¿Por qué cabeceaba? ¿Por qué? ¿Por qué?

¿Por qué no le querían? ¿Por qué clausuraban la tapa de su ataúd? ¿Por qué no le dejaban hablar? ¿Por qué no permitían que le viesen? ¿Por qué no querían su libertad? Hacía ya cinco o seis años que le habían borrado de la faz de la tierra. La guerra debía haber terminado. Ninguna guerra puede perdurar tanto ninguna guerra podía exterminar a tanta gente porque no había tanta gente para matar. Si la guerra había terminado todos los muertos estarían enterrados y liberados todos los prisioneros. ¿Por qué no le liberaban también a él? ¿Por qué a menos que le dieran por muerto? ¿Y si era así por qué no le mataban por qué no ponían fin a su sufrimiento? ¿Por qué estaba prisionero? No había cometido delito alguno. ¿Qué derecho tenían a retenerle? ¿Qué razón tenían para ser tan desalmados con él?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Y luego súbitamente comprendió. Se vio a sí mismo como una nueva clase de Cristo como un hombre que lleva dentro de sí las semillas de un nuevo orden de cosas. Era el nuevo mesías de los campos de batalla que le decía a la gente mirad cómo soy así seréis vosotros. Porque él había visto el futuro lo había experimentado y ahora lo estaba viviendo. Había visto los aviones volando en el cielo había visto los cielos del futuro colmados de aviones de negros aviones y ahora veía el horror abajo. Vio un mundo de amantes separados para siempre de sueños no cumplidos de planes nunca realizados. Vio un mundo de padres muertos y hermanos mutilados de hijos clamando enloquecidos. Vio un mundo de madres sin brazos estrechando contra sus pechos niños sin cabeza tratando de gritar su dolor con gargantas cancerosas por el gas. Vio ciudades hambrientas negras frías e inmóviles dado que lo único que se movía o hacía ruido en ese terrible mundo muerto eran los aviones que oscurecían el cielo y a lo lejos contra el horizonte el trueno de los enormes cañones y las bocanadas de humo que surgían de la tierra estéril y atormentada cuando estallaban los proyectiles.

Así era lo había comprendido les había transmitido su secreto y al rechazarlo ellos le habían confiado el suyo.

Él era el futuro era una imagen perfecta del futuro y ellos temían que alguien se diera cuenta de cómo sería el futuro. Ya estaban planeando y calculando el futuro y veían la guerra en algún momento de ese futuro. Para llevar a cabo esa guerra necesitaban hombres y si los hombres veían el futuro se negarían a pelear. Ellos encubrían el futuro convirtiéndolo en un inaccesible y mortal secreto. Sabían que si todos los pobres diablos los hombrecitos veían el futuro empezarían a hacer preguntas. Harían preguntas y encontrarían las respuestas y a aquellos que les impulsaban a pelear les dirían mentirosos ladrones hijos de puta no pelearemos porque no queremos morir queremos vivir nosotros somos el mundo somos el futuro y no permitiremos que nos masacren digan lo que digan vuestras consignas digan lo que digan vuestros discursos. Recordadlo nosotros nosotros nosotros somos el mundo nosotros somos quienes lo ponemos en marcha hacemos el pan y la ropa y las armas somos el eje de la rueda y los rayos y la rueda misma sin nosotros vosotros seríais hambrientos y desnudos gusanos y nosotros no queremos morir. Somos inmortales somos el germen de la vida somos la masa humilde despreciable y fea somos la gente maravillosa del mundo y estamos hartos de todo esto estamos agotados y le pondremos fin para siempre eternamente porque vivimos y no queremos ser destruidos.

Si vosotros queréis hacer una guerra si hay armas con que apuntar si hay balas con que disparar si hay hombres que deben morir no seremos nosotros. No seremos nosotros los que cultivamos el trigo y lo convertimos en alimento los que hacemos la ropa y el papel y las casas y los azulejos y las centrales eléctricas y extendemos los largos y plañideros cables de alta tensión nosotros los que perforamos los pozos de petróleo crudo en decenas de diferentes partes los que hacemos las bombillas de luz las máquinas de coser las palas y automóviles y aviones y tanques y armas ah no no seremos nosotros los que moriremos. Seréis vosotros.

Seréis vosotros vosotros que nos empujáis a combatir que nos incitáis unos contra otros vosotros que pretendéis que un zapatero mate a otro zapatero que un hombre que trabaja mate a otro hombre que trabaja que un ser humano que sólo quiere vivir mate a otro ser humano que sólo quiere vivir. Recordadlo. Recordadlo vosotros que planeáis la guerra. Recordadlo vosotros los patriotas vosotros los feroces vosotros los propagandistas del odio vosotros los inventores de consignas. Recordad esto como lo único a recordar en vuestras vidas.

Somos hombres de paz somos hombres de trabajo y no queremos pelear. Pero si vosotros destruís nuestra paz si nos quitáis nuestro trabajo si intentáis enfrentarnos unos contra otros nosotros sabremos qué hacer. Si nos decís que debemos salvaguardar la democracia os tomaremos la palabra. Usaremos los fusiles que vosotros nos imponéis los usaremos para defender nuestras vidas y la amenaza que se cierne sobre ellas que no está en el otro lado de una tierra de nadie que ha sido establecida sin nuestro consentimiento sino que está dentro de nuestras fronteras aquí y ahora la hemos visto y la conocemos.

Poned los fusiles en nuestras manos y los usaremos. Proponed las consignas que nosotros las convertiremos en realidades. Entonad los himnos de batalla y nosotros los recogeremos allí donde vosotros abandonéis. No uno ni diez ni diez mil ni un millón ni diez millones ni cien millones sino mil millones dos mil millones de nosotros los pueblos del mundo nos apropiaremos de las consignas de los himnos de los fusiles y los usaremos para vivir. No os equivoquéis nosotros viviremos. Viviremos y caminaremos y hablaremos y comeremos y cantaremos y reiremos y sentiremos y amaremos y criaremos a nuestros hijos en tranquilidad y honestamente en paz. Vosotros programad las guerras. Vosotros amos de los hombres programad las guerras y señalad el camino. Nosotros apuntaremos con el fusil.