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Había perdido toda huella del tiempo. Como si todos sus esfuerzos por atraparlo todos sus cálculos y cuentas nunca hubiesen existido. Había perdido los rastros de todo salvo los golpes que daba con su cabeza. Apenas despertaba empezaba a cabecear y proseguía hasta que le vencía el sueño. Hasta cuando se iba durmiendo invertía el resto de su energía y de su pensamiento en ese balanceo de modo que le parecía soñar con ello. Cabeceaba mientras estaba despierto y soñaba que cabeceaba. En consecuencia resurgió su antigua dificultad de discernir entre el sueño y la vigilia. Nunca estaba seguro de no soñar cuando estaba despierto o de hacer señales mientras dormía. Había perdido tan absolutamente el sentido del tiempo que ya no tenía la menor idea acerca de cuánto hacía que había comenzado el cabeceo. Quizá sólo semanas quizá un mes quizá hasta un año. De los cinco sentidos originales el único que le quedaba se encontraba atrapado en una hipnosis total a causa del cabeceo y en cuanto a pensar ni siquiera simulaba hacerlo. Tampoco especulaba sobre las nuevas enfermeras nocturnas en sus idas y venidas. No prestaba atención a las vibraciones del piso. No pensaba en el pasado y no tenía en cuenta el futuro. No hacía más que transmitir su mensaje una y otra vez a la gente del mundo exterior que no comprendía.

La enfermera de día hizo todo cuanto pudo por apaciguarle pero lo hacía como si intentara calmar a un paciente irritable. Hasta que él comprendió que con ella no lo lograría. Al parecer jamás pareció ocurrírsele que allí había un pensamiento una inteligencia que ponía en marcha el ritmo de su cabeza contra la almohada. Se limitaba a atender a un paciente incurable intentando hacer que su dolencia fuese lo más tolerable posible. Nunca pensó que ser mudo era una enfermedad y que él había encontrado el remedio e intentaba decirle que estaba bien que ya no era mudo que podía hablar. Ella le daba baños calientes. Le cambiaba la posición en la cama. Le colocaba la almohada más alta o más baja detrás de la nuca. Cuando la levantaba demasiado el nuevo ángulo le echaba la cabeza hacia delante. Después de transmitir un rato en esa posición sentía un dolor que le recorría toda la médula y la espalda. Pero seguía golpeando la cabeza.

Empezó a darle masajes y eso le gustó porque sus dedos eran vivaces y al mismo tiempo suaves pero siguió con el cabeceo. Y un día sintió un cambio en el contacto de sus dedos. Ya no eran vivaces y suaves. Sintió el cambio a través de las puntas de los dedos por la ternura de su contacto y sintió la piedad y la duda y una gran capacidad de amor que no surgía de él hacia ella ni de ella hacia él sino que más bien era una especie de amor que abarcaba todas las cosas vivientes y trataba de hacerlas más tolerables un poco menos desdichadas un poco más parecidas a las otras de su especie.

Sintió el cambio a través de la punta de sus dedos produciéndole una punzada de disgusto. Pero pese al disgusto respondía a la misericordia de su corazón que la impulsaba a tocarle de ese modo. Las manos de ella buscaron partes más lejanas de su cuerpo. Insuflaron sus nervios con una especie de falsa pasión que recorrió la superficie de su piel en breves estremecimientos. Y aun cuando pensaba oh dios mío a esto hemos llegado esta es la razón por la cual ella cree que hago señales maldita sea bendita sea ¿qué puedo hacer?… Aun mientras pensaba así se adecuó a su ritmo se tensó ante su contacto su corazón latió más aceleradamente y lo olvidó todo en el mundo excepto el movimiento y el repentino fluir de su sangre…

Había una muchacha llamada Ruby y fue la primera para él. Sucedió cuando él estaba en octavo quizá en noveno grado escolar. Ruby vivía en Teller Addition del otro lado de las vías. Ruby era más joven que él. Estaría en sexto o séptimo pero era una joven corpulenta una italiana gorda y voluminosa. De algún modo todos los muchachos del pueblo se iniciaron con Ruby porque ella nunca les intimidaba. Iba al grano aunque de tanto en tanto había que decirle que era bonita. Pero nada de tonterías y si alguno de los muchachos no tenía experiencia Ruby no se reía ni contaba nada sino que seguía adelante y le enseñaba.

A los muchachos les apetecía hablar de Ruby cuando no había otro tema mejor. Mientras charlaban solían reírse de ella y decir ah no ya no veo más a Ruby me arreglo sin ella y todos los días descubro algo nuevo. Pero eso no era más que parloteo porque realmente eran muy jóvenes y Ruby la primera muchacha que conocían y con las demás con las muchachas decentes eran muy tímidos. Pronto se avergonzaron de Ruby y cuando iban a verla se sentían un tanto sucios y asqueados. Volvían echándole la culpa a Ruby por sentirse así. Cuando llegaron a décimo grado ninguno hablaba ya de Ruby y por fin ella desapareció. No estaba y ellos se alegraron un poco de no tener que encontrársela en la calle.

También estaba Laurette en casa de la Renga Telsa. La Renga Telsa tenía un establecimiento en Shale City. Tenía cinco o seis chicas y la mejor pareja de chulos de Boston del pueblo. Los muchachos de catorce o quince años solían rondar a menudo el establecimiento de la Renga Telsa. Para ellos era la casa más maravillosa más excitante y misteriosa de Shale City. Escuchaban las historias que contaban los muchachos más grandes sobre lo que ocurría allí. Nunca sabían claramente hasta qué punto estaban a favor o en contra pero les interesaba.

Una noche tres de ellos entraron por el callejón del fondo de la casa de la Renga se arrastraron por el patio trasero y trataron de espiar por la puerta de la cocina. Allí había una cocinera negra preparando sándwiches que cuando les vio lanzó un grito. La Renga Telsa entró en la cocina balanceándose sobre su pierna de palo cogió un cuchillo de carnicero y salió al patio. Todos huyeron como locos mientras la Renga Telsa les gritaba que sabía quiénes eran y que inmediatamente llamaría por teléfono a sus padres. Pero no era cierto. La Renga no les había visto la cara y no telefoneó a nadie.

Después cuando ya tenían diecisiete o dieciocho y prácticamente ya acababan la escuela él y Bill Harper decidieron terminar de una vez por todas con la bendita charla y una noche fueron a la casa de la Renga Telsa a averiguar por sí mismos. Entraron directamente al vestíbulo y nadie les recibió con un cuchillo. Eran alrededor de las ocho y evidentemente no había demasiada concurrencia porque la Renga se acercó a la sala y habló con ellos y no parecía en absoluto enfadada. Estaban demasiado inquietos de modo que no pudieron decirle a la Renga por qué venían y la Renga tampoco les dijo nada así que por fin resultó sólo una visita. La Renga hizo bajar a un par de chicas para que se sentaran en la sala y ordenó a la cocinera negra que hiciera una bandeja de sándwiches. Después se marchó. Cuando se quedaron solos en la sala oyeron a las dos muchachas que bajaban la escalera y comprendieron que ahora iban a saber si todas las cosas que habían oído decir sobre ese sitio eran ciertas. Algunos tíos decían que las muchachas solían venir desnudas a la sala y otros que nunca se las podía ver desnudas que siempre usaban un kimono o algo por el estilo. Aseguraban que no había nada que odiasen más que el hecho de que un hombre la quisiese ver sin ropa. Así que ellos se quedaron sentados con el corazón en la boca esperando y observando.

Pero cuando las muchachas bajaron estaban totalmente vestidas. Mejor vestidas que la mayor parte de las chicas de Shale City y también más bonitas. Vinieron y se sentaron y hablaron como lo habría hecho cualquier otra muchacha. Una de ellas parecía preferir a Bill Harper y la otra parecía preferirlo a él. La que gustaba de él hablaba todo el tiempo de libros. Si había leído esto si había leído aquello y él no había leído nada de modo que comenzaba a sentirse como un idiota. Al cabo de media hora de comer sándwiches y hablar de libros la Renga Telsa entró resplandeciente y sonriendo y les dijo que era hora de volver a casa. Ellos se pusieron en pie estrecharon la mano de las muchachas y se marcharon. Esa noche hicieron un largo paseo por el pueblo discutiendo todas las cosas que habían oído decir acerca del establecimiento de la Renga Telsa y llegaron a la conclusión de que o bien eran mentiras o bien ellos eran esa clase de tíos que no gustaban a las mujeres para esas cosas. Eso era lo más grave porque quizá toda la vida serían unos fracasados con las mujeres y tal vez había algo que no tenían. Decidieron no hablarle a nadie sobre su visita porque se sentían humillados. Las cosas no habían resultado como habían pensado.

Más tarde él se puso a pensar acerca de la muchacha que hablaba de libros y después de elaborarlo minuciosamente resolvió ir a verla nuevamente. Se llamaba Laurette y pareció alegrarse de verle. Le dijo que si quería verla que fuese siempre antes de las nueve de la noche porque después había mucho trabajo. Y él fue varias veces más y siempre se sentaban en la sala y conversaban. Llegó a pensar quizás estoy enamorado de Laurette y ¿qué ocurriría si fuese así? ¿Cómo se lo diría a sus padres? Y por otra parte pensaba ¿por qué lo único que hacemos es hablar y qué pensará ella de mí? Durante todo ese invierno y la primavera siguiente fue a ver a Laurette una vez dos veces hasta tres veces por mes. Y siempre antes de llamar a la puerta asumía una sólida compostura y se decía Joe Bonham esta vez compórtate como un hombre. Pero Laurette era tan encantadora que no podía imaginarse como empezar una cosa así sin parecer como un cochino. De modo que nunca lo hizo.

Cuando se graduó recibió por correo un par de gemelos de oro acompañados de una tarjeta grabada con la inicial L. Le costó un gran esfuerzo explicar a sus padres quién le enviaba los gemelos pero le otorgó un gran valor y resolvió que la noche siguiente después de la graduación iría a casa de la Renga Telsa. Ahora que Laurette le había insinuado de manera indirecta que le amaba las cosas serían diferentes. De modo que alrededor de las nueve de la noche se encaminó hacia la casa de la Renga Telsa tratando de encontrar una fórmula agradable y cortés de expresar lo que buscaba. Llamó a la puerta y la Renga Telsa le hizo entrar. Cuando él le preguntó por Laurette le dijo que Laurette no estaba. ¿Dónde se había ido? A Estes Park. La Renga Telsa le explicó que todos los años pasaba allí sus tres meses de vacaciones. Durante todo el invierno se compra ropa nueva y ahorra dinero y después vive tres meses en el mejor hotel de Estes Park. Sale con tíos y baila y le fascina que los tíos se enamoren de ella y cuando se enamoran siempre se muestra amable con ellos pero nunca demasiado. Nunca resulta tan amable como ellos quisieran. Laurette es una joven lista dijo la Renga Telsa. Trabaja y se divierte. Y además ahorra dinero y tiene una pequeña fortuna. ¿Por qué no consigues un empleo en otro pueblo y vuelves en el otoño cuando Laurette esté descansada y conversas con ella? A lo mejor tú y Laurette seríais muy felices. Pero cuando llegó el otoño él trabajaba en una panadería a quinientas millas de distancia y nunca más volvió a ver a Laurette.

Hubo una muchacha que se llamaba Bonnie. Un día le dio palmadas en el hombro mientras él estaba en el drugstore de Louie cerca de la panadería tomando una coca cola. Le palmeó en la espalda y dijo tú eres Joe Bonham ¿verdad? Joe Bonham de Shale City. Pues bien. Yo soy Bonnie Flannigan íbamos al mismo colegio dios qué alegría encontrar alguien del mismo pueblo. Él la miró y no pudo recordarla en absoluto. Oh sí dijo te recuerdo. Ella asintió con la cabeza y dijo estabas más adelantado que yo y nunca me hubieses empujado ¿por qué no vienes a verme alguna vez? Vivo en la plaza del bungalow a trescientos metros de la panadería. Sé que trabajas en la panadería. Suelo ver a algunos de los muchachos y ellos me han dicho que estabas allí.

La miró y adivinó que era más joven que él y también adivinó qué clase de mujer era. Sintió un leve dolor de estómago porque esas muchachas podían venir de New York o Chicago o St. Louis o Cincinnati podían venir de Denver o Salt Lake o Boise Idaho o Seattle pero nunca de Shale City porque Shale City era su hogar.

Fue a verla. No era una niña ni era una muchacha muy inteligente pero tenía un carácter estupendo y estaba llena de vida y de planes para el futuro. He estado casada tres veces dijo Bonnie y todos mis maridos decían que era igual a Evelyn Nesbitt Thaw. ¿Tú crees que me parezco a Evelyn Nesbitt Thaw?

Por la mañana cerca de las cinco o las seis solían ir a Main Street para desayunar en los lustrosos y baratos restaurantes de resplandecientes azulejos blancos donde podían consumir cualquier cosa por diez centavos. Por lo general el sitio estaba lleno de marineros soñolientos que al llegar la mañana rondaban sin saber qué hacer y Bonnie les conocía a todos. Les daba palmadas en la espalda al pasar y les llamaba por su nombre. Hola Pete pero mira quién está por aquí el viejo Slimy ¿qué dices Dick? ¿Y aquel no es el viejo George? Cuando llegaban a su mesa y pedían jamón con huevos ella solía decirle Joe si fueses un tío inteligente te quedarías conmigo. ¿Quieres seguir estudiando verdad? Joe quédate conmigo. Yo me encargaré de que estudies. Yo me dedico a la flota y conozco a todos estos tíos y sé dónde tienen sus billeteras y soy lista y me cuido y nunca tuve gonorrea quédate conmigo Joe y llevaremos diamantes. ¿Ves ese tío allá? Siempre dice que soy igual a Evelyn Nesbitt Thaw ¿tu crees que me parezco a Evelyn Nesbitt Thaw queridito?

Hubo una muchacha que se llamaba Lucky. Para medio millón de soldados de la infantería norteamericana en París ella era la Estatua de la Libertad y la Tía Jemina y la muchacha que habían dejado atrás. En París había una Casa Norteamericana y cuando estaban de permiso cuando estaban lejos de las trincheras y la matanza todos iban a la Casa Norteamericana y hablaban con muchachas norteamericanas y bebían whisky norteamericano y eran felices.

Lucky era la mejor de todas. La más bonita y una de las más inteligentes. Solía recibirte en su habitación completamente desnuda con una gran cicatriz roja por donde le habían sacado el apéndice. Él entraba en su habitación muy cansado hacia las últimas horas de la noche a veces algo borracho y se tendía en su cama con las manos debajo de la cabeza mirando a Lucky. Apenas ella le veía sonreía iba a su cómoda y del cajón superior sacaba un pequeño tapete. Siempre hacía ganchillo en ese tapete. Se sentaba a los pies de la cama vivaz cotillera amistosa y tejía el tapete y hablaba.

Lucky tenía un hijo. Tendría seis o siete años y Lucky lo tenía en una escuela de Long Island. Quería que fuese jugador de polo porque los jugadores de polo andaban por el mundo y conocían a la mejor gente y nada era suficiente para el hijo de Lucky tan encantador era el pequeño hijo de puta. A Lucky le quedaban entre ciento cincuenta y doscientos dólares por semana a dos dólares por persona una vez deducido el porcentaje que se llevaba la casa y los gastos de toallas y control médico. Pero desde luego gastamos mucho. Tenemos que vestirnos para el trabajo y te diré que la ropa cuesta muy cara pero una muchacha tiene que verse bien vestida.

Lucky había estado en el terremoto de San Francisco. Tal vez en ese entonces tendría dieciséis o diecisiete años o sea que ahora debía tener alrededor de treinta. Cuando el terremoto sacudió San Francisco Lucky se encontraba en el cuarto piso de un hotel en Market Street. Estaba agasajando a un caballero amigo y cuando sentí el primer temblor me dije Lucky esto es un terremoto y tú no te quedarás atrapada con un hijo de puta encima. Así que lo empujé y bajé rápidamente a la calle completamente desnuda. Debieras haber visto como me miraban los tíos.

Hablar con Lucky estar con Lucky acostarse con Lucky era como encontrar la paz en un país pagano era como respirar el aire de un país amado cuando estás enfermo y te mueres por respirarlo. Contemplar su sonrisa oír su alegre parloteo ver sus pequeños dedos huesudos volar con la aguja de ganchillo en medio de los ruidos nocturnos de París la ciudad extranjera bastaba para que cualquiera se sintiese mejor y menos solitario.

París era una ciudad extraña una ciudad extranjera una ciudad moribunda y vital. Tenía demasiada vida y demasiada muerte y demasiados fantasmas y soldados muertos detrás de los mostradores de los cafés. Bébase un trago. Oh París es una ciudad mujer con flores en el pelo. Sin duda París era una ciudad maravillosa una ciudad femenina pero también una ciudad de hombres. Diez mil soldados de la infantería norteamericana o soldados franceses de permiso diez mil cien mil. Unos días más muchachos unos días más antes de volver y cada vez que vuelves las posibilidades en contra son mayores que la última vez. Recuerda que hay una ley de probabilidades de modo que vamos queridita juega un poco con las manos cinco francos diez francos dos dólares que bien ¿esa es una voz norteamericana? A por ella. Qué diablos una canción en la sala y un trago de coñac barato y vamos porque allá en el este en un sitio que llaman frente del oeste hay un viejecito que lleva un libro y saca probabilidades todo el día y toda la noche. Nunca se equivoca. Flor de lis Flor de lis. Dios salve al Rey. Ven queridito estás solo quieres probar algo nuevo ¿parlé vous francé? Un galón de vino tinto como agua y pan agrio y tal vez oh dios mío encuentre una muchacha norteamericana que hable un idioma cristiano. Jig-jig maldita sea no es eso lo que quiero. Quiero algo bien fuerte porque hay una voz que quiero ahogar. Es una voz que no emite sonido alguno pero no puedo lograr alejarme de ella.

En alguna parte la están fabricando. En alguna parte profunda en el corazón de Alemania están preparando la granada. Una muchacha alemana la lustra y la limpia y le coloca la carga en este mismo momento. Brilla a la luz de la fábrica y tiene un número y es mi número. Tengo una cita con la granada. Pronto nos encontraremos.

Los camiones rugiendo por la calle recogiendo a los tíos a los rezagados diciendo vamos amigo ha llegado la hora vamos a la estación subamos al viejo vagón. Porque vuelves. Vuelves junto al viejecito que saca las cuentas todo el día y toda la noche y nunca se equivoca. Vivan las estrellas y las barras que vivan para siempre ta-da da-deum da-de-a. Pruébalo muchacho es bueno algunos dicen que tiene droga pero no les creas una palabra. Algunos dicen que te deja estéril. Lo llaman ajenjo déjale reposar en el vaso es estupendo. Parlé vous parlé vous sí señor no señor ¿te sientes solo queridito dónde está esa voz americana? dios quisiera encontrarla. Dónde esta Jack dónde está Bill donde está John se marcharon se marcharon todos. Se marcharon al oeste. Diez mil dólares para la familia diez mil dólares Cristo. Conozco una casa en la Rué Blondel. Blancas y negras de todas las naciones. ¿Americanas? Por supuesto lo que usted quiera oh dios no es eso lo que quiero lo que quiero está muy lejos pero voy a aceptarle lo que tenga. It’s a long way to Tipperary. Apaguen las luces.

Más cerca más cerca. En este mismo instante un pesado camión alemán cubierto de lona avanza en dirección a Francia. Lleva granadas y entre las granadas hay una que tiene mi número. Avanza hacia el oeste a través del valle del Rhin siempre deseé verlo. A través de la Selva Negra siempre quise verla. A través de la honda honda noche la granada viene hacia Francia a encontrarse conmigo. Se acerca cada vez más nada puede detenerla ni siquiera la mano de Dios porque tengo un tiempo establecido y ella tiene un tiempo establecido y nos encontraremos cuando llegue el momento.

América confía en que cada hombre cumpla con su deber Francia confía en que cada hombre cumpla con su deber Inglaterra confía en que cada hombre cumpla con su deber. Cada doughboy[8] cada tommy[9] cada poilu[10] y ¿cómo diablos llaman a los italianos? de todos modos de ellos también se espera que cumplan con su deber. Allí vamos Lafayette y en los campos de Flandes vuelan las amapolas de hilera en hilera cuenten las hileras para el viejecito del libro el viejecito que hace las cuentas todo el día y toda la noche y nunca se equivoca. Oui oui parlé vous jig-jig? Desde luego jig-jig qué diablos cinco francos diez francos ¿quién dice dos dólares dos sólidos viejos dólares norteamericanos y una copa de whisky y de maíz? Dios mío este coñac. Siempre creí que era extraordinario he oído hablar tanto de él. Es espantoso quiero whisky de maíz y ¿qué piensan los prohibicionistas? Cuatro millones de nosotros se han marchado cuatro millones de votos supongo que nosotros no contamos nos van a arruinar. Vamos salgamos a buscar el whisky de maíz el viejo whisky norteamericano. Querida mi amor dulce cansado solitario quiero quiero una amiga coja una mesa una silla una cama pero no tardes hay muchos esperando París está lleno así que de prisa.

Oculta debajo de una suave y ondulante colina que se parece a un pecho de mujer en la sólida carne de la tierra escondida bajo la colina en algún desconocido depósito de municiones está mi granada. Está lista. Apresúrate muchacho apresúrate soldado norteamericano no debes llegar tarde acaba con lo que estés haciendo no te queda mucho tiempo.

Cante una melodía popular jig-jig una melodía popular mam’selle cante un hot esta noche en la vieja ciudad. Cante un Juana de Arco y un flor de lis de mademoiselle de Armentieres. Cante un Lafayette parlé vous francé. Póngase en pie y salte muy ligero haga remolinos en el aire rompa las sillas rompa las ventanas eche la casa abajo mierda muévase muchacho muévase muchacha póngase coñac en las articulaciones y apague las luces y toque el tambor y abandone las trincheras en Navidad y vea París de noche y mueva las manos por cinco dólares y oui oui parlé vous hunky-dory whisky en el estómago y un viejecito con un libro que saca cuentas todo el día y toda la noche y calcula más rápidamente y más y más rápidamente y más empecinadamente y más fuerte y más rápido más rápido más rápido.

Vendrá con un zumbido y un estruendo. Vendrá silbando y riendo y chirriando y gimiendo. Vendrá tan velozmente que no podrás hacer nada y extenderás los brazos para abrazarla. La sentirás antes de que llegue y te pondrás tenso para la aceptación y la tierra que es tu lecho eterno temblará en el momento de la unión.

Silencio.

¿Qué es esto qué es esto oh Dios mío? ¿Acaso es posible que un hombre caiga tan bajo? ¿Es posible que un hombre sea menos que esto?

Cansancio y jadeo agotamiento convulsivo. Toda la vida muerta toda la vida convirtiéndose en nada en menos que nada apenas el germen de nada. Una especie de enfermedad que surge de la vergüenza. Una debilidad que se parece a la agonía. Debilidad y desfallecimiento y una plegaria. Dios permíteme descansar llévame ocúltame déjame morir oh Dios qué cansancio ya estoy muerto desaparecido y desapareciendo oh Dios ocúltame y dame paz.